Resulta
encomiable comprobar como Accept, pese a los altibajos de su longeva trayectoria,
continúan congregando a un público fiel y entusiasta cada vez que se dejan caer por la Ciudad
Condal. Si en su última aparición la formación que lidera el tándem
Hoffmann/Baltes ejerció como invitados especiales de Sabaton, robándoles, según
muchos, el protagonismo al escuadrón de Falun. En esta ocasión la legendaria formación germana, historia viva
del heavy metal con más de cuatro décadas de andadura a sus espaldas y un
amplio historial de conciertos en nuestro país; regresaba al marco incomparable
del Razzmatazz para presentar en sociedad las composiciones de su decimoquinta
entrega discográfica “The Rise Of Chaos”.
Sin
duda la incorporación del vocalista americano Mark Tornillo en 2009 supuso una
bocanada de aire fresco para la banda, y el resultado que han obtenido con
obras como “Blood Of The Nations”(2010), “Stalingrad”(2012), “Blind Rage”
(2014) y el propio “The Rise Of Chaos” (2017), así lo atestiguan, ya que lejos
de posicionarles como una formación que vive del recuerdo de su mejor época,
les ha proporcionado argumentos de peso para seguir girando y presentando en
cada uno de sus tours una buena colección de nuevos himnos. Además su actual
alineación, que se completa con el experimentado guitarrista Uwe Lulis y el
batería Christopher Williams, parece haber contado con la aceptación unánime de
sus incondicionales.
Sinceramente
pienso que fue todo un acierto que una banda mítica como Accept contaran con el
concurso de los emergentes Night Demon para abrir sus conciertos en este tramo
de su tour europeo. Y es que con tan sólo dos largos en el mercado “Curse Of
The Damned”(2015) y “Darkness Remains” (2017) este poderoso power trío de
Ventura, California, ha demostrado ya en sus anteriores visitas a nuestro país
su calidad, su amor incondicional por el sonido añejo y los cánones más
tradicionales de la N.W.O.B.H.M.
Evidentemente,
teniendo en cuenta sus credenciales y su acusada filiación clásica, la descarga
del combo americano tenía muchos números
de agradar tanto a los fans más
veteranos de Accept, como a todos esos chavales
que apoyan incondicionalmente a bandas como Enforcer, Cauldron, White Wizzard,
o RAM. No defraudaron, Jarvis Leatherby
y sus secuaces salieron con el cuchillo entre los dientes, muy motivados y
dispuestos a dejar claro que saben desenvolverse en un escenario amplio como es
el de la sala grande del Razzmatazz, confiando para ello en la abrumadora
pegada de la inaugural “Welcome To The
Night”, que era la escogida para ofrecernos la primera ración de enfermiza velocidad garajera.
Aunque
quizás el sonido, especialmente la voz de Jarvis, no acabó de acompañar durante los compases
iniciales del show, lo cierto es que esto no lastró en ningún momento las
prestaciones de un trío que se empleó a fondo en temas como “Full Speed Ahead”,
que con sus claras esencias maidenianas captaba la atención de los que iban
accediendo al local.
Me
gustó mucho la actitud cercana y desenfadada que exhibieron Jarvis y sus
muchachos, intentando sacar el máximo partido a su exiguo tiempo sobre las
tablas, de modo que no se perdieron en extensas charlas ni discursos vacíos, enlazando
los temas para aprovechar al máximo sus
cuarenta y cinco minutos. Así que tras mostrar sus argumentos tocaba cambiar de registro para levantar el
pie del acelerador e invitarnos a transitar por las oscuras y pesadumbrosas ambientaciones que
marcaron “Curse Of The Damned”. Si en
anteriores visitas el combo americano ya
había conquistado a la audiencia barcelonesa, esta vez, en un escenario más
grande, quien brilló intensamente fue su guitarrista Armand John Anthony, que
realizó un trabajo impecable en temas como “Hallowed Ground”, o el primerizo
“Ritual”, que significaba su primera incursión en el material de su EP homónimo
de 2012.
Tras
habernos hecho cambiar el paso con sus
trepidantes aceleraciones era un buen momento para adentrarnos en las tesituras
hard roqueras del vacilón “Heavy Metal
Heat”, con la que Jarvis nos invitaba a
cantar antes de hacernos capitular en su
incendiaria recta final. Fiel y devoto seguidor del metal más tradicional, el frontman no dejó
pasar la oportunidad de recordar a los “Motörhead desaparecidos”, con un fugaz
guiño al clásico “Overkill”, que sirvió como preámbulo para una doble ración de
su último redondo de manos de “Dawn
Rider”, y el sencillo “Black Widow”, que
hacía subir el nivel de intensidad gracias a la carga épica de su solo de
guitarra.
Como
no podía ser de otra forma no se dejaron en el tintero ese ejercicio de rabia y rapidez que es
“Screams In The Night”, acercando su
sonido al de los primeros Metallica, para volarnos la cabeza y ponernos a todos
a hacer headbanging. Otro de los momentos culminantes de su presentación llegó
durante “The Chalice”, con la muerte apareciendo en escena para sostener un cáliz
. El capítulo final para una descarga
que se hizo muy corta estuvo reservado
para “Night Demon”, toda una declaración de intenciones con la que el trío se
despidió llevándose la certeza de que esta noche habían
sumado un buen numero de adeptos a su causa.
Son
jóvenes, tienen actitud, temas y un
directo arrollador. Y si alguien todavía albergaba alguna duda al respecto, al
finalizar el show de Accept, los americanos volvieron a subirse al pequeño
escenario del vecino Rocksound para marcarse otro intenso concierto con un
repertorio compuesto por himnos clásicos de Queen, Kiss, Thin Lizzy, Skid Row,
Van Halen e Iron Maiden. Apuntaros su nombre porque Night Demon van a dar mucho
que hablar durante los próximos años.
No
hubo sorpresas. Una vez más la audiencia de la Ciudad Condal volvió a responder
masivamente a la llamada a filas del veterano quinteto de Solingen. Ni que
decir tiene que, tras más de cuatro décadas, Accept se han convertido en un
referente imprescindible dentro del universo del heavy metal, y con la inercia que arrastran en sus últimos
trabajos y giras resulta evidente que la banda está viviendo un momento dulce
en su dilatada carrera.
Lo
primero que llamaba la atención al dirigir nuestra mirada al escenario era el
imponente kit de batería de Christopher Williams presidiendo el escenario junto a un enorme telón
que reproducía la portada de su último redondo. En cuanto al resto del montaje
escénico fue muy similar al de su última aparición acompañando a Sabaton, con
unos paneles que parecían las paredes de una central nuclear y 8 columnas de
humo que hicieron acto de aparición en todos y cada uno de los temas que
interpretaron durante sus dos horas de espectáculo.
Viendo
el ambiente que se respiraba en el recinto resultaba obvio que había muchas
ganas de clasicismo metalero, y que mejor para colmar nuestras expectativas que
una buena dosis a cargo de los míticos Accept.
La locura no tardó en desatarse en los aledaños del escenario cuando la
banda apareció sobre las tablas para dar
el pistoletazo de salida con el novedoso “Die By The Sword”, con Tornillo
poniéndose al frente de sus compañeros ataviado con su inseparable gorra, su
chaleco, y unas gafas oscuras de las que no se desprendió durante todo el show.
Pese a que el arranque estuvo protagonizado por un tema de nuevo cuño me
sorprendió la euforia de unos seguidores que corearon el estribillo para dejar patente que el tema ha calado hondo entre su
parroquia. Pero si explosivo fue el recibimiento que recibieron los germanos,
el nivel de intensidad y excitación
continuó incrementándose cuando el quinteto se adentró en “Stalingrad”, que
ponía las primeras pinceladas de épica a la velada, con la gente coreando su melodía central
mientras el vocalista ondeaba triunfal una bandera con la portada del álbum.
Con
todos los miembros de la banda encaramados sobre unas pequeñas tarimas, que
dieron mucho juego a lo largo de la noche, llegaba el momento, ahora sí, de
convertir la pista en una auténtica olla a presión. Y es que todos sabíamos que
a lo largo del show tendríamos ocasión de volver a escuchar algunos de esos
himnos que se han convertido en atemporales para varias generaciones de metaleros. De modo
que el primero en hacer acto de presencia fue “Retless And Wild”, que nos
dejaba a la tripleta compuesta por Hoffmann, Baltes y Lulis, moviendo sus
instrumentos de forma sincronizada mientras Tornillo nos invitaba a cantar. Con
la audiencia sumida en un ambiente festivo tocaba someternos a los marcados riffs de “London Leatherboys”. Mientras que la
escogida para cerrar este primer acto dedicado a la nostalgia fue la implacable
“Breaker”.
Llegados
a este punto seguramente lo más sencillo hubiera sido seguir desgranando uno
tras otro una sucesión de himnos imprescindibles. Pero los germanos no parecían
dispuestos a ello, y mostraron su plena confianza en el material facturado en
sus últimas entregas, algo que acabó concediendo al show un destacado
dinamismo. Así que con la sala en la más
absoluta penumbra, unas inquietantes
sirenas rojas se encargaron de ambientar el escenario para el implacable ataque
que supuso “The Rise Of Chaos”. Esas
mismas sirenas se tornarían de color azul a lo largo de “Koolaid”, que con su machacón ritmo a lo Ac Dc nos concedía un segundo de tregua para permitirnos recobrar
el aliento.
Uno
de los momentos en que mejor pudo apreciarse la perfecta sintonía entre la banda y sus
seguidores fue durante “No Regrets”, con las primeras filas dando la replica
a Tornillo antes de que las guitarras
dobladas de Hoffman y Lulis nos abocaran sobre un delirante sprint final. Como
colofón definitivo para este extenso capítulo dedicado a su trabajo del pasado
año los de Solingen optaron por uno de sus temas más cachondos y divertidos “Analog Man”, que volvía a convertirse en la
excusa perfecta para que todos coreáramos su repetitivo estribillo.
Habiendo
cerrado el tramo dedicado a “The Rise Of Chaos”, el quinteto todavía siguió
apoyándose en el material facturado durante la última década, dando buena
cuenta de los apocalípticos desarrollos del inquietante “Final Journey”. El
contrapunto a tanta intensidad y fiereza metalera llegó con los desarrollos más melódicos de “Shadow Soldiers”, que les
servía para volver a centrar su objetivo sobre el material de “Stalingrad”.
Mientras
sus compañeros desaparecían momentáneamente entre bambalinas, Hoffmann se quedó
solo en escena para ofrecernos su habitual ejercicio solista, dejando claro,
una vez más, su pasión por la música y los compositores clásicos antes de
recabar una fastuosa ovación. No tardó
mucho en reaparecer Tornillo, ahora sin
chaleco, para tomar el timón de la nave y volver a convertir la sala en un hervidero
con otra nueva sucesión de clásicos.
“Neon Nights” inauguraba esta segunda mitad del show para que acto seguido
todos volviéramos a entonar como si fuéramos uno la imperecedera melodía de
“Princess Of The Dawn”.
Pero
como no sólo de heavy metal se alimenta el alma de sus seguidores, tampoco
faltaron las pinceladas de desenfreno hard roquero a lo largo de “Midnight
Mover” y una coreadísima “Up To The Limit”, ambas rescatadas de su obra de 1985 “Metal Heart”. El único recuerdo
que se permitieron a toda su producción de los noventa fue, precisamente, la pieza que prestaba
título al álbum que marcó el retorno de Udo Dirkschneider a la banda : “Objection
Overruled”, y lo cierto es que me sorprendió la efusiva acogida que obtuvo, ya
que fue coreada con el mismo fervor que cualquiera de sus clásicos de los
ochenta.
Para
encarar la recta final de su presentación Accept se mantuvieron fieles a la filosofía
que había marcado la velada, es decir
mezclar presente y pasado. Y para ello que mejor que volarnos la cabeza con
“Pandemic”, para a continuación poner toda la carne en el asador con ese trallazo
arrollador que es el mítico “Fast As A Shark”, que nos dejaba la estampa de los músicos elevando sus
instrumentos al aire a modo de primera despedida.
Correspondiendo
a los cánticos de unos seguidores que reclamaron la vuelta de sus héroes
entonando el habitual “oe, oe, oe, oe…”, los germanos volvieron a tomar
posiciones para hacernos participes de esa declaración de intenciones que es
“Metal Heart”. El último zarpazo de velocidad y mala leche corrió por cuenta de
“Teutonic Terror”, conducido por los implacables guitarrazos de Hoffmann y
Lulis. Mientras que la despedida perfecta para un show eléctrico, vibrante y
trepidante fue la imprescindible “Balls To The Wall”.
Una vez más, Accept llegaron a la Ciudad Condal
para tirar de galones y sentar cátedra ante unos seguidores que, a tenor de lo
visto, no creo que se planteen perderse
su próxima visita. Pocas bandas clásicas
hay que puedan completar un show de 120 minutos mezclando
equitativamente nuevas composiciones y sus clásicos de toda la vida. Además,
por si fuera poco, está noche en Razzmatazz disfrutamos de un sonido impecable.
¡Así da gusto!
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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