A
finales de 1993 unos jóvenes y todavía melenudos Paradise Lost arribaban a
Barcelona para abrir la descarga de los brasileños Sepultura. En aquella época
el quinteto de Halifax era un valor en alza dentro de la escena europea, amén
de ser los abanderados de un nuevo estilo denominado gothic metal.
Posteriormente llegó su inclusión en el “mainstream”
metálico con el celebrado "Draconian Times", para después iniciar una larga senda dentro de la
experimentación apostando por unas sonoridades más sintéticas, marcadas por el
uso de sintetizadores y diferentes
elementos electrónicos en discos como "One Second"(1997),
"Host"(1999) y "Believe In Nothing"(2001), que les valieron
la incomprensión y las feroces críticas de algunos de sus primeros seguidores.
Si
algo ha marcado la longeva trayectoria de Paradise Lost ha sido la libertad a
la hora de evolucionar, involucionar y, en definitiva, derivar su música
hacia diferentes estilos y sonoridades. Así que en los últimos años la
formación británica ha ido desandando el camino que había trazado, endureciendo
su propuesta progresivamente, algo que se ha acentuado en sus últimas entregas discográficas,
en las que parecen haber recuperado su vertiente death-doom. Su decimoquinto
trabajo "Medusa", era la excusa para volver a la carretera, así que
una vez más la banda pisaba la Ciudad Condal para reencontrarse con sus
incondicionales en la sala mediana del Razzmatazz, contando como actos de
apertura con Sinistro y los americanos
Pallbearer.
La
sala acotada a la mitad ponía de manifiesto que, pese a las buenas críticas cosechadas
en sus últimas entregas, los británicos han visto notablemente mermado su poder
de convocatoria, ya que a mediados de los noventa solían presentar
sus trabajos en la sala grande de la extinta Zeleste. Con la gente todavía
accediendo al recinto y sin la habitual introducción aparecían en escena
Sinistro. Poco conocidos todavía por estos lares, los lisboetas sorprendieron
con una propuesta ecléctica, heterogénea y oscura, en la que destacó
especialmente el concurso de su vocalista, Patricia Andrade, quien
escenificó la inicial "Partida" con una sucesión de movimientos
espasmódicos.
Su
puesta en escena estuvo marcada por la sobriedad y las atmósferas tenebrosas y
oscuras, con el escenario sumido en la penumbra a excepción de una solitaria
luz que incidía en la figura de la propia Patricia, lo que acabó confiriendo
una ambientación minimalista a temas como "Relíquia", que
servía para que la vocalista nos sedujera con su preciosa voz mientras sus
compañeros se encargaban de conceder al tema un toque lúgubre e inquietante.
Por
si alguien no tenía todavía ubicados a Sinistro los aromas propios de la ciudad de las siete colinas
quedarían plasmados a lo largo del tramo final de su presentación,
fundiendo las ambientaciones doom, el post metal y algunos pasajes
cargados de melancolía con aromas de fado a lo largo de “Cidade part 2”. Una
propuesta personal y de difícil catalogación fue lo que nos ofrecieron unos Sinistro que,
desafortunadamente, pasaron bastante desapercibidos.
En
poco menos de una década Pallbearer han conseguido granjearse una excelente
reputación como banda de directo, amén de ganarse el respeto y la admiración de
una escena tan selecta y cerrada como la doom. Si ya con su anterior
“Foundations Of Burden” (2014), cosecharon unas magníficas críticas, su tercer
largo “Heartless” les ha servido para llegar a un público más amplio y heterogéneo.
Sin embargo, esto no quiere decir que el cuarteto de Little Rock haya suavizado
su sonido, ya que sus complejas y extensas composiciones siguen siendo manteniendo
esas atmosferas oscuras y tortuosas.
A
diferencia de lo que sucediera con los encargados de abrir la velada, la
presencia de los americanos había suscitado bastante expectación, y lo cierto
es que acabaron colmando las expectativas del respetable, ofreciéndonos un
directo vibrante, intenso y poderoso. Resulta muy destacable que Pallbearer, optando por una propuesta
repleta de cambios de ritmo y desarrollos de corte progresivo, hayan conseguido
fidelizar a unos fans que van creciendo en cada una de sus visitas. Quizás por
ello no me sorprendieron los respetuosos silencios que acompañaron los pasajes más
lentos e introspectivos de la inicial “Worlds Apart”, que ponía de manifiesto
la excelente coordinación entre Brett Campbell y Devin Holt.
Tras
habernos invitado a cruzar el umbral de su particular universo sonoro tocaba adentrarse
en el material de su último redondo, y para ello optaron por los técnicos desarrollos de “Thorns”. Varías fueron las
facetas que los americanos nos presentaron a lo largo de las cuatro
composiciones que interpretaron. De modo que su vertiente más melódica e intimista quedaría plasmada
durante algunos de los pasajes de “Dancing In The Madness”, que nos abocaba sobre una segunda mitad preñada de
contundencia y brutalidad.
En
un escenario a media luz, algo que fue una constante a lo largo de sus cuarenta
minutos sobre las tablas, llegaba el momento de encarar la recta final de su
actuación, ofreciendo un suculento guiño a sus fans más veteranos, presentando la pieza que abría su primer largo,
“Foreigner”, con la que nos dejaban unas fantásticas sensaciones. En
definitiva, que Pallbearer demostraron estar en un gran estado de forma. Evidentemente
su propuesta no es apta para todos los públicos, pero lo cierto es que la banda
exhibió personalidad, técnica y, ante
todo, calidad.
No
creo que nadie se sorprendiera cuando tras la habitual introducción los de Halifax
aparecieron en escena parsimoniosamente y vestidos de riguroso negro para abrir la
velada con "From The Gallows". Una vez más llamaba la atención el
enésimo cambio de look del guitarrista Gregor Mackintosh, quien ha abandonado el rubio de su
última aparición en el Rockfest para lucir ahora una cresta a lo mohicano. Como
siempre, ocupando el centro del escenario estuvo Nick Holmes, y sobre él recayeron
gran parte de las miradas. El veterano
vocalista parece haber redescubierto su pasión por los registros guturales
tras su colaboración con los suecos Bloodbath, pero resulta incuestionable que
con el paso de los años su voz ha perdido en matices e intensidad, algo que se
notó especialmente en las tonalidades rasgadas.
Sin
embargo, Holmes estuvo a un buen nivel en líneas generales, aunque se le vio
pasar por bastantes dificultades a la hora de afrontar los temas que
grabara durante los noventa. Quizás, ese fuera el motivo por el que el
repertorio de esta noche estuvo centrado
en el material facturado durante la última década, dejando así aparcadas las
composiciones de sus dos primeros largos y las incluidas en la trilogía que
conformaron "One Second", "Host" y "Believe In
Nothing".
Tras
haber roto el hielo con una pieza de su último redondo, la audiencia, siguiendo
las indicaciones del vocalista, acompañó con palmas los compases iniciales de
"Tragic Idol", que introducía las primeras pinceladas de ese gothic metal
que ellos mismos dieron forma en sus primeras obras. Para finiquitar
esta abrumadora tripleta de apertura optaron por "The Enemy", que nos
mostraba otra de las facetas de su camaleónico sonido, dando buena cuenta de
varios elementos electrónicos mientras Nick demandaba nuestra colaboración para
apoyarle a la hora de entonar el estribillo.
Aunque
no hubo extensas charlas durante las
presentaciones, Nick aprovechó para darnos las buenas noches durante los
prolegómenos de “Erased”, que proseguía con nuestro viaje retrospectivo hasta la época de “Symbol Of Life”. La vuelta sobre
lo que podríamos denominar ortodoxia metalera llegó de manos del novedoso “Gods Of Ancient”,
sumergiéndonos de lleno en sus ambientaciones doom gracias al cavernoso sonido de las guitarras de Mackintosh y Aedy.
Uno de los momentos culminantes de esta primera mitad del show llegaría con un “Enchantment”, que no me acabó de convencer a causa
de unas líneas vocales que poco tenían que ver, en cuanto a fuerza e intensidad,
con las que quedaron registradas en los surcos de “Draconian Times”.
Resulta
evidente que la veteranía es un grado, y como “perros viejos” del negocio los
británicos aprovecharon la euforia del respetable para presentar el corte que
da título a su última entrega “Medusa”, una pieza lenta y pesadumbrosa que acabó gozando de una muy buena
acogida. Un aspecto que no me gustó fue la iluminación escogida, con predominio
de luces rojas y azules, algo que dificultó poder distinguir a los músicos
durante “Eternity Of Lies”; que fundía la grandilocuencia de las voces pregrabadas con las del propio vocalista
antes de que Mackintosh nos deleitara
con un elegante desarrollo solista.
Y
es que el guitarrista zurdo gozó de un protagonismo destacado a lo largo de
toda la velada, blandiendo su flecha para comandar a sus compañeros durante los
melancólicos desarrollos que marcaron “Faith Divides Us- Death Unites Us”.
“Blood And Chaos”, volvería a incidir en su lanzamiento de este año. Mientras
que para cerrar este tramo del show optaron
por uno de sus primeros éxitos “As I Die”, que fue coreado intensamente por el
respetable.
“Beneath
Bronken Earth”, fue la elegida para flanquearnos el paso hacia el último
segmento del show, para acto seguido espetarnos sin previo aviso la
imprescindible “True Belief”. Para su retorno sobre las tablas el quinteto se
reservó una demoledora versión de “No Hope In Sight”, y la pieza que mejor
conecta su presente y su pasado “The Longest Winter”. El fin de fiesta
definitivo llegaría con una sorpresiva “The Last Time”, -que sustituyó al
habitual cierre “Just Say Words”, para provocar
la algarabía de sus seguidores más metaleros.
Definitivamente
la de esta noche no fue la mejor descarga de Paradise Lost en tierras catalanas. Pese a
ello, no creo que nadie pueda poner pegas al impecable trabajo instrumental de
la banda. Aunque, eso sí, resulta evidente que las prestaciones de Nick Holmes en
directo están lejos de las de antaño, algo que se nota especialmente a la hora
de encarar algunos de sus himnos clásicos.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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