Si tuviéramos que confeccionar un
ranking con los músicos internacionales
que más se prodigan en nuestro país creo que uno de los puestos de honor,
indudablemente, estaría reservado para
el polifacético y multiempleado Mike Portnoy. De cara a esta nueva visita
el carismático percusionista neoyorquino
se presentaba acompañado por otros pesos
pesados de la escena internacional, el
guitarrista Steve Morse y el teclista Neal Morse para junto al bajista Dave
LaRue y al vocalista y guitarrista Casey McPherson protagonizar la primera
incursión de Flying Colors en nuestro país.
Aunque para algunos etiquetas como
"rock progresivo" o "supergrupo" pueden suponer un freno a la hora de asistir a un concierto,
lo cierto es que la sala dos de Razzmatazz presentó una media entrada
larga para presenciar la impactante actuación
del combo americano, congregando a un
público bastante maduro y selecto que
acudió al recinto dispuesto a deleitarse y disfrutar de una clase magistral de
manos de este ramillete de auténticos
virtuosos. Con su segundo
trabajo,”Second Nature”, bajo el brazo Flying Colors se presentaban en
Barcelona con un amplio bagaje a sus espaldas y con la confianza y la solidez
que les daba el haber estado probando su nuevo repertorio en los
E.E.U.U. , de hecho la cita de esta
noche representaba la primera fecha europea de su actual tour.
Para amenizar la espera antes del inminente desembarco de las estrellas de
la noche contábamos con la actuación de John Wesley, guitarrista, vocalista y
compositor americano muy reputado dentro
de la escena progresiva gracias a su
vinculación a bandas como Porcupine Tree, Sound of Contact, o sus giras como
guitarrista del mítico Fish. Además, Wesley ha desarrollado una fructífera y
longeva carrera como artista en solitario, publicando un total de ocho álbumes
de estudio. Por si estas credenciales no fueran suficientes para justificar su
presencia en el cartel de esta noche, recientemente el guitarrista ha sido confirmado como parte de los
californianos Bigelf, junto al propio
Portnoy, de cara a la inminente gira de la banda durante el próximo mes de
Noviembre.
Dejando a un lado todas estas
consideraciones la descarga de Wesley
estuvo centrada, casi de forma exclusiva, en su material más reciente. Así que
durante los 40 minutos que el guitarrista y sus muchachos estuvieron sobre el
escenario nos ofrecieron una buena
muestra de su elegante y delicado rock progresivo. Con un escenario desnudo y
sometido a una tenue iluminación, que concedió al show una ambientación de lo
más íntima e introspectiva, la descarga del cuarteto americano arrancaba con la pieza que abre y titula su
última entrega "Disconnenct", dejando claro, desde los primeros
compases de show, que, lejos de los grandes desarrollos y las pomposas instrumentaciones, lo verdaderamente importante eran las
canciones. Tras recibir una calurosa bienvenida de manos de una audiencia que
se mantuvo muy atenta pero algo estática, llegaba el momento de adentrarnos en la emocional
intensidad que emanaba de la delicada
"Pretty Lives", que a la postre se acabaría convirtiendo en la
única concesión del artista a su extenso
catálogo previo.
Aunque la tónica general de la actuación fue bastante relajada,
predominando esos deliciosos medios tiempos repletos de múltiples detalles de
calidad, no faltaron algunos momentos más marchosos y roqueros protagonizados por temas como "Once A
Warrior", o la final "Gets You Everytime", que sirvieron
para que las primeras filas se hicieran notar acompañando con palmas su
desarrollo. Tampoco faltaron en su escueto repertorio esas delicadas
composiciones salpicadas de un genuino e
inconfundible regustillo a cantautor, dejando para deleite de sus seguidores
una magnifica impresión en piezas como
"Mary Will", o esa envolvente "Take What You Need", para la
que Sean Malone (Cynic) cambió su habitual bajo para dar rienda
suelta a su virtuosísimo empuñando un vistoso chapman stick.
Resumiendo, la presentación de John
Wesley constituyó un excelente aperitivo de cara al plato fuerte de la noche.
Aunque quizás, puestos a ser crítico, el único lunar de su actuación fue la
actitud un tanto fría y distante de
alguno de sus acompañantes.
Cuando sobre el mismo escenario se reúnen músicos que han militado o
militan en bandas tan influyentes y representativas como Deep Purple, Dream
Theater, Dixie Dregs, Spock´s Beards, Kansas, Transatlantic, Planet X…, el
resultado sólo puede ser sinónimo de excelencia, elegancia y virtuosismo; y más
cuando la química existente entre algunos de sus miembros ha sido más que
probada a lo largo de los años. Es por ello que las expectativas ante la
descarga de Flying Colors eran altísimas, y en honor a la verdad hay que decir
que el quinteto americano se marcó en la Ciudad Condal una actuación verdaderamente antológica.
Simplemente bastó que Neal Morse se asomara detrás de sus teclados para que
toda la sala estallara en una cerrada ovación que serviría como sintonía para
que el resto de sus compañeros fueran tomando posiciones para arrancar nuestra
experiencia musical con “Open Up Your Eyes”, una excelsa y extensa suite
durante la que, a modo de presentación, todos y cada uno de los miembros de la
banda fueron dejando su tarjeta de visita en forma de pequeños destellos
solistas, demostrando que lejos de los egos y los personalismos el colectivo en
Flying Colors es lo más importante. Tras ofrecernos semejante derroche de
genialidad y virtuosismo fue el propio Portnoy el encargado de ejercer de
maestro de ceremonias, agradeciéndonos nuestra presencia antes de que la banda
continuara desgranando su último trabajo, “Second Nature”, de manos de “Bombs
Away”, todo un suntuoso ejercicio de “classic rock” durante el que brilló intensamente
la inconfundible guitarra de Steve
Morse.
Aunque durante todo el show fue Casey McPherson el encargado de llevar la
voz cantante, resultaron especialmente brillantes las aportaciones de Portnoy y
Neal Morse, quienes se encargaron de arropar a la voz solista con sus
logradísimas armonías vocales, dotando a piezas como la emocionante “Kayla” de
un preciosismo y una musicalidad que se acabaría contagiando a todos los
presentes. Pese a ello, también hubo momentos como el contundente “Shoulda
Coulda Woulda”, en los que la tripleta Portnoy, Morse, McPherson se
repartió equitativamente las partes
solistas, consiguiendo que todo el
público se sumara a la hora de atacar esos apabullantes estribillos marca de la
casa.
Con el personal completamente extasiado
sería Neal Morse el encargado de dar paso a una de sus composiciones
favoritas, “The Fury Of My Love”, con la que el quinteto regresaba al material
de su más reciente entrega discográfica, poniendo el punto emocionante a la
velada al regalarnos uno de los momentos más intensos y
vibrantes. Tras recibir una estruendosa ovación la tripleta vocal volvería a
aunar sus esfuerzos para dar vida a una sugerente y pegadiza “A Place In Your World”, que les serviría
para retomar el pulso de la actuación y
recobrar el eléctrico ritmo inicial. Sin
apenas tiempo para reponernos del alarde melódico que nos había ofrecido un
pletórico Steve Morse, llegaba el momento de echar la vista atrás para
centrarnos en el material de su debut de 2012, y ofrecernos los impactantes destellos funks
de “Forever In A Daze”, con los que consiguieron que a más de uno se le fueran
los pies siguiendo las líneas de bajo de Dave LaRue.
El contrapunto lo pondrían los aromas acústicos de “One Love Forever”, con
toda la sala cantando junto a McPherson mientras Portnoy y Neal Morse
abandonaban sus posiciones para situarse junto al vocalista para protagonizar
uno de los momentos culminantes de la noche. La única concesión a alguna de sus
bandas llegaría con “Colder Months”, de Alpha Rev, con el vocalista y su
guitarra iniciando el tema en solitario para que posteriormente se le sumaran
el resto de sus compañeros. Aprovechando el ambiente creado era el momento
idóneo para el introspectivo y delicado “Peaceful Harbor”, para rápidamente dar
un golpe de timón al show y adentrarse en el poderoso “The Storm”, que nos
permitió paladear la genialidad de esos estribillos compactos y pegadizos con
los que consiguieron desatar la euforia entre todos los asistentes.
Nuevamente, y esta vez con el escenario completamente a oscuras, sería la
batería de Portnoy la encargada de adentrarnos en el hipnótico inicio de
“Cosmic Symphony”, para que posteriormente nos ofrecieran esos suculentos
pasajes repletos de imaginación y toques jazzísticos que acabarían siendo culminados por una nueva
exhibición de un inconmensurable Steve
Morse. La encargada de poner el punto y seguido a su actuación sería la
adictiva “Mask Machine”, que volvía, una vez más, a hacernos mover los pies
contagiados por sus pegadizas melodías y unos imparables estribillos, que se
vieron potenciados a su máxima expresión por unas deslumbrantes armonías vocales.
El clamor generalizado propició que el quinteto americano regresara
rápidamente sobre las tablas para rematar la faena con un último alarde de
elegancia y virtuosismo de manos de la preciosista pieza que cerraba su debut,
“Inifinite Fire”, que serviría para poner el broche definitivo a una de las
mejores actuaciones del presente año en la Ciudad Condal. Tras 100 vibrantes
minutos de actuación el público tributó al combo americano una larguísima ovación durante la que la formación al
completo saludó, en repetidas ocasiones, desde el centro del escenario,
ratificando así su rotundo triunfo en esta primera visita a la Ciudad Condal.
No sé si sería por la euforia post-concierto o debido a algún problema que se
me pasó por alto, pero la anécdota final de la noche la protagonizaría un
expresivo Mike Portnoy, que estrelló su banqueta contra el kit de batería en un
par de ocasiones antes de abandonar definitivamente el escenario.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
Cool and interesting!
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