Tras
deleitarnos con su vertiente más
personal e introspectiva en su última visita a la Ciudad Condal, Zakk
Wylde regresaba al frente de sus Black
Label Society para desplegar su faceta más macarra, ruda y heavy metalera, presentando
en sociedad las composiciones de su
nueva entrega discográfica “Grimmest
Hits”, dentro de la serie de conciertos Route Resurrection. Dejando a una lado
sus colaboraciones con Ozzy Osbourne y su producción como artista en solitario,
el guitarrista de Nueva Jersey ha forjado en las últimas dos décadas con Black Label Society una carrera tan robusta e imponente como su
inconfundible estampa escénica.
El
enclave escogido para la ocasión fue la sala grande del Razzmatazz. Pese al
incuestionable tirón del guitarrista, lo cierto es que la sala no llegó a llenarse, quedando acotada
en su parte inferior. Pero, en cualquier caso, el combo americano acabó ofreciéndonos
una soberana lección de contundencia, virtuosismo y heavy metal, haciendo las
delicias de unos seguidores que disfrutaron al máximo de casi dos horas de
espectáculo sin concesiones que nos ofrecieron.
Los
elegidos para abrir fuego en esta tarde noche de miércoles fueron los suecos
Monolord, quienes en poco más de un lustro han facturado tres largos, el ultimo
de ellos “Rust”, que apareció a finales del pasado de 2017. Formando como trío,
el combo de Goteborg aprovechó sus escasos treinta minutos sobre las tablas
para desarrollar una propuesta oscura, densa y cadenciosa, haciéndonos
transitar por atmosferas pantanosas y opresivas desde que irrumpieran en escena con los
mastodónticos riffs de la inicial “Where Death Meets The Sea”.
Aunque
entre los presentes hubo disparidad de opiniones, ya que para los no iniciados
su Doom con pinceladas stoner acabó resultando demasiado lineal y repetitivo,
lo cierto es que muchos fuimos los que nos dejamos imbuir de los desarrollos
hipnóticos de temas como “Lord Of Suffering”, con el que los suecos ponían de
manifiesto su pasión reverencial por los cuatro primeras obras de los míticos
Black Sabbath.
En
definitiva que la descarga de Monolord estuvo marcada por unos temas largos,
densos y con mucho desarrollo, con lo que a los más animados no les faltaron
argumentos para agitar la cabeza siguiendo los reptantes riffs de la novedosa
“Rust”. Respaldados sobre un sonido crudo y potente arrancaba “Empress Rising”,
comandada por el bajista Mika Häkki para conducirnos sobre un catártico final
que nos dejaba a su vocalista y guitarrista, Thomas Jäger destrozando sus
cuerdas vocales.
Aunque
me dio la sensación de que en algunos momentos del show el escenario se le
acabó haciendo demasiado grande, Monolord se mostraron como un trío sólido,
compacto y convincente. Así que esperemos que nos tarden en volver y tengamos
ocasión de disfrutar su show en una sala más acorde con su oscura propuesta.
Sus
implacables riffs, sus espectaculares solos, su incontestable presencia
escénica, su larga cabellera rubia y su espesa barba, han convertido a Zakk Wylde en un
personaje genuino e inimitable dentro la escena metálica internacional.
Solventemente respaldado por los músicos que le vienen acompañando en sus
ultimas giras, el guitarrista Dario Lorina, el bajista John DeServio y el
batería Jeff Fabb, y con el escenario lleno de amplificadores, Zakk aparecía en
escena para rápidamente posicionarse sobre una pequeña tarima situada en el
centro del escenario para volarnos la cabeza con la rotundidad de “Genocide
Junkies”, que se cerraba con el hacha elevando su guitarra al aire a modo de
saludo inicial.
El paseo
militar de unos Black Label Society inconmensurables no había hecho más que
comenzar, así que Zakk se posicionó frente a su vistoso pie de micro, decorado
con calaveras y cadenas, para arrastrar su voz a lo largo de “Funeral Bell”,
que servía como excusa para que las
cabezas de los presentes siguieran agitándose antes de que el guitarrista
volviera a encaramarse sobre la tarima central para ofrecernos otro abrasador
solo marca de la casa. No abandonaría el cuarteto el material de “The Blessed
Hellride”, ya que esa deliciosa esencia Sabbathica que destilan muchas de las composiciones del combo
americano se dejaría notar con fuerza a lo largo “Suffering Overdue”, que nos
dejaba a un Zakk absolutamente desatado, abriendo los brazos en jarra para
hacer participe de su estribillo al personal de las primeras filas.
Sometiendo
al público a un castigo considerable, la formación californiana no se entretuvo entre tema y tema, enlazando sus temas como si fueran auténticas armas de
destrucción masiva, convirtiendo el escenario en un infierno rojo durante el
demoledor ataque que supuso “Bleed For Me”, que provocaba que la acción no se
detuviera en los aledaños del escenario. Para los amantes de las sonoridades
más clásicas y con toques setenteros, Zakk y sus muchachos nos ofrecieron los
tempos más marcados y roqueros de “Heart Of Darkness”.
Tras
el primer cambio de guitarra de la noche, una espesas columnas de humo se
encargarían de ambientar el escenario para la descomunal “Suicide Messiah”, que
se convertía en la primera escala en el material de “Mafia”. Si hasta este
momento el cuarteto se había dedicado a tirar de catálogo para conseguir crear ese clima de
euforia y entrega que se mantuvo durante toda la velada, los siguientes minutos
del show estuvieron dedicados a las composiciones de su último redondo
“Grimmest Hits”.
Con
las amenazantes líneas de bajo de John DeServio marcando el paso arrancaba la
oscura “Trampled Down Below”, para rápidamente dejar que sus poderosos riffs de
esencia sureña hicieran vibrar al personal, mientras Dario Lorina daba buena
cuenta de su guitarra atacando las cuerdas con un arco al más puro estilo Page.
Ese ritmo lento, oscuro y cadencioso, se mantuvo a lo largo de la primera parte
de “All That Once Shined”, para posteriormente adentrarnos en un extenso
desarrollo de corte bluesy. Para cerrar este primer capítulo dedicado a su
última entrega discográfica el cuarteto apostó por la mezcla entre solidez y
melodía que significó “Room Of NIghtmares”.
Pasados
unos segundos de incomodo silencio y mientras el escenario permanecía a oscuras,
Dario Lorina apareció sentado tras un pequeño piano para acompañar a sus
compañeros en la emotiva “Bridge To Cross”, ralentizando de golpe el trepidante
ritmo que hasta ese momento había llevado la velada. Acto seguido fue el propio
Zakk quien se sentó frente al piano para interpretar “In This River”. El
momento de hacer cantar al respetable llegó con la pieza que daba título a su
cuarto trabajo “The Blessed Hellride”, que nos dejaba a Lorina haciéndose cargo de la guitarra
acústica.
Una
nueva mirada sobre el material de “Grimmest Hits” sirvió como excusa para
volver a recuperar la cara más oscura y tortuosa del cuarteto con “A Love Unreal”, que era la
escogida para flanquearnos el paso hacia un sprint final apoteósico que arrancó
con los pétreos riffs de la mastodóntica “Fire It Up”, con un Zakk imponente,
que se bajó del escenario para tocar su extenso desarrollo solista entre los
fans.
Para
rematar la velada el cuarteto se reservó dos bombas de relojería como son
“Concrete Jungle”, rescatado de “Shot To Hell”, y el apabullante “Stillborn”,
que con el escenario nuevamente cubierto de humo nos abocaba sobre un
apoteósico final, con Wylde elevando su flecha al aire para dar por concluido
definitivamente el show.
No
defraudó. Zakk Wylde es un fantástico guitarrista, un vocalista solvente, y un
músico que destila autenticidad y pasión por los cuatro costados. Su estampa en
directo y sus movimientos escénicos le convierten en una estrella. Pero además
cuenta con el respaldo de una banda de primera categoría, con lo que el éxito
con Black Label Society está siempre garantizado.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLES OLIVER
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