Post-black metal, metal progresivo, post-rock o simplemente…
evolución. Viendo el recorrido que ha experimentado la propuesta de los
islandeses Sólstafir a lo largo de su carrera esta es la primera palabra que se me
viene a la cabeza. Creados inicialmente bajo unas tesituras con aromas black
metaleros este cuarteto oriundo de Reikiavik se ha pasado las últimas dos
décadas embarcado en una inagotable búsqueda de elementos y matices para
incluir en sus nuevas composiciones. La última obra forjada por los islandeses ha sido su quinta entrega
discográfica "Ótta", un trabajo que marca su plena madurez y que les
ha permitido llegar a un público diametralmente opuesto al que les apoyó durante sus primeros años.
Aunque esta no era
su primera visita a nuestros escenarios, Sólstafir, en esta ocasión, arribaban
a la sala pequeña del Razzmatazz encabezando su propio show. Como compañeros de
viaje para este nuevo periplo europeo contaban con los catalanes Obsidian
Kingdom, quienes continúan presentando en directo su fantástico “Mantiis- An AGony In Fourteen Bites” y su
posterior secuela en forma de remezclas “Torn & Burnt- The Mantiis Remixes”.
Mientras que los encargados de abrir la velada serían los británicos Esben And The Witch.
Pese a que el
inicio de las actuaciones estaba previsto para una hora muy temprana, un buen
número de curiosos se acercaron a presenciar la descarga de los británicos
Esben And The Witch, un trío procedente de la ciudad de Brighton que
aterrizaban por primera vez en Barcelona para presentar su tercer trabajo
"A New Nature", grabado junto al prestigioso productor Steve Albini.
Lejos de las
grandes estridencias y las sobrecargadas ambientaciones Esben And The Witch
mostraron una solvencia abrumadora a la hora de practicar un elegante post-rock impregnado de múltiples referencias
“indies”. Y es que, a diferencia de lo
que suele suceder habitualmente, en el
sonido de los británicos la auténtica protagonista es la base rítmica que
forman la bajista y vocalista Rachel Davies y el batería Daniel Coperman,
mientras que las aportaciones del barbudo guitarrista Thomas Fisher son
livianas y fugaces pinceladas destinadas a rellenar los huecos
que dejan sus compañeros.
Ante tales perspectivas,
todos los que se acercaron buscando emociones fuertes y contundencia se vieron
decepcionados, ya que Esben and The
Witch nos ofrecieron un pequeño paseo a través de las minimalistas composiciones
de su última obra “A New Nature”. El arranque de su descarga estuvo marcado por la cadencia evolutiva contenida en "Press Heavenwards!", que les
servía para llamar la atención de los más curiosos, proponiéndonos una apuesta
decidida por esa orientación heterogénea y repleta de guiños hacia las sonoridades más
alternativas. Mucho más profunda, y ahondando en un estilo de percusión más hipnótico, resultó la angustiosa "Dig Your Fingers
In", durante la que Rachel se destapó como
una solvente vocalista, imprimiendo garra y felling a su interpretación.
El contrapunto a
tanta sensibilidad llegaría con el apoteósico in crescendo instrumental de
"No Dog", sin duda la pieza
más contundente que interpretaron, demostrando que cuando se trata de ponerse
bravos los de Brighton, pese a sus caras de niños buenos, también saben roquear
como los que más. La última pieza que nos dejarían los ingleses sería una
extensa y ampulosa versión de "The Jungle", con la que nos ofrecieron
un buen compendio de las diferentes influencias
que dan forma a su ecléctica propuesta.
Debo reconocer que hacía
mucho tiempo que no veía en directo a Obsidian Kingdom, quizás demasiado. Así
que su descarga de esta noche representaba una ocasión perfecta para sacarme la
espinita y reencontrarme con una banda diferente, a la que es muy
difícil clasificar, pero que siempre que he tenido la ocasión de ver en directo me ha acabado
convenciendo. Esta noche los chicos de
Obsidian Kingdom regresaban a casa, y eso se notó en el ambiente de una sala prácticamente llena. Sin duda su último
trabajo "Mantiis – An Agony In
Fourteen Bites" ha sido una de las obras más redondas del post-metal
nacional, y aunque la banda continúa con su presentación, lo cierto es que el
concepto del show ha cambiado ostensiblemente, por lo menos desde la última
vez que un servidor tuvo la oportunidad de verles
abriendo para Cult Of Luna.
Atrás parecen haber
quedado las proyecciones y la línea conceptual de sus presentaciones, ya que
ahora la banda parece mucho más concentrada
en sacar a relucir su faceta más visceral y agresiva. Con esto no quiero decir
que Obsidian Kingdom se hayan dejado por
el camino esas sugerentes ambientaciones, desbordantes de elegancia e
intimísimo, sino que ahora saben compatibilizar a la perfección la dualidad de
su propuesta, convirtiéndose en una especie Dr. Jeckyll And Mr. Hyde, siendo
capaces de proponernos cambios radicales
en cuestión de tan sólo unos pocos
segundos.
Como leones enjaulados
saltaban a escena unos Obsidian Kingdom que arrancaban su descarga proponiéndonos la devastadora brutalidad contenida en la nueva
versión de "And Then It Was", haciendo gala de su faceta más agresiva
y expeditiva. Tras mostrar sus aptitudes como banda de metal llegaba el momento de expandir
miras, y la encargada de hacernos viajar por diferentes escenarios sonoros sería
la deliciosa "Last Of The Light", combinando elementos del blues y el jazz para acabar arrastrándonos hacia
una delirante catarsis final. Tampoco faltarían esos delicados pasajes instrumentales
que sirvieron como hilo conductor de su actuación con piezas como “The Nurse”, que nos acabaría abocando en la densidad doom de “Awake Until
Dawn”, con todos los miembros de la banda arrodillados machacando
implacablemente sus instrumentos.
Aunque la formación
catalana pudo sentir durante toda la velada el apoyo incondicional de sus
seguidores, lo cierto es que los momentos más vibrantes de su descarga
llegarían al atacar piezas como la oscura “Cinnamon Balls”, que hacía enloquecer
a toda la sala arrastrada por la violencia sonora que nos proponían sus
incisivos guitarrazos. Los pasajes más decadentes y oscuros llegarían con las sinuosas melodías de “Endless Wall”, con Rider abalanzándose
sobre su micrófono para desafiar a toda
la concurrencia con esa implacable pose
diabólica. El contrapunto a tanta intensidad lo pondrían los aires más intimistas contenidos en la
camaleónica “Fingers In Anguish”, con la que dejaban clara la rotunda amplitud
de su sonido.
Para poner la
guinda definitiva a su show el quinteto apostó por la inmediatez del potente
“Ball-Room”, que volvía a encender los ánimos de una audiencia que se mostró totalmente volcada con su descarga, y “And Then It Was”,
con la que redondeaban el círculo interpretándola, en esta ocasión, en su primigenia versión. Sin duda el último trabajo de Obsidian
Kingdom ha significado el espaldarazo definitivo a su carrera, permitiéndoles
salir fuera de nuestras fronteras y compartir escenario con algunos de los
nombres más importantes de la escena internacional. Así que, visto lo visto,
habrá que estar muy atentos a los
próximos pasos de la formación catalana.
Sólstafir son una
de esas bandas que parecen no ajustarse a ninguno de los tópicos que impone el
mundo del metal. Ellos siempre se han movido por libre y nunca se han dejado influenciar
por las modas, consiguiendo crear un
estilo único y personal que les
diferencia del resto de las formaciones, convirtiéndoles en únicos. Y no me estoy refiriendo únicamente al hecho
de que la mayoría de sus composiciones estén escritas en su lengua natal, el islandés, sino a su forma de
entender la música y a su peculiar concepción de la evolución musical. Ataviados
con una indumentaria más propia de un grupo de Texas, luciendo sombreros y
gafas de sol, y acompañados por las
melodías western-country de “Nàttari”, los islandeses tomaban posiciones frente
a sus incondicionales para abrir la velada con la pieza que daba título a su
trabajo de 2009 “Köld”, sumergiéndonos desde los primeros compases del show en
esa ambientación melancólica y densa,
con la banda sonando cruda y nostálgica liderada por la carismática y desgarrada voz de Aðalbjörn Tryggvason .
Tras la extensa e impactante primera toma de
contacto llegaba el momento de empezar a presentar las composiciones de su más
reciente entrega discográfica “Ótta”, así que unas sutiles notas de piano
serían las encargadas de dar el pistoletazo de salida al viaje contenido en “Lágnætti", con la batería de Guðmundur
Óli Pálmason marcando incesantemente el paso. Sin abandonar el material de su
último trabajo sería “Rismál” la elegida para volver a apaciguar los ánimos, con Aðalbjörn Tryggvason asumiendo todo el
protagonismo a la hora de dar la máxima intensidad a una pieza que heló la sangre
de todos los asistentes, gracias a ese
toque sentimental y afligido. La encarga de echar el cierre a esta primera
trilogía de su material más reciente fue precisamente la pieza que presta su
nombre al plástico “Ótta”, para la que el guitarrista de la banda Sæþór Maríus
Sæþórsson cambió su instrumento por un banjo, dando al corte una orientación
totalmente característica para acabar suscitando una de las mayores ovaciones
de la noche.
Si durante la
primera parte del show la banda pareció un tanto fría y distante, fue a partir del ecuador de
la descarga cuando Tryggvason empezó a mostrarse bastante más cálido y
comunicativo, permitiéndose incluso hacer algún comentario bastante gracioso
con el que consiguió dibujar una sonrisa en el rostro de los asistentes. Sin
duda uno de los momentos más cañeros de la noche llegaría de la mano del
eléctrico “Þín orð”, con la banda exhibiendo
sus raíces más netamente roqueras. Un nuevo golpe de
timón estilístico nos conduciría de
retorno hasta las composiciones de “Ótta”, de la mano de la más accesible
“Dagmál”, para la que Tryggvason dejó de lado su guitarra para concentrarse en
su faceta como vocalista y “front-man”, liderando al resto de sus compañeros
mientras vestía una llamativa gorra militar.
La encargada de
adentrarnos en el último tramo de la actuación del cuarteto islandés seria la
extensa y camaleónica “Náttmál”, quizás la pieza más ambiciosa de su última
entrega y que nos mostró el inagotable
espíritu innovador que poseen Sólstafir, jugando con las melodías y las ambientaciones,
siendo capaces de pasar con absoluta soltura desde los pasajes más lentos e
idílicos hasta esos trépidamente momentos llenos de rabia e ira. La despedida
definitiva llegaría de la mano de una de sus composiciones más conocidas
“Svatir Sandar”, todo un derroche de fuerza y destellos psicodélicos.
Las sonoridades más
dulces y aterciopeladas serían las encargadas de marcar el retorno de los
músicos sobre las tablas para dejar paso a la sutil elegancia de “Fjara”,
mientras que la elegida para poner el
broche definitivo a casi 90 minutos de vibrante intensidad musical sería la pieza que cerraba su obra de 2009 “Köld”,
la marchosa “Goddess Of The Agess”, con la que nos hacían reptar a través de sus cambiantes sonoridades
poniendo de manifiesto que la
formación islandesa no se cierra ninguna puerta a la hora de seguir
experimentando e innovando.
Seguramente
Sólstafir nunca serán una banda capaz de congregar a grandes masas durante sus
presentaciones, pero resulta innegable
la originalidad, la calidad y la
amplitud de miras de una propuesta rica
en matices y regada de elementos de diferentes estilos.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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