Si
dejamos a un lado la épica descarga que Testament nos ofrecieron en la pasada
edición del Resurrection Fest, bajo una monumental tromba de agua que obligó al
propio Chuck Billy a gritar cual poseído
un lacónico: “Fuck The Rain”, lo cierto es que los de San Francisco hacÍa ya
mucho tiempo que no pisaban los escenarios de nuestros país. Con los ecos de su
accidentada presentación en tierras malagueñas todavía resonando entre los
presentes y, por que no decirlo, con un poco de canguelo tras los problemas que
en este mismo recinto tuvieron los alemanes Kreator hace un par de años, la
parroquia metálica catalana se preparaba para albergar la última escala en
nuestro país de este “Dark Roots Of Thrash II”.
Tarde
de Domingo y en los alrededores del Salamandra un fantástico ambiente nos hacía
presagiar que la de esta noche sería una cita especial, de esas señaladas que
acaban guardándose en la memoria y que se rememoran con los colegas con el paso
de los años. Pese a que los protagonistas de la velada nunca han tenido el estatus y el apoyo del que
si han gozado los integrantes del denominado “Big Four Americano”, lo cierto es
que el tiempo y la lealtad de sus
incondicionales han acabado poniendo las
cosas en su sitio, y ambas formaciones pueden presumir, a día de hoy, de contar
con una fiel parroquia de seguidores.
Lejos
de trucos y fuegos de artificios, la oferta de esta noche era clara, proponiéndonos
un cartel compartido por dos pesos pesados de la escena americana que
amenazaban con batirse en un duelo fratricida para rubricar que en pleno siglo
XXI el estilo que naciera en la Bay Arena a principios de la década de los
ochenta sigue gozando de plena vigencia. El marco escogido para semejante contienda
sería un abarrotadísimo Salamandra, quizás demasiado, ya que en algunos
momentos puntuales fue prácticamente imposible moverse por el interior del local. Pero, en
cualquier caso, las estrecheces, los calores y los apretujones acabaron
valiendo la pena para ser testigos de semejante espectáculo.
Los
encargados de encender la espita de un público entusiasta fueron Exodus. Poco
importó que en sus filas no estuviera el guitarrista Gary Holt, ya que la pareja compuesta por Lee
Altus y Kragen Lum se bastó para
asolarnos con esos característicos e incendiarios fraseos que se han convertido
en sello indiscutible del quinteto. La otra novedad en el seno de la formación
venía dada por el retorno del vocalista
Steve “Zetro” Souza, quien nos retrotraía a sus raíces más netamente metálicas,
dejando aparcadas las reminiscencias más hardcoretas que imprimía su antecesor
Rob Dukes. Donde sí que no habría variaciones sería en la compacta base rítmica que formarían el batería Tom Hunting,
-miembro fundador de la banda-, y el bajista Jack Gibson.
Como
un torrente desatado y bajo la magistral
batuta del carismático “Zetro”, Exodus tomaban al asalto el escenario del
Salamandra para sacudirnos violentamente con una doble ración de su más
reciente entrega, dejando paso a los incendiarios riffs de “Black 13” y los
atronadores coros de “Blood In, Blood
Out”, dejando bien claro desde los primeros compases del show que no venían
dispuestos a asumir el papel de meros
comparsas de las estrellas de la noche, ya que venían dispuestos a robarles algo más que únicamente el
protagonismo.
Respaldados
sobre un sonido potente y abrumador el combo americano nos ofreció una
perfilada definición sonora de lo que debe ser el thrash metal “old shool”,
derrochando en todo momento entrega y actitud, y la mejor prueba de ello fue
ver como “Zetro” pedía insistentemente
que le subieran el sonido de su micrófono para rebanar nuestros tímpanos con su afilado registro.
Habiendo
despegado con una buena ración de su material de ultimo cuño llegaba el momento
de que las guitarras empezaran a asolarnos con los crujientes y amenazantes riffs
de “Iconoclasm”, demostrando que además de imprimir esas endiablas cuotas de
ardiente velocidad el quinteto también sabe concentrarse en derroteros más densos
y farragosos, lo que provocó que se desataran los primeros “pogos” entre la audiencia. Tras haber presenciado las
ultimas descargas de Exodus con Rob Dukes al frente, debo admitir que el ver a
“Zetro” hacer “headbanging” fue algo así
como un retorno a las raíces, y es que
pese a que durante el set de esta noche hubo espacio para algunos temas de su
anterior etapa, como “Children Of A Worthless God”, lo cierto es que el nivel
de conexión entre banda y publico fue total al abordar temas clásicos como el
primerizo “Piranha”, que se convertiría
en el primer recuerdo hacia la época del
añorado Paul Baloff.
El
contraste a tanto clasicismo llegaría con otra pieza de nuevo cuño “Salt The
Wound”, que lejos de calmar los ánimos del respetable sirvió para que la gente
continuara danzando y haciendo “headbanging”, ratificando así la enorme
aceptación que ha tenido “Blood In Blood Out”. Los americanos conscientes de la
fantástica acogida que estaban teniendo optaron por imprimir a su show un ritmo
verdaderamente endiablado, enlazando casi de forma consecutiva sus temas,
consiguiendo que el ambiente y la excitación entre la audiencia nunca llegara a
decaer. Tampoco se dejarían en el tintero esas bases rocosas y oscuras que
marcarían el arranque de “Blacklist”, con la gente apoyando al máximo antes de
que las guitarras de Lee Altus y Kragen
Lum se batieran en un duelo cargado de
virtuosismo y melodía.
El
cuarto y último bocado que nos ofrecieron de su “Blood In Blood Out” estaría protagonizado
por la desquiciante carrera que nos propusieron en “Body Harvest”, con “Zetro”
llevando su garganta hasta el limite para que dejar que fueran todos los
presentes los encargados de hacerse cargo de los coros. Viendo la tónica que
estaba llevando el show resultaba evidente que el quinteto nos tenía preparada
una incendiaria recta final, de modo que cuando la gente reconoció la
introducción de “Bonded By Blood”, los puños se elevaron al aire para acabar
desatando la locura en una pista que se convirtió en un campo de batalla.
Completamente
poseídos, ni los músicos sobre las tablas, ni el propio publico parecían querer
que aquel ceremonial de velocidad, watios y contundencia tocara a su fin, pero
lamentablemente el show de los americanos estaba dando sus últimos coletazos. Afortunadamente,
antes de abandonar el escenario del Salamandra en olor de multitudes todavía
tendrían tiempo de ofrecernos una doble demostración de poderío, de manos de la
desquiciante “The Toxic Waltz”, única
concesión que se permitieron hacia su “Fabulous Disaster” de 1989, para acto
seguido dejar que fuera la speed metalera
“Strike Of The Beast”, que fue la elegida para poner el broche definitivo a su actuación.
Tras
el triunfal paso de Exodus por el escenario del Salamandra la tensión y la
impaciencia podían palparse en el ambiente, y más cuando al retirar “los pipas”
las lonas que cubrían parte del montaje escénico pudimos ver el vistoso
escenario que serviría como marco para la descarga de Testament.
Precedidos del
estruendoso sonido de las sirenas y acompañados de un espectacular juego de
luces Chuck Billy y sus muchachos se presentaban ante la audiencia catalana
dispuestos a dejar claro el porque son una de las bandas más queridas por toda
la parroquia thrashera, dando el primer
golpe con un abominable “Over The Wall”, que con un sonido absolutamente
arrollador sería la encargada de dar arranque a la velada.
Con la dupla
compuesta por Alex Skolnick y Eric Peterson marcando la entrada de “Rise Up” y
con la imponente figura de Chuck Billy aferrado a su medio pie de micro fluorescente adueñándose del dentro del escenario, la banda conseguiría desatar la
locura entre todos los presentes, consiguiendo que el personal se involucrara
al máximo a la hora de corear su matador
estribillo.
Mucho
se había especulado sobre el posible repertorio que nos ofrecería el combo
americano, y aunque cabe remarcar que el grueso del “setlist” estuvo centrado
en el material de sus primeros trabajos, lo cierto es que el quinteto no quiso
dejarse en el olvido composiciones más recientes como “More Than Meets The
Eye”, con un brutal solo de Skolnick, o el novedosos “Native Blood”, que tras
el primer “speech” de la noche convertía la pista en una sauna, con la gente
desatada mientras del techo caían gotas de agua, sin duda evaporadas a causa del infernal calor que se respiraba en
el reciento.
Cabe
remarcar que durante toda el show el nivel de conexión entre banda y público
fue absolutamente abrumador, y pudimos vivir momentos verdaderamente épicos,
como cuando Chuck anunció que había llegaba el momento de una buena ración de
thrash metal “old school”, antes de someternos al implacable castigo que supuso
”The Preacher”, que catapultada por esa descomunal máquina percusiva que es
Gene Hoglan hizo retumbar los cimientos de todo el local.
Con el capítulo dedicado
a la nostalgia abierto era el momento de
seguir colmando los anhelos de los fans más veteranos, y la elegida para que
los ánimos no decayeran sería la pieza que prestaba título a su cuarta entrega
“Souls Of Black”, con un Skolnick muy animado llevando las riendas del
tema mientras alentaba a las primeras
filas a convertirse en parte activa de
la fiesta.
Aunque
quizás fuera el que se mantuvo más en segundo plano, lo cierto es que Steve DiGiorgio
volvió a dejar un fiel testimonio de porque es uno de los bajistas más
influyentes y reputados dentro de la
escena metálica americana, haciendo que
su concurso fuera verdaderamente espectacular al abordar las sinuosas líneas contenidas
en piezas como “The New Order”, que servirían
para poner a toda la sala a botar. Sin abandonar ese mismo álbum, la encargada
de mantener el nivel de euforia y entrega entre la audiencia sería “Eerie Inhabitants”, con las guitarras
de Peterson y Skolnick batiéndose en un incendiario intercambio que llevaría al
éxtasis al respetable, a la vez que marcaba el equilibrio perfecto entre
contundencia y melodía.
Una
nueva mirada sobre “The Legacy” nos
conduciría sobre el vendaval sonoro que es “First Strike Is Deadly”, con las
luces cegando nuestros ojos mientras Chuck Billy convertía su medio pie de
micro en una guitarra más para sumarse al “headbanging” junto a sus compañeros. El imparable torrente
de clásicos no se detendría, ya que la
siguiente en hacer acto de presencia sería “Trial By Fire”, haciendo rugir, una
vez más, a la audiencia, antes de dejar paso a las abominables aceleraciones
de “In To The Pit”, que se convertiría en el acompañamiento perfecto para un salvaje
“mosh-pit”.
Lejos
de cualquier tipo de objeción el quinteto americano nos estaba sometiendo a una
intensiva sesión de velocidad, contundencia y actitud, y lejos de decaer el
nivel de intensidad durante el tramo final del show, Testament echaron el resto
para acabar de finiquitar una velada verdaderamente memorable. De modo que el
ultimo asalto daría arranque con la camaleónica “Practice What You Preach”, donde nuevamente un Skolnick completamente
desatado volvería a dejar buena muestra de su virtuosismo.
Del material que
facturaron para “The Gathering”, antes de su obligado retiro a causa de la
enfermedad de Chuck Billy, nos ofrecerían un sabroso bocado, optando por dos de
sus piezas más agresivas “D.N.R. (Do Not Resuscitate)” y la implacable “ 3Days
In Darkness”, que con el concurso de toda la sala tarareando su melodía
volvería a impregnar de épica el recinto.
Con
todos los asistentes coreando insistentemente el nombre de la banda era el propio Chuck Billy
el encargado de emplear su registro más diabólico y gutural para presentarnos
la última pieza de la noche “Disciples Of The Watch”, con las luces nuevamente
cegando nuestra visión mientras la banda metía toda la carne en el asador para
firmar un final realmente apoteósico. En esta ocasión, a diferencia de lo que
suele ser habitual, no hubo bises, y tras someternos a una despiadada colección
de clásicos la banda se despidió desde el centro del escenario agradeciendo
nuestra presencia, y visiblemente
emocionados ante la entrega y la dedicación que mostró un publico que acabó
rendido a sus pies.
Pocas
bandas pueden vanagloriarse después de más de tres décadas de existencia de seguir imprimiendo
a sus directos semejante nivel de fuerza e intensidad. A lo largo de su
dilatada carrera por la banda han desfilado multitud de músicos de reconocido
prestigio, pero, a día de hoy , Testament
pueden presumir de contar con una de las mejores formaciones de su
historia. Eso sí, por favor, la próxima vez que alguien les proponga
colocar la batería de Gene Hoglan sobre
una tarima más elevada.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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