lunes, 5 de diciembre de 2016

MESHUGGAH+HIGH ON FIRE-RAZZMATAZZ-BCN-29-NOV-2016



Siempre resulta un desafío ser pionero y tratar de marcar la senda  a seguir, pero el objetivo de Meshuggah siempre fue innovar, fusionando técnica y diferentes estilos para conseguir  una propuesta única, reconocible  y, ante todo, personal. Su sonido no es apto para todos los públicos, pero cuando te atrapa te convierte, irremediablemente,  en seguidor incondicional del quinteto sueco. Seguramente lo más sencillo hubiera sido quedarse cómodamente instalados en el estatus de banda de culto que se han ganado desde que publicaran “Contradictions Collapse” en 1991, pero la formación capitaneada por el vocalista Jens Kidman y el guitarrista Fredrik Thordendal  ha optado por seguir agrandando su leyenda apostando por la complejidad  en sus entregas de estudio y la pegada de unos  directos espectaculares e impactantes. Con el recuerdo todavía presente de su última visita en el marco del festival Be Prog! My Friend de  2015,- en la que los problemas técnicos acabaron lastrando su actuación-, el combo sueco regresaba a la Ciudad Condal para presentarnos las composiciones de su última entrega “The Violent Sleep Of Reason”. Como compañeros de viaje para este periplo por el Viejo Continente contarían con el concurso de otros ilustres veteranos dentro de la escena internacional, los americanos High On Fire.

Debo admitir que me sorprendió  que la doble descarga estuviera programada para la sala grande del Razzmatazz, aunque viendo el tirón de los suecos  y, sobre todo, el soberbio espectáculo de luces  que acompañó su descarga, la decisión fue de lo más acertada, y más si tenemos en cuenta que la sala acabó registrando una muy buena entrada en su parte inferior. Pese a que el inicio de las actuaciones estaba previsto para las 19,30 horas, lo cierto es que cuando High On Fire tomaron posesión del escenario en el recinto se respiraba ya un fantástico ambiente.

Sin grandes alardes, ni rimbombantes introducciones, y haciendo gala de la sobriedad que siempre les ha caracterizado,  Matt Pike, -a pecho descubierto-, y sus muchachos se posicionaban en escena para desgarrar  nuestros tímpanos con el sonido potente  y corrosivo de la pieza de apertura de  su ultimo largo, “The Black Plot”. Fieles a su trayectoria y a su amor por los riffs densos e infecciosos la velada proseguiría con la cadencia stoner que nos propusieron a lo largo de “Carcosa”.

Pero si alguien pensaba que los americanos  tratarían de hacernos sucumbir con una sucesión de temas oscuros y cadenciosos, no podía estar más equivocado, ya que la banda pondría a trabajar nuestras cervicales al pisar el acelerador al máximo con las rotundas acometidas contenidas en “Rumors Of War”, que conseguía que entre las primeras filas se organizaran  los primeros pogos de la noche mientras el escenario se teñía de rojo. Y es que la descarga del combo americano fue como una montaña rusa, alternando de forma magistral la velocidad de “Serums Of Liao” o “Slave The Hive”, con la aplastante intensidad que destilaría  la novedosa “The Falconist”, que se convertiría en la excusa para que todos gritáramos  su pegadizo estribillo.

Pese a que dio la sensación de que el escenario se les quedó un poco  grande en algunos momentos, el trío de Oakland supo conectar con una audiencia cada vez más animada y participativa, que agradeció con una rotunda ovación el ejercicio solista que  Matt Pike nos brindó en “Turk”, que a la postre se convertiría en el segundo  recuerdo que se permitieron a su “Death Is This Communion”. Aunque la banda tiene un amplio catalogo a sus espaldas, su show de esta noche se centró  en sus dos últimas entregas discográficas, de modo que para encarar la recta final de su presentación optarían por  los desquiciantes riffs de “Fertile Green”.

Para los amantes de las ambientaciones  más oscuras y cadenciosas no faltarían los guiños sabbathicos en los inquietantes  desarrollos de “Blood From Zion”, que se convertiría en la excusa perfecta para hacernos viajar al primerizo “Art Of Self Defense”. Antes de abandonar el escenario el trío todavía tendría ocasión de hacernos agitar la cabeza con las humeantes embestidas épicas de  “Snakes For The Divine”. En definitiva, que los americanos llegaron, descargaron su metal rudo e infeccioso y nos dejaron con los dientes largos y con ganas de algún tema más.

Pocas veces una formación  suscitó opiniones tan encontradas como en el caso de Meshuggah. Mientras muchos  les  encumbran como la quinta esencia de la vanguardia y la experimentación musical, otros se encargan de desacreditarles argumentando   que llevan años repitiendo una formula que les ha convertido en previsibles y, hasta cierto punto, lineales. Sin embargo, los que se acercaron a presenciar su descarga en la sala  grande del Razzmatazz no eran sospechosos. Así que acompañados de una calurosa ovación, mientras a través del P.A. sonaba una extensa introducción, los músicos irían tomando posiciones para empuñar sus instrumentos y abrir fuego con “Clockworks”. Con  el escenario decorado  con diferentes motivos que hacían alusión a su última referencia, “The Violent Sleep Of Reason”, el quinteto de Umeä se mostró tan sobrio y efectivo como de costumbre, desgranando sus composiciones con una contundencia y una precisión milimétrica, tal y como dejaron patente a lo largo de “Born In Dissonance”, que era la escogida para completar la novedosa dupla de apertura.

Dejando a un lado la técnica y la calidad de la banda, el otro gran protagonista de la noche  fue  el excelente espectáculo visual  que se encargó de ambientar la puesta en escena en temas como  “Sane”, que nos azotaba sin previo aviso para dejarnos la silueta de los músicos recortada sobre unos deslumbrantes lasers de color verde. Y es que Meshuggah  siempre han optado por dotar a sus conciertos de esa ambientación futurista e hipnótica  que rezuman sus composiciones, haciéndonos viajar a su particular universo sonoro en piezas como  “Perpetual Black Second”.

Durante su presentación no habría espacio para extensas charlas ni solos, así que los suecos optaron por dar a su show un ritmo frenético, dejando que las afiladas guitarras de Fredrik Thordendal y Märten Hagström se convirtieran en el  arma perfecta para castigar  a la audiencia  con los asincopados riffs de  “Stengah”. El momento de apretar los dientes llegaría con el abrasivo “The Hurt That Finds You First”, que nos dejaba  el despiadado ataque de un Tomas Haake, que se mostró pletórico  durante todo el show.


El contraste llegaría con el denso groove que nos proponía  “Lethargica”, dejándonos  el escenario bañado  en tonalidades azules mientras Jens Kidman desgarraba sus cuerdas vocales encorvado  sobre uno de los monitores. Una nueva mirada sobre “Koloss” se convertiría en el excusa perfecta para azotarnos inmisericordemente con la pegada de  “Do Not Look Down”.  Mientras que las elegidas para cerrar el capítulo dedicado a su última obra serían “Nostrum” y la propia “Violent Sleep Of Reason”, poniendo de manifiesto que las nuevas composiciones han calado hondo entre sus seguidores.

El ambiente en la sala no decaería y la gente explotó al reconocer los compases iniciales de la estratosférica “Dancers To A Discordant System”, para dejar que “Bleed” fuera la encargada de poner el punto y seguido a la velada . Con la gente coreando el nombre de la banda, el quinteto regresaría sobre las tablas mostrándose algo  más cercano, especialmente Jens Kidman, que animó al personal a darlo todo durante  “Demiurge” y la final “Future Breed Machine”, que se convertiría   en la única licencia que se permitieron al material facturado durante la década de los noventa.

Impecables. La descarga de Meshuggah fue en espectáculo en todos los sentidos. Una banda precisa, técnica y letal; un sonido aplastante y una puesta en escena vistosa y muy cuidada fueron las claves para que los suecos se reconciliaran con sus seguidores en la Ciudad Condal.




TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER

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