Debo confesar que para el que suscribe, como para la mayoría de los
seguidores de Iced Earth, la longeva carrera de la mítica formación americana
ha estado marcada por la prolífica unión que durante años formaron la dupla Schaffer/Barlow. Pero
resulta evidente que la entrada del vocalista canadiense Stu Block representó un impulso verdaderamente
revitalizador para el sonido del
quinteto. Tras la publicación de un aclamado "Dystopia", con el que
la banda recuperó el estatus que nunca debió haber perdido, el quinteto se
embarcó en un extenso tour mundial en el que su nuevo vocalista consiguió
ganarse el beneplácito de sus seguidores, demostrando su valía no solo a la
hora de atacar sus nuevas composiciones, sino defendiendo con entrega y
garantías el material clásico de la formación. Tras su reciente tour
acompañando a los exitosos Volbeat, en el que los californianos asumieron con humildad su papel como
invitados de los daneses, Schaffer y sus
muchachos aterrizaban en Barcelona con
un flamante nuevo álbum bajo el brazo “Plagues Of Babylon”, y dispuestos a ofrecernos una nueva muestra de
su devastador potencial metálico.
Para calentar los ánimos de cara a la actuación del quinteto de Florida,
contábamos con la participación de dos
bandas que están llamadas a convertirse, en poco tiempo, en referentes
dentro de su estilo. Los australianos Elm Street, quienes serían los encargados
de abrir la velada, y los thrashers americanos Warbringer, quienes con un
fantástico nuevo trabajo titulado "IV Empires Collapse”, venían dispuestos
a aplacar nuestra ansiedad ante el inminente desembarco de Schaffer y sus
secuaces.
Aunque, tanto en las entradas como en los carteles, la apertura de puertas
estaba fijada para las 19,30 horas, lo cierto es que cuando accedimos a la sala
mediana del Razzmatazz, el cuarteto australiano Elm Street ya estaba
descargando su implacable arsenal de riffs thrashicos impregnados de portentosas pinceladas heavy metaleras ante
una desangelada sala, en la que apenas podían contabilizarse medio centenar de
personas. Pese a la desalentadora estampa, la verdad es que los chicos se lo
tomaron con filosofía y se marcaron un show realmente compacto y entretenido,
desgranando los mejores cortes de su
debut "Barbed Wire Metal", publicado en 2011, junto a algunas de las
piezas que formaran parte de su segundo plástico que verá la luz en los
próximos meses.
Si bien es cierto que su propuesta
no es especialmente novedosa, la
verdad es que temas potentes y
corrosivos como "Heartracer" o “Heavy Mental”, en los que destacó la
monumental pegada de su batería Tomislav Perkovic, contrastaron con los pasajes
más melódicos, pero igualmente destructores, de temas como la crujiente
"Face The Reaper". Liderados por el vocalista Ben Batres, quien
además se hizo cargo de las guitarras
rítmicas, los australianos mostraron tablas y un gran potencial, especialmente
su guitarrista AAron Adie, quien se encargó de poner el toque de calidad a temas como el que
presta su nombre al debut de la banda "Barbed Wire Metal".
Sin tiempo para mucho más, y sin gozar de un sonido especialmente bueno,
los de Melbourne afrontaron el tramo final de su actuación con la contagiosa "Elm St´s
Children", con la que consiguieron hacer levantar algunos puños de entre
los presentes. Una pena que muchos de los asistentes, debido al adelanto de
horarios, se perdieran la descarga de la prometedora banda australiana.
Después de un breve descanso, durante el que sala fue ganando algo de
colorido, llegaba el turno de los americanos Warbringer. Tras su inusual concierto
matutino en la Sala Rocksound de hace un par de años, el quinteto americano se
presentaba en el marco del Razzmatazz 2 dispuestos a ofrecernos una buena muestra de su último
trabajo "IV: Empires Collapse", publicado a finales del pasado año
2013. Para la actuación de esta noche los thrashers americanos recuperaban a su
compañero el guitarrista Adam Carroll, quien había causado baja en su descarga
madrileña, así que en Barcelona sí pudimos disfrutar de todo el potencial y contundencia del combo americano.
Con muchas ganas, y con una actitud totalmente descarada e irreverente,
saltaron sobre las tablas Warbringer dispuestos a someternos a una brutal sesión de furibundo y
corrosivo thrash metal.
Catapultados por el enorme carisma de su alocado vocalista John kevill, los
angelinos salieron a escena listos para morir matando, poniendo toda la carne
en el asador y apostando, desde los primeros compases del show, por su material
más salvaje y desternillante, consiguiendo que temas como el novedoso "Scars Remain" o el incendiario
"Iron City", transformaran su descarga en una auténtica fiesta, con
la gente haciendo “headbanging”, al tiempo que las primeras filas se convertían
en un campo de batalla con la gente saltando y haciendo pogo.
Aunque evidentemente su descarga se centró en las composiciones de su más reciente entrega discográfica, los americanos no quisieron olvidarse de sus fans más veteranos, e introdujeron en su repertorio cortes clásicos como el crujiente y amenazante "Severed Reality", rescatado de su segundo trabajo "Waking Into Nightmares", o el revolucionario "Shoot To Kill", con el que la banda puso a cantar a todos los asistentes, mientras sometía a nuestras maltrechas cervicales a otra brutal embestida. Durante todo el show Warbringer se mostraron como un colectivo sólido y compacto, no en vano la banda lleva años compaginando sus apariciones en grandes festivales con conciertos en pequeños clubs; y esas tablas se notan, y mucho, en su confianza y desparpajo a la hora de atacar temas como "Living In A Whirlwind", durante el que John Kevill abandonó el escenario para abalanzarse sobre el público para hundir su micro entre las primeras filas.
Aunque evidentemente su descarga se centró en las composiciones de su más reciente entrega discográfica, los americanos no quisieron olvidarse de sus fans más veteranos, e introdujeron en su repertorio cortes clásicos como el crujiente y amenazante "Severed Reality", rescatado de su segundo trabajo "Waking Into Nightmares", o el revolucionario "Shoot To Kill", con el que la banda puso a cantar a todos los asistentes, mientras sometía a nuestras maltrechas cervicales a otra brutal embestida. Durante todo el show Warbringer se mostraron como un colectivo sólido y compacto, no en vano la banda lleva años compaginando sus apariciones en grandes festivales con conciertos en pequeños clubs; y esas tablas se notan, y mucho, en su confianza y desparpajo a la hora de atacar temas como "Living In A Whirlwind", durante el que John Kevill abandonó el escenario para abalanzarse sobre el público para hundir su micro entre las primeras filas.
Quizás el único inconveniente de la actuación de los thrashers americanos fue la interminable sucesión de acoples y
problemas técnicos que sufrieron, lo que nos impidió poder disfrutar de su concierto en
las mejores condiciones. Pero la banda, lejos de permitir que este lancé
lastrara su presentación, prefirió tomarse el contratiempo con humor, y su
vocalista se dedicó a gritar al público sin micro, mientras John Laux jugueteaba
con riffs clásicos de las historia del rock. Una vez solventados los problemas,
todavía tuvimos tiempo para un potente "Towers Of The Serpent", con el que nos demostraron que
también saben levantar el pie del acelerador cuando la ocasión lo requiere,
pero sin perder por ello la crudeza y consistencia que les caracteriza.
En resumen, gran descarga del quinteto americano que se marchó del
escenario dejando un fantástico sabor de boca, y a una audiencia hambrienta que se quedó con ganas de algún tema más.
Una vez consumidos los dos actos previos, una sala expectante aguardaba
impaciente la salida de los protagonista de la noche, los americanos Iced
Earth. Si algo ha caracterizado la trayectoria de los de Tampa ha sido el
férreo liderazgo ejercido por el carismático guitarrista Jon Schaffer, y su
firme determinación para lograr que su banda se convirtiera en uno de los
nombres de referencia dentro de la escena metálica americana. Como viene siendo
habitual en todas las giras de Iced Earth, el quinteto volvía a presentar
novedades en su line-up con respecto a su última visita de hace escasamente
unos meses. Para este nuevo periplo, la banda cuenta con los servicios del
prestigioso batería Jon Dette (Slayer, Testament, Evildead, Heathen), en
sustitución de Raphael Saini.
Con un escenario presidido por un telón decorado con la tipografía clásica de
la banda, y con sendos paneles que reproducían la portada de su último trabajo;
un cuidado juego de luces junto a los
compases pregrabados que abren su nueva obra serían los encargados de marcar la
aparición de los músicos sobre las tablas para arrancar su actuación con un
trepidante “Plagues Of Babylon”, que con su devastadora potencia y sus
faraónicos riffs nos hacía presagiar una noche realmente vibrante e intensa.
Tras unos primeros compases en los que la banda no acabó de sonar bien, especialmente
la voz de Stu Block que parecía excesivamente sepultada bajo la corrosiva
guitarra de Schaffer, la oscuridad se adueñaba del escenario, a la vez que unas
estridentes sirenas nos abalanzaban sobre otro corte de nuevo cuño “Democide”, una
pieza compuesta entre Schaffer y Block que nos mostraba la faceta
más despiadada y agresiva de esta nueva etapa del combo americano.
Con la banda sonando cada vez mejor, llegaba el momento de sumergirnos de
lleno en el primer clásico de la noche, el siempre intenso e implacable “Dark
Saga”, que puso a toda la sala a dar palmas en el inicio, para acabar
sucumbiendo ante la virulencia metálica que transmitían las guitarras de Schaffer y Seele. Mención aparte merece la labor de Stu
Block perfecto en su papel como
frontman, manejando a su antojo a las primeras filas, para conseguir
convertir el corte en uno de los temas más aplaudidos de este primer
tramo de show. Sin apenar darnos un respiro, ni tiempo para asimilar la pieza
anterior, la siguiente en caer de forma implacable fue “V”, rescatada de su
anterior trabajo “Dystopia”, que fue introducida por Block haciendo el signo de
la victoria, y que como viene siendo habitual contó con la aparición de la
famosa mascara de “Vendetta”, que acabó volando hacia el público al final del
tema.
Conforme se iban sucediendo los temas, el nivel de intensidad y comunión
ente banda y público se iba acrecentando, y el primer momento verdaderamente
emotivo de la noche se vivió con la reflexiva “If I Could See You”, con la
banda volviendo a demostrar su maestría a la hora de adentrarse en esos medios
tiempos desbordantes de melancolía y buen gusto, con Schaffer empuñando su
acústica de 12 cuerdas para conseguir
arrancar una rotunda ovación de entre sus incondicionales. Pero fue a partir de
ese momento cuando empezó la exhibición vocal de un colosal Stu Block. Aunque ciertamente el frontman empezó el show
algo frío y dubitativo, hay que remarcar que fue hacia la mitad del concierto
cuando el vocalista mostró su mejor versión, ofreciendo un auténtico recital
con el que consiguió que clásicos como el colosal “Disciples Of The Lie”,
extraído de su aclamado “Something Wicked This Way Comes”, sonaran realmente crudos y
devastadores, haciendo las delicias de los fans más veteranos de la banda. Las
atmosferas oscuras y opresivas, enmarcadas dentro de un escenario inundado de
tonalidades verdosas, serían las encargadas de marcar el inicio del inquietante
“Jeckyll & Hyde”, en el que destacó, por encima de sus compañeros, la
excelente ejecución del guitarrista Trey Seele, siempre en un discreto segundo
plano, pero principal responsable de aportar ese toque mágico y técnico a
muchas de las composiciones de la noche.
A diferencia de lo que sucede con muchas otras bandas que centran su
repertorios en los temas clásicos de su discografía, los americanos se
mostraron plenamente confiados en el potencial de su material más reciente, ya
que el grueso del set-list de esta noche estuvo basado en sus dos últimas obras
“Dystopia” y “ Plagues Of Babylon”, concretamente de este último sonaron hasta
un total de 6 cortes, concediendo un protagonismo estelar a piezas como el
arrebatador “Among The Living Dead”, que contó en su presentación con un guiño al
líder de Blind Guardian, y viejo amigo de la banda, Hansi Kürsch. Tampoco
faltaron durante el show los momentos impregnados de esa épica grandilocuente
que emanan cortes como “Red Baron /Blue Max”, única pieza rescatada de su etapa
con el vocalista Tim “Ripper” Owens, que
fue salvada de forma magistral por el actual frontman de la banda.
Tras la brutal acometida sufrida con semejante sucesión de himnos de alto
octanaje metálico, llegaba el momento de volver a relajar un poco los ánimos,
con la banda haciéndonos viajar a través de la introspección contenida en el
poderoso up tempo “Blessed Are You”, que nos dejó la estampa del vocalista
tarareando la melodía central del tema, para posteriormente entregársela a un
público que la hizo suya. Pero rápidamente la omnipresente guitarra de Schaffer sería la
encargada de romper el hechizo con el fulgurante riff de la agresiva “Vengeance
Is Mine”, transportándonos de nuevo a los lejanos tiempos de “The Dark Saga”,
haciendo subir la temperatura en la sala para provocar, una vez más, el delirio
entre unos fieles que acompañaron incansablemente los rotundos coros de los
estribillos.
El retorno sobre su más reciente entrega vendría marcado por la envolvente
“Cthulhu”, en la que el cantante canadiense nos demostró, durante sus primeros
compases, que no solo sabe gritar cual
poseso, sino que también sabe imprimir a sus registros una ternura y una
sutileza que contrastó vivamente con la potencia de un desbordante tramo final,
en el que sus compañeros inyectaron toda la fuerza necesaria para convertir el tema en
todo un himno. Otro de los momentos más brillantes de la noche llegó, como no
podía ser de otra forma, con un “My Own Savior”, que sonó realmente matador,
con toda la banda rayando a gran altura, mientras el nuevo fichaje, el batería
Jon Dette, nos mostraba sus credenciales con una portentosa sesión de doble
bombo.
El tramo final de la actuación estuvo protagonizado por una última mirada a
su “Plagues Of Babylon”, sumergiéndonos de lleno en una de las piezas más
complejas y cambiantes del álbum “The End?”, en la que Block volvió a
convertirse en el auténtico protagonista, dando garra y empaque a un tema que se convirtió en la antesala
perfecta para otro de los grandes clásicos de la historia del quinteto de Tampa,
un rotundo a “A Question Of Heaven”,
durante el que pudimos observar cómo, el siempre impasible, Jon Schaffer esbozaba una fugaz sonrisa al observar
la eufórica reacción de las primeras
filas.
Tras abandonar los músicos el escenario, y después de unos minutos de
continuos cánticos y demandas pidiendo la vuelta del quinteto sobre las tablas,
por fin la banda regresaba para poner el broche de oro a su actuación con una
demoledora tripleta final. El tema que
abría y titulaba su anterior trabajo “Dystopia”, fue el elegido para inaugurar esta recta final del show, para posteriormente
dar el relevo a un emocionante “Watching Over Me”, que fue cantada por todos
los asistentes, mientras que la
encargada de echar el cierre definitivo a la actuación fue la primeriza “Iced Earth”.
Una vez presenciada esta nueva descarga de Iced Earth en Barcelona, resulta
evidente que la banda está viviendo uno de sus mejores momentos, sonando
fuertes y compactos. Pero seguramente,
lo que más llama la atención es la plena confianza en sus nuevas composiciones,
ya que el quinteto, lejos de querer vivir de rendas pasadas, apuesta firmemente
por el material facturado en esta última etapa. Quizás la única pega que su
puede poner a su actuación fue ese
arranque algo frío y deslabazado que nos
privó de poder degustar en su pleno esplendor piezas como “Plagues Of Babylon”
o “Democide”. Por lo demás, fantástica actuación del quinteto que se mostró en
un excelente estado de forma, y destacar especialmente, la fenomenal actuación
de un Stu Block que se ha hecho con los galones de la banda en directo
eclipsando el propio Jon Schaffer.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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