Siempre resulta un desafío ser pionero y tratar
de marcar la senda a seguir, pero el objetivo de Meshuggah siempre fue
innovar, fusionando técnica y diferentes estilos para conseguir una propuesta única, reconocible y, ante
todo, personal. Su sonido no es apto para todos los públicos, pero cuando te
atrapa te convierte, irremediablemente, en seguidor incondicional del
quinteto sueco. Seguramente lo más sencillo hubiera sido quedarse cómodamente
instalados en el estatus de banda de culto que se han ganado desde que
publicaran “Contradictions Collapse” en 1991, pero la formación capitaneada por
el vocalista Jens Kidman y el guitarrista Fredrik Thordendal ha optado por seguir agrandando su leyenda apostando
por la complejidad en sus entregas de
estudio y la pegada de unos directos
espectaculares e impactantes. Con el recuerdo todavía presente de su última visita
en el marco del festival Be Prog! My Friend de 2015,- en la que los problemas técnicos
acabaron lastrando su actuación-, el combo sueco regresaba a la Ciudad Condal
para presentarnos las composiciones de su última entrega “The Violent Sleep Of
Reason”. Como compañeros de viaje para este periplo por el Viejo Continente
contarían con el concurso de otros ilustres veteranos dentro de la escena
internacional, los americanos High On Fire.
Debo admitir que me sorprendió que la doble descarga estuviera programada para
la sala grande del Razzmatazz, aunque viendo el tirón de los suecos y, sobre todo, el soberbio espectáculo de
luces que acompañó su descarga, la
decisión fue de lo más acertada, y más si tenemos en cuenta que la sala acabó
registrando una muy buena entrada en su parte inferior. Pese a que el inicio de
las actuaciones estaba previsto para las 19,30 horas, lo cierto es que cuando
High On Fire tomaron posesión del escenario en el recinto se respiraba ya un
fantástico ambiente.
Sin grandes alardes, ni rimbombantes
introducciones, y haciendo gala de la sobriedad que siempre les ha
caracterizado, Matt Pike, -a pecho
descubierto-, y sus muchachos se posicionaban en escena para desgarrar nuestros tímpanos con el sonido potente y corrosivo de la pieza de apertura de su ultimo largo, “The Black Plot”. Fieles a
su trayectoria y a su amor por los riffs densos e infecciosos la velada
proseguiría con la cadencia stoner que nos propusieron a lo largo de “Carcosa”.
Pero si alguien pensaba que los
americanos tratarían de hacernos sucumbir
con una sucesión de temas oscuros y cadenciosos, no podía estar más equivocado,
ya que la banda pondría a trabajar nuestras cervicales al pisar el acelerador
al máximo con las rotundas acometidas contenidas en “Rumors Of War”, que
conseguía que entre las primeras filas se organizaran los primeros pogos de la noche mientras el
escenario se teñía de rojo. Y es que la descarga del combo americano fue como
una montaña rusa, alternando de forma magistral la velocidad de “Serums Of
Liao” o “Slave The Hive”, con la aplastante intensidad que destilaría la novedosa “The Falconist”, que se
convertiría en la excusa para que todos gritáramos su pegadizo estribillo.
Pese a que dio la sensación de que el
escenario se les quedó un poco grande en
algunos momentos, el trío de Oakland supo conectar con una audiencia cada vez
más animada y participativa, que agradeció con una rotunda ovación el ejercicio
solista que Matt Pike nos brindó en
“Turk”, que a la postre se convertiría en el segundo recuerdo que se permitieron a su “Death Is
This Communion”. Aunque la banda tiene un amplio catalogo a sus espaldas, su
show de esta noche se centró en sus dos
últimas entregas discográficas, de modo que para encarar la recta final de su
presentación optarían por los desquiciantes
riffs de “Fertile Green”.
Para los amantes de las ambientaciones más oscuras y cadenciosas no faltarían los
guiños sabbathicos en los inquietantes desarrollos de “Blood From Zion”, que se
convertiría en la excusa perfecta para hacernos viajar al primerizo “Art Of
Self Defense”. Antes de abandonar el escenario el trío todavía tendría ocasión
de hacernos agitar la cabeza con las humeantes embestidas épicas de “Snakes For The Divine”. En definitiva, que
los americanos llegaron, descargaron su metal rudo e infeccioso y nos dejaron con
los dientes largos y con ganas de algún tema más.
Pocas veces una formación suscitó opiniones tan encontradas como en el
caso de Meshuggah. Mientras muchos les encumbran como la quinta esencia de la
vanguardia y la experimentación musical, otros se encargan de desacreditarles argumentando
que llevan años repitiendo una formula que les
ha convertido en previsibles y, hasta cierto punto, lineales. Sin embargo, los
que se acercaron a presenciar su descarga en la sala grande del Razzmatazz no eran sospechosos. Así
que acompañados de una calurosa ovación, mientras a través del P.A. sonaba una
extensa introducción, los músicos irían tomando posiciones para empuñar sus
instrumentos y abrir fuego con “Clockworks”. Con el escenario decorado con diferentes motivos que hacían alusión a su
última referencia, “The Violent Sleep Of Reason”, el quinteto de Umeä se mostró
tan sobrio y efectivo como de costumbre, desgranando sus composiciones con una
contundencia y una precisión milimétrica, tal y como dejaron patente a lo largo
de “Born In Dissonance”, que era la escogida para completar la novedosa dupla de
apertura.
Dejando a un lado la técnica y la calidad
de la banda, el otro gran protagonista de la noche fue el
excelente espectáculo visual que se
encargó de ambientar la puesta en escena en temas como “Sane”, que nos azotaba sin previo aviso para
dejarnos la silueta de los músicos recortada sobre unos deslumbrantes lasers de
color verde. Y es que Meshuggah siempre
han optado por dotar a sus conciertos de esa ambientación futurista e hipnótica
que rezuman sus composiciones, haciéndonos
viajar a su particular universo sonoro en piezas como “Perpetual Black Second”.
Durante su presentación no habría espacio
para extensas charlas ni solos, así que los suecos optaron por dar a su show un
ritmo frenético, dejando que las afiladas guitarras de Fredrik Thordendal y
Märten Hagström se convirtieran en el arma perfecta para castigar a la audiencia con los asincopados riffs de “Stengah”. El momento de apretar los dientes
llegaría con el abrasivo “The Hurt That Finds You First”, que nos dejaba el despiadado ataque de un Tomas Haake, que se
mostró pletórico durante todo el show.
El contraste llegaría con el denso groove
que nos proponía “Lethargica”, dejándonos
el escenario bañado en tonalidades azules mientras Jens Kidman
desgarraba sus cuerdas vocales encorvado
sobre uno de los monitores. Una nueva mirada sobre “Koloss” se
convertiría en el excusa perfecta para azotarnos inmisericordemente con la pegada
de “Do Not Look Down”. Mientras que las elegidas para cerrar el capítulo
dedicado a su última obra serían “Nostrum” y la propia “Violent Sleep Of
Reason”, poniendo de manifiesto que las nuevas composiciones han calado hondo
entre sus seguidores.
El ambiente en la sala no decaería y la
gente explotó al reconocer los compases iniciales de la estratosférica “Dancers
To A Discordant System”, para dejar que “Bleed” fuera la encargada de poner el
punto y seguido a la velada . Con la gente coreando el nombre de la banda, el
quinteto regresaría sobre las tablas mostrándose algo más cercano, especialmente Jens Kidman, que
animó al personal a darlo todo durante “Demiurge” y la final “Future Breed Machine”, que
se convertiría en la única licencia que se permitieron al material
facturado durante la década de los noventa.
Impecables. La descarga de Meshuggah fue en
espectáculo en todos los sentidos. Una banda precisa, técnica y letal; un
sonido aplastante y una puesta en escena vistosa y muy cuidada fueron las
claves para que los suecos se reconciliaran con sus seguidores en la Ciudad
Condal.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
No hay comentarios:
Publicar un comentario