Durante
los últimos años la etiqueta progresivo, en cualquiera de sus múltiples
vertientes, parece un valor en alza. Sin embargo, mientras nombres consagrados
como Dream Teather, Porcupine Tree o Steven Wilson cuentan sus conciertos con
llenazos incontestables, el gran público no parece acabar de conectar con
formaciones que pese a poseer una sólida trayectoria a sus espaldas no terminan
de ocupar el lugar que sin duda se merecen. Quizás fuese este el motivo por el
que un cartel tan atractivo como el que conformaban Circus Maximus y Divided
Multitude únicamente consiguió reunir a un par de centenares de aficionados a
su paso por la sala mediana del Razzmatazz.
Para
cualquiera que haya seguido los pasos de Circus Maximus resulta evidente que la
banda nunca se ha caracterizado por su excesiva productividad discográfica.
Formados a principios del siglo XXI, la formación noruega ha optado por
espaciar el lanzamiento de sus trabajos, mostrando en cada uno de ellos una
acusada evolución. Si hace cuatro años nos sorprendían a todos con
"Nine", uno de los mejores lanzamientos dentro de su estilo, la
formación capitaneada por el vocalista Michael Eriksen regresaba a la ciudad
condal para presentar su flamante
"Havoc", un plástico que les ha servido para adentrarse en las
emociones y los sentimientos personales.
Curiosamente,
para abrir fuego contaríamos con el concurso de la formación más veterana de la
noche, los también noruegos Divided Multitude. Ante una sala todavía muy poco
concurrida el quinteto de Brekstad tomaba el escenario para desplegar una
ambiciosa propuesta en la que se entremezclarían tintes power metaleros,
algunos pasajes repletos de elegancia instrumental e incluso algunos pasajes
más cañeros y agresivos. Pese a tener una larga discografía a sus espaldas los
noruegos optaron por conceder un protagonismo estelar a sus dos últimos lanzamientos
“Feed On Your Misery"(2013) y su más reciente "Divided Multitude"(2015),
del que no faltaron piezas como la inicial "Closure", que les servía
para romper el hielo y empezar a calentar a una audiencia que se mostró algo fría y distante.
Durante
su escueta presentación fueron constantes los duelos entre el guitarrista Christer
Horay y el teclista Eskild Kloften , quien además se encargaría de apoyar en
las voces en temas como "Feed On Your Misery", o "247".
Precisamente, sería en el apartado vocal en el que el quinteto se mostró menos
convincente, ya que su vocalista Sindre Antonsen tuvo una participación
bastante discreta, mostrándose algo irregular a la hora de encarar las
tonalidades agudas contenidas en temas como "How Many Tears".
Una
de las pocas concesiones que se permitieron hacia sus primeros lanzamientos
llegaría con el delicioso "Streets Of Bucharest", que con sus
suntuosas y delicadas melodías nos retrotraía al material contenido en su
segundo trabajo. El contraste llegaría con los aromas power metaleros
contenidos en la novedosa "Demise", que nos hacia apretar los dientes
antes de que la banda se despidiera definitivamente con la envolvente
"What I See". En resumen, aunque quizás les costó un poco entrar en
situación, especialmente a Sindre Antonsen, el quinteto noruego dio buena
cuenta de la variedad y amplitud de miras que destila su propuesta, pese a que
algunos nos quedamos con ganas de escuchar alguna composición más de sus
primeras obras.
Ante
una sala algo más concurrida y con la gente posicionándose más cerca del
escenario una intrigante introducción nos anunciaba el arranque de lo que sería
el plato fuerte de la noche, la descarga de Circus Maximus. Uno a uno, con el
escenario bañado en tonalidades rojizas, y recibiendo el calor de la audiencia
los músicos fueron tomando posiciones para dar el pistoletazo de salida con un
contundente medio tiempo como "Namaste".
Lo primero que me llamó la
atención fue la nitidez del sonido y el cuidado juego que luces que acompañó todo
el show. Igualmente destacable me pareció el concurso de Michael Eriksen que se
mostró preciso y pletórico a la hora de atacar sus líneas vocales. Y es que
pese a la ausencia del batería Truls Haugen, -quien no ha podido girar junto a sus compañeros y ha sido reemplazado por Frank
Nordeng Roe-, la banda hizo gala de un
excelente estado de forma, dejando unas magníficas sensaciones al atacar temas
como "The One", con el que firmaban un impactante arranque al fundir dos de las mejores piezas de su anterior
entrega "Nine".
Pese
a no haber mucho público, lo cierto es que la gente se mostró entusiasmada con el combo noruego, y es que aunque las
envolventes melodías de la novedosa "The Weight" fueran las
siguientes en hacer acto de presencia el nivel de entrega e intensidad del
respetable no decayó. Precisamente, sería a lo largo de este tema cuando Mats
Haugen nos ofreció una primera muestra de su clase y buen gusto a la hora de
atacar su instrumento mientras se encaramaba sobre una de las pequeñas tarimas
que estaban repartidas a lo largo del escenario. Un escueto "Muchas
Gracias" fueron las primeras palabras que nos dedicó un sonriente Eriksen
antes de seguir buceando entre las composiciones de "Havoc". Así que
con el escenario a media luz sería el penetrante bajo de Glenn Mollen el encargado de adentrarnos
en los excelsos desarrollos que protagonizaron "Highest Bitter".
Como
comentaba anteriormente su penúltima entrega "Nine" recibió una
excelente acogida entre sus seguidores, así que no me sorprendió que su tercer
opus fuera el que mayor representación tuvo en el repertorio de esta noche,
destacando especialmente piezas como la abrumadora "Architect Of Fortune",
que resultó la excusa perfecta para que Eriksen nos pusiera a todos a cantar. Pero
si hay algo que hace despuntar la propuesta del quinteto noruego es la
versatilidad de su material, de modo que el momento de hacer incrementar la
excitación del respetable llegaría con esa invitación a mover los pies que significó
la adictiva " Arrival Of Love", que se convertía en el primer
recuerdo hacia su “Isolate” de 2007.
El
contraste a ese ritmo frenético y trepidante llegaría de manos de otra pieza de
nuevo cuño "Loved Ones", que apaciguaba mínimamente los ánimos
mientras los teclados de Lasse Finbraten inundaban de magia el recinto. Una
nueva mirada al pasado nos conduciría sobre las melodías orientales de
"Sin", que evocaba esa vertiente más power metalera de sus
inicios.
No nos darían ni un segundo de
tregua, así que con la gente apoyando al
máximo llegaba el momento de la pieza que presta título a su cuarto y último
redondo "Havoc", que fue la escogida para dar rienda suelta a su
faceta más oscura y experimental en un vibrante in-crescendo final.
Esa
orientación más melódica que ha marcado algunas de las composiciones de la banda
quedaría plasmada durante los marchosos estribillos de "Wither", para
la que Eriksen se aferraría a su pie de micro para recorrer el escenario demandando
la complicidad de las primeras filas. Para encarar la recta final del show optarían
por aunar nuestras voces para entonar los estribillos de la deliciosa "Abyss".
Sonriente y muy complacido el vocalista
agradecería nuestra presencia antes de proponernos las resplandecientes
melodías de un incontestable "I Am", que les servía para retirarse
por primera vez acompañados de una sonora ovación.
Para
su retorno sobre las tablas optarían por las envolventes ambientaciones del
novedoso "Chivalry", que ponía de manifiesto que su propuesta no ha
dejado de evolucionar e incorporar
nuevos elementos. Mientras que para cerrar el show dejándonos a todos con un
excelente sabor de boca apostarían por el dinamismo hard roquero de "Game Of Life".
Corto,
muy corto se nos hizo el concierto de Circus Maximus, y es que la formación noruega
continúa evolucionando y asentando las bases de una propuesta cada vez más
personal y reconocible, dejando a un lado las influencias y las inevitables
comparaciones que marcaron sus primeras obras.
TEXTO Y FOTOS:ALFONSO DIAZ
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