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martes, 21 de enero de 2014

DREAM THEATER-SANT JORDI CLUB-BCN-18-ENE-2014



Como viene siendo habitual durante los últimos quince años los neoyorquinos Dream Theater volvían a pisar los escenarios de  la Ciudad Condal. En esta ocasión, el motivo de la visita era la presentación de su duodécima placa de  estudio, un álbum homónimo que, como no podía ser de otra forma, ha provocado la división de opiniones entre sus seguidores. Si el anterior periplo de la formación americana  estuvo marcado por la incorporación de su nuevo batería Mike Mangini, esta vez con su actual  line-up  ya  perfectamente conjuntado y consolidado, el quinteto aterrizaba en  el recinto del Sant Jordi Club dispuesto  a ofrecernos una nueva demostración de su calidad  y maestría a la hora de atacar sus instrumentos.


A diferencia de lo que sucediera en su anterior visita, a principios del 2012, cuando los neoyorquinos dejaron las fechas peninsulares para el tramo final de su gira europea, en esta oportunidad fueron  Portugal y España los países  elegidos  para que la banda diera el pistoletazo de salida a su nuevo tour mundial. Desde varios días antes de la fecha marcada para el concierto, era palpable entre los seguidores de la banda la expectación y el  interés que había suscitado  esta nueva visita del quinteto americano, de hecho corrieron como la pólvora las noticias previas que adelantaban los detalles y el repertorio que la banda había ofrecido en su primer concierto en tierras portuguesas. Desgraciadamente,  también nos habían llegado los ecos de su accidentada y acortada  actuación en Madrid, lo que provocó que al aproximarnos a las inmediaciones del recinto, donde una larga cola aguardaba pacientemente la apertura de puertas, pudiera palparse  en el ambiente esa mezcla de excitación  y nerviosismo  que no hacía más que acrecentar las ganas que todos teníamos de que arrancará el show.

Si en sus últimas visitas el quinteto americano se había decantado por ofrecernos unos shows convencionales, acompañándose de bandas  como Symphony X (2007), Opeth (2009) o Periphery (2012), para la descarga de esta noche, los maestros neoyorquinos se habían decidido  a recuperar el formato “An Evening With”, proponiéndonos un espectáculo dividido en tres actos diferentes, lo que nos auguraba una larga velada,  en la que la banda daría un buen repaso a su última referencia homónima  durante el primer acto, amén de reservarnos algunas sorpresas para los dos actos posteriores. Unas sorpresas que se traducirían en  un exhaustivo repaso a dos de sus obras  más destacas y exitosas  “Awake” de 1994, y “Metropolis Pt2: Scenes From A Memory” de 1999.

Centrándonos en la asistencia al evento, aunque  la entrada no estuvo nada mal, lo cierto es que si me dio la impresión de que en esta nueva convocatoria, no sé si por el precio de las entradas o por el anunciado formato del concierto, la afluencia de público descendió sensiblemente  en relación a su última  visita en este mismo emplazamiento. En cualquier caso, la mayoría de los fans allí congregados parecían ser acérrimos seguidores de la banda, ya que la media de edad estaba situada por encima de la treintena, lo que acabó repercutiendo  en la actitud contemplativa de una audiencia  que parecía más interesada en seguir con detenimiento las evoluciones de los músicos sobre las tablas que de dejarse arrastrar por la contundencia de su propuesta.

Una vez  dentro del Sant Jordi Club, lo primero que llamaba la atención era el enorme telón que protegía el escenario de miradas indiscretas, y sobre el que se fueron proyectando durante los minutos previos al inicio del show imágenes del cosmos y las constelaciones espaciales. Fue cuando el reloj marcaba las 20:20 de la tarde, cuando una trepidante  cuenta atrás dejó paso a la primera sorpresa de la noche. Una proyección en la que de forma cronológica se fueron sucediendo las portadas de todos y cada uno de los lanzamientos de la banda, mientras sonaba de fondo la introducción de su último trabajo “False Awakening Suite”, desatando la algarabía entre  sus incondicionales. Una vez concluida la tensa espera, por fin caía el telón que ocultaba el escenario, dejándonos ver las evoluciones sobre las tablas de Petrucci, Myung, Rudess y Mangini, para arrancar la velada con “The Enemy Inside”. Mientras sus compañeros daban ya  buena cuenta de sus instrumentos, fue el vocalista James LaBrie el último en hacer acto de presencia, provocando el rugido del respetable, a la vez que sobre la enorme pantalla  que presidía el escenario se iban alternando las imágenes bélicas de su último clip  con las de los propios músicos sobre las tablas.

Tras la primera salva de aplausos, y sin mediar presentación alguna, fue el denso sonido del bajo de John Myung el encargado de introducirnos en la oscura “The Shattered Fortress”, en la que superado el shock inicial pudimos apreciar la notable calidad de sonido propuesta por el quinteto, y es que durante toda la actuación la banda sonó razonablemente bien, muy potentes, pero a la vez nítidos y cristalinos, permitiéndonos percibir perfectamente todos y cada uno de los matices  que encierran temas  como “On The Backs Of Angels”, que esta noche sonó especialmente intenso y poderoso, con la elegante guitarra de Petrucci dando personalidad al tema, mientras LaBrie se aproximaba al filo del escenario para demandar el apoyo de las primeras filas.

Después de  estos pequeños guiños a sus dos obras  anteriores, llegaba el momento de volver sobre su última entrega discográfica, centrando todo su potencial en imprimir todo el feeling  posible a la hard roquera “The Looking Glass”, que se convirtió en uno de los pocos momentos en los que el vocalista reclamó su cuota de protagonismo. Y es que durante todo el show, pero especialmente a lo largo de este primer acto, James LaBrie  desaparecía durante las partes instrumentales dejando que todo el protagonismo escénico recayera sobre sus compañeros, como sucedió durante la extensa introducción de la delicada “Trial Of Tears”, rescatada  de “Falling Into Infinity” (1997), en la que Petrucci primero y Rudess después, nos obsequiaron con esas ostentosas pinceladas de virtuosismo con las que acostumbran a dejar a sus seguidores inmóviles y anonadados.

Para todos los que hemos seguido la trayectoria en directo de la banda americana  resulta evidente que Dream Theater son algo así como una experiencia multimedia, y buena muestra de ello fue la simbiosis que alcanzó la banda con las proyecciones que acompañaron a la interpretación de la instrumental “Enigma Machine”, donde pudimos seguir las aventuras de los miembros “animados” de la banda a través de la pantalla, mientras nos deleitábamos con las diabluras técnicas de los músicos. Personalmente diría que este “Enigma Machine”, con el solo de Mangini incrustado en el centro, se convirtió en  uno de los mejores momentos de este primer acto de la noche. Sin abandonar su última entrega discográfica,  la siguiente en sonar fue la melódica  “Along For The Ride”, con la que consiguieron atemperar ligeramente los ánimos, mientras los teclados giratorios de Jordan Rudess conseguían inundar de magia y emoción todo el recinto del Sant Jordi Club.

Aunque James LaBrie no se prodigó en exceso a la hora de las presentaciones, fue en este punto cuando el vocalista  se dirigió al respetable para avisarnos de que la banda se tomaría un pequeño descanso, pero antes todavía tendrían tiempo para echar la vista atrás para rescatar un cambiante “Breaking All Illusions”, extraído  de su penúltimo trabajo “A Dramatic Turn Of Events”, que fue fantásticamente recibido, constatando así que el tema en cuestión ha calado hondo entre los seguidores del combo neoyorquino, ya que consiguió arrancar una estruendosa ovación que sirvió como banda sonora para que los músicos abandonaran el escenario por primera vez, mientras que un cronometro en cuenta atrás  nos marcaba el tiempo restante para que los instrumentos volvieran a rugir con fuerza.

Consumido el pequeño descanso, que la mayoría invirtieron en salir a tomar el aire o acercarse a las barras, la banda regresaba para encarar este segundo acto que, tal y como nos explicó LaBrie, estaría centrado en las composiciones de su clásico “Awake” del que, en este año 2014, se cumplen dos décadas de su edición. Si durante la primera parte del show la banda se había mostrado realmente excelsa y muy concentrada en el nuevo material, simplemente nos bastó escuchar el afilado sonido de la guitarra de Petrucci para darnos cuenta de que de cara a este nuevo segmento de actuación nos íbamos a enfrentar unos Dream Theater más enérgicos y metaleros, y buena muestra de ello fue  el inquietante “The Mirror”, con toda la banda sonando realmente cruda y arrolladora, mientras  Rudess se paseaba  por el escenario con uno de sus extraños teclados móviles.


Arropados por una audiencia que se mostró entusiasmada con la elección del tema elegido para la reapertura, la siguiente en caer, tal y como sucede en el plástico, fue la cautivadora “Lie”, que se vio nuevamente culminada por un fantástico ejercicio solista a  cargo del maestro Petrucci, mientras la enorme pantalla central  no paraban de escupir imágenes y efectos  cargados de ácida  psicodelia. Sin duda, si hablamos del material contenido en un álbum como “Awake”, todos pensaríamos irremediablemente  en el potencial de   cortes clásicos como “6:00” o “Caught In A Web”, pero todos sabemos que los neoyorquinos no son una banda al uso, así que ellos prefirieron dar cancha a temas no tan obvios, concentrándose en rescatar cortes  como el introspectivo “Lifting Shadows Off A Dream”, con el afilado bajo del  Jhon Myung marcando el machacón ritmo inicial para que sus compañeros se encargarán posteriormente de rematar  la faena.

Las dos últimas gemas rescatadas del álbum publicado en 1994, fueron la extensa y cambiante “Scarred”, en la que por fin el equipo de realización nos ofreció algún primer plano  del bajista John Myung a través de la pantalla, y el siempre envolvente e hipnótico “Space-Dye Vest”, que arrancó con toda la sala envuelta en una oscuridad absoluta ,y un reverencial silencio que únicamente fue quebrado por el resplandeciente sonido de los teclados de Jordan Rudess. Una lástima que el tema se viera lastrado por un inoportuno error de Mangini que confundió al vocalista haciéndole entrar antes de tiempo. Curiosamente, la encargada de poner el broche definitivo  a este segundo acto de la velada fue la extensa suite que representa la novedosa “Illumination Theory”, que nos dejó en la retina algunos de los momentos más vibrantes  e intensos de Petrucci con su guitarra. A pesar de que muchas bandas no se atreverían a embarcarse en una pieza tan extensa y compleja como “Illumination Theory”, después de más de dos horas de actuación, lo cierto es que los maestros americanos consiguieron mantener la atención y la intensidad durante sus más de veinte minutos de duración, convirtiendo la pieza en uno de los momentos más vibrantes y emocionantes de todo el concierto.

Tras unos escasos minutos de descanso, durante los que el público no dejó de corear el nombre de la banda, el quinteto regresaba sobre las tablas para encarar este tercer y último acto que, a modo de bis, estaría centrado en otro de los lanzamientos clásicos de su discografía, el magistral “Metropolis Pt.2: Scenes From A Memory”, del que justamente se cumple el decimoquinto aniversario de su publicación. Y para celebrarlo, la banda nos había preparado una consistente y suculenta degustación que arrancaría con la instrumental “Overture 1928”, para acabar fundiéndose con “Strange Déjà-Vu”, con el quinteto  nuevamente subiendo su nivel de intensidad, mientras la audiencia se volvía literalmente loca cada vez que LaBrie se acercaba hasta el borde del escenario para reclamar el aliento y la complicidad del respetable.

Pero sin duda el momento cumbre de la noche llegó con los primeros acordes de la  apoteósica “The  Dance Of Eternity”, durante la que todos y cada uno de los miembros de la banda, (a excepción de LaBrie), tuvieron la ocasión de dejarnos una buena muestra de su talento y virtuosismo, facturando  esas envolventes  atmósferas, repletas de cambios imaginativos e insólitos, con las que el quinteto logra que sus seguidores permanezcan absortos y casi en estado de trance  después de dos horas y media de show. Desgraciadamente, el tiempo se estaba acabando, y la última composición en hacer acto de presencia, al igual que sucede en su plástico de 1999, fue “Finally Free”, que a la postre sería la  encargada de poner el broche de oro a la actuación. Tras el concierto, y el acostumbrado reparto de púas y baquetas, la banda se quedó en el centro del escenario  recibiendo  toda la pleitesía y el cariño de una audiencia devota y entregada,  que manifestó su satisfacción con una sonora ovación que se prolongó durante varios minutos.

Estaremos de acuerdo en que quizás los americanos no son la banda más activa y dinámica sobre las tablas, pero está claro que pocas formaciones  tienen a día de hoy  el espíritu y el repertorio necesario para encarar un concierto de tres horas de duración, y que la gente salga comentando que se les ha hecho corto. He visto a la banda en diversas ocasiones a lo largo de los últimos años, y debo reconocer que pese a que en el repertorio se quedaron fuera clásicos clave en su carrera, y pese algún que otro error -tanto técnico como humano- propio del arranque del tour, lo cierto es que personalmente creo que la de esta noche  fue una de las mejores descargas de Dream Theater en tierras catalanas.



TEXTO Y FOTOS:ALFONSO DÍAZ

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