Con la temporada de festivales ya a las puertas, los organizadores del Resurrection Fest nos proponían una escala más dentro de su particular Route Resurrection. Los protagonistas indiscutibles de la velada serían en esta ocasión los germanos Heaven Shall Burn, una formación que nos ha visitado con bastante asiduidad en los últimos años, dejando siempre unas magníficas sensaciones gracias a la potencia de unas descargas repletas de rabia, contundencia y agresividad. Nuevamente el quinteto regresaba a nuestro país para presentar las composiciones de su última obra “Wanderer”, que veía la luz en Septiembre del pasado 2016.
Pero
antes de que la formación de Saalfeld se adueñara del escenario para hacer
capitular a sus incondicionales, nos aguardaba una larga y trepidante previa
que estuvo protagonizada por las descargas de los australianos In Hearts Wake,
y, sendas bandas americanas: Whitechapel y August Burns Red, que se encargarían
de amenizar la espera con la contundencia de sus demenciales e hirientes guitarras, y sus delirantes andanadas de estirpe
core.
Lo apretado del atractivo cartel de esta tarde-noche de domingo en la sala dos del Razzmatazz acabó propiciando que el inicio de las actuaciones quedara fijado para las siete de la tarde. Así que haciendo gala de una puntualidad británica irrumpían en escena los encargados de abrir la velada: In Hearts Wake. Los australianos salieron con ganas de dejar constancia de porque son una de las bandas más interesantes dentro de la escena metal-core. Para ello, nos ofrecieron una buena selección del material de sus últimas entregas, haciendo especial hincapié en la trilogía que conforman: “Earthwalker”, “Skydancer” y su más reciente “Ark”.
Gustaron
y mucho. Consiguieron rápidamente conectar con los a que primera hora de la
tarde empezaban a poblar los aledaños del escenario. De modo que Jake Taylor y
sus muchachos no tuvieron dificultades para que la gente se acabará sumando a
sus constantes saltos sobre el escenario siguiendo el contagioso ritmo de temas
como la inicial “Overthrow”, “Breakaway”, convertida en el acompañamiento de los primeros pits de la tarde, y “Healer” que nos mostraba su
faceta más melódica y envolvente.
Haciendo
un gran derroche físico sobre las tablas, la actuación del combo de Byron Bay
fue toda una demostración de garra y actitud, con toda la banda subiéndose
sobre unas pequeñas tarimas para invitar al público a que se pusiera a saltar
con ellos durante “Departure (Death)”. Por si a estas alturas el personal no
estaba ya suficientemente alborotado, In Hearts Wake dieron una nueva vuelta de
tuerca a su sonido, acelerando el paso hasta el límite durante los humeantes
fraseos de “Warcry”. Tras recibir el calor del respetable, las guitarras se
tornaron más densas y cadenciosas durante “Earthwalker”, que nos adentraba en
una recta final que estuvo marcada por el duelo vocal que protagonizaron el
bajista Kyle Erich y su hiperactivo frontman a lo largo de “Refuge”.
No puede decirse que dispusiéramos de mucho tiempo para recuperarnos tras este primer asalto. Así que sin mayor demora los siguientes en tomar el escenario, tras un rápido cambio de equipo, fueron los americanos Whitechapel. Durante la actuación del sexteto de Knoxville, el decorado en los aledaños del escenario no cambió, con las primeras filas convertidas en una auténtica batalla campal, con la gente danzando frenéticamente al ritmo que marcaron piezas como “I, Dementia”, y “Faces”, provocando que los circle-pits y los pogos se sucedieran uno tras otro.
Absolutamente
desatados y dando buena cuenta de su deathcore oscuro y compacto, -y en el que destacó su abrasiva tripleta de
guitarras-, el combo que capitanea Phil Bozeman salió con el objetivo de intentar noquear al personal, recurriendo
para ello a trallazos incontestables como “Elitist Ones”, que se convertía en
el primer guiño a su última entrega discográfica “Mark Of The Blade”. Tras un
pequeño parón, en el que el escenario quedó sumido en la más absoluta penumbra,
el imponente riff de “Let Me Burn”, se convirtió en la espita que volvió a encender
los ánimos de unas primeras filas cada
vez más animadas, mientras los primeros surfers sobrevolaban nuestras cabezas
para tratar de alcanzar el escenario.
El
cambio de registro que provocó que el personal volviera a botar intensamente vino
de la mano del crujiente “Mark Of The Blade”. El lejano sonido de la tormenta
serviría como preámbulo para la visceral acometida que supuso “Our Endless
War”, con un Bozemann desafiante a la hora de espetarnos su apocalíptico
estribillo.
No abandonarían
el material de su quinto largo, ya que la siguiente en sonar fue “The Saw Is
The Law”, que se convertía en todo un derroche de contundencia y brutalidad,
para acabar abocándonos hacia el último ataque nos ofrecieron, el demoledor
“This Is Exile”, que fue el único recuerdo que se permitieron a su segundo
trabajo.
Indudablemente hay varias razones por las que August Burns Red no son una banda más dentro de la cada vez más concurrida escena del metal-core. En primer lugar si algo llama la atención mirando la trayectoria del combo de Lancaster es su longevidad, ya que llevan en activo desde 2003. Otra de sus señas de identidad es su marcado posicionamiento religioso. Pero, indudablemente, lo que más ha marcado su carrera es la constante evolución de su sonido, siempre tratando de innovar y buscar nuevos horizontes para su propuesta.
Precisamente, en su última entrega discográfica “Phantom Anthem”, August
Burns Red parecen haber alcanzado su madurez como compositores, ya que han
conseguido combinar su vertiente técnica y su faceta más experimental. Y, todo
ello, sin renunciar a esa visceralidad
que se ha convertido en una de sus señas de identidad, tal y como dejaron
patente desde el mismo arranque con “King Of Sorrow”, que nos dejaba al bajista
Dustin Davidson dando la replica a los ácidos gruñidos de de Jake Luhrs.
Teniendo
en cuenta las compactas descargas que acabábamos de presenciar de manos de In Hearts Wake y Whitechapel, la formación
de Landcaster salió muy motivada, dispuesta a no perder comba con respecto a
sus antecesores, y con la consigna de seguir ofreciendo al respetable argumentos para que la acción no se detuviera en la pista.
Así que la euforia y los saltos del respetable seguirían en aumento durante
“Empire”, que sorprendía a más de uno con la voraz pegada que exhibió Matt Greiner. Pero no todo
iba a ser velocidad y desenfreno, ya que el quinteto también tuvo ocasión de
mostrarnos su lado más técnico y virtuoso
durante los intrincados desarrollos de “The Frost”, dejándonos a JB Brubaker y
Brent Rambler encarados en la parte central del escenario para batirse en un
intenso duelo.
Otro
aspecto a destacar de la descarga del combo americano fue la brutal conexión
con unos seguidores que no dudaron en ponerse a agitar los brazos siguiendo las
indicaciones del carismático Jake Luhrs durante “Spirit Breaker”. Además, esta
no fue la única ocasión en la que el frontman ejerció como maestro de
ceremonias, ya que durante los compases iniciales del desgarrador “Ghosts” el
vocalista se encargó de dividir a la masa en dos mitades.
Con
la gente cada vez más entregada era un buen momento para ofrecernos otra doble ración de sus nuevas composiciones,
dando buena cuenta de “Invisible Enemy”
y “Dangerous”, y lo cierto es que la entrega del respetable no decreció ante
semejante exhibición de fuerza y actitud. Pese a que su repertorio de esta
noche estuvo muy centrado en el material de sus últimas entregas, los
americanos no quisieron dejarse en el tintero algún fugaz recuerdo hacia sus
primeros años, así que “Composure”, fue la escogida para retrotraernos hasta la época de “Messengers”.
Uno
de los pocos momentos en que la tormenta de velocidad y watios que nos
ofrecieron August Burns Red pareció decrecer mínimamente fue durante el
inicio de “Float”. Pero fue tan solo un
espejismo, ya que el quinteto no tardó en volver a pisar el acelerador a fondo
para volarnos la cabeza con otro de sus incontestable trallazos. Más
envolventes y amenazantes sonarían las guitarras que marcaron “White Washed”,
que fue creciendo en potencia e intensidad para acabar convirtiéndose en el
brillante colofón para la descarga de unos August Burns Red que se mostraron
absolutamente intratables.
Para
cualquiera que haya tenido ocasión de ver en directo a Heaven Shall Burn
resulta irrebatible que las descargas de los germanos son todo un compendio de entrega, actitud y voracidad metalera. Y su concierto de esta noche no iba a ser una
excepción. Además el ambiente en el recinto estaba de lo más animado tras
unas actuaciones previas que habían servido para espolear al personal e ir
calentando motores de cara a lo que
estaba por llegar.
Como
en ellos suele ser habitual salieron con las pilas bien cargadas y dispuestos a
pasar a cuchillo al personal que se agolpaba en las primeras filas. La banda
que lidera Marcus Bischoff tomó posiciones mientras el escenario se cubría de
humo para dejar que las afiladas guitarras de Maik Weichert y Alexander Dietz hicieran estallar
la tormenta con “Downshifter”. A
diferencia de lo que sucediera en visitas anteriores, el carismático frontman
cambió esta noche su habitual camisa negra por una camiseta. Pero lo que no
cambió fue el nivel de intensidad y energía que el quinteto desplegó sobre el
escenario, logrando que todo ese torrente acabara contagiando a una audiencia
que no dejó de animar mientras la banda nos volaba la cabeza con las punzantes melodías de “Bring The War Home”.
El
ceremonial del combo de Saalfleld no había hecho más que empezar, pero el clímax
creado y esa conexión que consiguieron establecer desde el mismo arranque con
sus incondicionales se mantuvo durante toda la velada, gracias a las tablas que exhibió una banda que se mostró en un fantástico
estado de forma, y a la respuesta de un
público que parecía dispuesto a convertirse en protagonista con la efusiva acogida
que obtuvieron piezas como “The Weapon They Fear”. Tras la
primera charla de la noche, con Marcus felicitándose
por estar, una vez más, en Barcelona;
era un buen momento para que los circle-pits se sucediesen en los aledaños del
escenario siguiendo el vertiginoso ritmo de “Land Of The Upright Ones”.
Otro
detalle que me gustó fue el ritmo endiablado del show, con la banda descargando
su artillería pesada sin apenas concedernos ni un segundo de tregua entre tema
y tema. De modo que el escenario volvería a quedar oculto tras una densa
cortina de humo mientras los músicos proseguían su asedio con el demoledor
“Counterweight”, que significaba su primera incursión en el material de “Deaf
To Our Prayers”. Al igual que ya sucediera en sus anteriores visitas, uno de
los momentos culminantes de la noche llegó con su versión del “Black Tears” de Edge Of
Sanity.
Acto
seguido, y tras recabar una fastuosa ovación, una nueva mirada sobre su último
redondo “Wanderer” sirvió como excusa
para que los germanos nos mostraran la dualidad de su sonido, alternando magistralmente
oscuros desarrollos y pasajes de corte
melódico, durante el monumental
“Corium”, que nos dejaba la estampa de Marcus
incitando al público a agitar los brazos. Con la demoledora pegada de Christian Bass flanqueándonos el paso tocaba volcarse en la
épica metalera de “The Final March”, que volvía a desatar la euforia entre unas
primeras filas totalmente enloquecidas. “Passage Of The Crane”, fue la encargada de cerrar el capítulo dedicado a su obra de 2016.
Mientras que para poner el acento en su faceta más devastadora tendríamos que sucumbir
a la tiranía de los devastadores riffs
de “Profane Believers”.
El
único y solitario guiño que se permitieron a su “Invictus” de 2010 fue el abominable “Combat”, con Marcus fuera de
si, retorciéndose sobre uno de los monitores para espetarnos sus corrosivas
líneas vocales. Más atrás en el tiempo, concretamente hasta su “Antigone” de 2004,
nos condujo “Voice Of The Voiceless”, para acabar fundiéndose con el
imprescindible “Hunters Will Be Hunted”, tras el que el quinteto abandonó el escenario dejando tras de si a una
audiencia enloquecida, y con la sensación de que aún quedaba alguna escaramuza más antes de dar la
batalla por concluida.
Y no se equivocaban, ya que tras una breve pausa los germanos volvieron a aparecer en escena para dar la puntilla a la velada, invitándonos a cantar junto a Marcus “Endzeit”, antes de volver a provocar una nueva estampida entre los más próximos al escenario con “Godiva”. El colofón definitivo, poniendo nuevamente a todo el mundo a cantar y saltar, estuvo reservado para su particular adaptación del clásico “Valhalla” de sus compatriotas Blind Guardian.
Una
vez más, Heaven Shall Burn volvieron a
pasar por la Ciudad Condal como si fueran un torbellino. Y el resultado no pudo
ser más unánime y convincente, dejando tras de si a una audiencia entregada y
complacida ante la descarga de una banda que volvió a ratificar, -por si
alguien albergaba alguna duda-, que son una auténtica apisonadora en directo.
TEXTO Y FOTOS:ALFONSO DIAZ
TEXTO Y FOTOS:ALFONSO DIAZ
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