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lunes, 21 de septiembre de 2015

STEVEN WILSON-BARTS-BCN-17-SEP-2015



A lo largo de la historia la música siempre ha sido el vehículo perfecto para que los intérpretes consiguieran canalizar y transmitir emociones a los oyentes. Pero cuando a los mandos nos encontramos con un artista como Steven Wilson la experiencia cobra una nueva dimensión, convirtiéndose en una especie de viaje iniciático a lo largo del cual el oyente se ve imbuido y transportado a ese universo paralelo creado por el compositor británico. Durante los últimos años la etiqueta que engloba las sonoridades progresivas ha experimentado un notable aumento de popularidad entre el público, y buena muestra de ello han sido las dos primeras ediciones del Festival Be Prog! My Fiend, y la reciente confirmación de una tercera cita prevista  para el próximo mes de julio, lo que certifica el excelente momento que vive un género que hasta hace poco era una delicatesen solo reservada para los oídos más recatados y exigentes.

Al aproximarnos hasta el enclave elegido para la cita, La Sala Barts, lo primero que llamaba la atención era la larga cola que aguardaba pacientemente a que se abrieran las puertas del recinto, un local acogedor y elegante situado en el Paralelo y por cuyo escenario han desfilado en los últimos tiempos artistas como  Camel o Steve Vai, y que para la ocasión registró un lleno casi absoluto. Sin duda esta gran expectación era debida a que el protagonista de la velada no visitó la Ciudad Condal en la gira de presentación de su anterior obra “The Raven That Refused To Sing (And Other Stories)”, de modo que la cita de esta noche se presentaba como la excusa perfecta para que Wilson saldara su cuenta pendiente con el público barcelonés.

Todos los allí congregados sabíamos que la de esta noche sería una velada especial. En primer lugar, no habría invitados para la apertura, este hecho y que el concierto fuera presentado bajo el  formato de  “An Evening With”, una fórmula cada vez más utilizada entre los virtuosos, nos hacia presagiar que disfrutaríamos de un concierto extenso, en el que Wilson y sus muchachos tendrían ocasión de centrarse en las composiciones de su último trabajo “Hand.Cannot.Erase”,  amén de ofrecernos algún fugaz guiño de sus anteriores obras , ya fuera de su material en solitario o de  alguna de las composiciones que aportara   a Porcupine Tree.

La anécdota de la velada fue la negativa del compositor londinense a que se tomaran instantáneas del concierto, ya que no se limitó a no permitir la entrada de fotógrafos acreditados, sino que Wilson llamó la atención a algunos de los presentes que de manera furtiva quisieron inmortalizar algún momento del concierto con sus teléfonos móviles. Al acceder al recinto llamaba la atención lo peculiar del montaje, con un enorme telón trasero sobre el que se irían  proyectando imágenes que guardaban una estrecha relación con la temática de los temas  de su última obra, así como una mesa situada en el centro del escenario donde se ubicó una silla, un teclado y un ordenador que Wilson utilizaría durante diferentes partes del show.

La estructura del concierto estuvo dividida en dos partes perfectamente diferenciadas. El primer tramo se centraría casi de forma exclusiva en el material contenido en su última entrega de estudio “Hand.Cannot.Erase”, mientras que el segmento final estaría reservado para  algún suculento recuerdo a su pasado. En cuanto a los músicos que acompañaron al músico londinense, en esta ocasión, contaríamos con el concurso del guitarrista Dave Kilminster, el batería Craig Blundell, el teclista Adam Holzman y el bajista Nick Beggs.

Con exquisita puntualidad las luces se apagaban para que los músicos fueran tomando posiciones haciendo que la magia comenzara a fluir con el arranque lento y sosegado que nos proponían con  el elegante “First Regret”. Durante toda la velada el sonido fue absolutamente espectacular, haciendo que los vibrantes increscendos instrumentales de “3 Years Older”, sonaran en todo su esplendor, embaucando a todos los presentes con sus melodías y con la pulcritud de la voz de un Wilson que se mostró especialmente inspirado. En todo momento la actitud del público fue respetuosa, especialmente destacable me parecieron los reverenciales silencios que se produjeron entre tema y tema, algo que serviría para escenificar la devoción de una audiencia que parecía estar presenciando una performance o una obra de teatro mas que un concierto de rock. Pero esto no quiere decir que el respetable se mantuviera frío o distante, ya que la gente se volcó a la hora de agasajar al protagonista de la noche, y más cuando durante su primer “speech” Wilson pidió disculpas por su larga ausencia sobre los escenario de la Ciudad Condal.

Aunque como era previsible fue Wilson  quien se llevó la mayoría de las miradas, lo cierto es que me pareció especialmente remarcable el concurso del bajista Nick Beggs, quien ofreció un autentico recital, tanto a la hora de atacar su instrumento como apoyando en las segundas voces en muchos de los temas, y es que  incluso recabaría el apoyo de la gente durante el arranque de “Hand.Cannot.Erase”, que hacía que el show poco a poco fuera ganando en intensidad. Tal y como muchos habíamos vaticinado los temas de su última obra fueron cayendo en el mismo orden que en el disco, de modo que para “Perfect Life”, Wilson se despojó de su guitarra y tomó posiciones delante de su ordenador para hacerse cargo de los teclados, mientras Beggs daba buena cuenta de su stick bass.

Uno de los momentos más melancólicos de esta primera parte del show llegaría acompañado de “Routine”, en la que unos sobrecogedores silencios se convertirían en la excusa perfecta para que Wilson desplegara de forma magistral esos desarrollos tristes y dramáticos sobre una audiencia completamente embelesada. La encargada de romper la linealidad conceptual que hasta ese momento había seguido el show sería “Index”, que serviría para  ofrecernos su primera mirada al pasado, concretamente hacia el material contenido en su trabajo “Grave For Drowning”, dejándonos la impactante estampa de toda la banda  chasqueando los dedos en un escenario envuelto en la frialdad de las luces azules.

A lo largo de toda la velada Wilson hizo gala de esa deliciosa versatilidad que siempre ha marcado sus composiciones, de modo que la encargada de volver a adentrarnos en derroteros más roqueros sería “Home Invasion”, con una arrolladora base rítmica llevando las riendas durante el tramo inicial para que poco a poco las guitarras fueran tomando protagonismo hasta convertir el tema en uno de los más animados de la noche. Pero que nadie se lleve a engaño, ya que la descorazonadora historia de Joyce Carol Vincent, que Wilson descubrió viendo el documental "Dreams Of A Life”, y que  sirve como hilo conductor para "Hand.Cannot.Erase", nos acabaría abocando sobre los aromas más introspectivos y psicodélicos de "Regret #9".

Curiosamente, la encargada de volver a romper la dinámica del show sería “Lazarus”,  la primera pieza rescatada del catálogo de Purcupine Tree, que contó con una de las respuestas más efusivas de toda la velada, para que acto seguido Wilson desgranara la inédita "My Book Of Regrets", demostrando un dominio absoluto de la situación, tanto de lo que ocurría sobre el escenario como entre la audiencia, y es que el londinense, descalzo y ataviado con sus inseparables gafas y ese  peculiar look, -casi más propio de profesor de conservatorio que de un músico de rock-, supo tirar de su magnetismo personal y carisma a lo largo de todo el recital.

La tripleta encargada de protagonizar el desenlace del tramo dedicado a "Hand.Cannot.Erase", estaría compuesta por el halo de nostalgia contenido en los laberínticos y épicos  desarrollos de "Ancestral", que contó  con las pistas de Ninet Tayeb enlatadas, el intrigante y reflexivo "Happy Returns", que volvería a relajar el ambiente antes de  que "Ascendant Here On...", pusiera la guinda definitiva a esta primera parte del show.

Tras unos instantes de reverencial silencio, las luces volvían a encenderse con el escenario cubierto con un fino velo que nos permitía ver la silueta de los músicos durante la interpretación de "The Watchmaker", que se convertiría en el primer guiño a su anterior entrega "The Raven That Refused To Sing (And Other Stories)". Una nueva mirada sobre el material de Porcupine Tree nos conduciría sobre un imponente "Sleep Togheter", tras el que el quinteto volvería a retirarse del escenario acompañado de una estruendosa ovación.

No se harían de rogar en exceso para su segundo retorno sobre las tablas, y lejos de bucear sobre sus anteriores entregas en solitario, Wilson decidió obsequiar a sus incondicionales con gemas como "The Sound Of Muzak" y la camaleónica "Open Car", durante la que se alternarían esos pasajes cargados de melodía con los riffs más potentes de toda la velada. Mientras que para poner el broche definitivo a sus dos horas largas de show el londinense optaría por los aromas más relajados y minimalistas  de "The Raven That Refused To Sing".

En resumen, Steven Wilson volvió a demostrar porque es uno de los músicos más talentosos y reconocidos dentro de la escena progresiva actual. Muchos podrán alegar que el compositor y multi-instrumentista  británico se ha endiosado en exceso, que el ritmo de su show no fue todo lo dinámico que nos hubiera gustado, pero lo cierto es que el espectáculo que ofreció Steven Wilson fue absolutamente impecable, proponiéndonos un torrente de emociones desatadas, elegancia e imaginación. Quizás no tuvimos unas guitarras asesinas ni a una audiencia completamente desatada, pero Steven Wilson, a su manera, consiguió elevar su propuesta a un nivel superior, ofreciéndonos un show  diseñado para el deleite de sus incondicionales.



TEXTO:ALFONSO DIAZ

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