Parece que fue ayer pero hace ya casi
25 años que un jovencísimo Richie Kotzen
aparecía en escena para ser presentado como el nuevo guitarrista de los “glammies”
Poison. Ya desde que el guitarrista participara en la gran mayoría de las
composiciones que formaban parte de aquel magnífico “Native Tongue”, fueron
muchos los que se quedaron prendados con el talento y la elegancia del
guitarrista que habían incorporado los chicos de Bret Michaels. Aunque su unión
no fue excesivamente duradera, a consecuencia de un controvertido “affaire” de faldas que acabó
desencadenando con la salida del guitarrista, lo cierto es que Kotzen, además
de mantener siempre activa una prolífica carrera como solista, siempre se ha
sabido rodear de unos excelentes compañeros de viaje, y buena muestra de ello
fue la temporada que estuvo junto a Mr. Big,
o más recientemente su aventura junto
a Mike Portnoy y Billy Sheehan en The Winery Dogs.
Atesorando semejante bagaje a sus
espaldas resulta obvio que el guitarrista ha conseguido llegar a un público de
lo más variado y heterogéneo, consiguiendo reunir en sus presentaciones a
seguidores del calssic-rock, el hard rock, el funk e incluso el soul. De forma
que este mestizaje de público se acabó traduciendo en una buena entrada, reuniendo
a una media sala larga para seguir las evoluciones del virtuoso guitarrista.
Para esta presentación de Kotzen, que significaba el segundo concierto de su
actual gira europea, el tour había arrancado la noche anterior en Madrid, el
guitarrista volvía a optar por una alineación de power trio, contando para la
ocasión con la participación del bajista Danny Wilson y el batería Mike Bennet,
quienes formaron una base rítmica rotunda y compacta.
Otro detalle que me llamó poderosamente
la atención fue la complicidad y la entrega de una audiencia que en todo
momento se mostró completamente entregada al guitarrista de Reading, y eso se
notó en las repetidas ovaciones que
recibió Kotzen a lo largo de toda la velada.
Lejos del cliché de “guitar-hero”, Kotzen se presentó ante sus incondicionales
con un “look” de lo más desenfadado, con el pelo alborotado, una camiseta larga
de tirantes, unos pantalones tailandeses y unas cómodas deportivas, para
arrancar su descarga de esta noche con su último single “War Paint”, que era el elegido por el
trío para romper el hielo y dar el pistoletazo de salida a 90 trepidantes
minutos de magia, elegancia y “feeling”.
Durante los últimos años el
guitarrista americano se ha convertido en un habitual de nuestros escenarios,
consiguiendo congregar en cada una de sus presentaciones a una mayor
cantidad de aficionados, de modo que
algunos de los temas más significativos de su longeva andadura como el soulero
“Love Is Blind” o el marchoso “Bad
Situation”, ambos extraídos de su “24 Hour· de 2011, sirvieron para que la
gente coreara junto al guitarrista sus pegadizos estribillos. Y es que lejos de
embarcarse en largos y tediosos solos de guitarras, con los que demostrar su
talento y su personalidad, el guitarrista americano prefirió conceder todo el
protagonismo a sus composiciones, enlazando los temas uno tras otro para dar un
ritmo vivaz y dinámico a su actuación.
Tampoco puede decirse que Kotzen
se mostrará excesivamente hablador a la hora de presentar sus temas, de hecho
la primera ocasión en que se dirigió a nosotros fue para darnos las buenas
noches y anunciarnos la primera sorpresa
de la noche “Cannibals”, una composición que aparecerá en su próximo trabajo y
en la que el guitarrista continua indagando en el sonido del rhythm and blues
de la década de los 70. Sin duda otro de los aspectos a destacar del concierto
de esta noche fue el excelente estado de forma que presentó la voz de Kotzen,
mostrando un feeling y una intensidad que brillaron especialmente en cortes
como “Walk With Me”, en el que nos ofrecía una orientación más contemporánea,
desmarcándose ligeramente del clasicismo del que suelen estar impregnadas
muchas de sus composiciones.
Tampoco faltaron a lo largo de la
noche esos desarrollos más intensos y melómanos que tanto gustan a los
seguidores de los grandes guitarrista, y sin duda uno de los momentos álgidos
en este sentido llegó durante la cambiante “Fear”, en la que el trio se dedicó
a jugar con diferentes ambientaciones, consiguiendo trasladarnos desde ese
inicio dulce e idílico hasta esos poderosos
in crescendos en los que Kotzen se adueñó del centro del escenario para
conceder a su instrumento todo el protagonismo que se merecía. Quizás el
momento más elegante de toda la noche llegaría con esa preciosa “Doing What The
Devil Says To Do”, para que rápidamente el trío recupera el ritmo de la
descarga con la más marchosa y adictiva “Peace Sign”, que acabaría desembocando
en un escueto solo de batería que sería rematado por propio Kotzen,
demostrándonos que, además de las seis cuerdas, también domina los parches y
los platos.
Tras las demostraciones de todos
los miembros de la banda, llegaba el momento de encarar la recta final de la
actuación, siendo la elegida “Help Me”, que fue la encargada de poner nuestros
pies en movimiento, desplegando todo su potencial funk. Otro de los momentos
mágicos de la noche llegaría cuando Richie se quedó solo en escena, únicamente
acompañado por su guitarra, para interpretar una soberbia versión de su “What
Is”, que fue la elegida para que todos los presentes aunáramos nuestras voces
junto a la del guitarrista, creando un clima de comunión y complicidad
realmente vibrante y emocionante.
Los dos últimos cartuchos que el
guitarrista se guardaba en la recamara para despedir su actuación estuvieron
protagonizados por el ímpetu roquero contenido en “Fooled Again”, todo un derroche de
personalidad y magia que volvía a enganchar a una audiencia completamente
embelesada con la descarga de su ídolo, y la más tranquila e introspectiva “Save
Me”, que sería la elegida para que los integrantes del trío se retiraran a
camerinos, dejando tras de sí una calurosa ovación. No se hizo de rogar mucho el trío a la hora de volver sobre las tablas para
ofrecernos un único bis, que estaría marcado por un trepidante interpretación
de “Go Faster”, con el que nuevamente el
guitarrista nos hacía a todos cantar,
poniendo un brillantísimo punto y final a una descarga que se hizo realmente
corta.
Si hablamos de guitarristas habrá
algunos más técnicos, más rápidos y más talentosos, pero lo cierto es que
Richie Kotzen ha conseguido un sonido y un estilo completamente personal y
reconocible, gracias a su
inconfundible forma de tocar su instrumento, siempre con los dedos, y
ofreciéndonos unas composiciones que destilan autenticidad, maestría y, ante todo,
“feeling”, anteponiendo siempre las canciones
a estériles carreras por el mástil
o sucesiones tan infinitas como innecesarias
de escalas musicales.
TEXTO Y FOTOS:ALFONSO DIAZ
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