Dentro de la escena metálica internacional
hay personajes que por su trayectoria, carisma y personalidad no necesitan
presentación. Desde qué a principios de la década de los 80 un jovencísimo Kai
Hansen uniera sus fuerzas con Michael Weikath para crear a los míticos
Helloween, una de las bandas más reconocidas e influyentes del metal europeo,
la carrera del guitarrista alemán ha sido imparable. Tras vivir los momentos de
mayor esplendor de los teutones y después
abandonar la banda tras la edición de sus dos "Keepers",
Hansen reclutó al vocalista Ralf Scheepers para ponerlo al frente de su nuevo
proyecto Gamma Ray. Pero no fue hasta 1995 con el álbum "Land Of The
Free", cuando el guitarrista decidió retomar su faceta como vocalista para
liderar una nueva etapa que se visto jalonada por grandes trabajos como
"Somewhere Out In Space", "Powerplant"...
Asiduos visitantes de nuestros escenarios, los alemanes regresaban después
de su última visita junto a la banda de las Calabazas para presentarnos su más
reciente entrega "Empire Of The Undead", un plástico en el que el
cuarteto parece retornar a su mejor época, apostando por unas composiciones
cargadas de velocidad, épica y estribillos pegadizos que han conseguido
revitalizar la trayectoria de una banda que parecía que se estaba acomodando y
perdiendo algo de fuelle con la edición de su anterior trabajo "To The
Metal".
El marco escogido para este nuevo reencuentro con su fiel parroquia de
seguidores volvía a ser la Sala Apolo, al igual que sucediera en su última visita
como cabezas de cartel. En esta ocasión,
los encargados de abrir la velada serían los italianos Rhapsody Of Fire, una
formación que pese a los continuos cambios de formación y a los altibajos en la calidad de sus últimas
obras de estudio parece haber recobrando la credibilidad y la buena senda que
iniciaron con sus primeros trabajos publicados bajo el nombre de Rhapsody.
Como no podía ser de otra forma el público barcelonés volvió a responder a
la convocatoria de los alemanes, consiguiendo llenar la sala y crear un
ambiente y una vibración muy del estilo de los años 80, congregando a un
público de diferentes generaciones, entre el que podíamos encontrar a veteranos
seguidores de la banda y fans más
jóvenes que se han ido “enganchando” durante los últimos años.
A la hora prevista para el inicio de la descarga de Rhapsody Of Fire la
sala ya presentaba un aspecto muy animado y concurrido. De hecho entre las
primeras filas se podía palpar la expectación previa al desembarco de la formación italiana,
que fueron muy cálidamente
recibidos por un buen número de
incondicionales. Aunque debo reconocer que fui de los que disfrute enormemente con
sus tres primeros trabajos, una deslucida actuación en el festival Machina de
2001 hizo que mi interés por la banda decayera notablemente. Atrás han quedado
su cambio de nombre y el abandono de su ideólogo y guitarrista Luca Turilli,
pero lo cierto es que actualmente la
formación se muestra se muestra mucho más madura y entregada que en épocas
pasadas.
Un escenario muy acotado por el equipo de los cabezas de cartel sería el
que albergaría la descarga de un combo italiano que salía a escena acompañado
de la intro que abre su última obra de estudio "Vis Divina" , para rápidamente embarcarnos en la fulgurante "Rising From Tragic
Flames", que fue la elegida por los transalpinos para romper el hielo.
Desde los primeros compases del show me llamo mucho la atención la entrega y el
fervor de un público muy metido en el show y
al que se vio especialmente entregado a la hora de apoyar con palmas y
corear cada uno de los estribillos que proponía el quinteto. Igualmente
destacable me pareció el detalle del
vocalista Fabio Lione quien se esforzó
en presentar todos los temas en un más que correcto castellano, consiguiendo
crear una buena conexión y complicidad con el público, potenciando un buen
ambiente que explotaría definitivamente al caer el primer clásico de su repertorio,
el primerizo "Land Of Immortal", que convirtió la sala en un mar de
puños apoyando fervientemente el
estribillo, mientras Fabio nos regalaba esas personales líneas vocales, casi
operísticas, que dieron al tema una
ambientación épica y grandilocuente.
A pesar del extenso catálogo de los italianos, la formación es consciente de que los temas
con más arraigo entre sus seguidores son los que facturaron durante su primera
etapa, es por ello que la gran mayoría del repertorio de esta noche consistió
en un repaso a sus primeros trabajos, de modo que no faltaron esas sugerentes
melodías medievales contenidas en piezas como "The March Of The
Swordmaster", que puso a toda la sala a dar palmas antes de adentrarnos en
su envolvente tramo final, con Fabio haciéndonos calentar nuestras gargantas.
La velocidad más netamente powermetalera
regresaría con la arrolladora cabalgada de "Unholy Warcry",
que haría subir las revoluciones de la audiencia para convertirse en uno de los momentos más
intensos y destacados de su actuación, con los teclados de Alex Staropoli y la guitarra de Roberto de Michelli batiéndose en un trepidante intercambio de
melodías.
Con el paso de los años Fabio Lione
se ha convertido en uno de los vocalistas
más prolíficos y representativos de la actual escena power, ya que
además de su trabajo al frente de los italianos, el vocalista ha girado últimamente
con Los brasileños Angra, adquiriendo
unas tablas y un carisma que se notan en su forma de dirigirse al público para
presentar piezas como "Dark Wings Of Steel", extraída de su última
obra de estudio y en la que Lione cedió gran parte del protagonismo a su
compañero Roberto De Micheli, quien se ha acoplado perfectamente a la
formación, mostrándose como un reemplazo de garantías para Luca Turilli.
Tampoco faltaron durante sus sesenta minutos de show algunos momentos más
intensos y vibrantes como el introspectivo "Lamento Eroico", cantado
en la lengua materna del quinteto y protagonizado por un enorme Lione que dio
al tema una soberbia interpretación.
Tras recobrar el aliento, llegaba el
momento de regresar a las poderosas cabalgadas a ritmo de doble bombo, y que
mejor elección que el despiadado "Holy Thunderforce", que se
convertiría en la antesala perfecta para la devastadora épica contenida en
"Dawn Of Victory", redondeando así una suculenta dupla extraída de su
álbum del año 2000. Para encarar la recta final de su actuación los italianos
optaron por la atmósferas más oscuras de
"Reign Of Terror", con las que
mantuvieron el nivel de entrega e intensidad de las primeras filas, para acabar
dejando paso a un final por todo lo alto de manos de una coreadísima
"Emerald Sword", que nos hacía retroceder en el tiempo hasta finales
de la década de los 90 para poner el broche de oro a una convincente actuación.
Aunque dudo que Rhapsody Of Fire vuelvan alcanzar las cuotas de éxito y popularidad de que disfrutaron durante finales de los noventa,
la verdad es que ahora el quinteto de Trieste transmite una credibilidad y una
autenticidad de la que antes carecían.
Con el ambiente plenamente caldeado, después de la actuación del combo
italiano, y ante la imagen de una sala prácticamente llena, todos los presentes
consumíamos ansiosos los minutos previos que nos separaban de la descarga del
plato fuerte de la noche, los alemanes Gamma Ray. A diferencia de lo que
sucediera en anteriores visitas, en esta ocasión el escenario no tenía ninguna
clase de atrezo ni plataformas a diferentes niveles, únicamente destacaba una
enorme tarima sobre la que reposaba la batería de Michael Ehré, y un gran telón
trasero que reproducía la portada de su más reciente entrega discográfica "Empire Of The Undead".
Durante las jornadas previas al inicio de esta gira española, los
organizadores habían anunciado a través de las redes sociales el adelanto del
horario de las actuaciones para favorecer que los teutones pudieran ofrecer un
concierto más largo. Así que a nadie pillo de improviso cuando unos minutos
antes de la hora prevista las luces se apagaron y a través del equipo de la
sala empezó a atronar la sintonía que acostumbra a marcar el inicio de las
descargas de la banda "Welcome", desatando la euforia entre sus
seguidores y provocando un rugido
ensordecedor. Aunque quizás pueda parecer una maniobra un tanto arriesgada, lo
cierto es que el cuarteto optó por arrancar su show con "Avalon", ese
grandilocuente uptempo que abre su último trabajo y que fue introduciendonos poco a poco en el
show hasta que su inminente explosión épica acabó contagiando a
las primeras filas, ratificando la excelente acogida que ha tenido el último
lanzamiento de la banda. Liderados por un Kai Hansen en estado superlativo la banda se mostró en todo
momento como una maquinaria implacable de hacer heavy metal, sonando mucho más
compacta y potente que en las últimas ocasiones que había podido verles, con la
base rítmica formada por Ehré y, el fiel escudero de Hansen, Dirk Schalächter
sonando realmente cruda y devastadora, mientras la dupla formada por Hansen y Richter
se intercambiaba, desde el mismo arranque, esas incendiarías y contagiosas
armonías "marca de la casa" que el público coreó incansablemente durante
toda la noche.
Amparados por un sonido devastador, en el que quizás la voz estaba un poco
alta, y tras el primer baño de masas del cuarteto germano, llegaba el momento
de prender fuego a un Apolo prácticamente lleno con uno de los himnos clásicos
de la primera etapa de la banda, el contagiosamente optimista "Heaven Can
Wait", que convertía la sala en un hervidero con todo el mundo saltando y
coreando incansablemente la letra junto a un Hansen sonriente y dicharachero,
que no se reservó ninguna de sus poses y guiños, demostrando porque es uno de los músicos más carismáticos
y simpáticos de la escena. Tras la primera ovación de la noche, era el propio
Hansen el encargado de darnos la primera charla para presentarnos una de las
piezas de su nuevo trabajo, un rotundamente metálico "Hellbent", que
teñía el escenario de rojo mientras el guitarrista confiaba en sus seguidores
para que le ayudarán en los estribillos, creando un clima de comunión absoluta
con el respetable.
Y es que durante toda la noche el cuarteto de Hamburgo se mostró plenamente
confiado en el material de su último trabajo "Empire To the Undead",
del que llegaron a desgranar un total de seis composiciones, todas ellas fantásticamente
recibidas y ,a tenor por la respuesta que obtuvieron algunas de ellas, con muchos números de convertirse en
nuevos clásicos y permanecer en el
repertorio de la banda durante los próximos años. Pero evidentemente, los temas
que se llevaron una mejor acogida fueron piezas como la arrolladora
"Tribute To The Past", rescatada de su "Insanity And
Genius", un tema originalmente grabado por Ralf Scheepers pero que Hansen
ha acabado haciendo suyo, dándole su estilo y su toque personal a la hora de
encarar esos altísimos agudos. Por si no fuera suficiente el arrollador arranque que
nos propusieron los teutones, la sala se vino literalmente abajo al reconocer
los primeros compases de uno de los clásicos más coreados de la historia del heavy metal "I Want Out", que puso a
todos a cantar haciendo prácticamente inaudible la voz de un Hansen que no
paraba de sonreír y bromear con sus compañeros viendo las evoluciones de un
público completamente desmadrado.
Con toda la sala coreando el ya tradicional "Happy Happy Gamma
Ray", y con los niveles de adrenalina por las nubes era un buen momento
para ofrecernos una nueva muestra del potencial de su nuevo trabajo, y la
elegida para que la fiesta no decayera fue la feroz "Pale Rider", que
volvió a corroborar las buenas sensaciones de su nuevo material, ya que su bien
no consiguió mantener la fogosidad del tema anterior, sí que consiguió mantener
de intensidad y entrega de un público
que apoyó con devoción el arranque con unas incansables palmas. El primer momento
de relax de la noche llegó de manos de la grandilocuente "Time For Deliverance", que Kai presentó,
entre risas, como una balada y que nos imbuyó con esas majestuosas melodías
deudoras de los Queen más roqueros. Mientras la banda se perdía entre
bambalinas, para recuperar el aliento, era Michael Ehré el encargado de
mostrarnos sus credenciales con un extenso y técnico solo, en el que el percusionista
se dedicó a jugar con la audiencia haciéndonos rugir con fuerza en cada
silencio entre las trepidantes ráfagas
de sus bombos y platos.
Habiendo el cuarteto tomado posiciones nuevamente, el show se reanudaba con
un pegadizo “Blood Religion”, único recuerdo que la banda tuvo para su plástico
de 2005 “Majestic”, que sí bien no fue uno de los momentos más brillantes de la
noche, sí que nos sirvió para reírnos un rato al contemplar como Hansen se
movía cómicamente por el escenario dirigiendo nuestro canto a la hora de
encarar los estribillos, alternando la parte izquierda del recinto con la
derecha, hasta que las guitarras acabaron rugiendo con fuerza en un final
rotundo y poderoso, con toda la sala coreando al unísono el nombre del tema.
Sin entretenerse durante las presentaciones, la banda volvía a mostrar su
faceta más speed metalera regalándonos una vertiginosa dupla formada por dos de
los temas más rodados de su última placa, en este caso los elegidos serian
“Master Of Confusion”, en la que volvió a brillar intensamente Henjo Richter
quien, con su cara de profesor de conservatorio y con su innata elegancia a la
hora de atacar su instrumento, se ha consolidado con el paso de los años como
el mejor complemento para Kai Hansen; y la agresiva pieza que presta el nombre
a su ultimo plástico “Empire Of The Undead”, que con su pegada imponente y el vistoso
despliegue lumínico ofrecido se convirtió en uno de los momentos álgidos de
la noche.
Si a estas alturas del show el triunfo del cuarteto germano era ya inapelable, todavía faltaba una última guinda
para convertir la actuación de esta noche en realmente memorable. Un Kai Hansen
pletórico se dirigía nuevamente a la audiencia para solicitar nuestra colaboracion
para apoyarle a la hora de encarar otro de esos clásicos himnos, cargados de
épica y sentimiento, que tanto gustan a los incondicionales de la banda.
“Rebelion In Dreamland”, sería la encargada de provocar un clímax que no haría
más que ir en aumento, cuando a mitad del tema el cuarteto atacó ,sin previo
aviso, una suculenta versión de su “Land Of The Free”, con la que la sala se
volvió literalmente loca. La encargada de cerrar este primer tramo de actuación
consolidando una rotunda tripleta de su clásico álbum de 1995, fue la
vertiginosa cabalgada contenida en la trepidante “Man On A Mission·, que hacía
cantar como posesos, una vez más, a una audiencia que parecía acariciar el
cielo con sus manos al alzar su voz junto a la del carismático guitarrista.
Tras unos minutos en los que la sala coreó intensamente el nombre de la
formación germana, por fin los músicos
regresaban sobre las tablas para poner el broche de oro a su actuación. Un
reverencial “To The Metal”, introducido por Kai tras preguntarnos cual era
nuestro estilo de música favorito, sería el encargado de dar por inaugurados
los bises, con toda la sala cantando apoyando al máximo en los estribillos,
convirtiendo el reciento en una verdadera fiesta metálica. Mientras que la
encargada de poner la rúbrica a sus dos horas de espectáculo fue una contagiosa
versión de su “Send Me A Sign”, única
pieza rescatada de su álbum de 1999 “Powerplant”, y que a la postre sería la
elegida para cerrar la velada.
Aunque seguramente muchos podrán opinar que faltaron algunos temas clásicos
en el repertorio de esta noche, lo cierto es que me parece admirable que una
banda con la trayectoria y la discografía de Gamma Ray tenga la valentía de
apostar tan abiertamente por las composiciones de su última entrega
discográfica. Aunque yo mismo había criticado, en ocasiones anteriores, que la
banda se estaba repitiendo durante sus últimas actuaciones, lo cierto es que en
esta ocasión, con un repertorio totalmente renovado y con nuevos bríos y un
espíritu totalmente rejuvenecido la banda se marcó un concierto realmente
fantástico, a la altura de sus mejores giras de finales de los noventa.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
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