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jueves, 21 de febrero de 2019

AMORPHIS+SOILWORK+JINJER+NAILED TO OBSCURITY-SALAMANDRA-BCN-9-FEB-2019



Seguramente el término “evolución” es de los más temidos entre músicos y fans. Siempre resulta complicado evolucionar, llevar tu propuesta un paso más allá para no acabar repitiéndote, y seguir creciendo e innovando. Pero ese ímpetu por no estancarse y no quedar anclados en su zona de confort en ocasiones acaba chocando  con la mentalidad conformista de algunos fans que prefieren tener la certeza de saber que van a encontrarse cuando pulsan el play de su reproductor. Afortunadamente esta noche de sábado contábamos con la presencia de dos formaciones que siempre han mirado hacia el futuro, optando por incluir guiños y sonoridades de otros estilos para enriquecer su propuesta, pese a que esto   les ha comportado las airadas críticas de algunos de  sus seguidores  que no han aceptado su evolución. Mucho han tenido que batallar Amorphis para conseguir el respeto y la admiración casi unánime de toda la escena metálica europea. Pero afortunadamente los finlandeses parecen haber encontrado una formula ganadora en sus ultimas entregas, y desde que publicaron “Circle” en 2013 su crecimiento ha sido imparable llegando a ocupar los principales puestos en algunos de los festivales más prestigiosos del Viejo Continente. Además para acompañarles en este periplo de presentación de su nuevo trabajo “Queen Of Time”, la banda que fundaran a principios de los noventa el guitarrista Esa Holopainen y el batería Jan Rechberger   contaría con el apoyo de otro nombre destacado dentro de la escena europea como son los incombustibles Soilwork, que capitaneados por  Björn “Speed” Strid  aprovecharon la cita para presentar en sociedad algunas de las composiciones de su undécima entrega discográfica “Verkligheten”.

Pero no llegaban solos a tierras catalanas Amorphis y Soilwork, ya que para calentar los ánimos del personal que abarrotó la sala Salamandra contaríamos con el concurso de una banda joven, que en los últimos años no ha parado de crecer y que se está convirtiendo en uno de los nombres de referencia para una nueva generación de metaleros: los ucranianos Jinjer, que comandados por ese torbellino sobre las tablas que es la explosiva Tatiana Shmaylyuk regresaban a la Ciudad Condal para incendiar el escenario a base de desgranar sus explosivas y dinámicas composiciones.
 
La responsabilidad de dar el pistoletazo de salida a una velada que nos auguraba emociones fuertes recayó sobre Nailed To Obscurity, quienes traían bajo el brazo su flamante nuevo trabajo “Black Frost”, que veía la luz en los primeros días de este recién estrenado 2019. A diferencia de lo que suele suceder habitualmente, me sorprendió que cuando los alemanes aparecieron en escena el recinto presentaba ya un fantástico ambiente, con más de media sala arropando su presentación.
 
No dispusieron de mucho espacio escénico, -situando la batería en el centro del escenario, para que el resto se músicos se colocaran a los lados-; ni tampoco de mucho tiempo,- apenas 35 minutos-. Pero lo cierto es que fueron más que suficientes para que el combo de Esens nos acabara dejando unas fantásticas sensaciones, desgranando de forma convincente unas composiciones extensas, repletas de cambios de ritmo y ambientaciones, y en las que la rotunda pegada del batería Jann Hillrichs compartió protagonismo con esas atmosféricas melodías de corte melancólico y con el corrosivo registro del vocalista Raimund Ennenga, logrando que temas como la inicial “Black Frost” se acabaran convirtiendo en su mejor carta de presentación.

 Pese a que personalmente el sonido no me acabó de convencer, la compacta sección rítmica de los alemanes hizo retumbar los cimientos del local al atacar  los compases iniciales de “Feardom”, que nos hundía de lleno dentro en la frialdad más absoluta mientras Raimund alternaba voces limpias con sus habituales rugidos guturales. Aunque me dio la sensación de que muchos no conocían su propuesta, Nailed To Obscurity supieron rentabilizar al máximo su tiempo sobre las tablas logrando captar la atención de los que todavía no les habían escuchado. Precisamente uno de los momentos en los que mejor se pudo apreciar esa conexión que los germanos establecieron con el público fue durante los fulgurantes increscendos de “The Aberrant Host”.

 Acto seguido le llegaría el turno a uno de los temas que mejor puede definir la propuesta del quinteto de Esens “Tears Of The Eyeless”, una pieza en la que se conjugaron  a la perfección: la oscuridad, los pasajes introspectivos y ambientales, e incluso alguna pincelada progresiva. Precisamente para poner el broche definitivo a su show el quinteto optó por la única licencia que se permitieron al resto de su catálogo, ya que su repertorio estuvo centrado en el material de su última entrega, siendo la elegida la pieza que cerraba su anterior redondo “Desolate Ruin”.

 Para muchos la descarga de Jinjer constituía el primer gran reclamo de la noche. Así que teniendo en cuenta las buenas sensaciones que los ucranianos habían dejado en sus anteriores visita a  la Ciudad Condal no me extrañó que a la hora prevista para el inicio de su presentación la sala estuviera prácticamente llena. Pese a su creciente popularidad Tatiana y sus muchachos no presentaron un montaje escénico especialmente vistoso. Aunque debo admitir que me sorprendió la colocación del kit de batería de Vladislav Ulasevish, esquinado en un extremo del escenario y con los platos colocados a la altura de las rodillas.

 Pero dejando a un lado estas curiosidades, lo cierto es que los ucranianos salieron a escena haciendo gala de la furia y la rabia a la que nos tienen acostumbrados. Así que la pequeña e incontrolada Tatiana no tardó en convertirse en el centro de todas las miradas mientras sus compañeros daban buena cuenta de la rotundidad instrumental de la inicial “Words Of Wisdom”. Pese a que durante los primeros compases del show el sonido no terminó de acompañarles esto no fue excusa para que las asesinas y amenazantes líneas de bajo de Eugene Kostyuk nos volaran la cabeza durante los compases iniciales de la novedosa “Ape”, con la que sacaban a relucir su faceta más experimental y vanguardista.

 El momento para que Tatiana demostrara todas sus capacidades vocales llegó con los rotundos cambios de ritmo y ambientación que marcaron “I Speak Astronomy”, que acabó convirtiéndose en uno de los puntos culminantes de esta primera mitad del show, con la intrépida frontwoman contorsionándose como si estuviera poseída encaramada sobre una de las tarimas que habían repartidas a lo largo del escenario. Una nueva mirada sobre el material de su último E.P. “Micro” sirvió como excusa para hacernos cambiar de orientación para arrojarnos de lleno sobre la infecciosa cadencia del desgarrador “Dreadful Moments”. Mientras que la rabia y la velocidad potenciadas hasta el límite de lo extremo nos flanquearían el paso  hacia la visceral “Teacher, Teacher”.

Por si alguien dudaba de la acusada evolución que ha sufrido la propuesta del combo ucraniano, y de las tablas que han adquirido girando incansablemente durante los últimos años, la mejor prueba fue comprobar lo lineal y directa que sonó una vieja favorita como “Who´s Gonna Be The One” en comparación con  algunas de sus nuevas composiciones. Un segunda escala en su anterior “King Of Everything” sirvió para que Tatiana volviera a seducirnos con sus registros más cristalinos e introspectivos acompañada de una base instrumental bastante más comedida y sosegada hasta la llegada de su devastador increscendo final.

 Con el cuarteto ucraniano en estado de gracia, mostrándose arrolladores e implacables sobre las tablas, y contando con la complicidad de un público que parecía cada vez más entregado y animado  llegaba el momento de finiquitar su presentación, y para ello que mejor que poner nuevamente al personal a botar  durante las pasajes más salvajes y desenfrenados de “Perennial”, para posteriormente asestarnos la estocada definitiva con ese fulgurante trallazo de esencia death metalera que es “Sit Stay Roll Over”.

En pocas palabras: Jinjer  se mostraron en un gran momento de forma, ratificando que hoy por hoy son una de las bandas con más proyección dentro del  panorama europeo. Muchos podrán decir que Tatiana Shmaylyuk es el arma secreta de los ucranianos, pero sinceramente creo que sus compañeros son unos músicos sólidos y solventes, y están a la altura de la garra, la entrega, y la pasión que demuestra la explosiva frontwoman.

Llevan tiempo sin dejar indiferente a nadie. Alabados y criticados  a partes iguales, los encargado de recoger el testigo tras la fulgurante descarga de Jinjer fueron los que estaban llamados a convertirse en el primer plato fuerte de la velada: Soilwork. Hacía escasamente un par de meses  que Björn  Strid se había dejado ver por la Ciudad Condal comandando su otra banda The Night Flight Orchestra. Y si en aquella ocasión las opiniones generalizadas fueron bastantes positivas en cuanto a proclamar el indiscutible triunfo de la ecléctica formación sueca, esta noche las opiniones de los presentes tras el show estuvieron bastante más divididas.
 
Antes de entrar a analizar en profundidad lo que fue el show de Soilwork me gustaría hacer un par de puntualizaciones. Todos sabemos que la percepción de un concierto es algo subjetivo, que puede depender de diversos factores. Estado de animo, nivel de afinidad con la banda que toca, repertorio escogido, colocación en la sala, etc… Pues bien, desde mi posición el sonido que tuvieron Soilwork fue bastante discreto, con unas guitarras a las que les faltó volumen, garra y pegada. Aunque comentando este aspecto  con algunos amigos que estaban ubicados en las primeras filas me aseguraron que en los aledaños del escenario todo parecía sonar bien. De modo que a lo largo del show la reacción eufórica de las primeras filas contrastó con la apatía y el tedio generalizado de los que estábamos situados de la mitad de la  sala hacia atrás.

 Sea como fuere me dio la sensación de que a los suecos les costó bastante lograr que la gente, especialmente sus fans más veteranos, entrara en el show. Otro detalle que me sorprendió fue que pese a su estatus y su longeva trayectoria Soilwork no presentaron un montaje escénico excesivamente vistoso, limitándose a portar un gran telón de fondo. Aparecieron en escena acompañados de la introducción que abre su último trabajo “Verkligheten”, para dejar que a las primeras de cambio Björn se adueñara de la parte  central del escenario, -adaptando una pose que mantuvo durante prácticamente todo el show-, para espetarnos con rotundidad las estrofas iniciales del novedoso “Arrival”.

Lamentablemente ya desde los primeros compases de su descarga pude apreciar que las guitarras no sonaban con toda la potencia y rotundidad que me hubiera gustado  pese a los infructuosos esfuerzos del sustituto de David Andersson, el hiperactivo Simon Johansson, que lo dio todo a la hora de atacar los compactos riffs de “The Crestfallen”, que era la responsable de poner a las primeras filas en movimiento al significar su primera incursión en  “Stabbing The Drama”.

La otra gran novedad en el  seno de la formación de Helsingborg venía dada por el debut en esta gira de su nueva base rítmica, -conformada por el bajista Rasmus Ehrnborn y el batería danés  Bastian Thusgaard-, que se encargó de dar solidez e intensidad a los desarrollos más consistentes y machacones de “Nerve”. Desafortunadamente no resultó tan efusiva la respuesta que el respetable tributó  a “Full Moon Shoals”, que con sus preponderantes teclados  y sus líneas vocales más melódicas y comedidas acabaría ralentizando el ritmo que hasta ese momento había llevado el show.

 En cambio durante el siguiente tema de la noche “Death In General” los suecos si que consiguieron tomar el pulso a la velada, conectando sin paliativos con una audiencia que no vaciló a la hora de acompañar con palmas el desarrollo del tema mientras el escenario quedaba cubierto bajo la fina bruma que dejaban las luces rojas que apuntaban a los músicos. La elegida para mantener ese nivel de conexión y espolear  aún más los ánimos del personal fue la siempre efectiva “Like The Average Stalker”, que se convertía en el primer guiño a su tercer largo “A Predator´s Portrait”.

 Pero sin duda si algo ha marcado la trayectoria de Soilwork han sido los contrastes, y su descarga de esta noche no iba a ser una excepción. De modo que los tempos se tornarían más pétreos y los riffs más cortantes y machacones para dar forma a los compases iniciales de “The Akuma Afterglow”, que nos dejaba con otra buena ración de registros limpios de manos de un Björn que tuvo que emplearse al máximo para sacar el tema adelante.

 Nuevamente volverían a ser las luces rojas las encargadas de romper la oscuridad y la penumbra que se había apoderado del recinto antes de que los suecos volvieran a darnos argumentos para agitar la cabeza, proponiéndonos para ello “Drowning With Silence”, que se acabó convirtiendo en la antesala perfecta para esa demostración de velocidad e irrefrenable potencia guitarrera que significó el demoledor “The Phantom”, que estuvo acompañado por  el tumultuoso pogo que protagonizaron unas primeras filas que parecían estar pasándoselo en grande.

Una mirada sobre las raíces más clásicas y netamente metaleras de la banda sirvió como excusa para presentarnos el que posiblemente sea uno de los temas más accesibles y comerciales de “Verkligheten”, el ultra melódico “The Nurturing Glance”, que particularmente no me acabó de convencer. Donde si que  el respetable reaccionó, y se montó un buen moshpit, fue durante “Bastard Chain”, un trallazo incontestable que lograba que el nivel de intensidad del show remontara rápidamente.
Nuevamente las guitarras y los teclados volverían a ganarle la partida a la aplastante base rítmica para conceder una orientación altamente melódica a los compases iniciales de “The Ride Majestic” y  “The Living Infinite II”. Para encarar la recta final del show el frontman sueco nos animó a que eleváramos nuestros cuernos al aire para secundar “Witan”. Mientras que el fin de fiesta definitivo llegaría de manos de una auténtica bomba de relojería como fue “Stabbing The Drama”, y la sorpresiva “Stålfågel. En definitiva como suele suceder siempre en el universo Soilwork al final de su descarga hubo opiniones para todos los gustos. La de un servidor es que me dio la sensación de que los suecos estuvieron fríos, lineales, y les faltó algo de pegada, especialmente a su frontman Björn Strid.

Después de una larga y entretenida previa, y tras una espera que se acabó dilatando más de lo que a muchos nos hubiera gustado, por fin llegaba el momento que todos habíamos estado esperando, la descarga de Amorphis. Pese a tener una solida trayectoria a sus espaldas, y contar con el respaldo de una nutrida legión de seguidores, la entrada de Tomi Joutsen en 2005 fue como un soplo de aire fresco para la formación de Helsinki. Con el vocalista de Lohja  al frente y gracias a la excelente acogida que obtuvieron trabajos como “Eclipse”(2006) y “Silent Waters”(2007), la banda consiguió afianzar su formación y seguir creciendo.

 Tras su triunfal paso por la última edición del Leyendas Del Rock los finlandeses por fin aterrizaban en la Ciudad Condal para presentar en sociedad las composiciones de “Queen Of Time”, y como era previsible el material contenido en su decimocuarta entrega de estudio tuvo un protagonismo destacado, ya que interpretaron hasta un total de seis cortes de su obra del pasado año, poniendo  de manifiesto que sus nuevas composiciones han calado hondo entre sus seguidores.

 Pese al estatus del que disfrutan actualmente los finlandeses no presentaron un montaje excesivamente ambicioso, optando por la sobriedad de un gran telón de fondo, y un efectivo juego de luces que sirvió para ambientar algunos de los momentos más destacados de la velada, tal y como sucedió mientras a través del P.A. sonaba la introducción que sirvió para acompañar la entrada de unos músicos que aparecieron en escena lentamente, de forma parsimoniosa, para acabar tomando posiciones para acabar desplegando las desérticas melodías de la titánica “The Bee”.

Tal vez no fue el arranque explosivo y devastador que muchos esperaban, pero lo cierto es que Amorphis sonaron crudos, sofisticados y, por supuesto, contundentes, comandados por un Tomi Joutsen que se mostró de lo más versátil y resolutivo a la hora de combinar registros melódicos y  desgarradores rugidos. Además el vocalista  hace ya tiempo que dejó de lado sus larguísimos tirabuzones y sus estrambóticos micrófonos, y ahora se muestra en escena como un frontman de escuela clásica, haciendo headbanging incansablemente mientras permanece firmemente aferrado a su pie de micro para espetarnos  las estrofas de un  “The Golden Elk”, que sonó potente y elegante, alternando a la perfección la potencia de las guitarras del tándem Holopainen/Koivusaari y la melodía de los teclados de Santeri Kallio para acabar recabando la primera gran ovación de la velada.

 Tras dirigirse por primera vez al respetable el vocalista anunciaba “Sky Is Mine”, y la respuesta de las primeras filas fue devastadora, con todo el personal botando intensamente contagiados por su imparable  dinamismo roquero y su rotunda pegada, dejándonos  la estampa de Joutsan extendiendo los brazos para invitarnos a todos a cantar. Pese a ser un tema relativamente reciente me sorprendió muy positivamente la reacción que suscitó “Sacrifice”, que era la elegida para hacer un primer guiño a su anterior “Under The Red Cloud”, y para el primer gran lucimiento de un Esa Holopainen que se mostró pletórico a lo largo de todo el show.
 
Habían arrancado de forma potente, sacando a relucir su faceta más netamente metalera. Pero estaba claro que los finlandeses tenían muchos registros que cubrir esta noche. Así que la primera incursión en  sus raíces  folkies llegaría durante los compases iniciales de “Message In The  Ambar”, que nos dejaba a unas primeras filas completamente desatadas acompañando con palmas el desarrollo del tema antes de  que Tomi Koivusaari se encargara de dar la replica a las voces del propio Joutsen.

 Uno de los momentos más vibrantes de la velada llegaría justo a continuación, al encarar  el ecuador del show, ya que la siguiente en sonar para desatar nuevamente el delirio del personal fue la imprescindible “Silver Bride”, con las primeras filas acompañando con palmas antes de que todos acabáramos cayendo rendidos ante esa  perfecta simbiosis de elegancia y contundencia que es “Bad Blood”. Aunque no se extendió excesivamente a la hora de las presentaciones, Joutsen no quiso dejar pasar la ocasión de presentar las nuevas composiciones, tal y como hizo con “Wrong Direction”, que daba el pistoletazo de salida a la tripleta de nuevo material que completaron  “Daughter Of Hate”, uno de los temas más experimentales del disco, y la majestuosa “Heart Of The Giant”, que servía como pretexto para un nuevo duelo entre Holopainen y Kallio.

 Una vez finiquitado el extenso repaso a “Queen Of Time” era un buen momento para realizar una primera aproximación a “Circle”, dando buena cuenta de las melancólicas ambientaciones de “Hopeless Days”. La elegida para poner el punto y seguido a la velada fue la única licencia que el sexteto se permitió a la etapa de Ville  Tuomi, ofreciendo una deliciosa gema a sus seguidores más veteranos con un clásico de esencia death/doom como “Black Winter Day”, que hacia que sala se viniera literalmente abajo.

 Apenas un par de minutos tardaron Amorphis en retornar a escena espoleados por los cánticos de unos seguidores que tenían ganas de mucho más. Para rematar definitivamente la velada los finlandeses optaron por ofrecernos un nuevo derroche de melodía metalera de manos de “Death Of A King”, que nos dejaba el enésimo alarde de Holopainen; y la final “House Of Sleep”, rescatada del primer álbum que Joutsen grabó con Amorphis en 2006, “Eclipse”.

Ha sido un camino largo, de más de veinticinco años, pero por fin parece que Amorphis están recogiendo los frutos a su trabajo, dedicación y constancia;  y la mejor prueba fue ver a una sala entregada aclamando a sus héroes mientras los músicos saludaban efusivamente a sus seguidores antes de la habitual foto final.




TEXTO:ALFONSO DIAZ

FOTOS:CARLOS OLIVER

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