Cada
disciplina, cada época, cada generación tiene sus propios ídolos. Esos
visionarios que se encargan de marcar tendencia, el camino a seguir, que
intentan sorprender e innovar a cada paso de su trayectoria profesional y
artística. Sin duda, si hay un personaje en la actualidad que goce del respeto
y la admiración de todos los seguidores de la escena progresiva ese es Steven
Wilson. Compositor, vocalista, multi–instrumentista, productor…, el incansable
y polifacético Wilson parece un hombre del renacimiento en pleno siglo XXI.
Pero viendo su prolífica producción musical
en los últimos tiempos no creo que la etiqueta de progresivo sirva para
albergar el inmenso talento creativo de un músico que es capaz de hacer guiños
en sus temas a estilos tan dispares como pueden ser el rock, el pop, el funk,
la música electrónica, o la experimentación, dejando claro que no pone ningún tipo
de limite a la hora de crear música.
Aunque
la fama y el reconocimiento internacional le llegaron con su trabajo en
Porcupine Tree, durante los últimos años Wilson parece plenamente centrado en
promocionar su carrera en solitario, pero esto no quiere decir que haya dejado de
estar involucrado en otros proyectos como Blackfield o Storm Corrosion. Incansable, otro
detalle que ha contribuido decisivamente a su consagración como uno de los
gurús de la escena progresiva es su infinita capacidad de trabajo, girando
constantemente. De hecho, si la memoria no me falla, la de esta noche
representaba su cuarta visita a la Ciudad Condal en el último lustro, y cuando
hacía menos de 12 meses de su última aparición en este mismo enclave:
L´Auditori Del Forum
Lamentablemente,
el hecho de que la cita de esta noche cayera en jueves, y no en sábado como
sucediera en febrero del pasado año, acabó siendo clave para que el aforo fuera
algo menor que en su anterior visita. Pero, en cualquier caso, el británico
volvió a demostrar que sigue conservando un buen tirón entre la audiencia
catalana, dejando patente, ante un auditorio que registró una muy buena
entrada, que su presencia sigue siendo un atractivo reclamo para la selecta
audiencia de la ciudad que hasta el verano pasado disfrutó del único festival
progresivo que se celebraba en nuestro país. El recinto escogido resultó
majestuoso, con una acústica y una visibilidad impresionantes, lo que nos
permitió disfrutar del espectáculo que traía el británico cómodamente sentados
en nuestras butacas. Además el montaje escénico fue excelente, compuesto por
pantallas, proyecciones sobre el velo que cubrió el escenario durante algunos
temas para dar a las imágenes una perspectiva de tridimensionalidad, y un
fantástico juego de luces. En definitiva, que Wilson y sus acompañantes nos
deleitaron con una cuidada puesta en escena, muy similar a la que nos
ofrecieron el pasado año.
En
cuanto a lo que fue propiamente el show estuvo estructurado en dos partes
separadas por una pausa de unos quince minutos, reservándose un epílogo en
forma de bises en los que Wilson repasó varias composiciones que ha editado
bajo el nombre de algunos de los otros
proyectos en los que ha estado involucrado. Así que el show acabó
teniendo una duración aproximada de 180 minutos. Sí, tres horas de elegancia,
virtuosismo, distinción, e imaginación
sonora que en ningún momento llegaron a hacerse pesadas o redundantes. Si
hablamos del repertorio, lo cierto es que los compases iniciales del show
fueron prácticamente calcados a los de
su visita del pasado año. Pero a partir de la mitad de este primer acto pudimos
disfrutar de algunos temas que no tocó en su anterior gira, y de un orden distinto,
con lo que el show adquirió una dinámica diferente. Precisamente fue durante el
primer acto cuando el quinteto aglutinó los temas más densos y con más
desarrollo. Para dejar que durante el segundo acto el protagonismo recayera más
sobre las canciones. Otro detalle que me gustaría comentar es que en esta
ocasión nos encontramos con un Wilson más comunicativo y parlanchín, que se
extendió generosamente en algunas de las presentaciones buscando conectar con
sus seguidores mientras nos daba diferentes
claves para interpretar los
temas, consiguiendo arrancar más de una sonrisa con sus jocosos comentarios
entre sus entregados seguidores.
Poco
a poco, de forma escalonada, los seguidores del artista londinense fueron
accediendo al incomparable marco de l´Auditori del Forum. Así que cuando
faltaban pocos minutos para las 20 horas todos estábamos ya ocupando nuestras
respectivas localidades. Con absoluta puntualidad, y después de que una
alocución nos invitara a sentarnos cómodamente y disfrutar del espectáculo, una
sucesión de imágenes aparecieron proyectadas sobre el finísimo velo que ocultaba el escenario, y con cada una de
ellas una palabra que iba cambiando para jugar con las diferentes
interpretaciones dependiendo de las situaciones y el contexto en la que el
espectador las viera. Uno a uno, parsimoniosamente, los músicos fueron
apareciendo en escena. El último en ganar las tablas, descalzo como en él es
habitual, fue el propio Wilson para dar el pistoletazo de salida con las
elegantes melodías de “Nowhere Now”, que arrancaba con el londinense dejando su
guitarra a un lado para acabar empuñándola para atacar los primeros
increscendos roqueros.
Tras
recibir la primera salva de aplausos de la noche, a modo de cálida bienvenida,
Wilson nos daba las buenas noches antes de seguir buceando en el material de su
última entrega de estudio “To The Bone”, invitándonos a dejarnos llevar por las
ambientaciones cósmicas y las sonoridades acústicas de “Pariah”, para la que
contaron con las pistas grabadas de la vocalista Ninet Tayet, cuya imagen se
iba sobreponiendo sobre la del propio Wilson. Sería tras estos dos primeros
temas cuando desapareció el sutil velo que cubría el escenario. Así que sin
nada que se interpusiera con sus seguidores Wilson nos explicó, en la primera
charla de la noche, como iba ser la estructura del show de esta noche para
posteriormente centrar nuestro objetivo en el fantástico “Hand.Cannot.Erase”,
haciendo subir el nivel de intensidad que hasta ese momento había llevado el
show con el trepidante tándem que conformaron “Home Invasion” y “Regret#9”, dos
piezas que servían para que el londinense dejara clara su absoluta devoción por
bandas míticas como Pink Floyd, sumergiéndonos para ello en esos interminables
desarrollos en los que compartieron protagonismo los sintetizadores y las
guitarras.
Como
suele ser habitual en todas sus visitas a la capital catalana Wilson no quiso
dejar pasar la ocasión de obsequiar a sus fans con algunos temas de Porcupine
Tree. De modo que el encargado de inaugurar el capítulo dedicado a la banda que
le dio fama internacional fue “The Creator Has A Mastertape”. Mientras que la
primera sorpresa de la noche llegaría justo a continuación con la inesperada
“Don´t Hate Me”, que según nos comentó hacia mucho tiempo que no tocaban en
directo. Tras una nueva charla, en la que nos dio su particular opinión sobre la inutilidad de tocar la guitarra muy
rápido pero sin sentimiento, le llegaría el turno a “The Same Asylum As
Before”. Mientras que la escogida para poner el colofón a estos primeros
setenta minutos de deleite musical fue
la imprescindible “Ancestral”.
Una
vez consumido el intermedio anteriormente comentado, que duró unos quince
minutos aproximadamente, el show se reanudaba con la batería sonando y tras
ella una idílica estampa de un paisaje nevado. Poco a poco todos los músicos
fueron reingresando en escena para dar forma a “No Twilight Within The Courts
Of The Sun”, proponiéndonos un primer guiño al material de su debut en
solitario de hace una década “Insurgentes”. Pese al formato elegido para
la actuación de esta noche la conexión
con el público fue absoluta, tal y como quedó patente cuando la gente acompañó
a los músicos a la hora de chasquear los dedos para crear la característica sonoridad de “Index”.
Esa
comunión y esa buena sintonía entre banda y público no se perdería, ya que tras
bromear con el respetable Wilson nos animó a dejar nuestras confortables
butacas y acercarnos al escenario para dar colorido a los ritmos poperos de
“Permanating”. La vuelta a la normalidad, con la gente nuevamente en sus
butacas y el velo cubriendo de nuevo el escenario, llegaría de manos de “Song
Of I”, que se llevaría el premio a la mejor puesta en escena, con los
hologramas de unas bailarinas danzando frenéticamente.
El
cambio de registro, con las guitarras nuevamente volviendo a reclamar su cuota
de protagonismo, llegó con la delicada y
elegante “Lazarus” de Porcupine Tree, que fue acompañada de idílicas imágenes
que reflejaban la ingenuidad y
felicidad de la infancia. Ese toque intimista y hasta minimalista que había adquirido la velada haría que todos
acabáramos estremeciéndonos durante los compases iniciales de un “Detonation”, que acabaría explotando con la
versatilidad de sus ritmos funkeros para convertirse en uno de los puntos álgidos de esta segunda
mitad del show.
Sentado
en una silla el genio londinense volvió a dirigirse al respetable para hablarnos de ese regalo que es la vida
antes de mostrarnos su faceta más sentimental y melancólica a lo largo de “Song
Of Unborn”. Cambiando la guitarra por los teclados, Wilson se posicionó en la parte trasera del escenario
para dar el pistoletazo de salida a los aromas psicodélicos de
“Vermillioncore”, para acabar recuperando la guitarra durante el sprint final.
Pese a que Wilson demostró a lo largo de la velada su capacidad para moverse por diferentes
derroteros musicales, el británico sabe que la base de sus seguidores es
roquera. Así que para dejarnos con un buen sabor de boca optó por la
grandilocuencia instrumental del fantástico “Sleep Together”, de Porcupine
Tree.
Para
dar el arranque a los bises Wilson apareció solo en escena para enchufar su
guitarra a un amplificador portátil. Lo primero que hizo fue darnos una charla
en la que nos comentó que los siguientes temas que iba a tocar no eran covers de otras
bandas, sino temas suyos que ha grabado con otras bandas. Debo admitirlo, me
sorprendió la inclusión en el repertorio de esta noche y la interpretación en
solitario de “Even Less” de Porcupine
Tree. Empuñando la acústica y con los
apoyos de los teclados en el arranque le llegaría el turno a “Blackfield”, que
fue recibida con auténtica devoción por sus más fieles incondicionales.
Lamentablemente
el show estaba llegando a su fin. Pero antes de despedirse definitivamente
Wilson todavía tuvo tiempo de presentar a sus acompañantes antes de proponernos
un último guiño a Porcupine Tree con “The Sound Of Muzak”. Mientras que al
igual que sucediera en su anterior visita el final corrió por cuenta de esa
obra maestra que es la angustiosa e inquietante “The Raven That Refused To
Sing”, con la que ponía al auditorio en pie para acabar recibiendo una ovación
de gala.
Seguramente
habrá quienes no acaben de comprender las devociones y simpatías que despierta
Steven Wilson entre algunos sectores del universo roquero. Es un artista
completo y multi–disciplinar: cantante, teclista, guitarrista, compositor,
arreglista, productor …. Un genio musical que esperemos siga ofreciéndonos
obras y directos tan intensos, emocionantes y vibrantes como el que nos brindó
el pasado jueves en el incomparable marco de L´Auditori del Forum de la Ciudad
Condal.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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