Llevan
muchos años provocando el debate y las opiniones enfrentadas entre la gran
familia metalera. Han tenido que capear contra las airadas críticas de los más
puristas, sobreponerse a circunstancias trágicas, al grunge, a los cambios
estilísticos y de imagen; se enfrentaron a la piratería, han vivido profundas
crisis internas que a punto han estado de dar al traste con su carrera…, pero
siempre han salido indemnes, aferrándose al olimpo del heavy metal. Amados y
odiados a partes iguales. Metallica
nunca han dejado indiferente a nadie…, es su sino.
Con
su última obra “Hardwired…To Self-Destruct” “ya muy rodada los de San Francisco
regresaban al Palau Sant Jordi para reencontrarse con la audiencia catalana y poner fin a una ausencia que se había
prolongado demasiado. Muchísima expectación había suscitado su visita, con
todas las entradas vendidas desde hace meses. Así que como era previsible, el
recinto presentó el aspecto de las grandes ocasiones, con largas colas en las
puertas de acceso desde primera hora de la tarde. Como ya hicieran en sus giras
por pabellones de los noventa, el cuarteto americano volvió a ubicar el
escenario, en esta ocasión de forma rectangular, en el centro de la pista,
favoreciendo así la visibilidad tanto de los afortunados que abarrotaron la
pista, como de los que poblaron las gradas.
Además
como aperitivo antes del desembarco de los cuatro jinetes podríamos seguir las
evoluciones sobre las tablas de unos viejos conocidos Kvelertak. Los noruegos ya habían demostrado su valía por estos lares abriendo
para dos grandes del thrash como son
Anthrax y Slayer, y en su propia gira.
Evidentemente para el público más mayoritario
Erlend Hjelvik y sus muchachos eran unos perfectos desconocidos, pero para los que hemos seguido sus pasos no fue ninguna sorpresa que sus
composiciones oscuras, marchosas y, ante todo, con mucha garra, acabaran
resultando el bálsamo perfecto para apaciguar la espera antes del desembarco
de las estrellas de la noche. Abrieron
con muchas ganas, poniendo toda la carne en el asador, apostando por las densas
guitarras y la hiriente velocidad que imprimieron
a “Åpenbaring”, para
acto seguido mostrar su faceta más gamberra con “Bruane Brenn”, completando así
la dupla de apertura perteneciente a su
segundo trabajo “Meir”. Lamentablemente el
sonido no les acabó de acompañar, -un clásico para todas las formaciones que abren para las “vacas sagradas”-, pero lo
cierto es que supieron sobreponerse dando a los más animados sólidos argumentos
para menear la cabeza con la primeriza “Mjød”
Aunque
es cierto que se les vio un tanto perdidos en un escenario tan grande, Kvelertak
no se dejaron intimidar por la grandiosidad del recinto, así que se
concentraron en agradar a los que ya les conocían e intentar sacar un buen botín
en forma de nuevos adeptos a su causa, dando para ello buena cuenta de temas de
su última entrega como “1985” y “
Berserkr”, que sorprendió a más de uno
con sus rotundas acometidas.
Pese
a que su descarga estuvo marcada por la contundencia y la actitud que exhibieron, uno de los pocos momentos
en los que el sexteto se dejó llevar por su vena más clásica fue durante “Evig Vandrar”, que se convertía en
el preámbulo perfecto para una nueva doble ración de su trabajo homónimo de
2011, con “Ulvetid” y “Blodtørst”.
Entre la indiferencia de algunos, pero contando con la participación de los que quedaron atrapados ante la energía que desplegaron
en escena tocaba encarar la recta final
del show, recurriendo para ello al macarrismo punkarra de “Månelyst”,
antes de cerrar definitivamente con la pieza que presta nombre a la banda
“Kvelertak”.
Mucho
han cambiado las cosas desde que unos jóvenes y todavía melenudos Metallica pisaron por
primera vez este mismo recinto a finales de 1992. Si en aquella histórica noche
Metallica se consagraron para muchos como la nueva sensación del heavy metal,
ahora los cuatro hombres de negro llegaban con la responsabilidad de demostrar
el porque más de un cuarto de siglo después siguen cómodamente instalados en la
cumbre. Sí, efectivamente, James ya no parece aquel colega con el pelo alborotado
que, birra en mano, te invita a mover frenéticamente la cabeza; ni Lars
tiene la clásica estampa de rockstar. Pero
la esencia de la banda permanece intacta, aunque ahora sea Robert Trujillo
quien se encarga del bajo, y Kirk…, bueno Kirk sigue siendo un maestro de las
seis cuerdas que reinterpreta a su
manera los solos que grabó años atrás.
Pero
dejemos a un lado la nostalgia, estamos en pleno siglo XXI, y Metallica siempre
han querido innovar e ir un paso más allá
en cuanto a la producción se refiere, buscando dar un plus de espectacularidad a sus
shows. Pues bien, en esta ocasión, no acabó de convencerme el montaje de los
cubos móviles, que ofrecían imágenes para los temas y de la propia banda en acción. Tampoco
me acabó de convencer que prescindieran de los fuegos artificiales y la
pirotecnia, reservándolos para momentos muy puntuales. En cambió lo que si me
gustó fue el descomunal juego de luces que presentaron, algo que,
indiscutiblemente, ayudó a potenciar los momentos álgidos del show.
Como
cualquier ceremonial los conciertos de Metallica tienen su propia liturgia. De
modo que cuando comenzó a sonar a través del P.A. el clásico de Ac Dc “It´s A Long Way To The
Top (If you Wanna Rock ´N Roll)”, todos sabíamos que el espectáculo estaba a
punto de comenzar. El rugido del respetable se hizo ensordecedor cuando “The
Ectasy Of Gold” hizo acto de presencia, con gran parte del respetable coreando su melodía. Todos esperábamos la
salida en tromba del cuarteto, pero todavía tuvimos que esperar. Con los
móviles iluminando el recinto los protagonistas tomaban posiciones para empezar a mover al personal con “Hardwired”,
con la banda cubriendo los flancos del escenario antes de que James
nos hiciera rugir por primera vez. El sonido no fue todo lo nítido que sin duda
nos hubiera gustado, pero eso no pareció importar a una audiencia que acogió el
tema de apertura como si de un clásico se tratara.
Viendo
la reacción del respetable quedaba claro que el nuevo material parece haber convencido a sus seguidores,
quizás ese fuera el motivo por el que la
banda desgranó hasta siete cortes a lo largo de la velada. No venían los
americanos con intención de dejar que se disipara la euforia inicial, así que a continuación las
guitarras de James y Kirk se tornaron más expeditivas a la hora de atacar los riffs de
otra de las nuevas “Atlas, Rise!”. Habían cumplido con sus nuevos seguidores,
así que ahora tocaba complacer a los fans de la vieja escuela. De modo que los
cubos descenderían antes de que la banda atacara uno de los himnos imprescindibles para cualquier seguidor del
thrash metal: “Seek & Destroy” que, como no podía ser de otra forma,
convertía el recinto en un clamor, con todo el mundo coreando su estribillo y
posteriormente su melodía para convertirse en el primer gran momento de la noche.
Debo
admitirlo, muchos no lo esperábamos. Pero el primer recuerdo al multimillonario
“Black Album”, llegó, precisamente, con uno de sus temas más rápidos y
expeditivos “Through The Never”, logrando mantener la excitación de una
audiencia que levantaba orgullosa sus
cuernos al aire. No abandonarían su material más clásico, aquel que les
consagró como ídolos para todos los metalheads de los ochenta y principios de
los noventa, ya que Trujillo fue quien se adueñó del escenario para adentrarnos
en “Welcome Home (Sanitarium)”, que se cerraba con toda la banda en torno al
kit de Lars.
Como
siempre, James se mostró cercano y entregado en su faceta como frontman, aunque
empleó un vocabulario bastante más comedido que en anteriores visitas. Así que
tras preguntarnos si estábamos vivos llegaba el turno de centrar nuestro
objetivo en “Now That We´re Dead”, que se saldaba con Lars aporreando su kit
secundado por el propio Hetlfield. Seguramente, fue este tramo central del show
con “Confusion”, el único momento en que se notó un bajón de intensidad, pese a
los esfuerzos de Kirk dando buena cuenta de su pedalera durante el solo.
Pero,
afortunadamente, el cuarteto no tardó en recuperar la buena senda, apostando
sobre seguro con un himno incontestable como “For Whom The Bell Tolls”, que
conseguía levantar nuevamente el ánimo de la tropa aunando nuestras gargantas
para hacer que el Sant Jordi se viniera abajo. Acto seguido, fue James quien se
quedó al frente de la nave para la curiosa introducción de “Halo On Fire”, que
nos abocaba al momento bizarro de la
noche. Si en Madrid fueron Obús y Barón Rojo los protagonistas del momento
cover, en la Ciudad Condal Trujillo y Kirk se atrevieron con el clásico de
Peret “El Muerto Muy Vivo”, que fue coreado con estupefacción por un público atónito ante tan desconcertante
elección. El colofón para este inesperado pasaje llegó con el bajista marcándose “Anesthesia Pulling Teeth”.
Nunca
se han escondido, siempre han dejado claras sus influencias, así que como guiño
a sus raíces más clásicas no faltó a la cita una acelerada versión del clásico
de Budgie “Breadfan”. Aunque para muchos la etapa “Load/Reload” es una especie
de tabú a la hora de hablar de la carrera de Metallica, los cuatro jinetes no
quisieron dejarse en el tintero “ The Memory Remains”, que nos dejaba al público
cantando a capela su melodía mientras Lars aprovechaba para pasearse por el
filo del escenario. De entre sus nuevas composiciones la mejor puesta en escena
fue para “Moth Into Flame”, con un escuadrón de luciérnagas revoloteando en
círculos sobre el escenario para romper su formación con la llegada de su
potente estribillo.
Como
si de una vieja tradición se tratara,
James preguntó a los asistentes quienes eran primerizos, antes de buscar entre
las primeras filas a los fans más jóvenes durante los prolegómenos del machacón
“Sad But True”, que se convirtió en la
antesala perfecta de la grandilocuencia épica de un “One”, que quedó algo descafeinado
sin efectos pirotécnicos.
Afortunadamente, el último cartucho de esta primera parte del show estuvo
reservado para un descomunal “Master Of Puppets”, que hacía retumbar los
cimientos del recinto.
Con
el público desatado, reclamando la vuelta de sus héroes sobre las tablas,
llegaba el momento de la última de las nuevas “Spit Out The Bone”. El momento
de apaciguar los ánimos llegó justo a continuación con la emotiva “Nothing Else
Matters”, con los cubos mostrando el logo de la banda junto a la bandera
española y catalana. Mientras que el colofón definitivo estuvo reservado para
ese clásico que es “Enter Sandman”, con todo el personal cantando y bailando
para cerrar la velada por todo lo alto.
Al
encenderse las luces: parlamentos, agradecimientos y el habitual reparto de
púas y baquetas. Muchos podrán decir que les faltó tal o cual tema,-
personalmente eche en falta “Creeping Death” y “The Unforgiven”-, pero
Metallica volvieron a convencer ofreciendo un show muy completo, sin apoyarse
excesivamente en el pasado y dejando patente que “Hardwire To Self-Destruct”,
tiene potencial para convertirse en todo un referente para sus nuevos
seguidores.
TEXTO Y FOTOS:ALFONSO DIAZ
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