Desde
su más tierna infancia Paul Gilbert se sintió atraído por el mágico sonido de
las guitarras. Durante su longeva y exitosa
carrera el guitarrista de
Illinois ha puesto su talento al servicio de bandas míticas como Racer X o Mr.
Big, amen de participar en múltiples proyectos y desarrollar una prolífica trayectoria en solitario que le ha servido para
consagrarse como uno de los “hachas” más versátiles dentro del universo de los
“guitar-heros”. A una hora temprana, a las 20 horas, y sin el concurso de
teloneros que se encargaran de calentar el ambiente, una sala Bikini bastante
concurrida aguardaba impaciente la llegada del indiscutible protagonista de la
velada.
Desmarcándose
de las excentricidades propias de otros maestros de las seis cuerdas, Paul
Gilbert apareció en escena sonriente, vestido de forma informal, -pantalón y
camiseta negra-; y escoltado por el bajista Kevin Chown y el batería Thomas Lang, que
formarían una sección rítmica que se convertiría en parte fundamental del show. Recibido de forma entusiasta, el
guitarrista nos deleitaría para abrir su recital con un extenso medley
instrumental, -de más de cuarenta minutos de duración-, en el que a base de
retazos de temas antiguos consiguió que la audiencia quedara embelesada
observando su amplia gama de recursos técnicos y su facilidad para moverse con
soltura por estilos tan dispares como el funk, el hard rock, el heavy metal, el
blues, el jazz e incluso algún fugaz destello
de corte clásico. Así que no faltarían durante esta extensa primera toma
de contacto pequeños guiños a su primeriza
etapa con los metaleros Racer X, el
recuerdo a algunos de los hits de Mr.
Big, -dando buena cuenta del taladro con broca de púas en el pasaje dedicado a
“Daddy, Brother, Lover, Little Boy”-, y un somero repaso a través de algunos de
los mejores momentos de su discografía en solitario.
A
diferencia de lo que sucediera en algunas de sus visitas previas, en esta
ocasión, Gilbert prescindió de sus característicos auriculares. Lo que no
cambió fue la simpatía y cercanía que transmitió sobre las tablas, lo que sin
duda fue clave para crear ese ambiente de comunión con sus seguidores. Y es que
el guitarrista se comportó como ese profesor enrollado que no para de ofrecer
detalles y trucos a sus alumnos, pero no para vacilarles sino para motivarles a
base de mostrar cual es la recompensa al tesón y al trabajo duro. Tras dejarnos recuperar el aliento, después
de semejante atracón de virtuosismo y dinamismo instrumental, Gilbert nos daba
la bienvenida y nos anunciaba que esta
noche también habría tiempo para escuchar algunas de las composiciones de su
nuevo trabajo “I Can Destroy” . De modo que la primera en sonar sería “One
Woman Too Many”, con Gilbert haciéndose
cargo de las voces para proponernos un ejercicio de clasicismo roquero que
ponía de manifiesto que el maestro Hendrix siempre fue una de sus grandes
influencias.
Si
la primera parte del show había estado marcada por la amplitud estilística del
guitarrista, este segundo acto estaría reservado para que el guitarrista
desarrollara en forma de canción todos
los estilos que había propuesto durante el medley. Así que la
encargada de adentrarnos en tesituras funkeras sería la vacilona “Everybody Use
Your Goddam Turn Signal”, con Chown apoyando en los estribillos mientras el guitarrista repasaba el mástil de
su instrumento sin dejar de asentir con la cabeza. Para cerrar esta primera
tripleta dedicada a su último trabajo el trío optaría por los desarrollos más
sosegados de la tormentosa “Blues Just Saving My Life”, con la que nos traía al
recuerdo a viejos bluesman como Gary Moore o B.B. King.
El
cambio de tercio llegaría junto su primera mirada al pasado, concretamente
hacia su trabajo “Vibrato”, del que nos ofrecería “Enemies (In Jail)”, que
ponía de manifiesto el fantástico trabajo de sus compañeros de viaje, con la
base rítmica sosteniendo el tema mientras Gilbert se concentraba en las voces
en falsete. Y es que aunque Gilbert no sea un vocalista brillante, lo cierto es
que sabe sacar buen partido a sus aptitudes, jugando con diferentes tonos y
registros tal y como demostró a lo largo del marchoso “I Can Destroy”, que fue
precedido de un fugaz guiño al “To Be With You” de Mr. Big.
Habiendo
creado un ambiente de lo más distendido en el local, Gilbert nos daría una
breve lección de “Slide” en “Woman Stop”, para acto seguido mostrarnos su
faceta mas gamberra y desenfadada con los ágiles guitarrazos que marcarían
“Better Chords”, que fue la escogida por el maestro para presentarnos al resto
de su compañeros. Un fantástico solo de batería del rotundo Thomas Lang
serviría para que Gilbert recuperara el aliento para una recta final que
estaría marcada por la voracidad metalera del soberbio “Technical Difficulties”,
que se convertiría en uno de los puntos álgidos de la velada.
Una
última visita sobre las composiciones de “I Can Destroy”, sería la perfecta
excusa para ofrecernos una nueva ración de eléctrico blues-rock con “I Am Not The One (Who Wants
To Be With You), y los desarrollos más sofisticados y elegantes del fantástico
“Adventure And Trouble”. Mientras que la escogida para poner el broche
definitivo a una fantástica velada, que
estuvo marcada por la maestría de un Gilbert en estado de gracia, sería la vertiginosa
“SVT”, cuyo estribillo fue coreado con devoción por sus incondicionales.
Con
su cara de chico bueno y sin hacer grandes aspavientos Paul Gilbert dejó
patente que es uno de los guitarristas más versátiles y elegantes de los
últimos años. Su sobria puesta en escena y su cercanía para con sus seguidores
hicieron que su presentación en la Ciudad Condal fuera todo un éxito.
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