Enmarcada en plenas festividades de Semana Santa, el pasado sábado arribaba
a la Ciudad Condal la descarga de una de las formaciones más prometedoras y emergentes
de la actual escena Sludge/Doom, los belgas Amenra, quienes venían a presentar
su última referencia de estudio “Mass V”, editada el pasado año 2012. Para
cualquiera que haya seguido la trayectoria de los belgas resulta evidente que
el quinteto de Kortrijk no es una
formación al uso, de modo que para acompañarles en este nuevo periplo europeo
Amenra han optado por girar con dos bandas con las que mantienen una especial
conexión, Hessian y Oathbreaker, ya que
con ellas comparten alguno de sus miembros.
Pese a que en un principio estaba también prevista la actuación de los
franceses Treha Sektori, una serie de desafortunados incidentes durante el
traslado desde tierras lusas de la caravana franco-belga acabaron propiciando
que el cartel quedara reducido únicamente a las tres formaciones belgas, de
modo que finalmente la descarga de esta
noche quedaría conformada por Hessian, Oathbreaker y las estrellas de la noche
Amenra.
A pesar de la inesperada baja de
Treha Sektori, los horarios previstos se mantuvieron inalterables, de modo que cuando
pasaban algunos minutos de las 20 horas aparecían en escena los encargados de
abrir la velada, Hessian. Curiosa y extraña situación la que está viviendo el
combo belga, que a causa de problemas legales se ha visto obligado a modificar
su nombre para poder exportar sus trabajos al mercado americano, teniendo que
añadir a su denominación las siglas A.D.
Aunque no dispusieron de mucho tiempo sobre las tablas para dar a conocer
sus composiciones, el cuarteto nos
ofreció una buena muestra del corrosivo material contenido en su debut
“Manégarmr”, un poderoso cocktail en el que confluyen la frialdad densa y
abrumadora del black metal y una actitud
cruda e irreverente más propia del
hardcore.
Una lástima que durante su breve show la banda no tuviera mucha suerte y tuviera que lidiar con un sonido que en ningún momento les acompañó y del que su vocalista, Bram Coussement, fue el mayor damnificado, ya que durante algunos tramos del show sus agónicos gruñidos fueron prácticamente inaudibles, restando algo de contundencia y efectividad a su show.
A pesar de las adversidades Hessian
se mostraron intensos y muy poderosos, poniendo de manifiesto que, pese a lo
ecléctico de su propuesta, su sonido está claramente cimentado sobre unas bases
netamente metaleras. Otro elemento que sorprendió a muchos de los presentes y
que acabó convirtiéndose en la tónica predominante durante toda la noche fue la discreta iluminación que emplearon las
tres bandas, utilizando únicamente unos
cuantos focos rojizos para dar al escenario un ambiente tétrico y demoniaco,
convirtiéndolo en el marco idóneo para esos furibundos latigazos repletos de
trepidantes “blast-beats” y riffs supersónicos
que protagonizarían piezas como “Ascension” o la fugaz y devastadora
”Blood Of Elijah”.
Aunque evidentemente la mayoría de las composiciones del combo belga están
orientadas hacia esos trallazos desbordantes de rabia y agresividad, tampoco
faltaron durante su presentación esas ambientaciones densas, cadenciosas y opresivas contenidas en
piezas como la aplastante “Father Of Greed”, que fue interpretada por su
guitarrista Levy Seynaeve, mientras que
su compañero el vocalista Bram Coussement permanecía totalmente abstraído,
arrodillado frente a la batería. Pese a que la actuación de Hessian fue mejorable
en algunos aspectos , especialmente en la calidad de un sonido que me pareció
bastante deficiente, lo cierto es que los chicos cumplieron con creces su
cometido y empezaron a animar al personal de cara al carrusel de emociones que
se nos venía encima.
Tras la escueta actuación de
Hessian y después de un rápido cambio de equipo, llegaba el momento del segundo
plato del menú de esta noche,
Oathbreaker. Al igual que sucediera con sus compatriotas Hessian, dentro
del cuarteto capitaneado por la enigmática vocalista Caro Tanghe, nos encontramos con la presencia de otro
miembro de los cabezas de cartel de esta noche, Amenra. En este caso, se trataba
del guitarrista Lennart Bossu, quien se
encargó de dar a las composiciones del combo belga ese toque oscuro y opresivo que les caracteriza.
Mientras que la actuación de Hessian había estado
más orientada hacia un oscuro y radical hard-core de claros matices metálicos,
la propuesta de Oathbreaker se desmarcó completamente de la de sus
predecesores, asemejándose más a una
ceremonia iniciática conducida por la espectral Caro Tanghe, quien desde el
escenario y cual suma sacerdotisa se
convirtió en el centro de todas las
miradas, moviéndose convulsivamente sobre el escenario a la vez que se retorcía
violentamente para atacar sus
desgarradoras líneas vocales.
Evidentemente el grueso de la actuación del
cuarteto estuvo centrada, casi de forma íntegra, en las composiciones de su segunda y última entrega, el conceptual
“Eros/Anteros”, un álbum que aborda dualidades contrapuestas como el amor y el odio, la luz y la oscuridad o la vida y la muerte; y del
que desgranaron piezas como “No Rest For The Weary”, o la más directa y
arrolladora “As I Look Into The Abyss”, que nos sumía en la más profunda
oscuridad mientras las sinuosas y taladrantes líneas del bajo de Gilles
martilleaban sin piedad nuestras cabezas.
Al igual que sucediera durante la actuación de
sus compatriotas Hessian, la gran mayoría del público parecía desconocer el
material del cuarteto de Gent, pero cabe remarcar que Oathbreaker dejaron una magnifica impresión
entre todos los presentes, especialmente al atacar piezas de corte más denso e
introspectivo como la machacóna “The Abyss Looks Into Me”, que nos condujo a
través de paisajes desolados y atmósferas
vaporosas, consiguiendo sumergirnos de lleno en sus etéreas melodías,
mientras las voces de Caro oscilaban constantemente entre esos hipnóticos
registros cristalinos y sus habituales gritos desgarradores, haciéndonos despertar de nuestra ensoñación para arrastrarnos directamente hasta los
confines del averno.
Tampoco quisieron dejarse en el tintero un
pequeño recuerdo a sus trabajos anteriores, de modo que para el tramo final de
su actuación se reservaron esa poderosa acometida que representa la visceral “Shelter”, liderada por unas guitarras
típicamente metaleras y unos estribillos
de clara inclinación hardcoreta; y la cambiante “Glimpse Of The Unseen”, que
con sus pétreas guitarras y su ritmo cadencioso nos mostraba la faceta más
“doomy” y ambiental del cuarteto belga.
En resumen, buena actuación de unos Oathbreaker, a los que personalmente tenía
muchas ganas de ver tras la edición de su último trabajo “Eros/Anteros”. Quizás
la única pega que se puede poner a su
descarga, al igual que sucediera con la de Hessian, fue un sonido excesivamente
sucio y poco matizado, ya que durante algunos momentos la batería de Ivo ahogó
los instrumentos del resto de sus compañeros.
Tras una espera que se hizo algo larga, por fin llegaba el turno de las estrellas de la
noche, Amenra. Simplemente es necesario
dar un repaso a la discografía del quinteto
para darse cuenta de que, a diferencia de lo que sucede con otras bandas
que practican un estilo similar, para los belgas carece de importancia el
nombre que reciben cada uno de sus lanzamientos “Mass I”, “Mass II”, “Mass
III”… y así hasta completar un total de
cinco trabajos que la banda ha ido
editando desde que en el año 2003 publicaran su debut. De modo que lejos de
conceder una entidad individual a cada una
de sus obras, la banda busca arrastrarnos dentro de su complejo y angustioso universo sonoro, poniéndonos un viaje
iniciático que nos hará recorrer diferentes latitudes y sonoridades, a la vez que nos proponen diferentes paisajes y ambientaciones con los
que conseguir estimular nuestros sentidos hasta atraparnos
dentro de su intrincada telaraña sonora.
A diferencia de lo que sucediera durante las
actuaciones previas, en las que ambas formaciones tocaron con una escasa
iluminación, para la descarga de Amenra se apagaron todas las luces de la sala
y la única iluminación de la que dispuso el quinteto fue la de las proyecciones que irían
apareciendo en la parte trasera del escenario; unas intrigantes imágenes que
nos ayudarían, aún más, a adentrarnos dentro de la perturbadora propuesta del combo belga. Ya antes de que
los músicos tomaran el escenario para arrancar su show, un intenso y penetrante
aroma a incienso inundó toda la sala, poniéndonos en sobre aviso de que el show
estaba a punto de comenzar.
Vestidos, tal y como mandan los cánones, de
riguroso negro y parapetados en una fría y sobria puesta en escena, el
quinteto tomaba posiciones para asaltarnos
de inicio con la enrevesada e intrigante
“The Pain It Is Shapeless We Are Your Shapeless Pain”, respaldándose para ello en una portentosa
pared sonora creada por las hirientes
guitarras de Mathieu Vandekerckhove y Lennart Bossu, dando forma a un entorno
denso y angustioso que se vería potenciado por las agónicas líneas
vocales de un Collin H. Van Eeckhout que, curiosamente, permaneció casi todo el
concierto de espaldas al público, girándose en muy contadas ocasiones y sin
dirigirse en ningún momento de forma directa a los allí congregados. Tras el
arrollador impacto inicial, que superó los diez minutos de duración, todos estábamos
ya plenamente impregnados de la esencia del quinteto belga, de modo que la
siguiente en sonar fue la cambiante e hipnótica “Razoreater”, que cual montaña
rusa nos hizo reptar por el fango más denso y pantanoso para posteriormente
elevarnos hasta la cumbre, llevándonos
en volandas con esas melodías
cristalinas y espirituales, sin apenas distorsión, que acompañarían a unas
susurrantes voces que se repetirían incansablemente durante el tramo central
del tema, para acabar volviendo a hundirnos en la más absoluta miseria en una
aplastante y delirante recta final.
Visto el arranque que nos había
ofrecido Amenra estaba claro que
la de esta noche iba a ser una actuación
plagada de emociones fuertes. La primera
mirada a su última referencia de estudio
“Mass V”, estuvo marcada por la introspectiva “Â Mon Âme”, con las
guitarras atacando de forma circular ese repetitivo y cadencioso riff, que se clavó en nuestro cerebro como si fuera
un puñal, mientras Eeckhout destrozaba de
forma obsesiva sus cuerdas vocales a la vez que
sobre el telón trasero aparecían
proyectadas las siluetas de dos pájaros volando contra el viento. Sin abandonar
su última obra, la característica percusión metálica que abre “Boden” dejaría
paso a los efectos minimalistas de la guitarra de Lennart Bossu, embarcándonos en un
nuevo viaje a través de su ofuscado nihilismo sonoro, volviendo a someternos con
el hipnotismo repetitivo de unas melodías envolventes que dejarían paso a esos tempos densos, opresivos
y crudos, que nos recordaban que la banda sigue conservando en su sonido esas raíces netamente doom-metalera.
Tras alcanzar el punto de máximo clímax con su
material más reciente, llegaba el momento de volver a echar la vista atrás,
proponiéndonos una mirada retrospectiva hasta su penúltimo trabajo “Mas IIII”,
de 2011, del que rescataron la etérea y vaporosa “Terziele”, que consiguió
mantener el nivel de tensión de una audiencia que se mostró en todo momento muy
metida y entregada con la descarga del combo belga, acompañando de forma
reverencial cada uno de sus explosivos cambios de ritmo. Pero sin duda el
momento más poderoso y desolador de la noche llegó con los primeros compases de
la tortuosa “Am Kreuz”, una pieza en la que se transmiten emociones tan
dispares como el dolor, la angustia o la desolación, dando forma a ocho eternos
minutos en los que la banda nos transmitió un auténtico torrente de sensaciones.
Para rubricar su descarga y sirviendo como
capítulo final, el quinteto desgranó la
pieza que servía como apertura para su “Mass IIII”, el enigmático “Silver
Needle. Golden Nail”, un nuevo tsunami de pasiones desatadas y calma tensa que
sirvió para poner la guinda definitiva a su actuación, con una recta final intensa y bizarra que nos dejó la estampa del
vocalista abandonando precipitadamente el escenario, dando el concierto por
finalizado ante la perplejidad y estupefacción
de una audiencia que tardo varios minutos en reaccionar, y que
únicamente se decidió a dar el concierto por terminado cuando se encendieron
las luces y empezó a sonar música por megafonía.
Sin duda el sonido de Amenra no es apto para
todos los públicos. Una vez visto su directo resulta evidente que lo suyo no
son las melodías accesibles, ni tampoco las altas cuotas de virtuosismo. Así
que podríamos concluir que su propuesta está más encaminada a la creación de nuevas
percepciones y entornos, convirtiendo al
quinteto belga en una especie de arquitectos y transmisores de diferentes emociones y sensaciones.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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