Después de publicar la primavera
pasada su último trabajo “Tragic Idol”,
y de un par de incursiones en nuestro
país, en el marco de los festivales veraniegos, (Sonisphere y Costa De fuego),
el quinteto de Halifax, regresaba en esta ocasión, a la intimidad de una sala
más pequeña para liderar su propio show, en un entorno más acorde con su
propuesta musical. Si ya con el citado “Tragic Idol” habían conseguido
reafirmar su vuelta a los sonidos más netamente metálicos, dejando de lado las
propuestas más experimentales y electrónicas de trabajos como “Host” o “Believe
In Nothing”, Paradise Lost volvían a la
Ciudad Condal dispuestos a ratificar las buenas impresiones de sus más
recientes lanzamientos, con su formación de gala, ya que en su anterior visita
de 2009, presentando “Faith Divides Us- Death Unites Us”, su guitarrista Greg
Mackintosh tuvo que ser sustituido por Milly Evans.
Con una sala, que aunque no se llenó,
si registro una buena entrada, a las ocho de la tarde eran ya muchos los que aguardaban
frente al escenario para seguir la
descarga de Soen. Pese a que su incursión en el cartel, se anunció en fechas
próximas al show, lo cierto es que la actuación del quinteto había despertado bastante
expectación y curiosidad entre los asistentes. Con un fantástico trabajo bajo
el brazo titulado “Cognitive”, y con una formación de lujo, capitaneada por el
batería Martin López (ex_Opeth) y el legendario bajista Steve DiGiorgio
(Death,Testament,Sadus…), Soen venían dispuestos a presentar su peculiar
propuesta musical, en la que se conjugan la contundencia del metal, con altas dosis
de experimentación y muchas pinceladas progresivas.
Con un escenario sumido en la
penumbra, con la batería de Martin López ocupando un lugar destacado en primera
línea, flanqueando la parte derecha, el show se iniciaba de igual forma que
arranca su disco, con la tranquila y ambiental “Fraktal”, que nos envolvía con
su manto introspectivo antes de dejar
paso a “Fraccions” que con su repetitivo riff inicial nos conducía a través de
enrevesados desarrollos rítmicos, que se veían rematados por la portentosa voz
de Joel Ekelöf, todo un descubrimiento como vocalista y frontman, que nos
guiaba a través de una composición densa e intensa, que se cerró con la
interpretación a capela de la parte final del tema, lo que provoco una calurosa
acogida por parte de un público que no era desconocedor de la propuesta de
Soen. Un escueto “We are Soen”, fue la
sobria introducción al siguiente tema de la noche “Delenda”, con una sonoridad
más contundente, que sirvió para corroborar la sensación inicial, de que si
bien, en estudio los temas de Soen, suenan extremadamente técnicos y pulidos,
es en directo donde estos dan su auténtica medida, ganando en potencia, lo que
les confiere una nueva dimensión.
Mucho se ha hablado sobre las
similitudes de Soen con bandas como Tool o A Perfect Circle, especialmente por
la voz de Joel Ekelöf, muy en la línea de las composiciones de los americanos,
pero lo cierto es que temas como “Oscillation”, con una percusión muy atractiva
o “Canvas”, con tintes más progresivos y donde destaco la excelente labor del
guitarrista Kim Platbarzdis, sonaron tremendamente personales. Alejándonos de
los ritmos contundentes y llevándonos hacia terrenos más ambientales y hasta ciertos
puntos hipnóticos, con Christian Andolf (sustituto de DiGiorgio en directo), manejando de forma magistral, su bajo de
cinco cuerdas, la preciosista “Last Night”, donde las guitarras sonaron limpias
y cristalinas junto a la seductora percusión, en la que colaboró su teclista,
reforzando la labor de un inspiradísimo y contundente Martin López. Afrontando
la recta final de su show, Soen apostaron por el que es su tema más conocido
hasta la fecha, el cautivador “Savia”, en el que su vocalista volvió a
sorprendernos con su gran despliegue vocal, en unos continuos cambios de
intensidad, que provocaron una cerrada ovación, antes de dejar paso al inicio
lento y cadencioso de “Slithering”, que fue
mutando hasta transformarse en una sucesión de riffs densos y pesados,
que se fusionaban con atmosferas introspectivas dando forma a un tema complejo
y dinámico con el que cerraron una fantástica actuación, que fue de menos a más, y que dejo a un público convencido y satisfecho
coreando el nombre de la banda durante varios minutos.
Si hay un elemento que siempre ha
caracterizado la música de Paradise Lost, es ese sentimiento de melancolía y
tristeza de la que están impregnadas muchas de sus composiciones, es por ello
que no me sorprendió el aspecto sobrio en tonos oscuros, que presentaba el
escenario, con únicamente un par de pequeños lienzos a los lados que
reproducían la portada de su último lanzamiento. Lentamente y de forma
parsimoniosa los músicos fueron tomando posiciones sobre un escenario bañado en
luz roja, siendo los últimos en aparecer, el guitarrista Greg Mackintosh y el vocalista Nick Holmes, para
dar el arranque con una pieza clásica de su repertorio, rescatada para la ocasión,
“Widow”, todo un subidón para el inicio, sino fuera porque desde los primeros
compases, pudimos apreciar que la voz de Holmes ya no es lo que era, teniendo
el esforzado vocalista que afrontar el tema en tonos menos rasgados que antaño,
pese a ello, el público pareció quedar plenamente satisfecho. Mucho más
compacto sonó “Honesty In Death”, perteneciente a su más reciente lanzamiento, que el público acompaño con los brazos en alto,
mientras Greg Mackintosh ejercía
de líder sobre las tablas, relegando a
Holmes a un segundo plano, situándose
el cantante junto a la batería de Adrian Erlandsson durante los extensos
desarrollos instrumentales.
Lejos han quedado los tiempos en
que el vocalista ingles se mostraba como un individuo reservado y ausente,
mostrándose ahora más accesible y comunicativo, permitiéndose la licencia de
darnos las gracias por haber venido al show en vez de ir a ver a Lady Gaga, que
esa misma noche tocaba en la ciudad, para posteriormente dar paso a una melódica “Erased”,
donde los teclados pregrabados se fundieron con una poderosa base rítmica. A
pesar de la buena acogida que ha tenido el material más novedoso de la banda,
era evidente que el público tenia claras sus preferencias, así que cuando
sonaron los acordes de temas como “Enchanted” o “Soul Courageous”, la
temperatura de la sala subió considerablemente, gracias en gran medida a la
entrega de unos espectadores que corearon cada una de las estrofas de dos temas
clásicos dentro del repertorio de los británicos. Respuesta más tibia fue la
que obtuvieron otros cortes como el novedoso
“In This We Dwell”, que aunque sonó de manera contundente, no llego a enganchar
a las primeras filas, que se mostraron un tanto estáticas pese al esfuerzo de un Greg Mackintosh que puso toda la carne en el
asador, sacando envenenadas melodías de su guitarra, la misma sensación de
frialdad entre el público se volvió a repetir durante la ambiental “Praise
Lamented Shade”, perteneciente a “In Requiem”.
Como si de un viaje en el tiempo
se tratase, el quinteto de Halifax, destapo el tarro de las esencias, para
sumergirnos de lleno en sus raíces más doom, de la mano de dos cortes de su
fenomenal disco “Shades Of God”, “Pity The Sadness” en la que todo el público
canto hasta dejarse la voz la pegadiza
melodía vocal y la imprescindible “As I Die”, una composición que significó su
primer gran éxito y en la que Holmes cedió el micro al respetable, para que
fueran los asistentes los encargados de cantar el tema, constatando, que a día
de hoy, es uno de los temas preferidos para
los seguidores de Paradise Lost. Una sutil y reconocible melodía pregrabada, nos zambulló de pleno en una soberbia “One Second”, en donde Greg
Mackintosh más liberado de sus labores como guitarrista, se dedicó a alentar a
un respetable, que respondió a la
iniciativa del guitarrista coreando el conocido estribillo.
Con gran parte de la sala,
pidiendo “Gothic” insistentemente, los británicos decidieron hacer oídos sordos
a la demanda del público y presentaron una rotunda “Tragic Idol”, con la que
nos sumergieron de nuevo en esas atmosferas densas y oscuras, donde la voz de
Nick Holmes pasaba de registros limpios a tonos más agresivos, dando al tema un
aire melancólico y siniestro, mientras la guitarra rítmica de Aaron Aedy sonaba
densa y contundente, para posteriormente abalanzarse sobre una rotunda “The
Enemy” tras la cual Paradise Lost abandonaron el escenario después de 55
minutos de concierto. Tras una tensa espera, de más de cinco minutos, en la que
parecía que el quinteto no iba a regresar sobre las tablas, la familiar melodía
de “Embers Fire”, fue la encargada de dar inicio a los bises, rescatando esas
atmosferas melancólicas y sobrecargadas que tuvieron continuidad en la
angustiosa y contundente “Fear Of
Impending Hell”, cuarto y último tema rescatado de su más reciente trabajo “Tragic Idol”.
Tras un ligero parón, fue la
cortante guitarra de Aaron Aedy la que nos introdujo en la ambiental e hipnótica
“Faith Divide us-Death Unites-us”, uno de los cortes de última hornada que más
ha calado entre sus seguidores, una composición que gana dramatismo e intensidad
en directo y que dio paso al esperado “Just Say Words”, de su aclamado “One
Second”, un álbum que ha ido creciendo con el paso de los años , y con el que
nos regalaron un final rotundo y compacto con el bajo de Steve Edmonsson
sonando atronador junto a las palmas de un público que se mostró totalmente
entregado durante el tramo final de show.
Un buen concierto de los
británicos, que siguen demostrando su calidad como instrumentistas, descargando
un buen repertorio de temas en directo, contando con una audiencia fiel, que corea cada uno de sus
temas. El único pero que se puede poner a su actuación es la duración del
concierto. Una hora y veinte minutos, me parece un show excesivamente corto
para una banda con una larga trayectoria y
una extensa discografía, y más si tenemos en cuenta que se quedaron en
el tintero temas, que para muchos de sus fans, son imprescindibles como “Hallowed
Land”, “True Belief” o la siempre deseada “Gothic”.
ALFONSO DIAZ
FOTOS CARLOS OLIVER
FOTOS CARLOS OLIVER
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