A
lo largo del año siempre hay tres o
cuatro citas ineludibles que nadie,-especialmente los seguidores más veteranos-,
quiere perderse y que consiguen movilizar a un público que no suele ser habitual
en el día a día de los conciertos. Durante los últimos tiempos el vocalista
Udo Dirkschneider se ha convertido en un
asiduo de nuestros escenarios, ya que raro es el año que no se deja caer por estos
lares con la excusa de presentar algunas de sus nuevas composiciones. Pero, en
esta ocasión, el motivo de su visita era rendir homenaje al legado que
facturara junto a su anterior banda, Accept, proponiéndonos un ejercicio de
nostalgia que recuperaría algunos de los himnos que marcaron a toda una
generación de metaleros. Además, tal y como anunció el propio vocalista el
pasado mes de Agosto, este “Back To The Roots” sería la última gira en la que interpretaría
material de la mítica formación germana.
Para
respaldarle en este periplo europeo el incombustible vocalista de Wuppertal
contaría con la presencia de otros ilustres veteranos de la escena metálica internacional,
los canadienses Anvil, quienes regresaban a nuestro país acompañados de su
nuevo bajista Chris Robertson para presentar su última referencia “Anvil Is
Anvil”. Mientras que los encargados de abrir una velada dedicada al clasicismo
heavy metalero serían los también germanos Palace, un cuarteto con una larga
trayectoria a sus espaldas, pero poco conocido en nuestro país.
El
enclave escogido para la cita sería la sala
mediana de un Razzmatazz que acabó llenándose hasta la bandera durante la
actuación del plato fuete de la noche. Pero cuando se abrieron las puertas del
recinto y les tocó aparecer en escena a los germanos Palace, apenas una
treintena de personas aguardaban su salida. Pese a su longevidad, -los inicios
de la banda se remontan a principios de la década de los noventa-, el cuarteto
de Speyer nos ofreció un repertorio basado en el material de sus últimos redondos,
dando el pistoletazo de salida con los compactos estribillos de “Rot In Hell”,
para posteriormente adentrarse en las atmosferas más densas y farragosas de
“Iron Horde”, ambas rescatadas de su última placa de “The 7th Steel”.
No
se si sería por lo poco concurrido que estaba el local durante los primeros
compases de su actuación, pero lo cierto es que el sonido en el arranque fue
especialmente malo. Afortunadamente, a medida que fue avanzando el show, y ya con
más gente en el recinto, la situación se
fue normalizando, permitiéndonos disfrutar en todo su esplendor de piezas como
el corrosivo “Between Heaven And Hell”, que fue la elegida para el primer
alarde solita de su guitarrista, Jason Mathias. El encargado de llevar las
riendas de la actuación del combo germano fue su vocalista y guitarrista Harald
“HP” Piller, quien con su rasgado registro no paró de animar al personal
buscando su complicidad a la hora de atacar esos efectivos estribillos marca de
la casa. Pese a ello, Palace tendrían ocasión de mostrarnos su faceta más
melódica y progresiva en temas como “Dark Prophecies”, que estuvo acompañado por
unos teclados pregrabados. Sin duda los mejores momentos de su escueta presentación
estarían reservados para un rotundo
sprint final, con el cuarteto recabando el apoyo de las primeras filas para
acompañar con palmas el arranque del veloz “The Healer”, que se convertiría en
la antesala perfecta para el último tema de la noche, el devastador medio
tiempo que daba título a su tercer trabajo, “Machine Evolution”, que a la postre sería el tema más antiguo que
interpretaron.
Tras
desaparecer del escenario el kit de batería de Palace, y después de que los “pipas” dieran los últimos retoques al equipo que utilizaría el trío canadiense,
todo parecía dispuesto para la descarga de los incombustibles Anvil. Cualquiera
que haya seguido la trayectoria del combo de Toronto tendrá claro que no son
una banda al uso. A lo largo de su dilatada carrera han vivido momentos mejores
y peores, pero lo que no se les puede negar es su instinto de supervivencia y
la honestidad que les ha permitido permanecer en activo más de cuatro décadas.
Como
no podía ser de otra forma, a la hora prevista para su actuación la sala ya
presentaba un muy buen aspecto. Recibidos de forma afectuosa, la base rítmica
que conforman el batería Robb Reiner y el bajista
Chris Robertson comparecía en escena para arrancar el show, y aunque todos
podíamos escuchar la guitarra de Lips,
no conseguíamos verlo. Y es que, como ya hicieran en anteriores visitas, el
guitarrista optó por arrancar su descarga desde el centro de la pista, dejando
que los fans se fotografiaran con él mientras atacaba el tema de apertura, el
instrumental “March Of The Crabs”. Tras
darse este primer baño de masas el carismático guitarrista se reuniría con sus
compañeros sobre las tablas para conducir los demoniacos estribillos de “666”, aunando
las voces de todos los presentes para redondear una dupla de apertura que les servía
para sentar cátedra y reivindicarse como uno de los estandartes del género.
Evidentemente,
gran parte de culpa de la conexión de la banda con sus seguidores la tiene el
propio Lips, quien a lo largo de todo el show no dejó de animar al personal, ni
de regalarnos sus disparatadas muecas. Además, si de algo pueden presumir los
canadienses es de tener una buena colección de trallazos rabiosos y directos
que conectan de forma inmediata con el oyente, tal y como dejaron claro al
atacar “Oooh Baby”, que con su ritmo vacilón y sus potentes coros nos hacía
viajar a los tiempos de su debut “Hard ´n´ el
infeccioso “Badass Rock n´Roll”. Heavy”. Aunque la formación canadiense
facturó sus temas más legendarios durante sus primeros años de andadura, Lips y
sus muchachos no quisieron dejarse en el tintero algunas de las composiciones
que les han permitido permanecer en activo durante los últimos tiempos, de modo
que no faltarían temas como
Para
la grabación de su nuevo trabajo “Anvil Is Anvil”, el trío canadiense ha contado
con los servicios del bajista, Chris Robertson, que fue presentado por Lips
durante los prolegómenos de “Winged Assassins”, que nos dejaría la estampa del recién
llegado saltando por el escenario mientras sus compañeros se concentraban
en exhibir su faceta más épica. Sin
abandonar el material de su tercer trabajo “Forged In Fire”, llegaría el
momento del emotivo recuerdo a un viejo colega, el irrepetible Lemmy Kilmister,
al que dedicarían “Free As The Wind”.
Entre
tanta nostalgia y clásicos estaba claro que el trío no iba a renunciar a
colarnos algunas de las nuevas composiciones que han grabado junto al productor
alemán Martin Pfeiffer. De modo que la
primera muestra del material contenido en su decimosexto trabajo de estudio
llegaría acompañado de los cánticos bucaneros de “Daggers And Rum”, que conseguía que todos los
presentes levantaran sus puños al aire para corear su tabernera cantinela. El
cuarto miembro de la formación, -el consolador que acompaña a Lips desde tiempos
inmemoriales-, haría acto de presencia
para ayudar al guitarrista durante el larguísimo solo de la hímnica “Mothra”.
Una
nueva mirada sobre sus últimas entregas nos abocaría sobre una recta final que
estuvo marcada por “Swing Thing”, que
fue la escogida por Robb Reiner para mostrarnos sus habilidades con las
baquetas, y la novedosa “Die For A Lie”, para la que contarían con el apoyo
vocal de su nuevo bajista. Para el cierre definitivo se reservarían su tema más
emblemático y conocido “Metal On Metal”,
que con toda la gente apoyando al máximo les servía para rubricar una divertida
actuación.
Veteranía,
carisma y heavy metal. Sin duda estos tres términos podrían servir para definir
a la perfección a un luchador incansable dentro de la escena europea como es el
mítico Udo Dirkschneider. Ya fuera al frente
de Accept o capitaneando a su propia banda, el germano siempre se ha
mantenido fiel a su estilo, dejando a lo largo de los años una ristra de
clásicos que forman ya parte de la
historia del heavy metal. Quizás por ello, y debido al extenso catálogo de
U.D.O., ha llegado el momento de cerrar el capítulo que siempre, y de forma
inexcusable, dedicaba a la que fuera la banda que le dio la fama y el
reconocimiento mundial durante la década de los ochenta.
Para
este nuevo periplo europeo la banda del diminuto vocalista mutaría empleando
como apelativo su propio apellido, Dirkschneider, aunque los músicos que le
acompañarían serían: su inseparable bajista Fitty Wienhol, los guitarristas
Andrey Smirnov y Kasperi Heikkinen, y como batería su hijo Sven. Es decir, la misma formación que visitó
la capital catalana en Abril del pasado
año. A diferencia de lo que sucediera en aquella ocasión, en un Salamandra que registró algo menos de media entrada, esta vez
el reclamo que suponía un repertorio basado en el catálogo de Accept
sirvió para que la sala presentara un fantástico aspecto.
Entre
reencuentros y continuas visitas a las barras del local la audiencia apuraba
impaciente los minutos previos al
arranque de la descarga. Con las luces apagadas y con el personal rugiendo, el
clásico “Just A Gigolo” dejaría paso a una cuenta atrás que nos anunciaba el
desembarco de la formación alemana. Entre unas densas columnas de humo podíamos
intuir las figuras de los músicos sobre las tablas para inaugurar su descarga
con el apabullante ritmo roquero de “Starlight”. Ante la explosión de júbilo
del auditorio apareció el vocalista embutido en su clásica indumentaria castrense,
demostrando que pese al paso del tiempo sigue conservando ese registro
afilado y rasgado que siempre le ha caracterizado.
Algo que me llamó la atención, desde el
mismo arranque, fue que Udo quiso compartir el protagonismo escénico con sus
compañeros, por ello fueron constantes las poses de Smirnov, Heikkinen y Fitty
haciendo piña en el centro del escenario a la hora de atacar temas como “Living
For Tonite”, que ponía a toda la sala a dar palmas.
Con
tan solo un par de temas el quinteto había conseguido caldear el ambiente al
máximo, pero lo mejor estaba todavía por llegar. Así que con el escenario
teñido de rojo y con el humo volviendo a hacer acto de presencia era el momento
de centrar nuestro objetivo en uno de los plásticos más representativos de
Accept, “Restless And Wild”, del que nos
propondrían el trepidante “Flash Rockin´ Man”. Acto seguido, y sin concedernos
ni un segundo de tregua, la base rítmica y las palmas del respetable nos
adentrarían en “London Leatherboys”, con todos los músicos tomando el centro
del escenario mientras la sala se venía literalmente abajo antes corear sus
hímnicos estribillos. Uno tras otro, la sucesión de clásicos se fue
desarrollando haciéndonos viajar a la década de los ochenta, dejando patente
que trallazos incontestables como “Midnight Mover”, no solo siguen presentes en
la memoria de los metaleros, sino que han resistido a la perfección el
inexorable paso del tiempo.
Muchos
fueron los momentos en que la gente se mostró completamente extasiada, pero sin
duda el punto culminante de esta primera parte del show llegaría con la pieza que
prestaba título a la tercera entrega del combo de Solingen, “Breaker”, con la
que volvía a reaparecer el humo junto a unas luces cegadoras que nos impedían ver las evoluciones de los
músicos sobre las tablas. Durante todo el show el tándem que conformaron Andrey Smirnov y Kasperi
Heikkinen se mostró sólido y muy compenetrado, repartiéndose los solos de los
temas, e incluso doblando sus guitarras en el arranque del marcial “Heads Over
Heels”, cuya melodía central sería coreada con total devoción. Una nueva mirada
sobre el icónico “Restless And Wild”, nos dejaría a Smirnov jugueteando con el arpegio que nos conduciría sobre el
reptante ritmo de “Neon Nights”.
Muy
participativa a lo largo de toda la
velada, la audiencia quiso ser parte importante del show, de modo que no
dudaría a la hora de sumarse a ambos guitarristas a la hora de entonar la melodía que marcaba la introducción de
“Princess Of The Dawn”, que elevaba las revoluciones del personal haciendo que
fuera prácticamente imposible distinguir la voz de Udo. Pese a que la carrera
de Accept siempre estará marcada por su descomunal potencia metalera, de cara a
esta gira el vocalista teutón no quiso dejarse en el tintero piezas con una
orientación más melódica como “Winterdreams”, que sirvieron para relajar el
ambiente y permitir que ambos “hachas” nos dejaran una buena muestra de su
“feeling”.
Para
encarar la segunda mitad del show Udo y sus secuaces optarían por meter toda la
carne en el asador, descargando de un plumazo y sin previo aviso el explosivo
“Restless And Wild”, que conseguía aunar nuevamente las gargantas de una
audiencia entregada, el irreverente “Son Of A Bitch”, que con el vocalista
incrustado entre ambos guitarristas hacía que la sala se viniera abajo, y los
aromas más hard roqueros del siempre efectivo “Up To The Limit”, con el que
hacían escala en el primer disco que Accept grabaron junto al
productor Dieter Dierks, “Metal Heart”. Sin abandonar el material del
sexto trabajo de los germanos, los encargados de proseguir con el show serían
los coreadísimos estribillos de “Wrong Is Right”, con los que, una vez más, el
humo y la velocidad regresarían sobre el
escenario.
Mas
atrás en el tiempo nos conduciría el festivo medio tiempo “Midnight Highway”,
con Fitty haciéndose cargo de los coros mientras el vocalista recorría el
escenario pasando revista a las primeras filas. Nuevamente, la gente volvería a
dejarse notar con fuerza durante los primeros compases de “Screaming For A Love-Bite”,
con la tripleta de cuerda rodeando la batería de Sven para ofrecernos una
ración de movimientos sincronizados “made in 80”.
Pese
a que el vocalista no rescató ninguna de las composiciones del debut de su
ex–banda publicado en 1979, si que tendría un par de guiños hacia el último trabajo que grabara con
sus ex–compañeros durante la década de los ochenta, desempolvando para la
ocasión “Monsterman” y el épico “T.V.
War”, que fue introducido por un escueto ejercicio solista de Sven. El escogido
para dar por concluida esta primera parte del show sería otro corte altamente coreable “Losers And Winners”, que
fue respaldado por un mar de puños que se alzaban al aire con la llegada de su fulminante
estribillo.
Si
hasta ese momento la descarga había sido un delicioso ejercicio de nostalgia,
para poner la guinda a tan suculento manjar, el quinteto se abandonaría a himnos
eternos como “Metal Heart”, con un sonriente Udo dirigiendo el coro
generalizado antes de que Smirnov nos marcara con su guitarra la melodía a
tararear. Con la gente absolutamente volcada llegaba el momento de
reivindicarse, pisando el acelerador al máximo con un “I´m A Rebel” que sonó tan
potente que incluso retumbaron los cimientos
del local.
Acercándonos
a las dos horas de show resultaba evidente que el espectáculo estaba tocando a
su fin, pero antes de abandonar las tablas definitivamente el quinteto todavía
tendría ocasión de someternos a la voracidad metalera de “Fast As A Shark”,
para posteriormente obsequiarnos con otra buena ración de hímnicos estribillos
a lo largo de “Balls To The Wall”, antes
de cerrar definitivamente y por todo lo alto con el infeccioso “Burning”, que
con el escenario cubierto de humo y con la gente aclamando al vocalista
significaba el mejor cierre para una velada irrepetible.
En
resumen, fantástica velada de nostalgia y heavy metal la que nos ofrecieron
Dirkschneider en una noche que quedara para el recuerdo. Aunque ningún pero se
puede poner a un repertorio repleto de clásicos, creo que Udo podría haber aprovechado
la ocasión para rescatar alguna composición de su segunda etapa al frente de la
formación de Solingen. Quizás, “Amamos La Vida” de “Objection Overruled” hubiera
sido un bonito guiño final, y más teniendo en cuenta la
estrecha relación entre el vocalista y sus seguidores.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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