PLINI
A primera hora de la tarde y mientras los más futboleros se buscaban un lugar desde el que seguir la cita mundialista, aparecían en escena los australianos Plini par dar buena cuenta de su elegancia y virtuosismo, proponiéndonos una colección de composiciones instrumentales en las que se dieron la mano el jazz, la música ambiental, el rock, e incluso algunos fugaces destellos de estructuras y sonoridades electrónicas.
A primera hora de la tarde y mientras los más futboleros se buscaban un lugar desde el que seguir la cita mundialista, aparecían en escena los australianos Plini par dar buena cuenta de su elegancia y virtuosismo, proponiéndonos una colección de composiciones instrumentales en las que se dieron la mano el jazz, la música ambiental, el rock, e incluso algunos fugaces destellos de estructuras y sonoridades electrónicas.
Con el escenario bañado por los rayos del astro rey, pero con un telón de fondo con una gigantesca luna en cuarto menguante, la formación del guitarrista y compositor Plini Roessler-Holgate dio buena cuenta de sus aptitudes a la hora de desgranar temas como “Salt+Charcoal” o “Handmate Cities”, que si bien no sirvieron para levantar los ánimos de un personal que prefirió verles desde la distancia, si que valieron para reivindicar el talento de un músico que está llamado a convertirse en un nombre importante dentro de la escena progresiva.
Aunque empezaron sonando elegantes y excesivamente recatados, a medida que fue avanzando el show los australianos fueron mostrando las diferentes caras de su propuesta, haciendo subir el nivel de intensidad con los duelos de guitarra que marcaron “Other Things”. En definitiva, una actuación más que correcta de una banda que derrochó calidad y talento por los cuatro costados, y en la que destacó el liderazgo de un Plini que se mostró de lo más satisfecho y agradecido con el recibimiento que le tributó el público barcelonés.
GAZPACHO
Para proseguir con una tarde que de momento estaba resultando de lo más sosegada y apacible contaríamos con la presencia de Gazpacho. La veterana formación Noruega, que lleva en activo desde la segunda mitad de la década de los noventa y cuenta con una decena de trabajos a sus espaldas, se ha convertido en uno de los nombres más respetados dentro de las tendencias de vanguardia del rock progresivo.
Para proseguir con una tarde que de momento estaba resultando de lo más sosegada y apacible contaríamos con la presencia de Gazpacho. La veterana formación Noruega, que lleva en activo desde la segunda mitad de la década de los noventa y cuenta con una decena de trabajos a sus espaldas, se ha convertido en uno de los nombres más respetados dentro de las tendencias de vanguardia del rock progresivo.
Guiados por la innovación y la experimentación Jan Henrik Ohme y sus muchachos aparecieron sobre las tablas dispuestos a convencer al respetable a base de clase y elegancia, pese al atuendo deportivo del propio frontman. Centraron su repertorio en el material de sus últimas entregas, dando el pistoletazo de salida con el novedoso “Soyuz”. Pese al sorpresivo arranque con el volumen del micro a un volumen ensordecedor, lo cierto es que los noruegos sonaron de forma impecable, permitiéndonos degustar todos los matices y detalles que encierran temas como “Tick Tock, Part 3”.
Especialmente reseñable me pareció el trabajo que realizó Mikael Krømer, quien compaginó su labor como guitarrista con los pasajes de violín en temas como “Black Lily”. Pero sin duda el gran protagonista de los de Oslo fue el mencionado Ohme, quien deslumbró con la candidez de su voz y su amplia gama de registros, recibiendo unas merecidas ovaciones a la conclusión de temas como “Golem” y las dos partes de “The Walk”.
Además, pese a tocar todavía a plena luz del día, los noruegos fueron una de las pocas bandas que aprovechó la gigantesca pantalla trasera para ilustrar su actuación con unas vistosas proyecciones que sirvieron para ambientar piezas como “Upside Down”, o, ya en la parte final, el inevitable y emotivo “Winter Is Never”.
SONS OF APOLLO
Uno de los grandes alicientes de una cita como el Be Prog! My Friend, es su capacidad para aglutinar a un público de lo más variopinto, congregando en el mismo recinto a fans de bandas tan dispares como Opeth, Camel, Anathema, Leprous, Fish... Pues bien, a los que nos pone la vertiente más metalera del género aguardábamos con impaciencia el desembarco de esa nueva superbanda que ha tomado como denominación Sons Of Apollo.
Y es que el personal que aglutina este enésimo proyecto del hiperactivo Mike Portnoy resulta un atractivo reclamo para cualquier seguidor del hard rock y el heavy metal que se precie. Además su ópera prima “Psychotic Symphony” ha cosechado unas notables críticas entre la prensa especializada. Así que teniendo en cuenta estas premisas la expectación por ver su primera incursión en nuestro país podía palparse en el ambiente.
Si hasta ese momento la tarde había transcurrido en un ambiente bucólico y relajado, con la música acompañando las conversaciones de la gente, cuando Portnoy y sus secuaces irrumpieron en escena el decorado cambió radicalmente, ya que la gente se agolpó frente al escenario para no perderse detalle de las evoluciones de esta auténtica reunión de maestros. Salieron con diez minutos de retraso, con el bajista Billy Sheehan y el guitarrista Ron “Bumblefoot” Thal empuñando instrumentos de doble mástil, y comandados por un Jeff Scott Soto que rápidamente se convirtió en el perfecto maestro de ceremonias para dirigir al personal desde el mismo arranque con “God Of The Sun”.
Como era previsible el carismático batería no
tardó en convertirse en el centro de gran parte de las miradas, deleitándonos
con su peculiar forma de tocar mientras se explayaba en su interminable
catálogo de poses y muecas durante “Sings Of The Time”, que nos dejaba con una
impresionante aportación de un Bumblefoot que se mostró pletórico a lo largo de
todo el show. Otro detalle a destacar fue que pese al excelso currículum de sus
miembros, Sons Of Apollo sonaron como una unidad, como un bloque sólido y
compacto, con todos remando en la misma dirección, derrochando complicidad,
entrega y buen rollo a lo largo de “Divine Addiction”.
Si durante los primeros compases de su presentación el escenario estuvo presidido por la portada de su debut, una foto convenientemente tuneada del “Falling Into Infinity”, nos anunciaba que lo que estaba por llegar sería el primer guiño a la etapa de Portnoy y Sherinian en Dream Theater. Así que “Just Let Me Breathe” fue la responsable de poner por primera vez esta tarde el recinto patas arriba, con Bumblefoot y Soto repartiéndose las voces mientras el respetable elevaba los puños al aire.
Con la gente todavía en estado de éxtasis
arrancaba una alargada versión de “Labyrinth”, con una parte central
absolutamente trepidante, con Soto perdiéndose entre bambalinas para dejar todo
el protagonismo a sus compañeros, y
regresar posteriormente para hacernos agitar los brazos. “Lost In Oblivion”,
fue la escogida para que el carismático batería hiciera las delicias de todos
sus incondicionales antes de dirigirse al respetable para tener un emotivo
recuerdo hacia el batería de Pantera, Vinnie Paul, durante los prolegómenos de
“Alive”.
La instrumental “Opus Maximus” resultó la
excusa perfecta para un nuevo ejercicio de virtuosismo que se saldó con el solo
de teclados de Derek Sherinian. Una nueva mirada sobre el cuarto trabajo de
Dream Theather sirvió como pretexto para
rescatar “Lines In The Sand”, que nos abocaba sobre un apoteósico final de
manos de “Coming Home”, con un Soto insultante, cantando el estribillo del tema
a pleno pulmón para rubricar la que a la postre fue la mejor descarga de esta segunda jornada
festivalera.
STEVE HACKETT
Tras el feroz asalto que nos acababan de brindar Sons Of Apollo era un buen momento para cambiar radicalmente de registro y sumergirnos de lleno dentro del clasicismo de manos de toda una leyenda de las seis cuerdas como es Steve Hackett. Aunque para muchos el nombre del guitarrista londinense estará siempre ligado a Genesis, con los que publicó 8 trabajos, lo cierto es que Hackett tiene un amplio bagaje en solitario. Además, durante su presentación tuvimos ocasión de escuchar también un tema de GTR, el proyecto que creó a mediados de los ochenta junto a otro maestro de las seis cuerdas como es Steve Howe.
Debo reconocer que el que suscribe nunca fue un ferviente seguidor de los míticos Genesis, pero viendo en directo el espectáculo que ofrecieron Steve Hackett y su banda uno no puede más que dejarse arrastrar por su elegancia y cuidado a la hora de tratar una colección de composiciones que resultan imprescindibles para cualquier seguidor del rock sinfónico.
Respaldados sobre una puesta en escena sobria pero muy efectiva, -en la que destacó un cuidado juego de luces y un sonido impecable-, el hacha londinense ocupó el centro del escenario para dar rienda suelta a su guitarra durante la inicial “Please Don´t Touch”. No tardaríamos mucho en darnos cuenta que Hackett no ha perdido la magia y el feeling que siempre le ha caracterizado. Pero por si esto no fuera suficiente, su banda de acompañamiento también rayó a un excelente nivel, destacando especialmente la figura de Rob Townsend, un auténtico hombre orquesta que a lo largo del show intercaló instrumentos de viento, percusión, amén de apoyar en las voces en más de una ocasión; concediendo una ambientación especial a temas como el marchoso “Every Day”.
De entre las composiciones que conformaron la primera parte del show, que estuvo dedicada prácticamente en su totalidad a su material en solitario, me quedaría con los aromas desérticos y las faraónicas melodías de “Behind The Smoke”, cuya letra gira en torno al drama de los refugiados. Como comentaba anteriormente, tampoco faltó un fugaz guiño al material de GTR con el ochentero “When The Heart Rules The Mind”, que contó con la inclusión del vocalista Nad Sylvan, que fue asumiendo protagonismo a medida que el show iba avanzando y se iban sucediendo temas como el majestuoso “Icarus Ascending”.
Todo, absolutamente todo, sonó perfecto durante el show, y la mejor prueba fueron las refinadas melodías de “Shadow Of The Hierophant”, que era la elegida para cerrar la primera mitad del espectáculo. Pero lo mejor todavía estaba por llegar, ya que durante la segunda parte Steve Hackett se centró, para regocijo de sus fans más veteranos, en el material que grabó junto a Genesis. Con una ovación de gala fueron recibidos los compases iniciales de “Dancing With The Moonlit Knight”, con Sylvan cantando a capela antes de sumergirnos de lleno en el particular universo sinfónico de un Hackett que se mostró en plena forma, clavando sus solos para deleite de sus incondicionales.
Y es que aunque Hackett fue el
indiscutible motor de la banda, sus acompañantes también tendrían ocasión de mostrar sus habilidades
técnicas a lo largo de los interminables
desarrollos de “The Fountain Of Salmacis” y “Firth Of Fifth”, que se saldaba
con el teclista Roger King dando la
replica al guitarrista. Pero sin duda el momento cumbre de la noche llegó con
“The Musical Box”, todo un ejercicio de versatilidad y virtuosismo que acabó
recabando una rotunda ovación.
No creo que a estas alturas nadie dudara de que el guitarrista
londinense sigue conservando intactos la magia y la sofisticación que le
convirtieron en uno de los músicos más admirados y respetados en la década de
los setenta, pero por si alguien todavía no estaba convencido, el guitarrista
se reservó para su lucimiento personal “Supper´s Ready”. Mientras que la elegida
para poner el punto y final a este
trepidante viaje por la música de otra época fue “Los Endos”.
BURST
La de BURST estaba predestinada a ser una actuación histórica. Los suecos estaban separados desde 2009, no visitaban nuestro país desde el 2005 (cuando telonearon a OPETH) y se reunían especialmente en el BE PROG! a través de la propuesta directa de los organizadores del evento que les animaron a hacer este concierto. Y es que a veces las mejores cosas surgen de la no planificación y de la espontaneidad, y eso es lo que vivimos esta noche con BURST. Nervios, ilusión y muchísima emotividad flotaron durante el que fue el broche de oro de la edición de este año del festival progresivo barcelonés
El riff repetitivo de “(We Watched) The Silver Rain” dio el pistolazo de salida pero fue con “I Hold Vertigo” cuando la actuación empezó a fluir de forma maravillosa. Miradas y risas cómplices entre los miembros de la banda que parecían estar disfrutando de su primer concierto, aunque venía a ser algo no muy alejado. El vocalista Linus Jagerskog estaba eufórico, mostrando agradecimientos continuos al público y los organizadores, así como el bajista Jesper Liverod, para muchos conocido también por haber militado al frente de la mítica banda de grindcore Nasum.
Los dos guitarristas, Jonas Rydberg y Robert Reinholdz, y el batería Patrik Hultin, se mostraron más comedidos y concentrados en su labor para bordar todos los matices y complejidades instrumentales. BURST dieron un repaso exhaustivo a su obra maestra “Lazarus Bird” aunque también alguna pincelada a trabajos anteriores con cortes como “The Immateria” o “Rain” del que recordaron que gravaron hace 16 años. Fue curioso ver también como entre la audiencia se encontraban varios familiares de la banda que no quisieron perderse este momento tan especial. Una gozada poder ver de nuevo a los de Gotemburgo y disfrutar de su excelente propuesta musical. Sólo queda agradecer infinitamente a los organizadores el haberlo hecho posible.
Un año más, el BE PROG! hizo evidencia de su carácter eclético y su apuesta directa por la calidad, aunando diferentes estilos y propuestas arriesgadas. Un evento pequeño pero cada vez más internacional donde la ilusión y la satisfacción de poder disfrutar de algo así en nuestro país es una recompensa incalculable para todos: organizadores, bandas y audiencia.
TEXTO:ALFONSO DIAZ y CARLOS OLIVER
TEXTO:ALFONSO DIAZ y CARLOS OLIVER
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