Pocas
bandas existen en la actualidad en las que el espíritu del rock n´ roll más
salvaje y fiestero este tan vivo y latente como en el caso de Nashville Pussy.
Aunque a priori la fórmula puede parecer sencilla, lo cierto es que el
explosivo cocktail que propone la formación del siempre histriónico Blaine
Cartwright es una invitación a la diversión, el cachondeo y el desmadre. Quizás
lo suyo no sean las filigranas ni las florituras instrumentales, pero tampoco
las necesitan, ya que armados de sus guitarras y unas composiciones sucias, directas
y lascivas el cuarteto de Atlanta es capaz de montar una buena fiesta a su
paso. Poco más de dos años habían transcurrido desde su última visita a este
mismo local, pero una vez más sus seguidores en la Ciudad Condal volvieron a reunirse
para prácticamente llenar la sala
pequeña del Razzmatazz.
Si
en su anterior visita el protagonista fue su aclamado "Up To Dosage", en esta ocasión el
cuarteto comparecía para conmemorar el
decimoquinto aniversario de su segundo trabajo “High As Hell”, aunque también traían
bajo el brazo su doble recopilatorio “Ten Years Of Pussy”, en el que se reúnen
las mejores composiciones facturadas bajo los auspicios de la discográfica
alemana SPV. Pese a que en un principio la banda anunciada para abrir la velada
era Worry Blast, finalmente los que acabarían rompiendo el hielo serían los
alemanes Johnny On The Spot.
Aunque
a primera hora de la noche el ambiente no estaba muy animado en la sala pequeña
del Razzmatazz fue aparecer en escena el cuarteto alemán acompañado de “Dunkles
Herz” y el ambiente cambio
rápidamente, gracias al buen rollo y a la efectividad de un rock n´ roll
marchoso y aguerrido, que quedó amplificado a su máxima potencia por un
demoledor sonido de guitarra. Activos y muy comunicativos, los chicos de Johnny
On The Spot salieron con la clara
intención de captar la atención de los
presentes con una colección de temas
rápidos y certeros que sonaron como toda una declaración de intenciones, y la
mejor prueba de ello fueron estribillos
incontestables como los de “Proud
To Loud”, en los que incluso se permitieron
algún guiño punk roquero.
Pese a que la banda ha lanzado recientemente su segundo trabajo “Stillstand ist der Tod”, lo
cierto es que el grueso de su repertorio estuvo centrado en el material de su debut
“Emma”, publicado en 2012, ya que fueron
temas como el vacilón y adictivo “Rock N Roll Is In Town”, los que mejor
conectaron con una audiencia cada vez más numerosa y participativa. Dejando a
un lado el alocado comportamiento de su vocalista, Johnny Cigaro, que no paró
de rondar por el escenario mientras espoleaba al personal, lo cierto es que me
gustó mucho la intensidad roquera que transmitió su guitarrista, Lurchi, quien se
destapó como un guitarrista de lo más completo, alternando furiosos riffs con
desarrollos más clásicos y blueseros.
Para
encarar la recta final de una actuación que fue claramente de menos a más los
germanos optarían por una de sus piezas más conocidas “Queen Of My Heart”.
Aunque la elegida para ponernos a todos a cantar antes de retirara
definitivamente a los camerinos sería
una marchosa versión del clásico de Johnny Burnette “Train Kept A Rollin´”.
Eléctricos, desatados y divertidos. Sin duda Johnny On The Spot no pasaran a la
historia del rock por lo innovador de su propuesta, pero si demostraron tener
argumentos suficientes para ofrecer un
buen concierto de genuino rock n´roll.
Tras
desaparecer del escenario la batería de los chicos de Johnny On The Spot todo
parecía preparado para el desembarco de las estrellas de la noche, Nashville
Pussy. Resulta curioso como el cuarteto americano sabe perfectamente lo que su
parroquia espera de ellos: Una sesión de ¡Ardiente Rock n Roll!. A lo largo de
su show no hubo cabida para trucos escénicos ni llamativos juegos de luces, ya
que su historia es simplemente salir, tocar
a todo volumen, sudar la camiseta y, ante todo, divertir al personal. Así que,
como no podía ser de otra forma, el cuarteto salió con las pilas bien cargadas
para dejar que los guitarrazos de apertura de
“Come On Come On”, desataran la euforia entre sus incondicionales. Poco
importaron los problemas de Blaine con su guitarra, ya que la fiesta había
comenzado con Ruyter haciendo el paso del pato y con la gente volcada apoyando
a las chicas a la hora de corear su contagioso estribillo. Con Blaine agitando
su sombrero a modo de saludo, nuestro viaje a la América profunda se
iniciaba con la invitación al cachondeo que supuso el
acelerado boggie-rock de “Rub It To
Death”, que significaba su primer guiño a su última referencia de estudio, “Up
To Dosage”.
Como
viene siendo habitual el dúo compuesto por Blaine y Ruyter se convirtió
rápidamente en el centro de todas las miradas. Especialmente la incombustible guitarrista
que no paró de agitarse como si fuera una fiera enjaulada. . Mientras tanto,
sus compañeros, -el barbudo batería Rob Hulsman y la bajista Bonnie Buitrago-, se mostraron algo más sobrios y
comedidos, cimentando las bases sobre las que se apoyarían piezas
imprescindibles de su repertorio como “I´m So High”, que se convertiría en la
excusa perfecta para ponernos a todos a cantar. A estas altura el ambiente en
el local era auténticamente infernal, pero lejos de decrecer, la intensidad del
show continuaría aumentando cuando Ruyter se quedó al frente de sus compañeros para juguetear con
su guitarra y someternos al clasicismo roquero de “Pillbilly Blues”, que ponía en movimiento a las primeras filas con
su contagioso ritmo.
No se
entretuvieron excesivamente a la hora de las presentaciones durante esta primera parte del show. Así que enlazado con la última nota del tema
anterior nacería “Wrong Side Of A Gun”,
que cimentada sobre una estructura más
consistente y unos sólidos guitarrazos marca de la casa nos permitía recuperar el
aliento tras un arranque absolutamente demoledor. No duraría mucho esta
situación de calma tensa, ya que Blaine se aproximaría hasta el borde del
escenario para revolucionar al personal antes de enfrascarse con Ruyter en el
intenso duelo solista que marcaría la abrumadora “Shoot First And Run Like Hell”, que les servía
para completar la primera dupla extraída
de su segundo trabajo “High As Hell”.
Todos sabemos
que Nashville Pussy son “depredadores nocturnos” y fervientes devotos de esa dorada bebida que se obtiene destilando la malta
fermentada, de modo que su inseparable botella de whiskey aparecería en escena
durante la presentación de “Hate & Whiskey”, que nos dejaría Ruyter girada
sobre la batería para hacer llorar su guitarra mientras la cazallosa voz de Blaine nos espetaba sus
irónicos versos. Simplemente haría falta un guiño entre Blaine y Ruyter, para
que la salvaje guitarrista elevara su instrumento dando el pistoletazo de
salida a “High As Hell”, que volvía a aunar las voces de todos los presentes
mientras ambas guitarras se doblaban para ofrecernos otro ejercicio de
clasicismo hard roquero. Durante todo el show la comunión entre banda y público
fue absolutamente perfecta, así que no dejaríamos de cantar a pleno pulmón los adictivos
estribillos de “Going Down Swinging”, que
les permitía seguir buceando entre las composiciones de su cuarta entrega “Get
Some”.
Tras calentar
las gargantas con otro generoso trago de su brebaje favorito, los músicos
volvían a la carga para aplastarnos definitivamente con los aromas sureños
de “Everybody´s Fault But Mine”, que nos
dejaba la imagen de Ruyter y Buitrago acercándose al filo del escenario para
revolucionar a los integrantes de las primeras filas. Su desmedida admiración
por bandas clásicas como Z.Z. Top quedaría plasmada en los portentosos
riffs de la composición que prestaba
título a su última referencia de estudio “Up To Dosage”. El contraste llegaría
de la mano de los desarrollos bluesy que Ruyter nos ofreció como preámbulo para su versión del “Can´t You See” de The Marsall
Tucker Band, con Blaine dejando a un lado su guitarra para concentrarse en su
faceta como vocalista. Sin perder esa sonoridad añeja que tanto gusta a sus
incondicionales la siguiente en comparecer sería “Go To Hell”, que nos abocaría sobre un
final frenético cargado de velocidad y rabia roquera.
Ante una
audiencia entregada retornarían sobre su
“Get some”, para invitarnos a corear los estribillos del festivo “Good Night
For a Heart Attack”, con un Blaine hilarante, desgarrando sus cuerdas vocales
para dar a la presentación de sus compañeros un toque fiestero y taciturno. Brindis
tras brindis, la noche se estaba caldeando, así que el vocalista optó por llenar
su sombrero de cerveza y pegarle un buen tiento antes de que la fiesta prosiguiera
con “Why Why Why”, que ponía a todo el recinto a bailar mientras elevábamos
nuestros puños al aire para preguntar ¿Por qué?. Como no podía ser de otra
forma el final de fiesta llegaría con los disparatados bailes del frontman para
acompañar una celebradísima “Go
Mothefucker Go”, que ponía la sala
nuevamente patas arriba.
Con el ambiente
muy caldeado y con la gente disfrutando al máximo con la descarga del combo de
Atlanta llegaba el momento de dar carpetazo definitivo a la velada, pero antes
de perderse entre bambalinas todavía tendrían ocasión de demostrarnos que no
han perdido ese punto macarra e irreverente que siempre les ha acompañado con
“Struttin´ Cock”. Mientras que para despedirse dejando a su paso a una
audiencia completamente extasiada optarían por el primerizo “Fried Chicken And
Coffee”, que concluiría con Ruyter agitando compulsivamente sus tirabuzones
mientras destrozaba las cuerdas de su guitarra. En resumen, una vez más Nashville Pussy volvieron a salir
victoriosos de su cita con la audiencia barcelonesa, certificando que sus conciertos son sinónimo de diversión,
alcohol y rock n´ roll. ¿Quién necesita más para empezar un buen fin de semana?
TEXTO:ALFONSO DIAZ
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