Durante
años una de las principales incógnitas entre los seguidores del heavy
metal ha sido saber que
formaciones están llamadas a recoger el testigo de las grandes bandas
clásicas. De entre ese selecto y reducido grupo de elegidos destaca
la presencia de Amon Amarth, ya que sus primeras obras dentro del underground death metalero no
hacían presagiar que las hordas vikingas comandadas por Johan Hegg pudieran llegar
a un público tan mayoritario. Pero la evolución que han seguido en sus
últimas entregas, -en las que son cada vez más recurrentes los guiños al
clasicismo metalero-, sus espectaculares montajes y sus apariciones en los puestos de honor
de los principales festivales del Viejo Continente han
acabado dando el espaldarazo definitivo a una carrera que ha seguido una clara trayectoria
ascendente.
Con
el anuncio de que las entradas se habían agotado durante las jornadas previas a
la cita, todo hacia presagiar que el ambiente en la sala grande del Razzmatazz
sería infernal. Seguramente, la opción más acertada hubiera sido
trasladar la descarga al Sant Jordi Club, ya que a la salida del concierto
muchos se quejaban de no haber podido disfrutar plenamente del show
debido a las aglomeraciones y a los problemas de visibilidad provocados
por las columnas del local. Y es que la velada prometía emociones fuertes, ya
que los encargados de abrir fuego serían Grand Magus, mientras que para
calentar el ambiente antes del desembarco de las estrellas de la noche
contaríamos con el concurso de una banda mítica dentro del thrash metal
americano, Testament.
Ante
una sala prácticamente llena hacían acto de presencia Grand Magus para volarnos
la cabeza con su potente heavy metal de corte tradicional. Pese a que la
formación sueca en sus inicios se decantó por tesituras más doom metaleras,
poco a poco han ido encaminando su propuesta hacia derroteros más clásicos y
true metaleros. Recibidos como auténticos héroes el trío de Estocolmo nos
ofreció un show sólido y compacto, dejando una buena muestra de su potencial en
temas como la inicial "I, The Jury".
Con
una formación clásica de trío, la banda no tuvo problemas para conectar con una audiencia que se mostró de lo más
entusiasta y participativa a la hora de acompañar los pétreos riffs de "Sword Of The Ocean".
También tendríamos ocasión de corear los
hímnicos estribillos de "Varangian", que se convertiría en la primera
y única muestra que nos ofrecieron de su último trabajo "Sword Songs"
y que les servía para desplegar su faceta más épica.
Tal
vez lo único que se puede reprochar a los chicos de Grand Magus es que se
mostraron demasiado estáticos en escena, ya que JB Christoffersson y Fox
Skinner solo abandonaron sus respectivas posiciones al atacar la corrosiva
“Steel Versus Steel. Pese a ello, la banda consiguió encandilar al personal con
la contundencia de sus composiciones, y la mejor prueba fue la abrumadora
acogida que obtuvieron piezas como la machacona
“Iron Will”.
No
abandonarían el material de su cuarto trabajo, pero si que pisarían el
acelerador para que la gente se abandonara al headbanging durante "Like The Oar
Strikes The Water", para dejar que el último ataque corriera por cuenta de
"Hammer Of The North", que nos dejaba a una audiencia entregada entonando
su melodía central incluso después de que los músicos abandonaran el escenario
y las luces del local se encendieran.
Tras
recuperarnos de la impactante presentación de Grand Magus, y con la sala ya a
pleno aforo, la audiencia se preparaba para el despiadado ataque de los titanes
californianos, Testament. Con la imponente y amenazante imagen que sirve
como portada para su último trabajo presidiendo el escenario, los músicos
tomarían posiciones para hacer estallar al público con la pieza que presta el nombre
a su undécima obra de estudio "Brotherhood Of The Snake". El último
en aparecer sería el incombustible Chuck Billy, que se mantuvo aferrado a su
medio pie de micro mientras comandaba las brutales acometidas del visceral
"Rise Up".
Pese
a la entrega de las primeras filas y a la embestida inicial de los
americanos, lo cierto es que el sonido no acabó de acompañarles, con las
guitarras de Eric Peterson y Alex Skolnick sonando muy por debajo de sus posibilidades
y con la voz de Chuck a un volumen excesivamente bajo en temas como el
novedoso "The Pale King". Tampoco me acabó de convencer el repertorio
escogido, ya que la banda apostó por un setlist muy centrado en sus últimas
referencias de estudio. Una maniobra arriesgada si tenemos en cuenta que no
tocaron más de una hora, y que muchos de sus fans queríamos volver a disfrutar de algunos de sus
imprescindibles clásicos. Quizás por ello la euforia se desató en la
pista cuando Chuck anunció la apoteósica "Disciples Of The
Watch", que nos dejaba a DiGiorgio y Hoglan marcando implacablemente el
paso mientras el carismático frontman
atacaba su medio pie de micro como si fuera una guitarra.
Una
nueva concesión al pasado nos abocaría sobre "The New Order", que redondeaba
una dupla perteneciente a su segundo
trabajo de 1988, y que conseguía reconciliar a la banda con sus “viejos seguidores” tras un arranque
un tanto titubeante. Y es que la banda
no pareció encontrarse cómoda sobre el escenario en ningún momento, con un Alex
Skolnick que no paró de gesticular durante todo el show y un Eric Peterson que
se mostró mucho más estático y comedido que en anteriores visitas.
"Stronghold",
sería la encargada de devolvernos al presente antes de que Chuck nos anunciaría
una nueva ración de thrash metal old
school con "Into The Pit" y la abrasiva "Over The Wall",
que volvía a caldear el ambiente en el local haciéndonos cantar a todos. El último trallazo
de los californianos estaría reservado para "The Formation Of
Damnation", que nos dejaba con una sensación un tanto agridulce. Definitivamente,
la de esta noche no fue su mejor actuación en tierras catalanas, pero ya se
sabe: una mala noche la tiene cualquiera. Un sonido poco matizado y un
repertorio muy centrado en sus últimas entregas acabaron marcando la
presentación de unos Testament algo desdibujados. Esperemos que Chuck Billy y
sus muchachos no tarden en regresar liderando su propio show y podamos
resarcirnos.
La
sala grande del Razzmatazz estaba abarrotada y la expectación podía palparse en
el ambiente. Durante sus últimas giras Amon Amarth han optado por diferentes escenografías basadas en diversos
elementos de la imaginería vikinga. Pues bien, esta noche no iba a ser una
excepción. Un imponente casco de combate, -coronado por el kit
de batería de Jocke Wallgren-, y flanqueado
por sendas escalinatas que conducían sobre unas pequeñas tarimas colocadas a
media altura, conformarían el entorno en el que los guerreros de Tumba
librarían su batalla. Pero no sería esta la única sorpresa, ya que a lo largo
de la velada se irían sucediendo algunas performances que ayudarían a enfatizar
los momentos culminantes del show.
Como
si de un ancestral ritual se tratase el quinteto aparecía en escena acompañado
de su habitual introducción para empuñar sus instrumentos y hacer rugir al personal con los primeros
compases de "The Pursuit Of Vikings". La respuesta del público fue
impresionante, con toda la sala botando intensamente junto a la banda mientras
coreábamos su pegadiza melodía. Ejerciendo como maestro de ceremonias, el
barbudo Hegg encabezaría la brutal envestida del combo sueco mientras se
encaramaba sobre una de las tarimas para dejar que las columnas de humo
hicieran su primera aparición durante el estribillo de la trepidante
"As Loke Falls".
Con
tan solo dos temas y en apenas de diez minutos Amon Amarth tenían ya al público
rendido. Así que después de que el frontman se ganará una rotunda ovación al
dirigirse al restable en catalán había que empezar a repasar su nueva obra
conceptual "Jomsviking". Con las guitarras de Olavi Mikkonen y Johan
Söderberg sonando cortantes y descarnadas arrancaba ese trallazo que es
"First Kill", que fue coreado con verdadera devoción por una sala
enfervorizada. Pero sin duda la primera gran sorpresa de la noche llegaría
cuando los músicos, de forma parsimoniosa, encaminaron sus pasos
hacia las tarimas para dejar que la parte frontal del escenario
quedara ocupada por dos guerreros que se batieron en una
encarnizada contienda mientras la banda desgranaba los pasajes épicos de
"The Way Of Vikings". El cambio de tercio llegaría con las
ambientaciones lúgubres que marcarían "At Dawn's First Light",
que ratificaba que el nuevo material de los vikingos ha calado
hondo entre sus seguidores.
Mientras
el escenario quedaba sumido en la más absoluta penumbra la base del casco se
iluminaría para dejar que Jocke Wallgren recorriera los parches de su kit antes de atacar
"Cry Of The Black Birds", que era la elegida para la nueva aparición
de las columnas de humo. Sin concedernos ni un segundo de tregua, y
mientras los guerreros volvían a aparecer en escena portando sendos
estandartes, nos adentrábamos en "Deceiver Of The Gods", con la
gente nuevamente erigiéndose como protagonista al corear ensordecedoramente su
melodía de guitarra. El asedio del quinteto no se detendría, así que el
escenario se teñiría de rojo durante "On A Sea Of Blood", que nos dejaba
la estampa de un Hegg exultante pasando
revista a las primeras filas.
Sin
duda uno de los grandes aciertos de la descarga fue la brutal intensidad que
desplegaron los suecos sobre las tablas: sin altibajos, extensas charlas, ni
solos que rompieran el ritmo del show, concentrándose exclusivamente en
descargar una colección de composiciones que sonaron brutales y con pegada.
El ecuador del show vendría marcado por la implacable
"Destroyer Of The Universe", que dejaría paso al tema más
antiguo que interpretaron "Death In Fire", que nos hacia
retroceder hasta aquel lejano “Versus The World”.
Una
nueva aparición de los guerreros, -esta vez empuñando los arcos-,
acompañaría junto a las palmas del
respetable el arranque de "One
Thousand Burning Arrows", para posteriormente atenazarnos con sus envolventes melodías. El
relevo en escena lo tomaría Loki, quien aparecería para sumarse a los músicos durante los fulgurantes
desarrollos de “Father Of The World”, que nos invitaba al headbanging en su
humeante cabalgada final. La
contundencia death metalera regresaría de la mano de “Runes To My Memory”, con
la audiencia completamente desatada alentando a la banda durante su cadencioso interludio
central. El punto y seguido a la velada
lo pondría una celebradísima “Father Of The Wolf”, que volvía a hacernos vibrar
con otra ración de épica metalera.
Con
la gente enloquecida demandando el retorno de los guerreros, la banda no
tardaría en regresar sobre las tablas para alzar sus cuernos y brindar con
todos los presentes antes de atacar “Raise Your Horns”, que se convertiría en
la excusa perfecta para que el frontman dirigiera el coro antes de que todos
comenzáramos a botar como si nos fuera
la vida en ello. A estas alturas del show la comunión entre banda y público era
absoluta, de modo que el anuncio de “Guardian Of Asgaard”, provocó que el pogo se
desatara en la pista. Todos sabíamos que
la velada estaba tocando a su fin, así que mientras los truenos nos anunciaban
la tormenta que estaba por llegar, un
gigantesco dragón iría adueñándose del escenario mientras Hegg alzaba
desafiante su martillo para estrellarlo contra el suelo y dar el pistoletazo de
salida a la apocalíptica “Twilight Of
The Gods”, que era la escogida para
cerrar por todo lo alto una descarga apoteósica.
Suma
y sigue para los vikingos de Tumba. Amon Amarth continúan con paso firme su imparable
ascensión al Valhalla del metal, y su victorioso paso por la Ciudad Condal fue
la constatación definitiva de que la
banda no ha alcanzado todavía su techo.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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