Reunión
de maestros en la Ciudad Condal. Una vez más el polifacético y carismático Mike
Portnoy volvía a pisar nuestros escenarios. En esta ocasión, la excusa era
presentar el nuevo trabajo de The Winery Dogs, la banda que creara junto al veterano bajista Billy Sheehan y al
guitarrista y vocalista Richie Kotzen. Muchos pensábamos que esta colaboración
sería un proyecto puntual con el que sus protagonistas se mantendrían ocupados
durante los descansos de sus respectivas agendas, pero lo cierto es que el
power trío se ha acabado consolidando como uno de los nuevos referentes del
hard rock. Pese a estar programado el concierto para un día laborable, la
enorme cola que aguardaba la apertura de puertas de la céntrica sala Apolo
hacia presagiar que el recinto acabaría registrando una fantástica entrada.
Los
encargados de empezar a calentar el ambiente serían los británicos Inglorious,
una banda de reciente creación, -de hecho su debut homónimo aún no ha visto la
luz-, en la que nos encontramos con el vocalista Nathan James, quien ha
colaborado en el pasado con el mítico guitarrista Uli Jon Roth y con Trans-Siberian Orchestra.
Haciendo gala de una
puntualidad propia de su país de procedencia, el quinteto aparecía en escena
para sorprendernos con los potentes guitarrazos de "Until I Die",
dejando claras las raíces clásicas de su propuesta. Y es que el sonido de Inglorious es una crisol que reúne las
mejores virtudes del rock británico, tomando elementos de bandas como Deep
Purple, Whitesnake o Thunder. Mención especial mereció el fantástico trabajo
que realizó Nathan James quien, más que cantar, interpretó los temas,
inyectando garra y feeling a piezas como el descomunal "Breakaway".
Aunque
el vocalista era su cara más reconocible, el resto de sus compañeros tampoco se
quedaron atrás en cuanto a nivel de calidad e implicación. De hecho la banda
supo conectar rápidamente con una audiencia que se lo pasó en grande durante su
actuación cantando versiones como el clásico "I Surrender", que sonó
un punto más acelerado que en la versión de Rainbow; o un trepidante "Fool For Your Lovin" de Whitesnake,
inspirado en su versión más clásica y añeja.
Además
de su vena más marchosa y hard roquera los británicos también nos dieron
muestras de su vertiente más bluesy en temas como el introspectivo "Bleed
For You" o la temperamental "Holy Water". Aunque sin duda fueron
temas como el acelerado "Warning" o "Lay Down Stay" los que
mejor funcionaron en directo. En resumen, la velada se abría con la inesperada
sorpresa que supuso la actuación de Inglorious, una banda a la que os recomiendo
no perdáis la pista, y que demostró
tener calidad, clase y muchas tablas.
Ante
una sala abarrotada, con los anfiteatros de la parte superior abiertos, un
escenario sobrio, -decorado con un gran telón trasero con el logo de la banda y
un discreto set de teclados esquiando en la parte derecha-, aguardaba el
inminente desembarco de la formación californiana. Acompañados de una calurosa
bienvenida, acorde con la trayectoria y la calidad de sus miembros, el trío irrumpía
en escena para poner de manifiesto desde que arrancarán con la novedosa
"Oblivion" que en el seno de The Winery Dogs no hay lugar para las
luchas de egos ni para los liderazgos superfluos, ya que lo que prima es el
colectivo.
Esto no quiere decir que los tres virtuosos no tuvieran ocasión de mostrarnos sus excelsas habilidades técnicas,
ya que a lo largo del show fueron múltiples las demostraciones que nos ofrecieron.
El primero en dejarnos una buena muestra de su pericia sería Billy Sheehan haciendo
volar los dedos sobre el mástil de su
bajo durante los intensos desarrollos del setentero "Captain Love".
El
encargado de cerrar esta monumental puesta de largo sería el primer recuerdo
hacia su debut, un coreadísimo “We Are One”, que nos dejaría a Portnoy dando
rienda suelta a su amplio catálogo de poses junto a un
fantástico Richie Kotzen a las voces. Aunque entre los asistentes había
disparidad de opiniones en cuanto a la preferencia entre uno u otro trabajo, lo
cierto es que los protagonistas de la velada tenían claras sus predilecciones,
ya que el grueso del repertorio estuvo centrado en el material de su segunda
entrega. Precisamente sería la pieza homónima, “Hot Streak”, con su monumental
base rítmica sustentado el tema, la
elegida para hacernos mover los pies
antes de que Sheehan tuviera ocasión de dejarnos nuevamente con la boca abierta
exprimiendo al máximo su bajo.
Con
Portnoy encaramado sobre su kit, demandando el apoyo del respetable, arrancaba
“How Long”, que aunaría las voces de todos los presentes durante su estribillo
para traernos de vuelta su faceta mas marchosa y hardroquera. El cambio de tercio llegaría con
“Time Machine”, que serviría como excusa para desplegar su vertiente más oscura y cercana al rock alternativo. Como
siempre el batería se encargaría de presentarnos algunos de los temas de la
noche, tal y como sucedió con “Empire”,
durante la que Richie se concentró en su faceta como vocalista durante sus
estrofas para, posteriormente, asumir
todo el protagonismo en un extenso desarrollo instrumental.
Precisamente
sería Richie quien se quedaría solo en escena, únicamente acompañado de su
guitarra acústica, para marcarse una elegante versión de “Fire”, que rebajaba
el nivel de revoluciones para hacer
fluir la magia entre una audiencia absolutamente embelesada con el de
Pensilvania. Tras recibir una monumental ovación llegaba el momento de que el
trío al completo volviera a recuperar sus posiciones, aunque, en esta ocasión,
Richie cambiaria su guitarra por los teclados para adentrarnos en los aromas
souleros del delicioso “Think It Over”, que contaría con el respaldo vocal de
sus compañeros.
Habiéndonos
ofrecido un exhaustivo repaso a su segundo plástico, momento para recuperar el
nivel de intensidad roquera con un nuevo guiño al pasado, “The Other Side”, que
volvía a caldear el ambiente en el local, con Portnoy abandonando su batería
para convertir cada centímetro del escenario, -e incluso la cabeza de un
integrante de las primeras filas-, en su improvisado kit de batería.
El
encargado de recoger el testigo seria Billy Sheehan, volviendo a poner de manifiesto porque es uno
de los bajistas más reputados dentro de la escena roquera internacional,
maltratando su bajo para extraer sonidos que solo están al alcance de unos
pocos elegidos.
Una
última mirada sobre su último redondo nos conduciría directamente sobre la
sutileza roquera que desplegaron a lo largo del melódico uptempo “Ghost Town”. Sin abandonar el buen gusto
por las melodías, el momento de hacernos cantar de nuevo llegaría con el segundo single de su debut, la
envolvente “I´m No Angel”. Mientras que para poner el punto y seguido a la velada optarían por la garra del implacable
“Elevate”.
Nadie
se movió de su sitio. Todos sabíamos que The Winery Dogs aun retornarían para regalarnos
una última muestra de su talento y su genialidad. Así que para rematar una
velada absolutamente memorable el trío optó por una dupla rescatada de su ópera
prima. Así que los aromas delicados y melancólicos de “Regret”, les servirían
para restablecer la conexión con sus incondicionales. Mientras que la elegida
para ponernos a todos a cantar fue la descomunal “Desire” que, con esos
requiebros de escuela “zeppeliana”, servía para rubricar un nuevo triunfo de
los americanos en tierras catalanas.
En
esta ocasión el trío no se permitió ninguna concesión al material de sus anteriores bandas, y es que tampoco hizo
falta, ya que The Winery Dogs demostraron que, pese a la veteranía de sus
miembros son una banda de presente y, sobre todo, con mucho futuro. En
definitiva, simplemente nos queda agradecer a Portnoy, Sheehan y Kotzen que nos
descubrieran a una formación como
Inglorious, y que, además, volvieran a certificar que son capaces de descargar
un gran set de canciones sin caer en la autocomplacencia propia de algunos
virtuosos.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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