Como viene siendo habitual
durante los últimos quince años los neoyorquinos Dream Theater volvían a pisar
los escenarios de la Ciudad Condal. En
esta ocasión, el motivo de la visita era la presentación de su duodécima placa
de estudio, un álbum homónimo que, como
no podía ser de otra forma, ha provocado la división de opiniones entre sus
seguidores. Si el anterior periplo de la formación americana estuvo marcado por la incorporación de su
nuevo batería Mike Mangini, esta vez con su actual line-up ya
perfectamente conjuntado y consolidado, el quinteto aterrizaba en el recinto del Sant Jordi Club dispuesto a ofrecernos una nueva demostración de su
calidad y maestría a la hora de atacar
sus instrumentos.
A diferencia de lo que sucediera
en su anterior visita, a principios del 2012, cuando los neoyorquinos dejaron
las fechas peninsulares para el tramo final de su gira europea, en esta
oportunidad fueron Portugal y España los
países elegidos para que la banda diera el pistoletazo de
salida a su nuevo tour mundial. Desde varios días antes de la fecha marcada
para el concierto, era palpable entre los seguidores de la banda la expectación
y el interés que había suscitado esta nueva visita del quinteto americano, de
hecho corrieron como la pólvora las noticias previas que adelantaban los
detalles y el repertorio que la banda había ofrecido en su primer concierto en
tierras portuguesas. Desgraciadamente,
también nos habían llegado los ecos de su accidentada y acortada actuación en Madrid, lo que provocó que al
aproximarnos a las inmediaciones del recinto, donde una larga cola aguardaba
pacientemente la apertura de puertas, pudiera palparse en el ambiente esa mezcla de excitación y nerviosismo
que no hacía más que acrecentar las ganas que todos teníamos de que
arrancará el show.
Si en sus últimas visitas el
quinteto americano se había decantado por ofrecernos unos shows convencionales,
acompañándose de bandas como Symphony X
(2007), Opeth (2009) o Periphery (2012), para la descarga de esta noche, los
maestros neoyorquinos se habían decidido
a recuperar el formato “An Evening With”, proponiéndonos un espectáculo
dividido en tres actos diferentes, lo que nos auguraba una larga velada, en la que la banda daría un buen repaso a su
última referencia homónima durante el
primer acto, amén de reservarnos algunas sorpresas para los dos actos
posteriores. Unas sorpresas que se traducirían en un exhaustivo repaso a dos de sus obras más destacas y exitosas “Awake” de 1994, y “Metropolis Pt2: Scenes
From A Memory” de 1999.
Centrándonos en la asistencia al
evento, aunque la entrada no estuvo nada
mal, lo cierto es que si me dio la impresión de que en esta nueva convocatoria,
no sé si por el precio de las entradas o por el anunciado formato del concierto,
la afluencia de público descendió sensiblemente
en relación a su última visita en
este mismo emplazamiento. En cualquier caso, la mayoría de los fans allí
congregados parecían ser acérrimos seguidores de la banda, ya que la media de
edad estaba situada por encima de la treintena, lo que acabó repercutiendo en la actitud contemplativa de una
audiencia que parecía más interesada en
seguir con detenimiento las evoluciones de los músicos sobre las tablas que de
dejarse arrastrar por la contundencia de su propuesta.
Una vez dentro del Sant Jordi Club, lo primero que
llamaba la atención era el enorme telón que protegía el escenario de miradas
indiscretas, y sobre el que se fueron proyectando durante los minutos previos
al inicio del show imágenes del cosmos y las constelaciones espaciales. Fue
cuando el reloj marcaba las 20:20 de la tarde, cuando una trepidante cuenta atrás dejó paso a la primera sorpresa
de la noche. Una proyección en la que de forma cronológica se fueron sucediendo
las portadas de todos y cada uno de los lanzamientos de la banda, mientras
sonaba de fondo la introducción de su último trabajo “False Awakening Suite”, desatando
la algarabía entre sus incondicionales.
Una vez concluida la tensa espera, por fin caía el telón que ocultaba el
escenario, dejándonos ver las evoluciones sobre las tablas de Petrucci, Myung,
Rudess y Mangini, para arrancar la velada con “The Enemy Inside”. Mientras sus
compañeros daban ya buena cuenta de sus
instrumentos, fue el vocalista James LaBrie el último en hacer acto de
presencia, provocando el rugido del respetable, a la vez que sobre la enorme
pantalla que presidía el escenario se
iban alternando las imágenes bélicas de su último clip con las de los propios músicos sobre las
tablas.
Tras la primera salva de
aplausos, y sin mediar presentación alguna, fue el denso sonido del bajo de
John Myung el encargado de introducirnos en la oscura “The Shattered Fortress”,
en la que superado el shock inicial pudimos apreciar la notable calidad de
sonido propuesta por el quinteto, y es que durante toda la actuación la banda
sonó razonablemente bien, muy potentes, pero a la vez nítidos y cristalinos,
permitiéndonos percibir perfectamente todos y cada uno de los matices que encierran temas como “On The Backs Of Angels”, que esta noche
sonó especialmente intenso y poderoso, con la elegante guitarra de Petrucci
dando personalidad al tema, mientras LaBrie se aproximaba al filo del escenario
para demandar el apoyo de las primeras filas.
Después de estos pequeños guiños a sus dos obras anteriores, llegaba el momento de volver
sobre su última entrega discográfica, centrando todo su potencial en imprimir
todo el feeling posible a la hard
roquera “The Looking Glass”, que se convirtió en uno de los pocos momentos en
los que el vocalista reclamó su cuota de protagonismo. Y es que durante todo el
show, pero especialmente a lo largo de este primer acto, James LaBrie desaparecía durante las partes instrumentales
dejando que todo el protagonismo escénico recayera sobre sus compañeros, como
sucedió durante la extensa introducción de la delicada “Trial Of Tears”,
rescatada de “Falling Into Infinity”
(1997), en la que Petrucci primero y Rudess después, nos obsequiaron con esas ostentosas
pinceladas de virtuosismo con las que acostumbran a dejar a sus seguidores
inmóviles y anonadados.
Para todos los que hemos seguido
la trayectoria en directo de la banda americana
resulta evidente que Dream Theater son algo así como una experiencia
multimedia, y buena muestra de ello fue la simbiosis que alcanzó la banda con
las proyecciones que acompañaron a la interpretación de la instrumental “Enigma
Machine”, donde pudimos seguir las aventuras de los miembros “animados” de la
banda a través de la pantalla, mientras nos deleitábamos con las diabluras
técnicas de los músicos. Personalmente diría que este “Enigma Machine”, con el
solo de Mangini incrustado en el centro, se convirtió en uno de los mejores momentos de este primer acto
de la noche. Sin abandonar su última entrega discográfica, la siguiente en sonar fue la melódica “Along For The Ride”, con la que consiguieron
atemperar ligeramente los ánimos, mientras los teclados giratorios de Jordan Rudess
conseguían inundar de magia y emoción todo el recinto del Sant Jordi Club.
Aunque James LaBrie no se prodigó
en exceso a la hora de las presentaciones, fue en este punto cuando el
vocalista se dirigió al respetable para
avisarnos de que la banda se tomaría un pequeño descanso, pero antes todavía
tendrían tiempo para echar la vista atrás para rescatar un cambiante “Breaking
All Illusions”, extraído de su penúltimo
trabajo “A Dramatic Turn Of Events”, que fue fantásticamente recibido,
constatando así que el tema en cuestión ha calado hondo entre los seguidores
del combo neoyorquino, ya que consiguió arrancar una estruendosa ovación que sirvió
como banda sonora para que los músicos abandonaran el escenario por primera
vez, mientras que un cronometro en cuenta atrás nos marcaba el tiempo restante para que los
instrumentos volvieran a rugir con fuerza.
Consumido el pequeño descanso,
que la mayoría invirtieron en salir a tomar el aire o acercarse a las barras,
la banda regresaba para encarar este segundo acto que, tal y como nos explicó
LaBrie, estaría centrado en las composiciones de su clásico “Awake” del que, en
este año 2014, se cumplen dos décadas de su edición. Si durante la primera
parte del show la banda se había mostrado realmente excelsa y muy concentrada
en el nuevo material, simplemente nos bastó escuchar el afilado sonido de la
guitarra de Petrucci para darnos cuenta de que de cara a este nuevo segmento de
actuación nos íbamos a enfrentar unos Dream Theater más enérgicos y metaleros,
y buena muestra de ello fue el
inquietante “The Mirror”, con toda la banda sonando realmente cruda y
arrolladora, mientras Rudess se
paseaba por el escenario con uno de sus
extraños teclados móviles.
Arropados por una audiencia que
se mostró entusiasmada con la elección del tema elegido para la reapertura, la
siguiente en caer, tal y como sucede en el plástico, fue la cautivadora “Lie”,
que se vio nuevamente culminada por un fantástico ejercicio solista a cargo del maestro Petrucci, mientras la
enorme pantalla central no paraban de
escupir imágenes y efectos cargados de
ácida psicodelia. Sin duda, si hablamos
del material contenido en un álbum como “Awake”, todos pensaríamos irremediablemente
en el potencial de cortes clásicos como “6:00” o “Caught In A
Web”, pero todos sabemos que los neoyorquinos no son una banda al uso, así que
ellos prefirieron dar cancha a temas no tan obvios, concentrándose en rescatar
cortes como el introspectivo “Lifting
Shadows Off A Dream”, con el afilado bajo del Jhon Myung marcando el machacón ritmo inicial
para que sus compañeros se encargarán posteriormente de rematar la faena.
Las dos últimas gemas rescatadas
del álbum publicado en 1994, fueron la extensa y cambiante “Scarred”, en la que
por fin el equipo de realización nos ofreció algún primer plano del bajista John Myung a través de la
pantalla, y el siempre envolvente e hipnótico “Space-Dye Vest”, que arrancó con
toda la sala envuelta en una oscuridad absoluta ,y un reverencial silencio que
únicamente fue quebrado por el resplandeciente sonido de los teclados de Jordan
Rudess. Una lástima que el tema se viera lastrado por un inoportuno error de
Mangini que confundió al vocalista haciéndole entrar antes de tiempo. Curiosamente,
la encargada de poner el broche definitivo
a este segundo acto de la velada fue la extensa suite que representa la
novedosa “Illumination Theory”, que nos dejó en la retina algunos de los
momentos más vibrantes e intensos de
Petrucci con su guitarra. A pesar de que muchas bandas no se atreverían a
embarcarse en una pieza tan extensa y compleja como “Illumination Theory”,
después de más de dos horas de actuación, lo cierto es que los maestros
americanos consiguieron mantener la atención y la intensidad durante sus más de
veinte minutos de duración, convirtiendo la pieza en uno de los momentos más vibrantes
y emocionantes de todo el concierto.
Tras unos escasos minutos de
descanso, durante los que el público no dejó de corear el nombre de la banda,
el quinteto regresaba sobre las tablas para encarar este tercer y último acto
que, a modo de bis, estaría centrado en otro de los lanzamientos clásicos de su
discografía, el magistral “Metropolis Pt.2: Scenes From A Memory”, del que
justamente se cumple el decimoquinto aniversario de su publicación. Y para
celebrarlo, la banda nos había preparado una consistente y suculenta
degustación que arrancaría con la instrumental “Overture 1928”, para acabar
fundiéndose con “Strange Déjà-Vu”, con el quinteto nuevamente subiendo su nivel de intensidad,
mientras la audiencia se volvía literalmente loca cada vez que LaBrie se
acercaba hasta el borde del escenario para reclamar el aliento y la complicidad
del respetable.
Pero sin duda el momento cumbre
de la noche llegó con los primeros acordes de la apoteósica “The Dance Of Eternity”, durante la que todos y
cada uno de los miembros de la banda, (a excepción de LaBrie), tuvieron la
ocasión de dejarnos una buena muestra de su talento y virtuosismo,
facturando esas envolventes atmósferas, repletas de cambios imaginativos
e insólitos, con las que el quinteto logra que sus seguidores permanezcan
absortos y casi en estado de trance
después de dos horas y media de show. Desgraciadamente, el tiempo se
estaba acabando, y la última composición en hacer acto de presencia, al igual
que sucede en su plástico de 1999, fue “Finally Free”, que a la postre sería la
encargada de poner el broche de oro a la
actuación. Tras el concierto, y el acostumbrado reparto de púas y baquetas, la
banda se quedó en el centro del escenario
recibiendo toda la pleitesía y el
cariño de una audiencia devota y entregada,
que manifestó su satisfacción con una sonora ovación que se prolongó
durante varios minutos.
Estaremos de acuerdo en que
quizás los americanos no son la banda más activa y dinámica sobre las tablas,
pero está claro que pocas formaciones
tienen a día de hoy el espíritu y
el repertorio necesario para encarar un concierto de tres horas de duración, y
que la gente salga comentando que se les ha hecho corto. He visto a la banda en
diversas ocasiones a lo largo de los últimos años, y debo reconocer que pese a
que en el repertorio se quedaron fuera clásicos clave en su carrera, y pese
algún que otro error -tanto técnico como humano- propio del arranque del tour,
lo cierto es que personalmente creo que la de esta noche fue una de las mejores descargas de Dream
Theater en tierras catalanas.
TEXTO Y FOTOS:ALFONSO DÍAZ
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