Si hay una banda que puede
vanagloriarse de convertir en oro todo lo que toca esa es Kiss. Desde que Paul
Stanley y Gene Simmons dieran sus primeros pasos en el negocio musical a principios de la década de los setenta, este
insigne dúo ha elevado a un nuevo nivel la palabra negocio dentro del mundo del
rock n´roll. Aunque indudablemente el mayor aliciente para los seguidores de
los neoyorquinos ha sido siempre la
música, la mítica formación ha sido capaz de ligar su nombre y su
característico logo a una inacabable lista de artículos que abracan desde
cepillos de dientes a ataúdes, convirtiéndose en algo más que un simple grupo
musical. También ha ayudado a fraguar su leyenda la espectacularidad que
siempre ha acompañado a sus directos, convirtiendo cada una de sus presentaciones
en un monumental despliegue de pirotecnia, luces, fuego y fantasía, elevando la
palabra espectáculo a su máxima expresión.
El motivo de este nuevo periplo por
nuestro país, con escala en Barcelona y Madrid, era conmemorar el cuadragésimo
aniversario del cuarteto en el negocio musical, dando continuidad a una gira
que se inició el 23 de junio del pasado año. Atrás en el tiempo queda la
edición de su última referencia de estudio “Monster”, publicada en 2012, así
que teniendo en cuenta todos estos aspectos parecía lógico pensar que Stanley y
Simmons nos ofrecerían un detallado recorrido por los momentos más brillantes
de su longeva trayectoria. Junto a los dos miembros fundadores formarían el
batería Eric Singer y el guitarrista Tommy Thayer, quienes parecen haberse
convertido en el reemplazo definitivo para Peter Criss y Ace Frehley.
Enmarcada dentro del Palau Sant
Jordi de la Montaña Olímpica de Montjuic, la actuación de esta noche, prevista
para el ultimo día de la primavera, servía para escenificar el triunfal
reencuentro del combo americano con su fiel parroquia de seguidores catalanes. Cabe
remarcar que aunque, en esta ocasión, el papel no llegó a agotarse, las gradas
del recinto acabaron presentando un buen aspecto, con muchos fans maquillados
al estilo de sus ídolos. Para hacernos calentar motores antes del inminente
desembarco de las estrellas de la noche contaríamos con el concurso de The Dead
Daisies, una banda poco conocida en nuestro país, pero que cuenta entre sus
filas con algunos ilustres veteranos dentro de la escena roquera, aunando bajo su
nombre a músicos como Richard Fortus y
Dizzy Reed de Guns N´ Roses, el mítico bajista Marco Mendoza, o el carismático
vocalista John Corabi, conocido por haber formado parte de Mötley Crüe tras la
espantada de Vince Neil a principios de la década de los noventa.
Con exquisita puntualidad y acompañados de unas
proyecciones en las pantallas laterales en las que podía leerse el nombre de la
banda, aparecían en escena The Dead Daisies. Liderados por el carismático bajista
Marco Mendoza, que fue el encargado de ejercer como maestro de ceremonias, el
sexteto nos sorprendía en el arranque con "Mexico", una rotunda demostración
de poderío hard roquero con la que el combo asentaba la bases de su atractiva propuesta,
consiguiendo conectar a la perfección
con todos los presentes. Una pena que el sonido no fuera todo lo bueno que nos
hubiera gustado, a causa de los muchos huecos que había en el recinto durante los primeros compases de su
actuación. Pese a ello, la banda tiró de
tablas y carisma, y lejos de caer en el desanimo continuaron desgranando los
ácidos guitarrazos de "Evil Is Goin´ On" con Richard Fortus exprimiendo
al máximo su guitarra mientras John Corabi se deshacía de su pie de micro para
pasearse desafiante por el escenario.
Sería el propio Mendoza el encargado de
anunciarnos, hablando en castellano, una composición de su nuevo trabajo
"Revolución", su versión del “Midnight Moses” que estuvo protagonizada por un Corabi inmenso que busco constantemente la
complicidad con las primeras filas. Con un hiperactivo Richard Fortus cogiendo
los galones de mando arrancaría un vacilón y efectivo "Looking For The
One" que se vería colmado por ese adictivo estribillo marca de la casa. Con
la genta cada vez más animada sería el propio Corabi el encargado de animar la
fiesta al descolgarse junto a sus compañeros con el clásico de Joe South
"Hush", con los teclados de Dizzy Reed asumiendo todo el protagonismo para
poner a toda la pista a bailar.
´
Tampoco faltarían esos medios tiempos
cargados de intensidad y dramatismo como
"Lock ´n Load", con el vocalista empuñando su guitarra acústica. El
retorno sobre el material de su segundo trabajo estaría marcado por "With
You and I", proponiéndonos un tempo más comedido mientras Richard Fortus echaba manos del "talk-box”
para crear esa atractiva esencia a “Classic Rock”, con la que consiguió que
toda la audiencia acompañara con palmas su desarrollo.
Y es que si de algo demostraron estar
sobrados The Dead Daisies fue de actitud. De modo que la recta final de su
presentación estaría marcada por la rabiosa pegada de la eléctrica " Devil
Out Of Time". Mientras que la escogida para poner el broche definitivo al
primer acto de la noche sería el clásico de The Beatles "Helter Skelter"
que, como no podía ser de otra forma, fue tarareado con pasión por gran parte
de los asistentes. Gratísima sorpresa la que supuso la descarga de The Dead
Daisies, un combo formado por nombre ilustres de la escena que demostraron
calidad, entrega y, sobre todo, garra roquera a lo largo de sus cuarenta y
cinco minutos de show.
Si ya durante la descarga de The
Dead Daisies habíamos podido apreciar las grandes dimensiones del set escénico
que llevaban los cuatro enmascarados neoyorquinos, un enorme telón con el logo
del grupo se encargó de ocultar el escenario de miradas indiscretas antes del inicio
del show. Con algo de antelación sobre el horario inicialmente previsto, las
luces se apagaban y a través del P.A. resonaron las clásicas palabras que
siempre marcan el pistoletazo de salida de las actuaciones del combo americano.
Acompañado del ensordecedor rugido de la audiencia el telón caída dejando ante
nuestros atónitos ojos la impresionante batería de Eric Singer descendiendo
desde las alturas mientras sus compañeros daban buena cuenta de “Detroit Rock
City”. Dejando a un lado la impactante puesta en escena inicial, lo que más me sorprendió fue el sonido un
tanto embarullado y el discreto estado
vocal que presentó Paul Stanley, ya que a lo largo de todo el show le vimos
sufrir en repetidas ocasiones.
Pese a ello, la gente respondió a la
perfección y convirtió el recinto en una autentica celebración roquera. Como
viene siendo habitual en todas sus presentaciones el espectáculo fue
verdaderamente asombroso. Así que tras de las primeras llamaradas de la noche y
los primeros estallidos pirotécnicos seria Gene el encargado de coger las
riendas para interpretar el segundo clásico de la noche “Deuce”, que nos
dejaría el escenario completamente
teñido de verde, mientras que sobre las tres pantallas, una grande central y
dos laterales, podíamos seguir las evoluciones de todos los miembros del
cuarteto.
Sin concedernos ni un segundo de
tregua, y con todo el recinto completamente volcado, las letras de la banda
lucirían majestuosas durante los primeros compases de “Psycho Circus”, que se
convertiría en una de las pocas licencias que se permitieron hacia sus últimos
trabajos, siendo recibida como si de un
himno se tratará, con la gente enloquecida coreando su estribillo mientras Paul
se arrodillaba sobre el centro del escenario y
las pantallas nos ofrecían las primeras imágenes de la audiencia. Tras
recibir la primera gran ovación de la noche, sería el propio Paul quien, practicando
su español, nos daría las buenas noches para meterse la gente en el bolsillo
antes de ofrecernos la pieza que prestaba el título a su décimo trabajo
“Creatures Of The Night”, que nos dejaría la estampa de ambos guitarristas
compartiendo el centro del escenario.
Como si de una sucesión de grandes
éxitos se tratase el repertorio de la formación americana siguió transitando
por algunos de los mejores momentos de su carrera, provocando que la gente se
volviera literalmente loca, levantándose constantemente de sus asientos para
corear los adictivos estribillos de temas como “I Love It Loud”, con Gene
comandando la nave mientras Paul
abandonaba el escenario para marcarse
una de sus personales coreografías.
El fuego y las tonalidades rojizas regresarían para ambientar las
sonoridades más oscuras y tétricas de “War Machine”, durante la que Tommy
Thayer dio un paso al frente para reclamar su merecida cuota de protagonismo, dejando
que posteriormente fuera Gene el
encargado de ofrecernos su clásico numero de escupir fuego.
La encargada de proponernos un
rotundo cambio de tercio seria la más melódica y accesible “Do You Love Me”, que fue acompañada por la
proyección de imágenes clásicas de la banda. Pese a que, como comentaba al
inicio, Paul se mostró un tanto reservón en algunas canciones, donde si que
puso toda la carne en el asador fue a la hora de dirigirse a sus seguidores,
mostrándose muy simpático y dicharachero, atreviéndose incluso a entonar un
fragmento del “Guantanamera”. De su último trabajo no quisieron dejarse en el
tintero “Hell Or Hellelujah”, que sería la elegida para una nueva sesión
pirotécnica, consiguiendo que el nivel de intensidad y entrega del publico no
decayese.
Aunque todas las miradas recayeron
sobre el tándem fundador de de la banda, lo cierto es que los “secundarios”
también tuvieron un papel destacado a lo largo del show, con Thayer dejando
unas buenas muestras de su elegancia a la hora de tocar su instrumento, y con
Eric Singer mostrando una templanza y una sobriedad verdaderamente envidiables,
acompañando de forma magistral muchos de los estribillos. Así que tres
presentar sus credenciales en sendos ejercicios solistas, que terminaron con la
guitarra de Thayer lanzando cohetes, llegaría el momento de volver a aunar
nuestras gargantas para “Calling Dr.
Love”, que servía para que el cuarteto volviera a retomar el pulso a la velada
mientras sobre las pantallas podíamos ver las líneas de un electrocardiograma.
Pero sin duda lo mejor estaba
todavía por llegar, y si la primera mitad del show había servido para que la
gente cantará y se entregara al máximo, fue en este segundo tramo cuando la
banda ofreció sus mejores prestaciones, consiguiendo que el concierto tomara
una clara línea ascendente. La responsable de espolear al máximo a la audiencia
seria una monumental “Lick It Up”, que
la gente coreó con tal intensidad que fue prácticamente imposible escuchar a
los músicos entonar su aplastante estribillo. Tampoco faltarían, para acabar de
dar color al tema, unas impresionantes columnas de fuego y humo, y la elevación
sobre una plataforma central de Paul y Thayer, redondeando uno de los momento
más intensos de toda la velada. Con la gente todavía reponiéndose del shock, Gene se adueñaría del escenario para maltratar
su bajo y escupir sangre antes de salir
volando para situarse en la parte superior del escenario, y desde allí
proclamarse como el autentico “God Of
Thunder”. Con el bajista retornando su posición junto a sus compañeros, Paul se encargaría de
hacer un llamamiento a la Kiss Army como preámbulo para “Cold Gin”, en donde
nuevamente volvería a brillar intensamente la figura de Tommy Thayer.
Todos sabíamos que tras el vuelo de
Gene el espectáculo encaraba su recta final, pero todavía tendríamos tiempos
para alguna sorpresa más. Sólo ante la multitud seria Paul quien alborotándose
la melena nos invitaría a corear con fuerza su nombre en repetidas ocasiones,
para acto seguido emprender el vuelo hacia una plataforma giratoria situada en
mitad de la pista, convirtiéndose en el marco desde el que interpretaría “Love Gun”. El retorno junto a
sus compañeros llegaría con la última pieza de esta primera parte del show
“Black Diamond”, que estuvo acompañada por imágenes de los músicos en blanco y
negro, mientras la batería del “vocalista” Eric Singer se elevaba hacia el
techo dejando paso a una nueva sucesión de fuegos artificiales.
Acompañados de los cánticos de la
audiencia los músicos regresarían sobre las tablas, desprovistos de sus
instrumentos, para saludar efusivamente a sus incondicionales. Empuñando
nuevamente sus instrumentos daba inicio el “encore” con un guiño a su cuarto
trabajo “Destroyer”, del que nos ofrecieron “Shot It Out Loud”, con Gene y
Paul, que tuvo que cambiar su guitarra, alternándose las tareas vocales.
Conscientes de que el show estaba dando sus últimos coletazos tanto la banda
como el público echarían el resto durante “ I Was Made For Lovin´ You”, en la
que nuevamente volvimos a ser testigos del “justito” estado vocal de Paul, que
cantó el tema varios tonos por debajo.
El fin de fiesta definitivo llegaría con la intensa lluvia de confeti
que acompañó a “Rock And Roll All Nite”, con todo el pabellón convertido en una
fiesta salvaje en un final apoteósico,
con Gene y Thayer siendo elevados en dos brazos hidráulicos mientras Paul
destrozaba su guitarra y la pirotecnia se volvía dejar oír con fuerza.
Tras el estallido final, caras de
satisfacción, sonrisas entre los fans y una leyenda sobre las pantallas que
rezaba: “Kiss Loves You Barcelona”. Habiendo visto a Kiss en diferentes
ocasiones a lo largo de los años, no creo que la de esta noche fuera su mejor actuación
en la Ciudad Condal, ya que vi en algunos momentos, especialmente durante los
primeros compases del show, a una banda algo cansada, pero sobre todo a un Paul
Stanley que ha bajado mucho su rendimiento vocal con respecto a su última
visita. En cualquier caso, ninguna objeción se puede poner al faraónico montaje
que llevan los americanos en esta gira conmemorativa de su cuadragésimo
aniversario, dejando claro que sus shows
siguen siendo verdaderamente impactantes.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
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