Seguramente
cuando los hermanos Kinsella, Torsten y Niels, empezaron a componer temas para
lo que sería su nuevo proyecto musical poco podían imaginarse que más de quince
años después seguirían en activo dando vida a una propuesta tan personal,
vanguardista y de amplias miras. Aunque en principio podría resultar difícil
definir una propuesta tan ecléctica, rica en matices y heterogénea como la de
God Is An Astronaut, lo cierto es que su música tiene la facultad de llegar a
un público de lo más dispar, congregando en sus presentaciones a seguidores del
post-rock, el progresivo, el space rock e incluso de la música electrónica. El
motivo de su visita era presentar en sociedad el material de su octavo largo
“Epitaph”, y el enclave escogido fue la sala mediana del Razzmatazz.
Los
elegidos para abrir la velada fueron sus compatriotas Xenon Field, un dúo
formado por Robert Murphy y Conor Drinane, quienes desarrollaron en sus escasos
veinticinco minutos una propuesta basada en la experimentación y la
vanguardia ante la atenta mirada de una
audiencia que se mantuvo estática, limitándose a aplaudir al final de cada uno
de los temas que interpretaron. Y es que su sonido se aparta radicalmente de los
convencionalismos roqueros , ya que sus composiciones versan en torno a las
sonoridades sintéticas, con ritmos pregrabados, efectos sonoros y mucha
presencia de los sintetizadores.
Tampoco
puede decirse que mostraran un empeño
especial a la hora de conectar con los asistentes, con lo que se mantuvieron en
una actitud un tanto distante, casi abstraídos a la hora de llevar al directo
una propuesta repleta de diferentes ambientaciones.
Pasaron
sin apenar hacer ruido, ni llamar la atención de los presentes. Quizás no
estuvieran ante la audiencia más propicia para su música. Pero, en cualquier
caso, Xenon Field nos presentaron una propuesta vanguardistas e intimista,
alejándose premeditadamente de cualquier tipo de etiqueta para dejar que temas
como “Dualistic” o “Endsphere” se
convirtieran en su mejor carta de presentación.
Tras
un largo entreacto, de algo más de media hora, todo parecía preparado para que
los protagonistas de la velada se apoderaran del escenario para hacer las
delicias de sus incondicionales. La primera sorpresa de la noche fue comprobar
que de cara a esta gira los irlandeses han dejado aparcadas sus habituales
proyecciones para dejar que un cuidado y efectivo juego de luces se encargue de
ambientar sus sinuosas ambientaciones, y recortar la figura de los músicos mientras una cortina
luminosa en la parte trasera del escenario trata de emular la bóveda celeste en
una noche estrellada.
Pese
a la evolución musical que los irlandeses nos proponen en cada una de sus lanzamientos,
lo cierto es que han mantenido a lo largo de los años una identidad propia y
muy marcada a la hora de dar vida a sus nuevas composiciones. No, no fue esta
una noche de guitarras demoledoras y potentes, sino más bien una velada
dedicada a las atmosferas introspectivas, las melodías evocadoras, y , todo
ello, aderezado con ese toque de vanguardia y sofisticación que siempre les ha
caracterizado.
Como
si de un viaje iniciático se tratase nuestro transito a través de sugerentes
paisajes y sentimientos encontrados arrancaba con las emotivas notas del piano
que marcaban el arranque de la pieza que
presta título a su última entrega discográfica “Epitaph”. Como siempre sucede
con el combo dublinés la ejecución fue impecable, lo que acabó propiciando la
primera salva de aplausos de la velada. Con el escenario teñido de tonalidades
azules y verdes tocaba continuar degustando
su nuevo material, pero en esta
ocasión las melodías de “Mortal Coil”, hicieron subir la intensidad del show
gracias al dinamismo de sus cambiantes estructuras.
Aunque
han pasado más de quince años desde que publicaran su opera prima, lo cierto es
que “The End Of The Begining”, sigue conservando ese aroma de tierna inocencia,
con una marchosa base rítmica convertida en el soporte perfecto para que Tortsen y la última incorporación de la
banda, el teclista y guitarrista Robert Murphy se encarguen de dar salida a sus
impredecibles melodías. El cambio de registros,
conduciéndonos a través de tesituras más oscuras e introspectivas llegó de manos de “Frozen
Twilight”, que fue aderezado con una sección de cuerda pregrabada que ayudó a
que el tema ganara en dramatismo para convertirse en uno
de los momentos cumbre del show.
Nuevamente
el escenario volvería a quedar sumido en la más absoluta penumbra antes de que
el estallido de las bombas y las ráfagas de ametralladoras se encargaran de
anunciarnos que había llegada el momento de “All Is Violent, All Is Bright”,
que fue creciendo progresivamente desde su tímido arpegio inicial para acabar
sumergiéndonos de lleno en sus desgarradoras evoluciones instrumentales que
sacaban a relucir la vertiente más roquera del cuarteto.
Con
Murphy haciéndose cargo nuevamente de los teclados arrancaba uno de los temas más elegantes y sofisticados
del show “Fragile”, que se saldaba con
el propio teclista, ahora empuñando la guitarra, y Torsten encarados frente a
frente en un vibrante intercambio de melodías. Esa forma tan personal de acunar
y embelesar a sus seguidores se mantendría como una constante durante todo el
show, haciéndonos caer rendidos ante la suntuosidad de “Seance Room”, que abría
nuestra percepción hasta latitudes cercanas a la psicodelia.
No
abandonarían el material de “Epitaph”, ya que la siguiente en hacer acto de presencia
fue la experimental “Medea”, que nos atenazaba con sus amenazantes melodías
para acabar recabando una de las mayores ovaciones de la noche. Una vez más
unos elegantes arreglos de cuerda
enlatados volverían a sumarse a la labor de los músicos para dar un plus de consistencia a las notas del piano durante
“Forever Lost”, que se convertía en la antesala perfecta para los aromas
jazzeros que desplegaron a lo largo de “Suicide By Star”.
Para adentrarnos en la recta final de su presentación
el cuarteto irlandés apostó por las sonoridades más sugerentes e hipnóticas de
“From Dust To The Beyond”, mientras que la elegida como última escala para este
viaje a través de las emociones y las ambientaciones fue la elegante
“Centralia”. Al final de la noche, caras de satisfacción y la sensación de
haber podido transitar por territorios que sólo se pueden visitar acompañados
de la música. Y para ello que mejor banda sonora que la que esta noche nos
ofrecieron God Is An Astranaut.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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