Durante décadas uno
de los entretenimientos preferidos entre
los seguidores del hard rock ha sido el de elucubrar como sonarían "hipotéticas" formaciones creadas
a partir de músicos de diferentes bandas ya establecidas. De un tiempo a esta
parte, parece que está cada vez más en boga que diferentes artistas, virtuosos
instrumentistas en la mayoría de los casos, unan fuerzas en diferentes
proyectos que tanto la prensa como los fans tienden a etiquetar como super
grupos. Durante los últimos años nombres como Audioslave, Them Crooked
Vultures, Chickenfoot o Black Country Communion han copado la escena roquera revitalizando
el denominado "classic Rock". Una de las ultimas agrupaciones en
sumarse a este resurgir de clasicismo roquero ha sido el trío americano The
Winery Dogs, una formación que cuenta entre sus filas al talentoso guitarrista
Richie Kotzen (Poison, Mr.Big), al virtuoso bajista Billy Sheehan (David Lee
Roth, Steve Vai, Mr.Big) y al incombustible batería Mike Portnoy (Dream
Theater, Avenged Sevenfold, Adrenaline Mob, Flying Colors y una interminable
colección de diferentes proyectos).
Tras plasmar el
trío todo su potencial y calidad técnica en un fantástico disco homónimo que
vio la luz a finales del pasado mes de Julio, llegaba el momento crucial de defender en directo las composiciones de
su debut discográfico. Para la ocasión, el laureado power trío había optado por
presentarse en una sala de mediano aforo
como es la Sala grande del Apolo de Barcelona, un marco ideal para poder
seguir, muy de cerca y sin perderse ningún tipo de detalle, las evoluciones
sobre las tablas de los maestros americanos. Desde primerísima hora de la tarde
ya se podía palpar en los alrededores de la sala la enorme expectación que
había suscitado esta primera visita del
trío americano con una gran número
de fans apostados a la entrada
del recinto, aguardando pacientemente que saliera a firmar autógrafos algunos
de los protagonistas de la velada, o que se abrieran las puertas para poder
tomar una buena posición frente al escenario. Este fenomenal ambiente se
tradujo en una sala que rozó prácticamente el lleno.
Como aperitivo antes del recital del power trío americano teníamos programada la actuación de sus compatriotas The Sixxis. Aunque la formación ha publicado recientemente su álbum debut, lo cierto es que el quinteto de Atlanta posee una longeva trayectoria a sus espaldas, amén de una amplia experiencia batallando en el circuito underground americano, demostrando unas tablas y un aplomo que quedaron acreditados desde los compases iniciales de la intimista "Coke Can Steve", que rápidamente cedería ante la avalancha roquera contenida en la eléctrica "Long Ago", en la que los poderosos estribillos fueron los auténticos protagonistas.
Como aperitivo antes del recital del power trío americano teníamos programada la actuación de sus compatriotas The Sixxis. Aunque la formación ha publicado recientemente su álbum debut, lo cierto es que el quinteto de Atlanta posee una longeva trayectoria a sus espaldas, amén de una amplia experiencia batallando en el circuito underground americano, demostrando unas tablas y un aplomo que quedaron acreditados desde los compases iniciales de la intimista "Coke Can Steve", que rápidamente cedería ante la avalancha roquera contenida en la eléctrica "Long Ago", en la que los poderosos estribillos fueron los auténticos protagonistas.
Lejos
de centrarse en un estilo pragmático y acotado, el quinteto de Atlanta demostró
una gran cintura estilística a la hora de moverse con soltura por diferentes
estilos y sonoridades, sabiendo desenvolverse por los pasajes funkeros de
"Nowhere Close", en los que brilló especialmente la aportación de su
bajista Mark Golden, y que fue fundida con la intensidad contagiosa del medio
tiempo "Believe", que fue una de las composiciones que mejor
respuesta obtuvieron por parte de un público que permaneció muy atento y
expectante ante la descarga del combo americano.
Tampoco faltaron
durante su show los pasajes elegantes y llenos de melodía contenidos en piezas
como "She Only", con una fantástica demostración de guitarra
"slide" a cargo de Paul Sorah, ni la potencia arrolladora de los up
tempos como en el caso de la intensa "I Wanted More", durante la que el
vocalista Vladdy Iakhavok alargó sus tonos al máximo, llevando al límite sus
cuerdas vocales. Si durante toda su actuación, los miembros del quinteto de Atlanta se mostraron como unos
músicos solventes e imaginativos, mención especial merece el batería Josh
Baker, quien fraguo una actuación realmente compacta y completa, dando feeling
y personalidad a piezas como la progresiva “Opportune Time”.
Los últimos compases de la actuación del combo
americano estuvieron marcados por "Out Alive", con esos pequeños
toques "grunge" impregnando la composición, y la contagiosa
"Snake In The Grass", que fue la encargada de cerrar una actuación
más que notable del heterogéneo quinteto de Atlanta, que se marchó del
escenario con una sonrisa dibujada en el rostro y con la satisfacción del deber
cumplido.
Después del
acostumbrado descanso, y del pertinente cambio de "backline", con
suma puntualidad sobre el horario previsto saltaban sobre las tablas el
impactante trío The Winery Dogs. En un escenario sobrio y desnudo, engalanado
únicamente con un gran telón de fondo que reproducía el "logo" de la formación
americana. La encargada de abrir fuego, al igual que sucede en su álbum debut,
fue la marchosa "Elevate", una fantástica carta de presentación con
la que consiguieron meterse a toda la
audiencia en el bolsillo, desatando la
euforia de una sala que les tributó una
bienvenida de auténticos héroes, constatando el enorme tirón y carisma que
atesoran los músicos que integran este nuevo proyecto. Fue el propio Portnoy,
quizás el más carismático de los componentes del trío, el encargado de darnos
la bienvenida desde su kit, situado en la parte central de escenario, para
rápidamente atacarnos con la más densa y crujiente "Criminal", en la
que destacó un estelar Richie Kotzen,
muy metido en su papel de guitar-hero, sacando brillo a su guitarra mientras
nos ofrecía ese envolvente aroma bluesero del que está impregnado la composición.
Una fastuosa
primera ovación fue la encargada de dar continuidad a una fiesta que prosiguió
de la mano de "We Are One", con Portnoy dando rienda suelta a su
peculiar y vistosa forma de tocar la batería, golpeándose en la cabeza,
levantándose de la banqueta, haciendo coros y recurriendo a todo su arsenal de
trucos para demostrar, una vez más, que este hombre lleva el ritmo metido en el
cuerpo, mientras sus compañeros se concentraban en dar "feeling" a la
interpretación del tema. "One More Time", fue la encargada de
sumergirnos de lleno en ese rock clásico de raíces setenteras durante el que
pudimos degustar la excelencia sonora que proporciona la pareja rítmica Sheehan/Portnoy,
encargados de llevar el peso de la composición mientras Kotzen se concentraba
en las líneas vocales.
Lejos de los egos y
las individualidades, lo cierto es que The Winery Dogs funcionan como un equipo
perfectamente engrasado y conjuntado, y más después de que la banda llegara a
tierras catalanas muy rodada tras una
extensa "tourne" por el continente Americano. Ese feeling y
complicidad que dan los directos se pudo
apreciar, especialmente, en el apartado vocal donde las voces de los tres protagonistas se juntaban para
rubricar unos coros realmente efectivos y armónicos que hicieron ganar muchos enteros a la interpretación de
cortes como la poderosa y "grungera" "Time Machine", o la
más relajada e introspectiva "Damaged", con la que nos proponían un
rotundo cambio de tercio apostando por las atmósferas más melancólicas y
elegantes.
Aunque hasta este
momento la descarga de la formación americana estaba siendo impecable,
sobretodo en el apartado técnico, lo cierto es que me pareció excesiva la agrupación, en un mismo tramo de show, de
tantas baladas y medios tiempos con lo que se perdió un poco la intensidad con
la que había arrancada la descarga. Es por ello que al reconocerse los primeros
compases del potente "Six Feet Deeper", la sala volvió a rugir con fuerza siguiendo los estribillos
al pie de la letra como si de un verdadero clásico se tratase. Un escueto y
concentradísimo solo de Mike Portnoy sería el encargado de dar la entrada a un
fantástico e irrefrenable "The Other Side", con el que parecía
recuperarse el apabullante ritmo inicial manteniendo el nivel de euforia entre
las primeras filas.
Acto seguido, sería
el veterano bajista el que disfrutaría de tiempo para su lucimiento personal con un solo
bastante más extenso que el de su compañero, que nos sirvió para comprobar la
maestría y pericia del mago de las cuatro cuerdas, provocando una de las
mayores ovaciones de la noche que nos dejó con la estampa del propio Portnoy rindiendo
pleitesía desde su kit. Sin darnos un segundo de tregua el trío se sumergía de
lleno en el intimismo acústico contenido en la delicada y
reflexiva "You Saved Me", que nos dejó un final
estratosférico con Kotzen volviendo a erigirse como la piedra angular en
torno a la que gira este nuevo proyecto. Tras haber recuperado el aliento, la
adrenalina y la emoción volvían a desatarse al ritmo clásico y setentero de la
contagiosa "Not Hopeless", que volvía a poner la sala patas arriba,
certificando que cuando el trío saca a relucir su parte más marchosa y
eléctrica es cuando da sus mejores prestaciones.
Con la sala sumida en la más absoluta penumbra fue Kotzen el encargado de llenar el escenario
con la única compañía de su guitarra para una coreadísima versión del
"Stand" de Poison, en el que la colaboración de la audiencia en los
coros fue fundamental para dar al corte esa ambientación gospel que tenía la
versión original contenida en el álbum "Native Tongue" de 1993.
Siguiendo con el protagonismo del guitarrista, la siguiente pieza en caer fue
una tierna y emotiva "You Can´t Save Me", perteneciente al material
en solitario de Kotzen, que fue acompañada con palmas desde el público, para
dejar paso posteriormente a una melódica
y contagiosa "Shine" extraída del álbum "Actual Size" de
2001, una composición no muy conocida de la época en la que Richie y Sheehan
compartían tablas en Mr. Big.
Tal y como
sucediera durante la primera parte de su actuación, de cara a este tramo final de show, The
Winery Dogs volvieron a apostar por una sucesión de baladas y medios tiempos
con lo que el ambiente se relajó notablemente, lo que propició que la audiencia
se concentrara en seguir de cerca todos
los detalles técnicos de la actuación
del trío americano. En un entorno más relajado e intimista fue la guitarra
de Kotzen la encargada de volver a impregnar el ambiente de ese
penetrante aroma bluesero, dando paso a la dupla compuesta por el segundo single de la banda, el envolvente y melódico "I´m No
Angel", y el intimista "The
Dying", que sería el encargado de dejar paso a los teclados, tocados por
Kotzen, que protagonizarían los primeros
compases de la elegante "Regret", que a la postre sería la encargada
de cerrar la actuación de un trío que abandonó por primera vez el escenario al
grito de "Peace & Love".
Ante la insistente
demanda de una audiencia totalmente entregada, la banda no se hizo de rogar en
exceso a la hora de regresar sobre sobre las tablas para dar el pistoletazo de
salida a los bises. Siguiendo con la tónica que había dominado el tramo final
de su actuación, la banda apostó por la elegancia contenida en su versión del
“Fooled Around And Fell In Love” del
veterano bluesman americano Elbin Bishop,
para posteriormente acabar rematando la
faena embarcándose en la genialidad
“zeppeliana” de “Desire”, toda una bomba de relojería que puso a toda la sala a
cantar, marcando un excelente colofón final
para esta primera visita del trío americano.
Aunque resulta
evidente que no se puede poner ninguna clase de pega al nivel técnico y de
entrega de la formación americana, sí que me pareció que el ritmo de su
actuación fue algo lineal, y en algunos momentos monótono, mostrándose
excesivamente densos al enlazar muchos medios tiempos y baladas con lo que el
show perdió algo de chispa y frescura. En cualquier caso, para ser una primera
toma de contacto, el trío formado por Kotzen, Sheehan y Portnoy, o lo que es lo mismo The Winery
Dogs, se mostraron como una banda "real" y solvente, constatando que,
si sus agendas lo permiten, tenemos ante nosotros a una gran banda de hard rock
que puede darnos muy buenos momentos de cara al futuro más inmediato.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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