Hay bandas que tienen la capacidad de no
dejar indiferente a nadie, y que con el paso de los años acaban
ganándose a pulso la etiqueta de: "los amas o los odias". Sin duda
uno de los máximos exponentes de esta dualidad son los americanos The Dillinger Escape Plan, una formación que
desde que diera sus primeros pasos a finales de la década de los noventa, con aquel disparatado “Calculating Infinity”
no ha hecho más que crecer y evolucionar, perfilando un estilo personal e
imaginativo que bebe de muy diferentes fuentes,
pero que conserva la rabia, la
inmediatez y la garra de unas raíces genuinamente hard-coretas. Sin duda otro de los motivos que han contribuido al éxito del combo de New Jersey
ha sido, además de saberse
sobreponer a los diferentes cambios de personal, la confianza ciega que la banda ha depositado en su productor, Steve Evetts, quien ha
trabajado con ellos en todos sus
plásticos, convirtiéndose en un miembro más del combo yankee.
Tras su exitosa actuación en Octubre de 2010, el quinteto americano regresaba a la Ciudad
Condal para ofrecer un único concierto en territorio nacional. A diferencia de
lo que sucediera en su anterior visita en la Sala mediana de Razzmatazz, en
esta ocasión, el recinto escogido era la céntrica sala Apolo, donde un buen
número de seguidores se dieron cita para seguir las evoluciones de Ben Weinman
y sus muchachos. Para acompañarles en esta única incursión en territorio nacional, los de Morris Plains
habían optado por dos formaciones galas. Los elegidos para abrir la velada
serían los metaleros experimentales
Hypno5e, que ya nos visitarán hace pocos meses junto a sus compatriotas Gojira. Mientras que
los encargados de amenizar la espera antes de la actuación del quinteto
americano serían los hardcoretas Vera Cruz.
Como viene siendo habitual, a una hora muy temprana, las 19:40, arrancaba la actuación de los
encargados de abrir fuego en esta intensa velada, los franceses Hypno5e. Pocas
referencias tenía de este cuarteto
de Montpellier, que se presentaba ante un Apolo todavía despoblado y un
tanto frío para ofrecernos una buena muestra del material incluido en su último
trabajo "Acid Mist Tomorrow". Pese al desconocimiento generalizado de
la audiencia, lo cierto es que los galos se marcaron un show corto pero
intenso, dejando una magnífica impresión
con su metal heterogéneo y lleno de
pasajes experimentales, adentrándonos en
unas sonoridades llenas de texturas y
matices.
Aunque no dispusieron de mucho tiempo, Hypno5e nos propusieron un viaje
sonoro a través de diferentes ambientaciones, iniciando su travesía con la
envolvente pieza que da título a su última entrega "Acid Mist Tomorrow". Ya desde el
mismo arranque los franceses se mostraron muy ágiles y concentrados, optando por una iluminación
muy austera y sin apenas dirigirse a la cada vez más numerosa audiencia. A
medida que fue avanzando su descarga el
ambiente en la sala se fue caldeando, de modo que piezas como "Gehenne
(part II)", sirvieron para ir dando color al recinto, a la vez que el combo galo se mostraba cada vez más intenso y poderoso.
De su actuación destacaría la entrega y la puesta en escena de su bajista, Gredin, quien,
con su instrumento de seis cuerdas y tocando descalzo, nos ofreció un verdadero
recital de técnica y "feeling".
El broche final para su escueta actuación lo pondría la tormenta decibélica contenida en "Tutuguri", única pieza rescatada de
su anterior EP "Des Deux L' Une Est L' Autre", que serviría como
pretexto para que su vocalista y guitarrista Emmanuele Jessua bajara a la pista
para maltratar su instrumento junto a los integrantes de las primeras filas.
Tras la agradable sorpresa que significó la descarga de Hypno5e, los encargados de
recoger el testigo para continuar caldeando
el ambiente fueron Vera Cruz. Lejos de las atmósferas pesadumbrosas y
las complejas estructuras, la propuesta del quinteto parisino resultó mucho más
dinámica e inmediata, apostando por un hard- core de raíz clásica y contestaría.
A diferencia de lo que sucediera durante la actuación de sus compatriotas, Vera
Cruz salieron desde el minuto uno a por
todas, protagonizando una inexorable carrera contra el reloj para ofrecernos la
mayor cantidad de temas posibles.
Pese a no ser precisamente unos virtuosos, los galos no tuvieron problemas
para conectar con la audiencia, proponiéndonos un show incendiario y arrollador. Liderados por su simpático vocalista Thierry, que no dudó en alternar en
las presentaciones inglés y castellano, los parisinos consiguieron crear un
clima de camaradería y buen rollo con una audiencia muy excitada y
participativa, que respondió de forma excelente a piezas como la rabiosa
"The Last Of A Dying Breed" o "Open Your Eyes". Por si la
desbordante contundencia de la música de
Vera Cruz no fuera suficiente reclamo para contagiar al respetable, el propio Thierry descendió a
la pista para dar arranque a un gran “circle- pit” mientras coreaba, de forma
incansable, el machacón estribillo del reivindicativo "Break The Lies",
que se acabaría convirtiendo en uno de los momentos álgidos de su breve
actuación.
Con la banda disfrutando como enanos sobre las tablas y con un público cada
vez más excitado y hambriento de emociones fuertes, tras un pequeño guiño a los
americanos Korn, llegaba el momento del corrosivo
"Drunwitch", que serviría para poner la rúbrica definitiva a una actuación realmente intensa y divertida,
que si bien no fue ninguna maravilla, sí que consiguió cumplir con creces su
cometido: calentar el ambiente y amenizar la espera de cara a la llegada
del plato fuerte de la noche.
Si el ambiente, desde los primeros compases del show, estaba ya más que caldeado, lo cierto es que sobre las tablas la actividad de los músicos era frenética. A las continuas arengas que nos proponía un comunicativo Greg Puciato, había que sumar la alocada puesta en escena del guitarrista Ben Weinman, quien durante toda la noche no dejó de encaramarse a los amplificadores para ofrecernos sus espectaculares saltos y sus hilarantes e histriónicos bailes. Lejos de decaer, la intensidad del fulgurante inicio se mantuvo al atacar el combo de New Jersey la desquiciante “Panasonic Youth”, rescatada de su segundo trabajo “Miss Machine”, que ponía a toda la sala a botar contagiada por el toque marcial de la batería de Billy Rimer. Durante toda la actuación el quinteto imprimió a su descarga un ritmo realmente vibrante y matador, enlazando la mayoría de los temas mientras sometía a nuestros cuerpos y nuestros oídos a un duro castigo, descargando de forma violenta trallazos del calibre de “Room Full Of Eyes”, que ponían de manifiesto la esquizofrenia sonora que practica el quinteto.
Muchos y constantes fueron los “circles-pits”
y los “pogos” que se sucedieron esta noche en la pista del Apolo. Así que ni tan siquiera al encarar la banda
su tema más novedoso “Hapiness Is A Smile”, la audiencia se concedió un segundo
de tregua. La vuelta sobre su último trabajo “One Of Us Is The Killer”, estaría marcada por la demoledora
“Understanding Decay”, en la que la base rítmica formada por la dupla
Wilson/Rymer creó una infranqueable pared sonora sobre la que treparían los incisivos riffs de Weinman y Love. Como si de un salto
en el tiempo se tratase, y creando un vínculo imaginario entre el presente y el
pasado de la banda, la siguiente en sonar fue la delirante “43% Burnt”, que significaba la primera pieza
rescatada de su debut de 1999 “Calculating Infinity”.
Pese al asfixiante calor que se
respiraba en la sala, ni el quinteto ni la audiencia parecían dar señales de
cansancio, de modo que el ritual de los americanos continuó estrechando los
lazos de unión y cohesión con una
entregada audiencia, que volvería a
explotar de júbilo con la llegada de otra nueva ración de material de nuevo
cuño. En esta ocasión, las escogidas serían “Hero Of The Soviet Union” y la camaleónica “Nothing´s Funny”. Aunque la banda tiene tras de sí una
longeva trayectoria y un extenso catálogo de éxitos, el grueso de la actuación
de esta noche estuvo centrado en el material contenido en su más reciente
entrega, publicada a mediados del pasado año 2013. Así que no faltaron a este
reencuentro con el público catalán piezas como la que presta su nombre al plástico “One Of Us Is The Killer”, que nos ayudó a recobrar mínimamente
el aliento gracias a sus partes más
lentas y ambientales, para acabar conduciéndonos sobre una catarsis final con
toda la banda machacando salvajemente sus instrumentos, mientras Ben Weinman
era sostenido de rodillas sobre las cabezas de los integrantes de las primeras
filas sin dejar de tocar su guitarra.
A estas alturas de concierto el
ambiente de fiesta y de hermandad entre banda y público era ya plenamente
palpable e imparable, de modo que la recta final del show estuvo marcada por
los aires cambiantes e introspectivos de “Crossburner”, con la banda abalanzandose, literalmente, sobre
las primeras filas, mientras sobe las pantallas unas hipnóticas espirales no
dejaban de girar incansablemente. Con los ánimos del respetable por todo lo
alto e incombustibles al desaliento , el sprint final arrancaba con el
acelerado ritmo de un espacial “Good
Neighbor”, con Puciato clavando el micro en no de los amplificadores para
provocar un ensordecedor acople. El
cartucho final, antes de los inevitables bises, lo pondría el desparpajo
punkero de “When I Lost My Bet”, que serviría como sintonía para que el
quinteto dejara por primera vez el escenario.
Pese a que los músicos habían
abandonado las tablas, todos éramos conscientes de que los americanos aún se habrían
reservado alguna bala en la recamara para finiquitar su arrolladora actuación.
Pero visto el nivel de energía que el quinteto había sido
capaz de generar durante la primera parte del show resultaba difícil de
imaginar cómo iban a conseguir los de New Jersey cerrar su descarga por todo lo
alto. El retorno del quinteto sobre las
tablas se produjo con su personal versión
del “Come To Daddy” de Aphex Twin. Y tras ella estalló la más absoluta locura, ya
que tras iniciar la banda el tema final de la noche “Sunshine The Werewolf”, el escenario quedó
literalmente invadido por el público, hasta tal punto que durante la
interpretación del tema había más gente sobre las tablas que en la pista, lo
que acabó desembocando en un final
caótico y apoteósico, con los músicos siendo manteados por sus seguidores
mientras no dejaban de aporrear sus instrumentos, escenificando así el
mejor de los finales para una descarga realmente incendiaria.
Sin duda, a día de hoy, habrá formaciones que puedan sonar más corrosivas y cañeras que
The Dillinger Escape Plan, pero lo cierto es que muy pocas bandas hay que sean capaces de mantener semejante nivel de
intensidad y entrega durante 75 minutos, dándolo todo sobre las tablas,
vaciándose en escena y consiguiendo
un nivel de cohesión total con todos sus
seguidores. Los que ya presenciaron la
anterior descarga de los americanos en
Barcelona, comentaban que esta había sido mucho más vibrante y matadora. Pero para los primerizos, entre los que me incluyo, os
puedo asegurar que este bautismo fue de
los que marcan y dejan huella.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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