A principios de la década de los ochenta la escena metálica americana era un crisol de nuevas formaciones que batallaban intensamente por hacerse un hueco en el underground de ciudades como New York o San Francisco, ansiando conseguir un contrato discográfico y poder presentarse en locales como The Keystone, el Kabuki Theatre o The Stone. Ni tan siquiera los más optimistas de entre aquellos talentosos jovenzuelos podrían imaginarse que más de tres décadas después el estilo que ayudaron a definir seguiría más vivo que nunca en pleno siglo XXI, y, además, gozando de un excelente estado de salud.
Sin duda un cartel como el de esta noche, contando con el concurso de dos pesos pesados como son Slayer y Anthrax, significaba un excelente reclamo para cualquier amante del thrash metal “old-school”, lo que acabó propiciando que en la sala grande del Razzmatazz se colgara el cartel de “Sold Out”. Con los neoyorquinos inmersos ya en la cuenta atrás para la publicación de su undécima obra de estudio, que llevará por título “For All Kings”, y con los míticos Slayer demostrado su capacidad para regenerarse tras la muerte del carismático Jeff Hanneman y la marcha del controvertido batería Dave Lombardo, la descarga esta noche prometía ser una de las citas del año.
Los terceros en discordia y, a la postre, los encargados de abrir la velada serían Kvelertak, una banda con una propuesta que, a priori, poco tenia que ver con la de los dos colosos americanos. Pero lo cierto es que acabaron dejando una buena impresión, gracias a esa curiosa mezcla de black metal, sucios guitarrazos roqueros, e incluso algunos retazos punk. Ante una sala que a estas horas ya presentaba un fantástico aspecto Kvelertak saltaban a escena con el ataque directo y frontal que supuso “Äpenbaring”. Lo primero que llamó la atención de la puesta en escena del combo noruego fue la presencia de tres guitarristas y la ferocidad de su vocalista, Erlend Hjelvik, que apareció en escena a pecho descubierto y luciendo un vistoso tocado con forma de pájaro.
Con la gente todavía reponiéndose del impacto que supuso la propuesta de Kvelertak, -muchos no los conocían y se esperaban algo más afín a las estrechas de la noche-, la tarde proseguiría con las sinuosas ambientaciones de “Nekroskop”, que se convertiría en el primer recuerdo hacia su debut homónimo publicado hace un lustro. Mientras la gente iba accediendo al recinto la formación noruega no quiso desaprovechar la ocasión de llegar a un público tan numeroso, así que no mostraron ninguna clase de reparo a la hora de exhibir su faceta más sucia y garajera presentándonos temas como el incisivo “Mjød” o el sanguinario “Månelyst”, que no hacían más que espolear a una audiencia que parecía dispuesta a dejarse imbuir por su personal propuesta.
Con dos disco publicados, los de Stavanger nos ofrecieron un set bastante equilibrado, especialmente durante la primera mitad del show, alternando piezas de su debut como “Ulvetid” y “Offernatt”, con temas impactantes y sorpresivos como el pegadizo “Evig Vandrar”, rescatado de su última entrega discográfica “Meir”. La encargada de cerrar el segmento dedicado a su debut sería una acelerada versión del irreverente “Blodtorst”, que sería la elegida para que la tripleta de guitarristas, formada por Landa, Lund y Ofstad, nos ofreciera una buena muestra de su compenetración a la hora de intercalar sus incendiarios fraseos.
Mucha más presencia tendría su segunda obra durante el tramo final de su actuación, ya que los noruegos optaron por presentarnos de forma consecutiva hasta cuatro nuevas composiciones, dejando que los desarrollos western de “Bruane Brenn” fueran los encargados de adentrarnos en un tema tortuoso y oscuro. Con la gente cada vez más animada, gracias a la entrega de una banda que se mostró muy cercana y comunicativa, llegaba el turno de que los densos riffs nos adentraran en los aromas stoners de “Underto”. Por si alguno no había podido apreciar esos matices clásicos que posee la propuesta de los noruegos, antes de su despedida todavía tendríamos ocasión de mover los pies y ponernos a botar acompañando al contagioso “Kvelertak”.
En definitiva, buena descarga de Kvelertak, aunque entre la audiencia hubo más de uno que miró el escenario con cara de asombro al no acabar de entender que pintaban los noruegos compartiendo cartel con dos pesos pesados del thrash.
El tiempo de los preámbulos se había acabado. Así que tras la descarga del combo noruego la sala grande del Razzmatazz, -el enclave de las grandes ocasiones-, presentaba ya su aspecto de gala esperando el inminente desembarco de Scott Ian y sus secuaces. Tras su última visita, abriendo para los titanes británicos Iron Maiden, los neoyorquinos se presentaban nuevamente con la presencia tras los tambores de Jon Dette, que sustituía a su batería habitual Charlie Benante. Con la batería flanqueada por sendos pentagramas y mientras la audiencia coreaba de forma enfervorizada el nombre de la banda los músicos aparecían en escena para abrir su actuación con un todo un clásico como es “Caught In A Mosh”, que hacia subir la excitación del respetable mientras el incombustible Frank Bello no dejaba de moverse haciendo círculos con su bajo.
Aunque muchas de las miradas se dirigieron hacia el lateral donde se encontraba el carismático guitarrista Scott Ian, lo cierto es que quien se llevó el gato al agua, tanto por su excelente estado de forma como por la simpatía que irradió, fue Joey Belladonna, que apareció en escena absolutamente poseído, corriendo de un lado a otro mientras se aferraba a su medio pie de micro para atacar el cover de Joe Jackson “Got the Time”. Un sonido poderoso, una banda imparable y, como no, el concurso de un Jonathan Donais al que ahora se ve mucho más suelto e integrado fueron los alicientes perfectos para que clásicos incontestables como “Madhouse” desataran la locura entre las primeras filas.
Con el vocalista saludando a la audiencia llegábamos al primer speech de la noche, que seria el que precedería a un nuevo “cover”, siendo el escogido “Antisocial” de los franceses Trust, un tema que se popularizó entre la parroquia metálica española gracias a la versión que los neoyorquinos grabaron para su “State Of Euphoria” de 1988. La sorpresa de la noche llegaría cuando el barbudo guitarrista nos anunciaba el estreno de uno de los temas que formará parte de su próximo disco, “Evil Twin”, que personalmente me gustó bastante, ya que sigue la línea que perfilaron en su anterior entrega, apostando por unas guitarras muy potentes, una base rítmica demoledora y unas líneas vocales melódicas y compactas.
Tras protagonizar un arranque verdaderamente incendiario, en el que mezclaron algunos de sus himnos más celebrados y un tema que formará parte de su inminente futuro, llegaba el momento de echar la vista atrás y recuperar una de las mejores composiciones de “Worship Music”, recurriendo a los mosheantes riffs de “Fight´Em ´Till You Can´t”, que sorpresivamente fue fantásticamente recibida. Aunque en esta ocasión Belladonna no salió ataviado con su penacho de plumas, no faltaría a su cita el revolucionario “Indians”, que volvía aunar las gargantas de todos los presentes para convertirse en uno de los puntos álgidos de la descarga.
La segunda sorpresa de la noche, representando un guiño que personalmente no me esperaba, llegaría de manos de “March Of The S.O.D.”, de los míticos S.O.D., el proyecto que compartieron Scott y Charlie con Dan Lilker y Billy Milano. El momento de los homenajes a dos figuras indispensables dentro de la escena metalera, Ronnie James Dio y Dimebag Darrell, llegaría con el emotivo “In The End”, que fue acompañado de imágenes de sendos músicos mientras la sala, siguiendo las indicaciones de Belladonna, despedía el tema haciendo el gesto que popularizó “el pequeño Elfo”. El tiempo de los neoyorquinos se estaba agotando, pero antes de desaparecer todavía tendrían tiempo de ofrecernos una nueva clase magistral de humeante thrash metal, gracias a la dosis de agresividad y clasicismo que representó “Among The Living”, que hizo retumbar intensamente los cimientos del local.
Una vez más Anthrax volvieron a demostrar que su hábitat natural es el directo, pero me gustaría aprovechar la ocasión para compartir un par de reflexiones. Desde que volvieran a reunirse con Joey Belladonna, la banda ha venido o bien en festivales (Sonisphere) o abriendo para grandes bandas (Dio, Iron Maiden), lo que se ha traducido en shows intensos pero cortos. Además, como también sucediera en anteriores visitas, Anthrax volvieron a recurrir en exceso a los “covers”, dejando de lado algunos de sus clásicos más emblemáticos y toda su producción con John Bush al frente. Así que, personalmente, creo que ya va siendo hora de que la banda de un giro a su repertorio y se presenten en nuestros escenarios liderando su propio espectáculo, tal y como sucediera en Valencia.
Seis largos años han transcurrido desde que Slayer publicarán "World Painted Blood", durante todo este tiempo la banda se ha mantenido activa en directo, superando la enfermedad y la muerte del carismático Jeff Hanneman y un nuevo desencuentro con el batería Dave Lombardo. Finalmente "Repentless" veía la luz a principios del pasado mes de septiembre, un álbum que marca el inicio de una nueva etapa con la incorporación definitiva del guitarrista Gary Holt y el regreso tras los tambores de Paul Bostaph. Comandando los destinos de la mítica formación californiana continúan el guitarrista Kerry King y el bajista y vocalista Tom Araya, un tándem letal y devastador que sigue manteniendo en pie el estandarte de una de las formaciones más influyentes y veneradas de la escena extrema.
Tras la descarga de unos Anthrax que volvieron a dejar patente que siguen siendo una apisonadora en directo, y tras el caótico ascenso que tuvimos que padecer todos los que quisimos acceder a la terraza del recinto durante el entreacto, un Razzmatazz abarrotado hasta la bandera esperaba impaciente a que la cortina que ocultaba el escenario cayera para dar el pistoletazo de salida al show. Precisamente sería sobre esa cortina donde se proyectarían las imágenes que servirían como introducción mientras a través del P.A. atronaba a un volumen ensordecedor "Delusions Of Saviour", con las siluetas de los músicos tomando posiciones para arrancar el show con un desgarrador "Repentless", que hacia que el local se viniera literalmente abajo. La principal novedad, salvando las ya mencionadas incorporaciones de Holt y Bostaph, fue el montaje escénico que exhibieron los americanos, con un enorme telón de fondo y con unas grandes cruces invertidas que pendían del techo del local. En cuanto al sonido, si bien es cierto que durante el tema de apertura y el posterior "Postmorten" fue excesivamente elevado, poco a poco se fue equilibrando permitiéndonos disfrutar de una seminal sesión del mejor thrash metal.
Como una auténtica apisonadora el tándem Gary Holt/ Kerry King nos ofreció una sincronización prácticamente perfecta, consiguiendo que muchos sólo nos acordáramos del desaparecido Hanneman durante los solos, ya que el estilo de Holt es algo más sucio y visceral. En cuanto al concurso de Tom Araya, lo cierto es que ya no es el torbellino desatado de hace unos años, los problemas de espalda han acabado haciendo mella en el chileno que ahora se muestra mucho más comedido que antaño. Tampoco puede decirse que vocalmente esté en su mejor momento, ya que se mostró bastante ronco, especialmente en la parte final del show. Pese a ello, Araya no ha perdido sus dotes como frontman y supo tirar del carro a la hora de animar al personal al atacar temas de su última etapa como "Hate Worldwide".
Con un calor asfixiante y con la audiencia completamente entregada "Disciple", era la elegida para que la velocidad remitiera mínimamente mientras el nivel de intensidad se elevaba a su máxima expresión, con toda la sala coreando junto a Tom ese lacónico: "God Hates Us All". Ya se sabe que durante toda su carrera Slayer se han caracterizado por unas letras irreverentes y punzantes, en las que han atacado sin ningún tipo de miramiento a las diferentes doctrinas religiosas. De modo que la retahíla de mensajes apocalípticos y anti religiosos proseguiría con "God Send Death", que se convertiría en la segunda y última muestra de su trabajo de 2001.
Un Araya desafiante, y con la mirada perdida en el horizonte, sería el encargado de anunciar el devastador "War Ensemble", que desataba la euforia entre los fans más veteranos del cuarteto, convirtiendo la pista en un campo de batalla. Habiendo espoleado al máximo a sus incondicionales llegaba el momento de volver a reincidir en su último lanzamiento, y que mejor que una doble ración de "Repentless", protagonizada por la oscura densidad de "When The Stillness Comes", con Kerry llevando el timón mientras Tom se giraba hacia la batería de un Bostaph que se mostró en un fantástico estado de forma, y la sobrecogedora "Vices".
Aunque los temas de su última placa gozaron de una buena acogida, los momentos más salvajes de la noche llegarían cuando el cuarteto se metió en faena y empezó a desempolvar piezas imprescindibles en su discografía como "Chemical Warfare", "Die By The Sword" o un incendiario "Black Mágic", que les servían para poner de manifiesto que estos “nuevos" Slayer no han perdido la garra y la agresividad que siempre les ha caracterizado. Tras recabar una nueva ovación los músicos se situaban de espaldas al respetable para arrancar la última de las nuevas composiciones que presentarían esta noche "Implode", para acto seguido abalanzarse sobre una nueva sucesión de incontestables clásicos.
La caída del telón trasero, dejando ante nuestros ojos el clásico logo de la formación, daría el pistoletazo de salida a un celebradísimo "Seassons In The Abyss", que marcaba el inicio de un suculento viaje que tendría su siguiente escala en el demoniaco "Hell Awaits", que nos dejaba a una banda completamente desatada mientras Araya encaraba sus líneas vocales impasible frente a su pie de micro. Y es que el vocalista, como suele ser habitual en sus visitas a nuestro país, volvió a chapurrear algunas frases en su peculiar castellano, presentando con su visceral ironía "Dead Skin Mask", como si de una canción de amor se tratará. El último cartucho en la recámara de los americanos estaría reservado para "World Painted Blood", que de las composiciones facturadas en este siglo fue de las que mejor funcionó, poniendo el punto y seguido a la velada.
El regreso del cuarteto no podría ser más explosivo, con Holt y King dibujando sobre sus mástiles el intrigante arranque de "South Of Heaven", que volvía a desatar la euforia de todos los presentes de cara a encarar el último tramo de la actuación. Cuanto menos curioso resultaba que a estas alturas de concierto Slayer no hubieran recurrido a una de sus obras más emblemáticas "Reign In Blood". Así que para poner el broche definitivo a la velada que mejor que el legendario "Raining Blood", con un Bostaph sencillamente colosal, y un desgarrador "Angel Of Death", que dejaba a una audiencia literalmente destrozada tras una larga sesión de thrash metal protagonizada por dos de las bandas que integran el legendario The Big Four americano.
No hubo piedad para los asistentes. Slayer volvieron a salir victorioso de su enésimo envite en tierras catalanas, demostrando que, pese al paso de los años y a los traumáticos cambios de line-up, Araya y King tienen arrestos suficientes para seguir tirando del carro y continuar agrandando el legado de una formación indiscutible si hablamos de la evolución del metal en las últimas cuatro décadas.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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