Hacía
bastante tiempo que Tierra Santa no se dejaban caer por los escenarios de la Ciudad Condal, si la memoria no me falla desde
finales de 2014, así que su parroquia de incondicionales no quiso perderse el
retorno de los riojanos en la Sala Bikini. Banda querida como pocas, la huestes
lideradas por Ángel San Juan y el bajista Roberto Gonzalo arribaban a la cita
sin un nuevo trabajo que presentar, por lo que el repertorio prometía ser un
viaje sobre sus casi dos décadas de existencia, aunque sorpresivamente el
quinteto dejó aparcadas las composiciones de su debut “Medieval”(1997) y de su última placa de estudio “Mi Nombre
Será Leyenda” (2013). En cuanto al público que acudió al concierto fue bastante
heterogéneo, con bastante gente joven copando las primeras filas mientras que
una nutrida representación de veteranos fans se repartía a lo largo del local hasta
completar algo más de tres cuartos de entrada.
Con
absoluta puntualidad cuando las agujas del reloj marcaban las nueve de la
noche, la banda aparecía en escena respaldados sobre una sobria puesta en
escena, con los músicos vistiendo de riguroso negro y con un discreto telón de
fondo con el logo de la formación, para hacer estallar a la audiencia con los
primeros compases de “Tierras De
Leyendas”. Sustentados sobre un sonido potente y nítido, los riojanos
demostraron estar en un buen momento de forma, especialmente Ángel, solvente en
su faceta de vocalista y totalmente recuperado de la operación en su mano
derecha que les obligó a suspender su aparición en el último Viña Rock.
Para cualquiera
que haya seguido la trayectoria del quinteto resulta evidente que nunca fueron
una banda excesivamente activa sobre las tablas, pero lo cierto es que les noté bastante más
animados, especialmente durante los primeros compases del show, con un Ángel
que no paró de buscar la complicidad de la audiencia a la hora de atacar temas
como “Sangre de Reyes”, que con el escenario teñido de rojo servía para plasmar
la conexión entre la banda y un público
entregado y participativo, que no dudó en corear el nombre de los riojanos en
repetidas ocasiones a lo largo del show.
Tras
haber abierto fuego con dos de sus composiciones más rápidas y genuinamente power
metaleras serían los teclados de Juanan San Martín los encargados de
adentrarnos en la pieza que prestaba título a su sexto trabajo “Apocalipsis”,
un álbum que levantó ciertas suspicacias por su aproximación a sonoridades más
hard roqueras, pero que a día de hoy es una de sus obras más exitosas y
reconocidas. A diferencia de lo que sucediera en su última visita, en esta
ocasión, Ángel no se prodigó en exceso a la hora de las presentaciones, de modo
que los temas se fueron sucediendo haciendo que la audiencia se convirtiera en
protagonista al hacerse cargo de las estrofas centrales de temas como “Indomable” o “Séptima Estrella”, que se
convertiría en el primer punto álgido de la noche.
Tras
un arranque vibrante que sirvió para que los riojanos se metieran a la
audiencia en el bolsillo llegaba el
momento de relajar los ánimos con los juegos de armonías dobladas, -al más puro
estilo Maiden-, que marcarían el medio tiempo “Azote De Dios”. La única mirada
que se permitieron a “Caminos De Fuego”, llegaría de manos de “La Leyenda Del
Holandés Errante”. Más atrás en el tiempo nos conduciría “La Sombra De la
Bestia”, que volvía a desatar la euforia entre las primeras filas haciendo que
el show recobrara la intensidad que habían tenido los primeros compases. El contraste
llegaría con los aromas hardroqueros de “Otelo”, poniendo la nota de elegancia
antes de que nuestro recorrido a través de los personajes históricos nos
condujera hasta los épicos desarrollos de
“Juana De Arco”, que nos dejaría otro vibrante duelo entre Ángel y Eduardo Zamora.
No
abandonarían las composiciones del exitoso “Sangre De Reyes”, ya que los
siguientes minutos estarían marcados por la velocidad que imprimió ese corcel
alado llamado “Pegaso” y la bíblica “David Y El Gigante”. Tampoco faltaría su
particular mirada sobre el Imperio
faraónico con las melodías orientales de “La Momia”, ni la locura del Emperador
romano “Nerón”, que volvía a hacer que
la audiencia se dejara oír con fuerza en su melódico estribillo.
La parte más
emotiva y reivindicativa de los riojanos quedaría plasmada en “Una Juventud
Perdida”, con dedicatoria a las madres argentinas que perdieron a sus hijos
durante la dictadura de Videla. La elegida para poner el punto y seguido a la
velada sería la imprescindible “Alas De Fuego”, que hacia que los riojanos se
marcharan por primera vez del escenario dejando las espadas en todo lo alto
mientras la gente demandaba su inmediato retorno sobre las tablas.
La
recompensa a tanta entrega no se haría esperar y rápidamente reaparecerían para
un largo bis que se inició con “El Canto De Las Sirenas”, para proseguir con
una doble ración de su segundo largo “Legendario”, con “El Bastón Del Diablo” y
la icónica “Legendario”. Para finiquitar su actuación, como viene siendo
habitual en todas sus presentaciones, nos propondrían las dos partes de “La
Canción Del Pirata”, que fueron coreadas con pasión por una audiencia que se
dejó hasta el último aliento para acompañar a Ángel.
Haciendo
gala de su experiencia la formación riojana volvió a cabalgar por tierras
catalanas sustentando el estandarte del heavy metal nacional, y como no podía
ser de otra forma el resultado fue un éxito incontestable, gracias en gran
medida a la fidelidad y la entrega de una audiencia que lo dio todo para llevar en volandas a sus héroes
hasta la victoria final.
TEXTO::ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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