A
lo largo de la historia la música siempre ha sido el vehículo perfecto para que
los intérpretes consiguieran canalizar y transmitir emociones a los oyentes. Pero
cuando a los mandos nos encontramos con un artista como Steven Wilson la
experiencia cobra una nueva dimensión, convirtiéndose en una especie de viaje
iniciático a lo largo del cual el oyente se ve imbuido y transportado a ese
universo paralelo creado por el compositor británico. Durante los últimos años
la etiqueta que engloba las sonoridades progresivas ha experimentado un notable
aumento de popularidad entre el público, y buena muestra de ello han sido las
dos primeras ediciones del Festival Be Prog! My Fiend, y la reciente confirmación
de una tercera cita prevista para el
próximo mes de julio, lo que certifica el excelente momento que vive un género
que hasta hace poco era una delicatesen solo reservada para los oídos más
recatados y exigentes.
Al
aproximarnos hasta el enclave elegido para la cita, La Sala Barts, lo primero
que llamaba la atención era la larga cola que aguardaba pacientemente a que se
abrieran las puertas del recinto, un local acogedor y elegante situado en el Paralelo
y por cuyo escenario han desfilado en los últimos tiempos artistas como Camel o Steve Vai, y que para la ocasión registró
un lleno casi absoluto. Sin duda esta gran expectación era debida a que el
protagonista de la velada no visitó la Ciudad Condal en la gira de presentación
de su anterior obra “The Raven That Refused To Sing (And Other Stories)”, de
modo que la cita de esta noche se presentaba como la excusa perfecta para que
Wilson saldara su cuenta pendiente con el público barcelonés.
Todos
los allí congregados sabíamos que la de esta noche sería una velada especial.
En primer lugar, no habría invitados para la apertura, este hecho y que el
concierto fuera presentado bajo el formato de
“An Evening With”, una fórmula cada vez más utilizada entre los
virtuosos, nos hacia presagiar que disfrutaríamos de un concierto extenso, en
el que Wilson y sus muchachos tendrían ocasión de centrarse en las
composiciones de su último trabajo “Hand.Cannot.Erase”, amén de ofrecernos algún fugaz guiño de sus
anteriores obras , ya fuera de su material en solitario o de alguna de las composiciones que aportara a
Porcupine Tree.
La
anécdota de la velada fue la negativa del compositor londinense a que se
tomaran instantáneas del concierto, ya que no se limitó a no permitir la
entrada de fotógrafos acreditados, sino que Wilson llamó la atención a algunos
de los presentes que de manera furtiva quisieron inmortalizar algún momento del
concierto con sus teléfonos móviles. Al acceder al recinto llamaba la atención lo
peculiar del montaje, con un enorme telón trasero sobre el que se irían proyectando imágenes que guardaban una estrecha
relación con la temática de los temas de
su última obra, así como una mesa situada en el centro del escenario donde se
ubicó una silla, un teclado y un ordenador que Wilson utilizaría durante
diferentes partes del show.
La
estructura del concierto estuvo dividida en dos partes perfectamente
diferenciadas. El primer tramo se centraría casi de forma exclusiva en el
material contenido en su última entrega de estudio “Hand.Cannot.Erase”, mientras
que el segmento final estaría reservado para algún suculento recuerdo a su pasado. En
cuanto a los músicos que acompañaron al músico londinense, en esta ocasión,
contaríamos con el concurso del guitarrista Dave Kilminster, el batería Craig
Blundell, el teclista Adam Holzman y el bajista Nick Beggs.
Con
exquisita puntualidad las luces se apagaban para que los músicos fueran tomando
posiciones haciendo que la magia comenzara a fluir con el arranque lento y
sosegado que nos proponían con el
elegante “First Regret”. Durante toda la velada el sonido fue absolutamente
espectacular, haciendo que los vibrantes increscendos instrumentales de “3
Years Older”, sonaran en todo su esplendor, embaucando a todos los presentes
con sus melodías y con la pulcritud de la voz de un Wilson que se mostró
especialmente inspirado. En todo momento la actitud del público fue respetuosa,
especialmente destacable me parecieron los reverenciales silencios que se
produjeron entre tema y tema, algo que serviría para escenificar la devoción de
una audiencia que parecía estar presenciando una performance o una obra de
teatro mas que un concierto de rock. Pero esto no quiere decir que el
respetable se mantuviera frío o distante, ya que la gente se volcó a la hora de
agasajar al protagonista de la noche, y más cuando durante su primer “speech”
Wilson pidió disculpas por su larga ausencia sobre los escenario de la Ciudad
Condal.
Aunque
como era previsible fue Wilson quien se
llevó la mayoría de las miradas, lo cierto es que me pareció especialmente
remarcable el concurso del bajista Nick Beggs, quien ofreció un autentico
recital, tanto a la hora de atacar su instrumento como apoyando en las segundas
voces en muchos de los temas, y es que
incluso recabaría el apoyo de la gente durante el arranque de “Hand.Cannot.Erase”,
que hacía que el show poco a poco fuera ganando en intensidad. Tal y como
muchos habíamos vaticinado los temas de su última obra fueron cayendo en el
mismo orden que en el disco, de modo que para “Perfect Life”, Wilson se despojó
de su guitarra y tomó posiciones delante de su ordenador para hacerse cargo de
los teclados, mientras Beggs daba buena cuenta de su stick bass.
Uno
de los momentos más melancólicos de esta primera parte del show llegaría
acompañado de “Routine”, en la que unos sobrecogedores silencios se
convertirían en la excusa perfecta para que Wilson desplegara de forma
magistral esos desarrollos tristes y dramáticos sobre una audiencia
completamente embelesada. La encargada de romper la linealidad conceptual que
hasta ese momento había seguido el show sería “Index”, que serviría para ofrecernos su primera mirada al pasado,
concretamente hacia el material contenido en su trabajo “Grave For Drowning”,
dejándonos la impactante estampa de toda la banda chasqueando los dedos en un escenario envuelto
en la frialdad de las luces azules.
A
lo largo de toda la velada Wilson hizo gala de esa deliciosa versatilidad que
siempre ha marcado sus composiciones, de modo que la encargada de volver a
adentrarnos en derroteros más roqueros sería “Home Invasion”, con una
arrolladora base rítmica llevando las riendas durante el tramo inicial para que
poco a poco las guitarras fueran tomando protagonismo hasta convertir el tema
en uno de los más animados de la noche. Pero que nadie se lleve a engaño, ya
que la descorazonadora historia de Joyce Carol Vincent, que Wilson descubrió
viendo el documental "Dreams Of A Life”, y que sirve como hilo conductor para
"Hand.Cannot.Erase", nos acabaría abocando sobre los aromas más
introspectivos y psicodélicos de "Regret #9".
Curiosamente,
la encargada de volver a romper la dinámica del show sería “Lazarus”, la primera pieza rescatada del catálogo de
Purcupine Tree, que contó con una de las respuestas más efusivas de toda la
velada, para que acto seguido Wilson desgranara la inédita "My Book Of
Regrets", demostrando un dominio absoluto de la situación, tanto de lo que
ocurría sobre el escenario como entre la audiencia, y es que el londinense,
descalzo y ataviado con sus inseparables gafas y ese peculiar look, -casi más propio de profesor de
conservatorio que de un músico de rock-, supo tirar de su magnetismo personal y
carisma a lo largo de todo el recital.
La
tripleta encargada de protagonizar el desenlace del tramo dedicado a
"Hand.Cannot.Erase", estaría compuesta por el halo de nostalgia
contenido en los laberínticos y épicos
desarrollos de "Ancestral", que contó con las pistas de Ninet Tayeb enlatadas, el
intrigante y reflexivo "Happy Returns", que volvería a relajar el
ambiente antes de que "Ascendant
Here On...", pusiera la guinda definitiva a esta primera parte del show.
Tras
unos instantes de reverencial silencio, las luces volvían a encenderse con el
escenario cubierto con un fino velo que nos permitía ver la silueta de los
músicos durante la interpretación de "The Watchmaker", que se
convertiría en el primer guiño a su anterior entrega "The Raven That
Refused To Sing (And Other Stories)". Una nueva mirada sobre el material
de Porcupine Tree nos conduciría sobre un imponente "Sleep Togheter",
tras el que el quinteto volvería a retirarse del escenario acompañado de una estruendosa
ovación.
No
se harían de rogar en exceso para su segundo retorno sobre las tablas, y lejos
de bucear sobre sus anteriores entregas en solitario, Wilson decidió obsequiar
a sus incondicionales con gemas como "The Sound Of Muzak" y la camaleónica
"Open Car", durante la que se alternarían esos pasajes cargados de
melodía con los riffs más potentes de toda la velada. Mientras que para poner
el broche definitivo a sus dos horas largas de show el londinense optaría por
los aromas más relajados y minimalistas de "The Raven That Refused To Sing".
En
resumen, Steven Wilson volvió a demostrar porque es uno de los músicos más
talentosos y reconocidos dentro de la escena progresiva actual. Muchos podrán
alegar que el compositor y multi-instrumentista británico se ha endiosado en exceso, que el
ritmo de su show no fue todo lo dinámico que nos hubiera gustado, pero lo
cierto es que el espectáculo que ofreció Steven Wilson fue absolutamente
impecable, proponiéndonos un torrente de emociones desatadas, elegancia e
imaginación. Quizás no tuvimos unas guitarras asesinas ni a una audiencia
completamente desatada, pero Steven Wilson, a su manera, consiguió elevar su
propuesta a un nivel superior, ofreciéndonos un show diseñado para el deleite de sus
incondicionales.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
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