No creo que Mark
Jansen fuera consciente cuando decidió abandonar After Forever del recorrido y
la trascendencia que acabaría alcanzando su nuevo proyecto. Desde su
génesis en 2002 ,-primero como Sahara
Dust y posteriormente como Epica-, la
formación holandesa ha ido perfilando un estilo propio y reconocible que le ha
permitido ir escalando posiciones dentro de la escena internacional hasta
consolidarse como uno de los nombres de referencia del metal sinfónico. Aunque
resulta obvio que uno de los principales baluartes de Epica es el registro
mezzosoprano de su vocalista Simone Simons, la banda ha ido endureciendo de
forma progresiva su estilo, siendo cada vez más habituales en sus composiciones
las ambientaciones oscuras y los pasajes guturales cantados por el propio
Jansen.
Tras su reciente
paso por nuestro país como parte del
cartel del Rock Fest, Epica regresaban a la Ciudad Condal liderando su propio
espectáculo y con la excusa de presentar
su última referencia “The Quantum Enigma”. El marco elegido para su descarga
fue la céntrica Sala Apolo, y como compañeros de viaje los holandeses contarían
con la participación de los franceses Dagoba
y los británicos Dragonforce, conformando una tripleta muy variada
estilísticamente y que podía resultar atractiva para una audiencia de lo más
amplia y heterogénea.
Adelantándose unos minutos al horario fijado inicialmente aparecían en escena
Dagoba, dispuestos a sacar el máximo partido a su tiempo y con la firme
convicción de obtener un buen botín en
forma de nuevos seguidores. Lejos de ser los típicos “supporters” desconocidos,
los franceses demostraron tener un buen tirón entre los aficionados más
jóvenes, ya que hubo bastantes prisas
por acceder al local y hacerse con un buen sitio para seguir su actuación. Con
el escenario decorado con un par de paneles que reproducían la portada de su
último trabajo “Post Mortem Nihil Est”, y mientras la gente continuaba
accediendo al recinto, los marselleses inauguraban su actuación con la potencia devastadora de “I, Reptile” y
“The Man You´re Not”, poniendo de manifiesto su apuesta decidida por unas
guitarras compactas, una base rítmica crujiente y unos registros vocales
incisivos y rasgados.
Aunque en un primer
momento podría parecer que la propuesta
de la formación gala está muy próxima a la de bandas americanas como Lamb Of God o
Machine Head, lo cierto es que el cuarteto mostró una gran amplitud de miras y
muchos recursos, introduciendo en sus composiciones algunos elementos
industriales junto a unas líneas vocales más melódicas, consiguiendo que temas
“Black Smokers (752º Farenheit)”, dejaran una muy buena impresión entre los que
todavía no les conocían. Además de la contundencia de su material, los
franceses sorprendieron muy positivamente con su impactante puesta en escena,
especialmente llamativa resultó la entrega de su vocalista Shawter, quien
durante todo el show no dejó de animar a las primeras filas.
Otros factores que
jugaron muy a favor de la descarga de Dagoba fueron un solvente juego de luces
y un sonido crudo y compacto, logrando que piezas como la camaleónica “When
Winter…”, en la que intercalaron voces melódicas junto a sus abrasivos fraseos
metaleros, acabaran recabando el apoyo unánime de todos los presentes. Además,
lejos de concentrarse en el material de su última entrega, Dagoba optaron por
ofrecernos un pequeño recorrido por los
mejores momentos de su discografía, siendo la pieza que cerraba su segundo
trabajo “What Hell Is About”, la
frenética “The White Guy (Suicide)”, -con sus alocados pasajes a lo Spliknot-, la encargada de finiquitar su
escueta actuación.
Aunque su propuesta
poco tenía que ver con la de las bandas que pisarían posteriormente el
escenario, la formación francesa demostró tener muchas tablas, una actitud
imparable y unas composiciones potentes y con gancho, de modo que cumplieron
con creces con su cometido de amenizar
la espera y hacer pasar un buen rato a todos los presentes.
Tras un vertiginoso
cambio de equipo, el escenario quedaba listo para la descarga de la segunda
banda de la noche, Dragonforce. He de reconocer que fui de los que pensó que
tras la salida de su carismático vocalista ZP Theart, la banda no conseguiría
superar el bache. Pero afortunadamente, y gracias a las redes sociales, los
británicos encontraron en la figura de Marc Hudson a un reemplazo de plenas
garantías. A lo largo de toda su carrera los londinenses siempre se han
caracterizado por practicar un vertiginoso power metal, y su más reciente
entrega “Maximum Overload” no es ninguna excepción, ya que colma con creces las
expectativas de todos sus seguidores.
Los británicos son
viejos conocidos de la audiencia española, y eso se notó en el recibimiento que
les tributó una sala que les acogió como si fueran las estrellas de la noche.
Acompañados de una larga introducción,- con aromas a sintonía de videojuego-,
la descarga del sexteto arrancaba con una de sus piezas clásicas “Fury Of The
Storm”, que fue la elegida para que las vertiginosas guitarras de Sam Totman y
Herman Li dieran el pistoletazo de salida a la fulgurante carrera de riffs y
doble bombo que nos propusieron Dragonforce. Desafortunadamente el sonido dejó
mucho que desear, especialmente durante los primeros temas, ya que la batería
de Gee Anzalone devoró al resto de los instrumentos.
Pese a ello,
Dragonforce no se amilanaron y acabaron convirtiendo el escenario y la pista en
una auténtica fiesta. Constantes fueron los intercambios de posiciones entre
los miembros de la banda, y es que incluso Vadim Pruzhanov abandonó su puesto
tras los teclados, en repetidas ocasiones, para empuñar su “Keytar” y sumarse
al resto de sus compañeros a la hora de encaramarse sobre la pequeña tarima
central que presidia el escenario. Tras el fulgurante arranque, llegaba el
momento de empezar a desgranar las composiciones de su más reciente entrega
“Maximum Overload”, y la elegida para ello fue la épica “Three Hammers”, que
con su ritmo rimbombante y sus coros hímnicos
se convirtió en el reclamo perfecto para ponernos a todos a cantar.
Aunque durante
algunos momentos del show la voz quedó un tanto sepultada por el resto de
instrumentos, Marc Hudson se mostró como un vocalista potente y solvente, muy
influenciado por nombres clásicos como Dickinson o Kiske, pero sabiendo
imprimir a los temas su propia personalidad. Además, lejos de acaparar todas
las miradas, el vocalista supo dar un paso atrás para ceder el protagonismo a
sus compañeros cada vez que estos emprendían
alguna de sus imposibles cabalgadas por
el mástil, como sucedería a lo largo de la impactante y novedosa “The Game”.
Tampoco faltaron durante su show esos guiños a la “banda de las calabazas” en temas como
“Shympony Of The Night”, que acabarían desatando la euforia entre una
audiencia que acabó entonando el clásico cántico de "oe, oe, oe".
El primer recuerdo
a su anterior entrega “The Power Within”,-que supuso el debut de Marc-,
llegaría de manos del majestuoso “Cry Thunder”, que se convertiría en la excusa
perfecta para que banda y público se pusieran a saltar acompañando sus
efectivas melodías. Más atrás en el tiempo nos llevaría la pieza que prestaba
el título a su debut de 2003 “Valley Of The Damned”, con la gente totalmente
volcada mientras los músicos formaban una piña en el centro del escenario para
intercambiar los mástiles de sus instrumentos sin dejar de tocar. Y es que la
descarga de la formación británica fue de lo más entretenida visualmente, ya
que la acción nunca se detuvo sobre las tablas.
Desafortunadamente
el tiempo de Dragonforce se estaba agotando, pero antes de despedirse de forma
definitiva todavía tendrían tiempo de regalarnos una última exhibición de
virtuosismo y velocidad con “Through The Fire And The Flames”, con la que nos
pusieron a todos a cantar, abandonando el escenario acompañados de una rotunda
ovación. En resumen, buena actuación en líneas generales del combo londinense,
aunque, lamentablemente, se vio algo
deslucida por un sonido que no estuvo a la altura de las expectativas.
Esperemos que no tarden mucho en volver y que podamos disfrutarles con un mejor
sonido.
Tras el desenfreno
de velocidad guitarrera y doble bombo
que había supuesto la descarga de Dragonforce, la sala se preparaba para presenciar
el acto principal de la noche, la
actuación de Epica. Aunque hacía pocos meses de su última visita a tierras
catalanas, la sala Apolo acabó registrando una magnifica entrada para acoger la presentación del combo
holandés, y es que su participación dentro del marco del Rock Fest supuso una de las sorpresas más destacadas de la
primera edición del festival.
Cumpliendo
rigurosamente con el horario previsto, la iluminación del local se apagaba para
dejar paso a la grandilocuente introducción “Originem”, durante la que los
miembros de la banda fueron tomando posiciones , uno a uno, para arrancar su
descarga con una doble ración del material contenido en su última obra “The
Quantum Enigma”, de manos de la vertiginosa “The Second Stone” y “The Essence
Of Silence”, protagonizando una compacta apertura con la que ponían de manifiesto el acusado endurecimiento que
ha sufrido su propuesta durante los últimos años, mostrándonos una cohesión perfecta entre las
partes líricas interpretadas por Simons,
los pasajes más vibrantes protagonizados por los guturales de Jansen y esos rimbombantes coros en latín que
se han convertido en seña de identidad de la banda.
Tras los primeros
saludos de la noche, llegaba el momento de enfrentarnos a “Unleashed”, con la
que el sexteto nos proponía un viaje retrospectivo que nos remontaba a los
tiempos de “Design Your Universe”, fundiendo a la perfección la grandilocuencia
de los coros pregrabados con la exquisitez melódica de una inconmensurable
Simone Simons, que con su hipnótica voz nos embarcaba en esos deliciosos
estribillos que provocarían la primera gran ovación de la noche. Mucho más
oscura e inquietante resultaría “Storm The Sorrow”, que significaba la primera
mirada a su anterior entrega “Requiem For The Indifferent”, dejándonos la
imagen de la tripleta formada por Jansen, Van Der Loo y Delahaye ocupando el filo del escenario para dar una mayor
pegada a las partes más crudas y abrasivas.
Otro de los puntos
fuertes de la descarga del combo holandés fue su rotunda puesta en escena, ya
que el protagonismo escénico no recayó únicamente sobre la figura de la
atractiva vocalista. Aunque lógicamente fue Simons quien acaparó la mayoría de
las miradas, lo cierto es que su compañero, y líder de la banda, Marc Jansen,
fue quien se encargó de introducirnos algunos de los temas, como sucedería durante
“Fools Of Damnation”, que con sus sugerentes melodías orientales acabó
recabando el apoyo unánime de toda la
sala. El retorno sobre su más reciente trabajo estaría marcado por la
perturbadora “Chemical Imsomnia”, con los teclados de Coen Janssen dejándose
oír con fuerza para firmar junto a la vocalista uno de los momentos más
intensos y vibrantes de la velada.
Con la audiencia completamente
desatada, coreando intensamente el nombre de la banda, era un desafiante Mark
Jansen el encargado de ejercer nuevamente
de maestro de ceremonias para anunciarnos una de las piezas más rotundas de su
repertorio, una implacable versión de su clásico de “The Obssessive Devotion”,
que se convertiría en la antesala perfecta para la novedosa “Victims Of Contingency”, que les servía para
certificar una de las duplas más compactas y devastadoras de toda su actuación.
Durante todo el show el nivel de conexión entre banda y público fue
verdaderamente asombroso, de hecho la mitad de la banda no dudó en abandonar el
escenario para pasearse por las inmediaciones del foso durante la ejecución de
la más melódica y envolvente “Sancta Terra”.
Otra buena muestra
de la excelente sintonía existente entre banda y publico llegaría cuando Simons
nos permitió elegir la siguiente pieza de lo noche, siendo la escogida por una
abrumadora mayoría “The Last Crusade”.
Para rematar esta primera parte del show la formación holandesa decidió apostar
por una nueva mirada a su pasado, centrando su objetivo sobre el tema que
prestaba el título a su debut “The
Phantom Agony”, que les servía para
abandonar las tablas acompañados de una rotunda ovación.
Tras el interludio instrumental “The Fifth Guardian”, que fue el escogido para
dar el pistoletazo de salida a los
bises, era el teclista de la banda, Coen Janssen, el encargado de tomar el
micrófono para agradecernos nuestra presencia y solicitar nuestra ayuda para
acompañarle en el arranque de esa delicada gema que es “Cry ForThe Moon”, que a
la postre se convertiría en la piezas
más coreadas de la noche. Un escueto y
vistoso solo de batería sería el encargado de dar continuidad al show para
adentrarnos en la última muestra que nos ofrecieron de “The Quantum Enigma”, de
manos de “Unchain Utopia”, para acabar dejando paso al cierre definitivo con una
excelsa y majestuosa “Consing To Oblivion”, que les permitía cerrar su
actuación por todo lo alto, dejando tras de sí a una sala completamente
extasiada que coreó intensamente el nombre de la banda, mientras la formación
saludaba al completo desde el centro del escenario.
Sin duda la
formación holandesa está viviendo el
mejor momento de su carrera. Excelentes críticas
de sus trabajos, participaciones en los
principales festivales, extensas giras por todo el mundo y, ante todo, el reconocimiento unánime y
mayoritario de una parroquia fiel y entregada que vive cada una de sus
descargas con auténtica pasión.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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