Enmarcada dentro de
las tradicionales fiestas navideñas esta nueva visita de los riojanos Tierra
Santa suponía la excusa perfecta para abandonar las comodidades del hogar y las
compañías familiares para reencontrarse con los amigos y degustar una buena
sesión de buen heavy metal patrio, algo que sin duda nos ayudaría a sobrellevar
el empacho y los excesos propios de
estas fechas. Tras sus recientes conciertos por el continente americano Tierra
Santa regresaban a la Ciudad Condal no sólo para ofrecernos un suculento repaso
a los mejores momentos de su longeva trayectoria, contenidos dentro de su
último trabajo recopilatorio “Esencia”, sino también para presentarnos a su
nueva formación con el guitarrista Eduardo Zamora. Clásicos incuestionables del
metal nacional la formación riojana volvió a demostrar que pese al paso de los
años no ha perdido su poder de convocatoria, consiguiendo reunir una media
entrada larga dentro del incomparable marco de la céntrica Sala Apolo.
Antes de la salida
de las estrellas de la noche tendríamos ocasión de deleitarnos con una buena
sesión de hard rock y heavy metal con el
concurso de los también riojanos Innervoice, quienes con su apabullante catálogo de versiones de himnos de la década de los 70 y los 80 serían los encargados de amenizar
la espera y caldear el ambiente.
Frente a una
audiencia todavía algo fría el sexteto riojano daba el pistoletazo de salida al
show con una enérgica y vibrante interpretación
del “King Of Rock And Roll”, que a modo de homenaje al legendario
vocalista Ronnie James Dio nos
presentaba a una banda compacta y con muchas tablas, en la que destacó el poderoso torrente vocal de su cantante Itziar
Berradre y el excelente trabajo solista de sus guitarristas, José Lázaro y
Marcos Lorente.
Además, cabe destacar
que durante toda su descarga estuvo muy presente el clasicismo hard roquero que
aportaron piezas como el hipermarchoso
“Burn”, con el que consiguieron levantar el ánimo de todos los presentes, para
posteriormente adentrarnos en la década de los 80 de manos de los estribillos
más melódicos y accesibles del legendario “Livin´On A Prayer” de los americanos
Bon Jovi, que fue coreado con auténtica
devoción por los integrantes de las primeras filas.
Aunque durante los
primeros compases del show fue José Lázaro el encargado de hacerse cargo de la mayoría de
las partes solistas, a medida que fue
avanzando el show fue su compañero, Marcos
Lorente, quien fue adquiriendo unas mayores cuotas de
protagonismo. Así que tras una exhibición de José en una emotiva “I Surrender”, le llegaría el turno al
legendario himno de Survivor “Burning Heart”, con el que los riojanos nos
dejaban una buena muestra de su devoción por las melodías más comerciales y cercanas al A.O.R.
Pese a las buenas formas que mostró su
vocalista Itziar, debo admitir que no me acabó de convencer su registro a la
hora de atacar piezas como la roquera “Give Me All Your Love Tonight” de
Whitesnake, ya que sonó excesivamente aguda y gritona. En cambio, fue al encarar
piezas como “Turbo” de los maestros
metaleros Judas Priest cuando Itziar nos mostró todo su potencial a la hora de
atacar las composiciones más netamente heavy metaleras.
Tampoco faltaría el
recuerdo a otra figura insigne dentro
del hard & heavy, el legendario guitarrista irlandés Gary Moore del que rescataron
un hímnico “Out In The Fields”, durante
la que Marcos y José se repartieron las partes solistas, y que se
sería la encargada de adentrarnos en un rotunda recta final que estaría protagonizada por la contundencia metálica de un
celebradísimo “Acces High”, con Itziar consiguiendo salir airosa de sus altísimas tonalidades agudas, y un
coreadísimo “I Want Out”, con toda la banda dando su mejor versión para firmar
un final apabullante. Sin duda como
aperitivo la descarga de Innervoice resultó una buena forma de consumir la
espera y calentar motores de cara al desembarco de Tierra Santa, ofreciéndonos el
sexteto riojano una buena colección de algunos de los himnos imprescindibles dentro de la historia del hard
rock y el heavy metal.
Calidad y veteranía
son dos de los atributos que mejor pueden definir a los actuales Tierra Santa.
Y es que la formación riojana, desde su explosión a finales de la década de los
noventa, se ha convertido en un referente obligado y todo un estandarte para
los seguidores del heavy metal cantado en la lengua de Cervantes, tanto en
nuestro país como al otro lado del Océano Atlántico. Aunque los más críticos parecen
empeñados en recordar constantemente que
durante los últimos tiempos su estrella
parece haber empezado
a declinar, lo cierto es que la
formación liderada por el carismático Ángel San Juan y el incombustible Rober Gonzalo sigue
conservando una excelente reputación entre todos sus incondicionales. Además,
lejos de quedarse anclados y encorsetados dentro de unos cánones muy marcados,
la formación ha optado durante sus últimas entregas por dar un nuevo
impulso a su propuesta, introduciendo en
su característico sonido una orientación más melódica y hard roquera, pero sin
perder en ningún momento ni la personalidad ni esas vibrantes pinceladas épicas que siempre les han
acompañado.
La principal
novedad que presentaban los riojanos con respecto a su última visita a la
capital catalana era el concurso de su nuevo guitarrista, Eduardo Zamora, quien
se incorporó a sus filas el pasado mes de Junio sustituyendo a Arturo Morras.
Pese a ello, el guitarrista, compañero del teclista Juanan San Martín en los míticos
Sátira, ya había colaborado con ellos aportando armonías y algunos solos en las
últimas entregas de la banda, de modo
que su integración y acoplamiento ha sido verdaderamente asombroso.
Teniendo en cuenta
el extenso catálogo que atesoran los
riojanos resultaba muy difícil aventurarse a saber por dónde podrían ir los
tiros a la hora de confeccionar el repertorio de esta noche, y más si tenemos
en cuenta que la banda no se ha prodigado en exceso a lo largo de este último
año. De modo que el arranque con la primeriza “Séptima Estrella”, supuso toda
una declaración de intenciones de que
el quinteto venía dispuesto a ofrecer un repertorio capaz de colmar las
expectativas de sus más fieles y
veteranos seguidores. Si en algunas
ocasiones se les había achacado de que en directo son algo fríos y estáticos,
lo cierto es que con el concurso de Eduardo Zamora la banda ha ganado en
potencia y presencia escénica, y eso se notó al atacar temas clásicos como
“Indomable” o “Sangre De Reyes” que, además de ser coreados por la audiencia
como los himnos que son, nos dejarían la
imagen de la dupla formada por Ángel y Eduardo compartiendo el centro del
escenario mientras se intercambiaban esas características armonías marca de la
casa.
Catapultados por un
arranque verdaderamente arrollador y sintiendo en todo momento el apoyo
incondicional de una audiencia que coreó en repetidas ocasiones el nombre de la
formación, llegaba el momento de que la base rítmica formada por el bajista Rober Gonzalo y el extraordinario
batería Daniel Carrica nos adentrara en el sobrecogedor “Apocalipsis”, que se
convertiría en la antesala perfecta para el primer guiño a su última
entrega de estudio, del que rescatarían
precisamente la composición que le prestaba su título “Mi Nombre Será Leyenda”.
Aunque el tema en cuestión sonó compacto y elegante, la verdad es que hizo
bajar mínimamente el nivel de intensidad que hasta ese momento había llevado la
actuación. Pero afortunadamente la cosa volvería a repuntar rápidamente al reconocer el respetable los primeros
compases de “Azote De Dios”, que se convertiría en el reclamo perfecto para que
pudiéramos deleitarnos con las excelentes habilidades técnicas del nuevo fichaje de la banda. Cabe
destacar que durante toda la velada el nivel de complicidad entre banda y
público fue verdaderamente asombroso. Poco importaron algunos acoples y
problemas técnicos que sufrieron los músicos sobre las tablas, especialmente la
guitarra de Eduardo Zamora, ya que el quinteto fue desgranando ante la
algarabía generalizada de todos los presentes clásicos de todas sus épocas,
intercalando para ello temas de su última etapa como “La Leyenda Del Holandés
Errante”, que fue recibida con la misma pasión que cualquiera de sus himnos de
la primera época, o la brutal y sobrecogedora “La Sombra De La Bestia”, que
significaría una nueva mirada a su trabajo de 2001 “Sangre De Reyes” y que
sería la encargada de marcar el primer punto álgido de la noche, con toda la
audiencia entregadísima coreando intensamente el estribillo ante la cara de
satisfacción de los músicos.
La encargada de
proseguir con la descarga, aunque no sería capaz de mantener el nivel de
intensidad, fue “Otelo”, con la que los riojanos nos ofrecían una buena muestra
de su potencial melódico, permitiendo que los teclados del siempre sobrio y
elegante Juanan San Martín se dejaran oír con fuerza. Una nueva mirada al
pasado seria la encargada de instruirnos sobre la biografía de otro personaje histórico
“Juana De Arco”, con la que nuevamente se volvería a desatar la euforia entre
las primeras filas, para rápidamente centrar nuestro objetivo en una doble
ración del material contenido en su obra de 2010 “Caminos De Fuego”, del que
rescatarían la propia pieza que le prestaba título y el enorme canto a la
libertad contenido en esa desbordante composición que lleva por nombre “Libre”,
que fue acompañada por la aparición de algunos mecheros que dieron colorido y ambientación al recinto.
Tras recobrar el
aliento llegaba el momento de recuperar el pulso de la actuación y que mejor
elección que cabalgar a lomos de los portentosos riffs que nos adentraban en la
legendaria historia de ese corcel alado que es “Pegaso”. Sin abandonar el
material contenido en “Sangre De Reyes”, -que a la postre se convertiría en el disco más representativo de la velada,
ya que de él sonaron hasta un total de cinco cortes-, llegaría uno de los
momentos más vibrantes de la noche de manos de “David Y El Gigante”, durante el
que la audiencia se dejó oír con fuerza coreando cada una de sus estrofas con
verdadera devoción. El último recuerdo a su más reciente trabajo “Mi Nombre
Será Leyenda”, estaría marcado por las atmosferas más densas y cadenciosas del
emotivo “Más Allá De La Vida”.
Con la sala
coreando el nombre de la formación riojana fue el propio Ángel el encargado de
dirigirse a la audiencia para anunciarnos el siguiente tema de la noche “Mejor
Morir En Pie”, todo un ejercicio de clase, épica y melodía con el que el
quinteto evidenciaba que se encuentran en un gran momento de forma, dejándonos
una buena dosis de magia, potencia y esos suculentos desarrollos instrumentales que siempre les han
caracterizado a lo largo de toda su carrera. Quizás uno de los temas que note
más cambiados, y que personalmente creo que ha ganado muchos enteros con la
aportación de Eduardo, fue “La Momia”, que significó la primera mirada a su
trabajo del año 2000 “Tierras De Leyenda”. Centrando nuestro objetivo en el
Imperio Romano llegaba el momento de adentrarnos en la trágica locura de
“Nerón”. La elegida para encarar la
recta final del show fue la más calmada y comedida “Una Juventud Perdida”, con
la gente completamente entregada. Mientras que para poner el punto y seguido a
esta primera parte del show optaron por la implacable velocidad de “Alas De Fuego”, con la que volverían a poner nuevamente la sala patas arriba.
Para su vuelta
sobre las tablas los riojanos nos tenían preparada una sorpresa muy especial, y
es que el arranque del “encore” estuvo protagonizado por dos de esas gemas de
sus primeros tiempos, el épico “El Bastión Del Diablo”, y uno de sus primeros
éxitos y todo un himno para sus incondicionales “Legendario”. Pero como no podía ser de otra
forma, y tras los sinceros agradecimientos de Ángel y el resto de sus
compañeros, la encargada de poner el broche definitivo a la velada sería “La
Canción Del Pirata”, con la que ratificaban el excelente clima de comunión que
existió entre banda y público durante toda la descarga.
Pese a que debo
admitir que los últimos conciertos de los riojanos no me habían acabado de
convencer, lo cierto es que esta nueva
visita representó la excusa perfecta para reconciliarse con muchos de sus
seguidores, ya que tuvimos la ocasión de ver a una banda muy enchufada y en un
gran momento de forma. Fueron nada menos
que 23 temas y casi 120 minutos de puro y genuino heavy metal con los que
Tierra Santa demostraron que no han perdido la ilusión y la garra, mirando
siempre al futuro pero sin perder la esencia de su personalidad.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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