En pocas ocasiones una banda tuvo dos etapas tan bien diferenciadas como en el caso de Europe. Tras conseguir unas buenas críticas con sus dos primeros trabajos, "The Final Countdown" les catapultó al estrellato mundial, pero detrás de aquellos jovenzuelos había una gran banda de rock n roll, tal y como corroboraron en obras posteriores como "Out Of This World" o "Prisioners In Paradise", para las que contaron con el guitarrista Kee Marcello. Tras unos años de letargo la banda regresaba a la carga para reinventarse a si misma, mostrándonos a unos músicos maduros y con inquietudes que, lejos de explotar el recurso fácil de vivir de rentas del pasado, optaron por demostrar que aún tenían mucho que ofrecer.
Su
décimo trabajo "War Of Kings", ha servido para mostrarnos su faceta
más oscura, recuperando sus raíces más hard roqueras. Para ello la formación
sueca se ha desprendido de sus característicos estribillos y se ha concentrado
en la pegada y el feeling clásico que transmiten sus nuevas composiciones.
Hacia escasos meses que la banda se había presentado en tierras catalanas como
parte del cartel del Rock Fest Barcelona, quizás fuese ese el motivo por el que
la sala grande del Razzmatazz no presentó el aspecto de las grandes ocasiones.
En cualquier caso, unas tres cuartas
partes de entradas se dieron cita para revivir junto a sus compositores algunos
de los hits más radiados de la década de los ochenta, amén de un puñado de
nuevas composiciones facturadas a lo largo de este siglo XXI.
Los
encargados de abrir la velada serían los chicos de Dirty Thrills, un potente
cuarteto londinense que, pese a su juventud, demostró una fuerte inclinación
hacia los sonidos más añejos del blues
rock, recurriendo para ello a la sonoridad de bandas míticas como Led Zeppelin.
De la mejor forma, con toda una declaración de intenciones como es “Rock
N´Roll”, los londinenses abrían su descarga mostrando muchas ganas, actitud e ilusión.
Muy activos sobre el escenario el cuarteto dio
en todo momento muestras de estar pasándoselo en grande sobre las tablas mientras nos ofrecían un detallado repaso a su
primer largo homónimo. Temas cortos, directos y con mucho gancho fueron la
excusa perfecta para hacernos mover los pies con los adictivos estribillos de
“Reign”, para acto seguido hacernos sucumbir ante los potentes guitarrazos
de “The Man Who Lost His Way”. Tampoco
quisieron dejarse en el tintero algún guiño a su EP “Sweetheart Of The Slums”,
del que nos ofrecieron “Feeling”, sacando
a relucir su faceta más descarada y vacilona.
Quizás
el mayor activo de los británicos fuera su vocalista Louis James, -hijo del
cantante de Moody Blues, Nicky James-, quien además de mostrar una buena
condición vocal, no paró de animar a un público al que le costó entrar en el
concierto.
Pese a ello su show fue claramente de menos a más, consiguiendo que
temas como el primerizo “Shivers” o “Hourglass” nos dejaran una buena impresión
gracias al clasicismo de sus guitarras y
al toque bluesy que Louis imprimió a su interpretación. En definitiva, buena
actuación del combo londinense que consiguió ambientar la velada de cara al
plato fuerte de la noche.
Como
viene siendo habitual en sus últimas visitas la formación sueca apostó por un
escenario bastante sobrio, en el que únicamente destacaban la alta tarima sobre
la que se colocó la batería de Ian Haugland, y el telón ajedrezado con su logo
clásico. Con absoluta puntualidad y acompañados de una estruendosa ovación el
quinteto aparecía en escena para golpear
en el arranque con la pieza que titula y abre su última entrega “War Of Kings”.
Quizás no fuera la mejor opción abrir con un medio tiempo, pero lo cierto es que
ver a Joey Tempest haciendo sus habituales ruletas con el pie de micro y a un
concentradísimo John Norum atacar su instrumento fueron alicientes suficientes
para que la gente les tributara una calurosa bienvenida.
De
lo que si se acompañaron Europe en esta nueva visita a la Ciudad Condal fue de
un vistoso juego de luces que, precisamente, sería el encargado de introducir “Hole In My Pocket”, con la que
continuaban ahondando en su material más reciente, dejando que los teclados de
Mic Michaeli, -ataviado con un vistoso sombrero durante gran parte del show-,
se dejaran sentir con fuerza.
Viendo la media de edad de los asistentes
resultaba obvio que muchos de los allí presentes habíamos crecido acompañados
de sus grandes hits de la década de los ochenta, de modo que la explosión de júbilo
fue abrumadora cuando la audiencia reconoció los primeros compases
“Superstitious”, que se convertía en el primer gran clásico de la noche.
Aunque
conserva un inmejorable aspecto, lo cierto es que el paso de tiempo se ha
dejado notar en el registro Joey Tempest, ya que se le vio esforzarse al máximo
para intentar alcanzar los tonos más exigentes de “Wasted Time”. Mucho más cómodo y solvente se mostró
a la hora de encarar temas mas recientes como
“Last Look At Eden”, que hacía subir la intensidad en la sala gracias a
la potencia que exhibió la base rítmica formada por Ian Haugland y el bajista
John Levén. Casi por sorpresa, y cuando nadie lo esperaba, llegaría la primera
balada de la noche, la sentimental “Carrie”, que hacia que toda la sala se
sumara a la hora de corear su letra mientras el escenario se llenaba de luces multicolores.
Muy
simpático y comunicativo Tempest se mostró en todo momento muy cercano,
charlando con las primeras filas y recodándonos, en un par de ocasiones, que un
sábado por la noche era la mejor fecha para estar en Barcelona. Tal y como
apostilló durante la presentación del siguiente tema,“Second Day”, que definió
como su favorito del nuevo trabajo. Tampoco faltaría un recuerdo a su anterior
entrega “Bag Of Bones”, del que nos obsequiaron con las melodías “purpelianas”
de “Firebox”.
Una nueva mirada al pasado nos conduciría sobre “Sign Of The
Times”, con los teclados Michaeli volviendo a llevar el peso de la composición,
para acto seguido viajar al presente y dejar que Norum nos deleitara con una buena muestra de su técnica en el bluesero
“Praise You”.
El contraste llegaría de manos de una de las
piezas más cañeras de todo la noche, una afiladísima “The Beast”, que servía
para ratificar que los suecos no han perdido su olfato a la hora de componer temas con garra y fantásticos estribillos. El encargado de hacernos recuperar el aliento
sería el uptempo instrumental “Vasastan”, para el que brillaría intensamente un inconmensurable Norum que, una vez más,
volvía dejar su sello de calidad en un desarrollo cargado de feeling e
intensidad.
Sin apenas tiempo para reponernos del impacto, Tempest volvía a
escena armado con una guitarra para liderar a sus compañeros a través del
marchoso “Seventh Sign”, que se convertiría
en el primer y único recuerdo que tuvieron hacia su trabajo de 1991 “Prisioners
In Paradise”.
La marcha y el ritmo no se detendrían y los suecos continuaron
animando al personal con otra de sus gemas más preciadas “Ready Or Not”, que
significaba la excusa perfecta para que todos los presentes volviéramos a aunar
nuestras voces.
Ante
una audiencia completamente entregada el vocalista se dirigía a nosotros para
preguntarnos si nos gustaba el heavy metal antes de deleitarnos con los intensos increscendos de “Nothin´ To Ya”.
Acto seguido sería Ian Haugland quien se
quedaría solo en escena para ofrecernos su solo de batería.
El retorno de sus
compañeros estaría marcado por la explosión de melodía contenida en el vitalista
“Let The Good Times Rock”, que nos dejaría la imagen de Tempest recorriendo el
escenario mientras pasaba revista a las primeras filas.
Para
encarar la recta final de su descarga que mejor que el derroche de positivismo
y buen rollo que supuso el adictivo “Rock The Night”, que hizo que la sala se
viniera literalmente abajo. Antes de que el quinteto se despidiera por primera
vez todavía tendrían tiempo de ofrecernos los festivos riffs del tema más vibrante de su
última entrega, “Days Of Rock N Roll”. Todos sabíamos que había un tema que
debía sonar antes de que la descarga llegara definitivamente a su fin. Así que
todos cantamos junto a los suecos el inmortal “The Final Countdown”, que fue el
elegido para cerrar la velada por todo lo alto.
Cuanto
menos honesta me parece la actitud de unos Europe que han decidido apostar por
su presente aunque sin renunciar a su glorioso pasado. Un repertorio muy bien
escogido, y en el que convivieron temas de sus dos etapas, fue el mejor reclamo
para una audiencia que quería cantar sus himnos de toda la vida, pero también
deleitarse con las nuevas composiciones de una banda que camina con paso firme hacia las cuatro décadas
de vida.
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