Aunque
en los últimos tiempos los nuevos iconos de los sonidos de vanguardia parecen
conducir nuestra mirada hacia las frías latitudes nórdicas, los londinenses Haken parecen
dispuestos con su nueva obra “Affinity” a reivindicarse como uno de los pilares
indiscutibles dentro de la escena progresiva internacional. Pese a ello, la formación capitaneada por el vocalista
Ross Jennings parece haberse dejado imbuir por los aromas de bandas coetáneas
como Leprous, dando un giro a su sonido que no ha hecho más que enriquecer su
propuesta, aunque sin renunciar a ese halo de clasicismo roquero que siempre
les ha caracterizado. Avalados por las excelentes sensaciones que nos dejaron a
su paso por la pasada edición del festival Be Prog! My Friend, los británicos
regresaban por tercera vez a la capital catalana para volver a liderar su
propio espectáculo. La cita en esta ocasión sería en la sala mediana del Razzmatazz
y como compañeros de viaje contarían con
el concurso de Special Providence y Arkentype.
Con
muy poca gente todavía en el local hacían acto de presencia sobre las tablas
los encargados de abrir la velada, los noruegos Arkentype. Ataviados con unos
largas gabardinas y encapuchados, el cuarteto se presentaba ante una reducida
audiencia para intentar captar nuestra atención con la rotunda densidad que
desplegaron en “Ashes And Dirt”, que nos
hacia sucumbir con la potencia de sus guitarras y con las buenas formas que
mostró su hiperactivo vocalista, Kevin Augestad, que intercaló pasajes
melódicos con feroces registros rasgados.
Ese gusto hacia las sonoridades más oscuras y agresivas se dejaría notar
con fuerza a lo largo de piezas como “Epiphany”, con la Kevin nos invitaba a
ponernos a saltar con él mientras el bajista Kjetil Hallaraker aprovechaba para
darse un paseo por entre los asistentes sin dejar de aporrear su instrumento.
Su
faceta más intimista quedaría plasmada durante el largo preludio de teclados
que serviría como introducción para el correoso tema que presta título a su
debut “Disorientated”. Pese a ser los encargados de abrir la velada los
noruegos contaron con un buen sonido
y un vistoso juego de luces, algo que
propició que temas como el novedoso “Illusion” acabaran dejando unas buenas
sensaciones entre los presentes.
Pero sin duda los mejores momentos de su
actuación estarían reservados para los pasajes más contundentes de “Wellcome To My Wolrd”, que acabaría con
Kevin recorriendo el foso para recabar la complicidad de las primeras filas, y
con las camaleónicas ambientaciones que protagonizarían “Time Collapse”.
Tras
un rápido cambio de backline llegaba el momento de variar de registro y adentrarnos en la propuesta instrumental de
Special Providence. Con un amplio bagaje a sus espaldas la formación húngara
nos deleitó con una descarga repleta de
intensidad, feeling y virtuosismo, fusionando a la perfección la intensidad roquera y unos deliciosos pasajes de inclinación
jazzística, en los que la guitarra de Márton Kertész se erigiría como la autentica protagonista, tal y como
demostraron durante la inicial “Babel Confusion”.
Temas
extensos, repletos de cambios y giros instrumentales, fue lo que nos ofreció el
cuarteto de Budapest a lo largo de sus
cuarenta minutos de show. Con un posicionamiento escénico algo inusual, con la
batería y los teclados colocados a ambos lados del escenario, el cuarteto se
dedicó a desgranar algunas de las composiciones de su último redondo “Esence Of
Change”, del que rescataron piezas como el experimental “Surprise Me”, o el
heterogéneo “Awaiting The Semicentennial
Tidal Wave”, protagonizado por el interminable duelo que protagonizaron Márton
y el teclista Zsolt Kaltenecker.
Ante
la ausencia de un vocalista que ejerciera como maestro de ceremonias sería su
batería Adam Markó quien tras su kit se hiciera cargo de las presentaciones de
algunos de los temas, tal y como sucedió con “Lazy Boy”, con la que nos retrotraían
a su trabajo de 2014 “Soul Alert”. Si algo demostró el combo húngaro a lo largo
de su show fue que en su propuesta no hay espacio para esquemas cerrados ni estructuras
preconcebidas, ya que demostraron una libertad absoluta a la hora de
desarrollar unas composiciones repletas de fusión y técnica instrumental.
No les
hizo faltar para acabar de conectar con una audiencia que se mostró muy atenta
abusar en exceso de la distorsión, ya que la elegancia y la distinción que desplegaron
en temas como la final “Northern Lights”, sirvieron para que se despidieran
acompañados de una cerrada ovación.
Si
en su primera visita a tierras catalanas
Haken ya consiguieron llenar la sala pequeña del Apolo, en esta ocasión, los
ingleses daban el salto a sala mediana del Razzmatazz, aunque lo cierto es que
el recinto se acabó quedando algo grande para acoger su actuación, ya que un
telón acotaba la parte trasera del local. Pese a ello, los seguidores de los
londinenses mostraron una complicidad y una entrega verdaderamente encomiables,
apoyando al máximo a los músicos para dar calor y color a la velada.
Precisamente, sería el color verde que marca la portada de su último trabajo
“Affinity” el que predominaría a lo largo de todo el show, tanto en lo
concerniente a las luces como al vestuario de algunos de los miembros de la
banda.
Haciendo
gala de una puntualidad británica empezaba a sonar a través del P.A. la
introducción que sirve como apertura para su último obra “Affinity.exe”, para
dejar paso rápidamente a los vibrantes increscendos que marcarían “Initiate”. Lejos de la habitual frialdad que
muestran muchas bandas progresivas, los británicos supieron conectar
rápidamente con sus seguidores, gracias en gran medida a su frontman, Ross
Jennings, quien además de dejarnos embelesados con sus constantes cambios de
registro, no paró de animar incansablemente a las primeras filas durante toda
la velada. Respaldada sobre un sonido portentoso y un juego lumínico muy
cuidado la descarga proseguiría con un primer recuerdo hacia su exitoso “The
Mountain”, del que nos ofrecerían los pasajes hipnóticos y las armonías vocales
de “Falling Back To Earth”, para acabar abocándonos sobre un intenso duelo entre ambos guitarristas
mientras Ross se perdía entre bambalinas.
La
elegida para volver a incidir sobre el material de “Affinity” sería “1985”, que
arrancó acompañada por las palmas del respetable, y durante la que Ross lució
unas extravagantes gafas fluorescentes, mientras el sexteto parecía rendir
tributo a algunas de sus primigenias influencias, con el sonido del keytar de
Diego Tejeida reclamando el protagonismo junto a la solidez de su base rítmica.
Tras recibir las primeras muestras de cariño de una audiencia que parecía
completamente embelesada con la propuesta de los británicos, y tras dirigirnos
Ross los primeros parlamentos de la noche, la formación continuaría buceando en
sus nuevas composiciones, dejando que fuera la sentimental “Earthrise” la
encargada de rebajar los ánimos gracias a sus luminosas melodías y a sus líneas
vocales más delicadas e intimistas.
La
encargada de recuperar el nivel de intensidad del show sería la extensa
“Pareidolia”, que se convertiría en el soporte perfecto para otro devastador ejercicio
de virtuosismo, mientras la batería Ray
Hearne se encargaba de marcar incesantemente el paso. Pero sin duda si hubo una
pieza que marcó definitivamente la velada esa fue “Crockroach King”, una extensa
suite en la que el sexteto tuvo ocasión
de desarrollar muchas de las cualidades que marcan su propuesta, haciéndonos
navegar por el dinamismo de unas estructuras cambiantes e imprevisible junto a
unos delicados pasajes instrumentales, marcados por los juegos vocales, que nos
dejarían a toda la sala moviendo los brazos de izquierda a derecha siguiendo
las indicaciones de Ross.
El
contraste vendría marcado por “The Architect”, que con el escenario sumido bajo
unas intensas luces rojizas dejaba paso a unas guitarras más densas y
sintéticas para mostrarnos la faceta más metalera del sexteto, con Ross
llevando sus cuerdas vocales al limite al proponernos unos registros más
rasgados y agresivos en su desquiciante recta final. Si a lo largo del show
Diego Tejeida tuvo un papel más que destacado, abandonando su posición tras los
teclados para empuñar su keytar, fue en la parte final del show cuando el
mejicano tuvo oportunidad de mostrarnos sus habilidades en el extenso
desarrollo que sirvió como introducción a la delicada y elegante “Deathless”, que a la postre se acabaría
convirtiendo en el único recuerdo que se permitieron a su fantástico “Visions” de 2011.
Para
poner el punto y seguido a la velada optarían por las envolventes baterías que
marcarían “The Endless Knot”, que nos dejaría al público apoyando al máximo
mientras Ross se dedicaba a recorrer el escenario firmemente aferrado a su pie
de micro, firmando un final que dejaba las espadas en todo lo alto. Así lo
entendió el respetable, de modo que tras abandonar los músicos el escenario la
gente volvió a reclamar insistentemente su retorno sobre las tablas. Atendiendo
la petición de sus seguidores, y acompañados de una estruendosa ovación y luciendo
una amplia sonrisa, Ross nos agradecía nuestra presencia antes de atacar la
grandilocuente “Crystallised”, que les servía para rubricar una fantástica
velada.
Quizás
Haken no sean los más innovadores ni los más cañeros, pero lo que está fuera de
toda duda es que la formación londinense se ha convertido en un referente obligado para todos los amantes de
los sonidos progresivos; y más aún para
los que, entre tanta vanguardia y oscuridad, añoran los aromas clásicos de
bandas como IQ o Marillion.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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