Evidentemente,
en un mundo dominado por la inmediatez, lo fácil hubiera sido dejarse llevar
por la euforia del momento y
hacer un artículo loando los parabienes de la visita de Guns N´Roses a la capital portuguesa. Pero, en esta ocasión, he preferido dejar que bajara el suflé y tomar
distancia para analizar lo que fue el
concierto.
Sin duda los
angelinos fueron la última gran banda llena estadios de
la
década de los ochenta. Peligrosos, salvajes e indomables, la formación
consiguió someter al universo roquero para poco después diluirse y desmembrarse
tras la publicación de su álbum de versiones “ The Spaghetti Incident?”,
quedando W. Axl Rose y el teclista Dizzy Reed como únicos representantes
de
aquella formación irrepetible. Ríos de tinta corrieron cuando el vocalista se
apropió según cuentan las crónicas con malas artes del nombre para seguir
girando y posteriormente editar "Chinese Democracy", uno de los
álbumes más caros y esperados de la historia que no llegó a colmar las
expectativas de sus incondicionales. Pero el tiempo y, como no, una suculenta
oferta económica convirtieron en realidad
el sueño de muchos fans que ya habían perdido toda esperanza de ver juntos
sobre el mismo escenario a Axl, Duff y Slash.
No
era esta la primera vez que el vocalista tocaba en el Passeio Marítimo De
Algés, ya que hace aproximadamente un año actuó en este mismo recinto junto a
los australianos Ac Dc. Desde la jornada previa al concierto ya se podía
apreciar en la capital lisboeta el ambiento de las grandes ocasiones, con mucha
gente “danzando” por la ciudad ataviada con camisetas de la formación angelina,
así que no me extrañó que la cita acabara reuniendo a más de 50.000 espectadores. Lo primero que llamaba
la atención al acceder al recinto era la amplitud del lugar, con una gran zona
dedicada al catering y unas mesas donde muchos aguardaron pacientemente a la hora del plato fuerte de la noche.
Con
el sol todavía castigando severamente a los osados que no quisimos perdernos
los actos de apertura aparecían en escena Tyler Bryant & The Shakedown,
quienes nos ofrecieron una marchosa colección de composiciones marcadas por el
blues y el hard rock, tal y como ya hicieran en su anterior visita abriendo
para la banda del mítico Angus Young. Aunque el viendo hizo que el sonido les
jugara alguna mala pasada, lo cierto es que su descarga sirvió para animar a un
personal que acompañó con palmas temas “Lipstick Wonder Woman” o la guitarrera
“House On Fire.
Menos
acertada resultó la descarga de Mark Lanegan, quien se mostró frió, estático y
distante durante su tiempo sobre las tablas, sin apenas dirigirse al respetable
y limitándose a atacar piezas de su carrera en solitario como la inicial “Riot
In My House” o “Death´s Head Tatto”. Muy atrás parecen haber quedado para el
compositor y vocalista de Washington los tiempos de Screaming Trees, ya que de
la época que estuvo al frente de la formación de los hermanos Conner
simplemente rescató durante el tramo final del show “Black Rose Way”, que pasó
bastante desapercibida entre el publico. En definitiva, que la actuación de
Mark Lanegan supuso una pequeña decepción, aunque más por su actitud que por
otra cosa.
Una
vez consumidos los actos previos poco a poco la gente se fue posicionando
frente al inmenso escenario para no perderse el más mínimo detalle de uno de
las giras más esperadas de los últimos tiempos. El montaje fue faraónico, con
un inmenso escenario donde sendas escalinatas rodeaban la tarima de batería y sendos
kits de teclados. En cuanto a las pantallas, habían dos que flanqueaban el
escenario y una inmensa central compuesta por tres columnas, que intercalaría las imágenes
de los músicos y las proyecciones que acompañarían a muchos de los temas.
Con
las pantallas exhibiendo el logo clásico de la banda, que se iba intercalando
con diferentes armas de fuego, la espera se iría consumiendo lentamente hasta
que la simpática melodía de “Looney Tunes”, nos ponía en preaviso de lo que
estaba por llegar. Con la gente completamente desatada y respirándose un clima
de euforia en el recinto la banda aparecía
en escena para hacer botar al respetable al ritmo de “It´s So Easy”.
Liderados por un Axl Rose, que apareció en escena sin bandana y luciendo una
llamativa chupa roja, la banda conseguiría conectar rápidamente con sus
seguidores a base de clásicos incontestables como el mítico “Mr. Brownstone”,
que nos dejaba con las primeras carreras del vocalista para después deleitarnos
con una buena dosis de sus clásicos
contoneos.
Y
es que el controvertido vocalista rayó
durante todo el concierto a un notable nivel, aunque hay que recalcar que se le
vio pasar por más de una dificultad a la hora de encarar los momentos más
exigentes del show. La primera concesión a su última obra de estudio llegaría
con “Chinese Democracry”, que apaciguaba ligeramente los ánimos, permitiéndonos
recuperar el aliento después de un arrollador arranque, dejando que los fuegos artificiales captaran nuestras
atención mientras teñían el cielo de la
capital lusa. Aunque Axl fue sobre quien recayeron la mayoría de las miradas,
el mítico Slash también reclamaría su propia cuota de protagonismo al coquetear
repetidamente con el riff inicial de
“Welcome To The Jungle”, que volvía a desatar la euforia entre el personal.
Debó
admitirlo, habiendo visto al guitarrista de la chistera en numerosas ocasiones
me sorprendió, y mucho, ese papel secundario que asumió durante todo el show,
permaneciendo en su lado del escenario sin apenar interactuar con Axl. Lejos
queda la imagen de aquel guitarrista loco e impredecible que no dejaba de
fumar, ya que ahora Slash se muestra mucho más sobrio y comedido, concentrado
en su instrumento para clavar cada uno de sus solos e intervenciones, tal y
como sucedió en “Double Talkin´ Jive”,
que se convertía en el primer recuerdo a la época de los “Use Your Illusion”.
El
último as de este trío de lujo era el bajista Duff McKagan, quien se mostró
solido, atento y muy activo, asumiendo ese papel de sheriff que le ha tocado
ejercer en esta nueva etapa en la banda. En cuanto al resto de la banda,
mención especial merece el concurso del guitarrista Richard Fortus y el
derroche de garra e intensidad que
ofreció, impregnando de actitud roquera a sus compañeros y haciéndose cargo de
algunos solos. Quizás el que estuvo un poco por debajo del nivel fue el batería
Frank Ferrer, ya que no tiene ni el feeling de Steven Adler ni la pegada de
Matt Sorum.
Pese
a que gran parte de la actual encarnación de los Gunners no participó en la
composición y la grabación de “Chinese
Democracy”, Rose no quisó dejarse en el tintero piezas como “Better”, que nos
permitiría apreciar las cualidades vocales de la teclista Melissa Reese”, y
“This I Love”. Pero evidentemente la gran mayoría de los presentes estábamos
allí para volver a disfrutar de sus temas más emblemáticos, de modo que la
respuesta del público fue colosal cuando la banda atacó piezas como la
majestuosa “Estranged”, que nos dejaba a Slash ocupando la parte superior del
escenario mientras hacia llorar a su guitarra.
Tampoco
faltarían a lo largo de las casi tres horas
que duró el concierto su habitual retahíla de versiones. La primera en
llegar para poner el recinto patas fue “Live And Let Die”, con Axl encaramado
sobre uno de los monitores para alzar desafiante su pie de micro al cielo para
poner a todo el mundo a cantar su matador estribillo. La fiesta no se
detendría, así que una nueva mirada sobre el icónico “Appetite For
Destruction”, nos conduciría hacia la perversa “Rocket Queen”.
Con
la gente completamente extasiada llegaba “You Could Be Mine”, el tema que la
banda coló en la banda sonora de la película “Terminator 2”, que servía para
demostrar que pese al paso de los años los chicos malos no han perdido su
instinto asesino. Tras una nueva ración de fuegos artificiales y después de que
Axl lanzara su micro al respetable, el vocalista se perdería entre bambalinas
para dejar que fuera su compañero Duff el encargado de liderar a la banda
durante la versión del “New Rose” de The Damned.
Ataviado
con una nueva vestimenta, el vocalista cambio en repetidas ocasiones de
indumentaria a lo largo de la velada, Axl retornaba para sumergirnos en la
épica de “Civil War”, que acabaría recibiendo una monumental ovación. Como ya
hicieran en sus conciertos previos, no faltaría el homenaje al vocalista de
Soundgarden con “Black Hole Sun”, que personalmente creo que bajo un poco el
nivel de intensidad del show, aunque fue un emotivo recuerdo. Una de las
sorpresas de la noche llegaría cuando en las pantallas pudimos apreciar los
electrocardiogramas que nos anunciaban la llegada de la extensa “Coma”, una pieza
que la banda ha recuperado para este tour y que nos muestra la ambición y la amplitud de
miras que la banda tenía a principios de la década de los noventa.
Tras
ella llegaría el momento de Slash, quien en un fantástico solo ejercería de
guitarhero para provocar con su interpretación del tema principal de la
película “El Padrino” una de las mayores ovaciones de la noche. Al igual que ya
sucediera en sus presentaciones de principios de los noventa la siguiente en
sonar sería “Sweet Child O´Mine”, que hacia estallar al personal mientras Axl,
ataviado con una chupa blanca, pasaba más de una dificultad para alcanzar las tonalidades
más exigentes.
La
nota rebelde la pondría ese puñetazo en la cara que “Out Ta Get Me”, que nos
mostraba la cara más macarra y gamberra de la banda, con Duff luciendo
orgulloso su camiseta con el rostro del irrepetible Lemmy. Los ánimos se
apaciguarían cuando tras el duelo que nos ofrecieron Slash y Fortus durante
“Wish You Were Here”, Axl se sentó frente al piano en el centro del escenario
para mostrar sus dotes como instrumentista durante la monumental “November
Rain”, que se convirtió en uno de los momentos mágicos de la noche, con la banda
transmitiendo magia e intensidad durante sus largos desarrollos instrumentales
para acabar abocándonos sobre su épico final.
Pese
a que llevábamos ya más de dos horas de concierto la gente seguía deseosa de
bailar y cantar junto a sus héroes. Así que la mejor forma de colmar las
expectativas de un público que vibró intensamente durante todo el show fue el
clásico de Bob Dylan “Knockin´On Heaven´s Door”, que nos dejaba la impactante estampa de 50.000 gargantas
coreando al unísono el estribillo del legendario compositor americano. Sin apenas darnos ni un segundo de
tregua la bocina de la estación nos
anunciaba la llegada de “Nightrain”.
Con
la gente coreando insistentemente el nombre de la banda los músicos volverían a
aparecer sobre las tablas para
dedicarnos la deliciosa “Patience”, con Slash empuñando una guitarra acústica.
Pero ese impás de delicadeza y elegancia sería tan solo un espejismo, ya que
las guitarras volverían a rugir con fuerza durante “Whole Lotta Roise”, que se
convertía en el preámbulo perfecto para el fin de fiesta que protagonizaría la
imprescindible “Paradise City”, que llegaba acompañada de fuegos artificiales y
confeti para poner el broche de oro a la velada.
Como
suele suceder a la salida de los grandes conciertos hubo opiniones para todos
los gustos. Pero seamos sinceros: la juventud es la única enfermedad que se cura con el tiempo, y los actuales Guns
N´Roses son una banda de señores maduros y profesionales, que han aparcado sus
diferencias personales para llenarse los
bolsillos y ofrecer a sus seguidores lo que llevaban tanto tiempo añorando. No,
evidentemente, la banda no es aquella que quemaba los escenarios a su paso
envuelta de escándalos y excesos, ahora se conforman con ofrecer unos
conciertos que estén a la altura de su leyenda y que sirvan para colmar las
expectativas de todos esos fans que
nunca perdieron la esperanza de volver a
ver juntos a Slash, Duff y Axl. Ahora
tan solo queda comprobar si este exitoso tour será el primer paso para que se
pongan manos a la obra y compongan nuevos temas. Esperemos que así sea.
TEXTO Y FOTOS:ALFONSO DIAZ
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