Llevan
toda una vida dedicada al heavy metal. Steve Kudlow, más conocido como Lips, y
su inseparable compañero Robb Reiner siguen comandando, pese a los altibajos
propios de una carrera que se prolonga ya cuatro décadas, esa nave denominada Anvil. Han
participado en multitudinarios festivales al aire libre, pero también han
tocado en garitos de mala muerte frente a tan solo unas decenas de seguidores,
tal y como pudimos ver en “Anvil!- The Story Of Anvil”, una película documental
que les puso nuevamente en primera línea de fuego y les permitió llegar a una
nueva generación de metaleros. Tras su última visita a nuestro país abriendo
los conciertos de Dirkschneider los canadienses retornaban a la Ciudad Condal
para presentar en sociedad las composiciones de su última entrega discográfica
“Pounding The Pavement”, amén de repasar algunos de sus temas más emblemáticos.
Debo
admitir que me sorprendió la nutrida cola de incondicionales que aguardaba a que
se abrieran las puertas de la sala Bóveda. Pero es que además de la actuación
del incombustible combo de Toronto esta noche tendríamos la oportunidad de
presenciar la descarga de los alemanes Trance, quienes comandados por el
guitarrista Markus Berger repasarían lo mejor de su producción de la década de
los ochenta.
Haciendo
gala de su veteranía, su elegancia y sus tablas, Trance irrumpieron en escena
dispuestos a desplegar su heavy metal potente y cargado de melodía,
consiguiendo conectar con el respetable desde que abrieron fuego con “Heavy
Metal Queen”, con la que Markus Berger dejaba patente que no ha perdido la
clase y el buen gusto a la hora de atacar su guitarra. Pero sin duda la gran
sorpresa de la noche fue Nick Holleman, quien se mostró como un excelente
vocalista y un fantástico frontman, haciendo suyas composiciones como
“Sensation”, que se grabaron antes de que hubiera nacido.
Y es
que la descarga de los germanos gustó y convenció a los presentes, sobrepasando
las expectativas que muchos teníamos, ya que el quinteto nos regaló momentos
mágicos como el fantástico juego de
armonías dobladas que marcó “We Are The Revolution”. Pero, evidentemente, los
momentos más vibrantes de su presentación llegaron cuando en la parte central
del show Trance enlazaron la fuerza roquera de “Break Out”, las distinguidas
melodías del emotivo “Confession”, y los marchosos desarrollos de “Burn The
Ice”, para redondear una fastuosa tripleta rescatada de su primer largo.
Si
durante la primera mitad del show Trance se dedicaron a presentarnos algunos de
sus temas más potentes y directos, para
el tramo final se reservaron sus piezas más complejas y elaboradas, dando buena
cuenta de temas como “Break The Chains”, con un fantástico Nick convirtiendo la
barra del local en una improvisada pasarela, y la novedosa “Loser”, que se
cerraba con un final épico. Para finiquitar su presentación por todo lo alto
que mejor que volver a echar la vista atrás para recuperar una de sus piezas
más emblemáticas “Shock Power”, para dejar al público alzando los puños mientras coreaba su pegadizo estribillo.
Tras
una escueta pausa no tardarían en aparecer en escena los indiscutibles
protagonistas de la velada. Anvil. No lo iban a tener nada fácil Lips, Robb y
Chris tras la soberana descarga que nos acababan de ofrecer Trance. Así que el
trío salió con la consigna clara de intentar conectar con el público desde el
minuto cero. Para ello el carismático Lips inició el show entre la gente, bailando, saltando y
castigando su guitarra mientras sus compañeros le acompañaban durante la
primera andanada de la noche “March Of The Crabs”.
Respaldados
sobre un volumen atronador, mucho más alto pero también menos nítido que el que
tuvieron Trance, los canadienses sonaron sucios, rudos y compactos, consiguiendo
que las primeras filas se implicaran al
máximo a la hora de corear los estribillos de himnos clásicos como “666”, o el
marchoso “Ooh Baby”, que fue precedido por un acertado speech en el que el
frontman nos recordó que no hay edad para el rock n´roll.
Como
viene siendo habitual en todas las descarga de Anvil el público acabó siendo
parte activa del show, ya que en varias ocasiones Lips se desentendió del
micrófono, dejando que la gente se hiciera cargo del estribillo en temas como
el repetitivo “Badass Rock N´Roll”. Pero, lamentablemente, cuando parecía que
la banda lo tenía todo en su mano para rubricar una fantástica velada, todo se
torció, ya que Lips se empecinó en ofrecernos unas largas charlas entre tema y
tema, lo que acabó repercutiendo en el ritmo y la intensidad del show.
Aunque como era previsible el grueso del repertorio,
especialmente la primera parte, estuvo muy centrado en su material clásico de los
ochenta, no faltó algún guiño a su último trabajo con temas como “Doing What I
Want”, que sonó como toda una declaración de intenciones. Pese a que fue Lips
sobre quien se centraron gran parte de las miradas, Robb también tuvo un papel
destacado en algunos momentos puntuales del show, tal y como sucedió durante
los compases iniciales de “Winged Assassin”, que hacía subir nuevamente el
nivel de intensidad invitándonos al heabanging.
En
otra de sus extensas charlas Lips se acordó del gran Lemmy Kilmister,
compartiendo con nosotros alguna anécdota del pasado, con imitación del inglés
incluida, justo antes de adentrarse en “Free As The Wind”, que era la elegida
para seguir buceando en el material de “Forged In Fire”. Curiosamente, de entre
las composiciones de sus últimos trabajos de las que mejor funcionó fue “On
Fire”, que les servía para reincidir en su faceta más gamberra y socarrona.
Tampoco faltó el recuerdo al productor Chris Tsangarides, recientemente
fallecido, durante la presentación del machacón “This Is Thirteen”.
Llegados
a este punto tocaba volver a hacer vibrar al personal, y para ello que mejor
que recurrir a la artillería pesada con “Mothra”, que fue el momento escogido
por Lips para deleitarnos con su habitual solo de consolador. Con las primeras
filas coreando reverencialmente el nombre de la banda daba el pistoletazo de salida
“Bitch In The Box”, con el bajista Chris Robertson apoyando en las armonías
vocales para permitir que Lips ejerciera como frontman buscando la complicidad
del respetable.
El
momento gamberro y etílico de la noche vendría de la mano del irreverente “Daggers
And Rum”, que todos acompañamos con palmas mientras Lips nos ofrecía una
sucesión de muecas imposibles. Acto seguido llegaba el momento de que Robb nos
mostrara algunas de sus habilidades en una alargada versión de “Swing Thing”.
Para el sprint final los canadienses se reservaron la novedosa “Ego”, “Die For
A Lie”, y uno de sus temas más emblemáticos, el imprescindible “Metal On
Metal”.
Para
abrir el encore Lips aceleró el afilado riff de “Running” para acabar poniendo
la sala patas arriba. Mientras que el adiós definitivo llegó con su particular
versión del “Born To Be Wild”. No fue un mal show. Aunque, personalmente, en
esta ocasión Anvil no me acabaron de convencer, ya que su show no tuvo el ritmo
y la intensidad que se le presupone a una banda de su veteranía. Quizás si se
hubieran concentrado en las canciones, y Lips no se hubiera alargado tanto en
los parlamentos, el concierto habría sido algo más corto. Pero creo que todos
habríamos salido más satisfechos.
TEXTO Y FOTOS:ALFONSO DIAZ
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