Pocas
bandas hay en la actualidad que sean
capaces de combinar elementos tan dispares como las ambientaciones tortuosas,
la contundencia death metalera y la
magnificencia de los pasajes sinfónicos
y orquestales, para conseguir captar la
atención del oyente y conducirlo a través de su particular universo de
ocultismo y mitología. Veteranía y coherencia podrían ser dos de los calificativos
que mejor se adaptan a los griegos Septicflesh. Durante los últimos años la
formación ateniense se ha dejado ver con bastante asiduidad por nuestros
escenarios. De modo que tras la edición de su última entrega discográfica
“Codex Omega”, el cuarteto capitaneado por el incombustible Spiros “Seth”
Antoniou regresaba a la Ciudad Condal para reencontrarse con sus
incondicionales en la sala mediana del Razzmatazz.
No
arribaban solos a la cita los helenos, ya que como compañeros de viaje contarían
con una banda cuanto menos peculiar dentro del underground extremo: los
blackmetaleros Inquisition. Mientras que los encargados de romper el hielo
fueron Odious. Una sala prácticamente vacía, en la que apenas podían contarse
tres decenas de seguidores, fue lo que se encontraron los egipcios al saltar
sobre las tablas.
Vestidos
de riguroso negro e intentando sacar el
máximo partido al reducido espacio escénico del que dispusieron el cuarteto de
Alejandría intentó, sin demasiado éxito, todo hay que decirlo; captar la
atención de los presentes confiando para ello en el potencial de las composiciones de su segundo y último
redondo “Skin Age”.
No
se si fue por el ambiente gélido que se respiraba en el recinto, pero lo cierto
es que Odious no llegaron a conectar con el público, limitándose a desgranar unos temas que pecaron de ser bastante planos
y lineales, y de los que sólo destacaría algunas melodías pregrabadas propias del folklore de su país en piezas como “A
Picture Of Dead Art” y “New Mystery”.
De
sus escasos treinta minutos en escena sin duda me quedó con el tramo final con temas
como
“Crystal Clear”, que aunó desarrollos oscuros y de corte apocalíptico con
luminosas melodías de corte oriental, y “Alzar”, que fue uno de los pocos
momentos en los que su líder y frontman, Bassem Fakhri, abandonó su posición en el centro del
escenario para aproximarse a las primeras filas y demandar nuestra implicación.
Tras
un entreacto que se alargó más de lo habitual llegaba el momento de Inquisition.
Afortunadamente el decorado de la sala cambio notablemente para albergar la descarga del dúo afincado en
los E.E.U.U., ya que aunque el recinto no llegó a llenarse, a la hora prevista para
el inicio de su presentación había ya un ambiente bastante más animado.
Inquisition
son una maquina precisa y despiadada de escupir letras blasfemas, riffs demoniacos e iracundas sucesiones de trepidantes blast beats. Ya habíamos tenido ocasión de
comprobarlo en sus anteriores visitas a nuestro país, la última si la memoria
no me falla en la pasada edición del Leyendas Del Rock, y parece que nada ha
cambiado en la sociedad que conforman el batería Incubus y el guitarrista y
vocalista Dagon.
Quizás
para muchos puede resultar extraño o, incluso, pintoresco ver a solo dos tipos
maquillados dando buena cuenta de un material seminal y humeante, que se centra
en la vertiente más clásica del black metal, pero lo cierto es que ellos se
sobran para mantener la intensidad del show, captando la atención de un público
que quedó hipnotizado con ellos desde que aparecieron en escena para castigar
inmisericordemente nuestros tímpanos con trallazos descomunales como la
premonitoria “From Chaos They Came”, y “Hymn For A Dead Star”.
Lejos
de centrar su objetivo en las composiciones de sus últimas entregas, me
gustó mucho el repertorio que planteó el dúo, ya que a lo largo de su
presentación tuvimos ocasión de escuchar viejas gemas como “Dark Mutilation
Rites”, con la que parecían rendir pleitesía a los Motörhead de mediados de los
ochenta, y también piezas más recientes como “Vortex From The Celestial Flying Throne
Of Storms”.
Pero
dejando a un lado los interminables y rebuscados títulos de sus composiciones,
lo que nadie puede negarles a
Inquisition es su dedicación hacía los patrones más clásicos del género, y la
mejor prueba la encontramos en temas como “Ancient Monumental War Hymn”, que destila épica por los cuatro costados, ”Astral
Path To Supreme Majesties” y “Command Of
The Dark Crown”, que nos dejaba la estampa de Dagon paseándose por el escenario como si fuera un alma en pena.
Sin
levantar el pie del acelerador ni concedernos ni un segundo de tregua el dúo
encaraba la recta final de su particular ritual adentrándose en los áridos
pasajes de la apocalíptica “Desolate
Funeral Chant” y “Infinite Interstellar Genocide”, que dejaba el escenario oculto tras una espesa
nube de humo. Para poner el broche definitivo a su presentación volverían a
centrar su objetivo sobre el material de “Bloodshed Across The Empyrean Altar
Beyond The Celestial Zenith”, del que nos ofrecieron “A Magnificient Crypt Of Stars”. En
definitiva, gran concierto de unos Inquisition que, como viene siendo habitual,
no de dejaron indiferente a nadie.
Desde
que Septicflesh reanudaron su actividad en 2007 su trayectoria ha seguido una
clara línea ascendente. Sus entregas de
estudio han sido cada vez más complejas, majestuosas y ambiciosas. Indudablemente resulta muy
difícil llevar esa grandilocuencia sinfónica
al directo, y ese quizás es el principal hándicap de los helenos, ya que
el uso recurrente de arreglos y voces
pregrabadas acaban restando frescura a un show que parece estudiado y medido al
milímetro.
Con
el escenario engalanado con un telón de fondo y
sendas pancartas laterales que
recordaban la portada de su más reciente entrega discográfica “Codex Omega”
aparecían en escena los griegos comandados por el incombustible Spiros “Seth” Antoniou,
que irrumpió en escena luciendo un
ajustado traje de cuero y guantes, para rápidamente abrir la descarga con la
novedosa “Portrait Of A Headless Man”. Como ya sucediera en anteriores visitas Seth no paró de animar al personal,
despreocupándose de sus labores como bajista para concentrarse en su rol de
frontman.
Ante
la algarabía generalizada de las primeras filas no tardaría en llegar uno de
los temas más emblemáticos de esta segunda etapa del cuarteto “The Vampire From Nazareth”, que nos dejaba la
estampa de un frontman desatado, que buscó la complicidad del respetable antes
de que el escenario quedara oculto tras una densa neblina. Con la oscuridad todavía envolviendo el escenario un pequeño oasis melódico sirvió como
preámbulo para el increscendo melancólico
que marcó los tortuosos fraseos de “Martyr”, que ralentizaba el ritmo del show
para poner el acento sobre la intensidad.
No
tardaron mucho en volver a coger velocidad para invitarnos a agitar la cabeza siguiendo las rotundas
acometidas de “Prototype”, que se convertía en el primer guiño a su anterior
trabajo “Titan”. El cambio de registro hacia ambientaciones más etéreas e
hipnóticas llegó de manos de “Pyramid God”, que contó con el mejor juego de
luces de la velada, con unas pequeñas proyecciones piramidales sobre las
pancartas laterales. Una nueva mirada al
material de su última referencia sirvió como excusa para someternos a “Enemy Of
Thruth”, comandada en esta ocasión por los ametrallantes riffs de un Christos
Antoniou que no dejó de agitar sus
larguísimos tirabuzones durante todo el show.
Con
Seth al frente repitiendo de forma sistemática sus arengas a sumarnos a la
fiesta arrancaba el imprescindible “Communion”, para acabar convirtiéndose en
uno de los puntos culminantes de la noche, con el frontman elevando su bajo al
aire antes de invitarnos a corear, una y otra vez, su demoledor estribillo. La
dualidad entre las fantasmagóricas melodías y el death metal más opresivo y devastador
se adueñaría de la barroca “Prometheus”
Las
luces iluminando las serpientes de los paneles laterales nos anunciaban que el
cuarteto se disponía a centrar su objetivo en “Codex Omega”. De modo que a continuación
le tocó el turno a su tema de apertura
“Dante´s Inferno”. El cambio de tercio llegó con las melodías orientales que marcaron “Anubis”, que se ha convertido en
una de las imprescindibles en sus shows. Mientras que el capítulo final para la
descarga de Septicflesh estuvo reservado para la intrigante “Dark Art”.
Para
los que hemos venido siguiendo la trayectoria de Septicflesh no fue una sorpresa
que la banda estuviera poco más de una hora en escena. Pero teniendo en cuenta
el bagaje y la entidad de la banda resulta imperdonable que no se alargarán
hasta los ochenta minutos, y más si
tenemos en cuenta que no tocaron nada de
sus seis primeros trabajos.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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