Han transcurrido más de dos décadas desde la primera vez que tuvimos ocasión de ver en directo en nuestro país a Rammstein. Aquella noche de mediados del mes de Noviembre de 1997 una joven y todavía poco conocida formación berlinesa se presentó en la mítica y extinta Sala Garatge Club del barrio de Poble Nou dejando atónitos a todos los curiosos que acudimos a comprobar como sonaban los nuevos baluartes del metal industrial europeo. Desde entonces nos han visitado en numerosas ocasiones ofreciendo espectáculos cada vez más cuidados y ambiciosos en recintos cada vez más grandes. Pese a que cada una de sus incursiones en territorio catalán se ha saldado con un rotundo éxito, lo cierto es que el sexteto no se dejaba ver por estos lares desde Abril de 2013. Para la gira de presentación de su séptima entrega discográfica los alemanes han elevado su propuesta al máximo nivel, trasladando su show a estadios, con lo que el reencuentro con el público catalán tendría lugar en el RCDE Stadium de Cornellà.
Diez años separan la edición de “Liebe ist für alle da” y su nueva entrega homónima, que veía la luz el pasado 17 de mayo, de modo que esta única fecha en nuestro país había suscitado una gran expectación entre su creciente legión de seguidores, lo que acabó provocando que el papel se agotara hace ya algunas semanas. Así que tras haber escuchado en profundidad sus nuevas composiciones, -que en esencia conservan intactas sus señas de identidad-, tocaba comprobar como sonarían en vivo los nuevos temas y ,lo más importante, que locuras habrían ideado para su puesta en escena.
Hablando de lo que fue el repertorio escogido, lo cierto es que estuvieron representados todos sus trabajos, a excepción del “Rosenrot”, y como era previsible su nueva obra gozó de una destacada representación, ya que la tocaron prácticamente entera. Me gustó mucho ese arranque sobrio y medido, en el que el sexteto confió en la rotunda pegada de algunas de sus composiciones más directas, y cuando la gente estaba ya metida de lleno en el show llegó el momento del espectáculo con un apabullante despliegue de explosiones, chispas, humo, confeti y fuego. Muy destacable me pareció también la buena calidad del sonido en líneas generales, ya que pese a estar en un recinto al aire libre todo sonó de forma compacta, nítida y potente, algo poco habitual en los conciertos grandes que recientemente hemos tenido ocasión de presenciar en otros enclaves como l´ Estadi Olimpic Lluis Companys.
Pero no todo van a ser loas y parabienes a la hora de hablar del montaje, la puesta en escena, el sonido, y el espectáculo que nos ofrecieron Rammstein. Y es que debo admitir que eché en falta unas pantallas laterales que nos ayudarán a seguir al detalle todo lo que sucedía sobre el escenario, y más teniendo en cuenta que las primeras filas estaban situadas a una distancia considerable, algo por otra parte lógico si tenemos en cuenta las altísimas columnas de fuego que se alzaron frente a los músicos en más de una ocasión a lo largo de la velada.
El veraniego día que disfrutamos en Barcelona propició que la gente se fuera acercando al recinto desde primera hora de la tarde, dando al entorno un colorido que denotaba que un gran acontecimiento iba a tener lugar, con grupos de personas sentadas en los bares y en las zonas verdes cercanas a los accesos del estadio. Como suele ser habitual en estas grandes citas el público fue de lo más variado y heterogéneo: con gente muy joven, veteranos roqueros, familias enteras, muchos alemanes, y algunos que acudieron atraídos por el atractivo reclamo que supone el espectáculo visual que siempre ofrecen los berlineses. En definitiva, gente de todo tipo que convivió en armonía para disfrutar todos juntos de una inolvidable velada.
La primera sorpresa de la noche llegó cuando a las 21 horas se silenció la música de los propios Rammstein que sonaba a través del P.A., y Adélaïde Panaget y Naïri Badal, o lo que es lo mismo el Duo Jatekok, aparecieron en un pequeño escenario dispuesto frente al principal para sentarse al piano y amenizar la espera antes del plato fuerte de la noche con 45 minutos de música, casi íntegramente instrumental, en los que repasaron algunas composiciones de los propios Rammstein, siendo las que mejor acogida obtuvieron “Engel”, Du hast” y “Sonne”, ante la mirada de un respetable que fue perdiendo interés a medida que avanzaba su presentación. Sin duda fue cuanto menos un aperitivo diferente, curioso, y algo extraño, especialmente para los que estamos acostumbrados al rugido de las guitarras.
Con la noche ya bien entrada, la música de los alemanes volvería a resonar a través del P.A., durante los instantes previos al inicio del show. La impaciencia, el nerviosismo y la expectación podían palparse en el ambiente. Los silbidos eran cada vez más frecuentes y sonoros. Puntualmente, a las 22 horas, se iluminaba el logo de la banda que presidía el escenario y una majestuosa introducción nos avisaba de que el momento había llegado. El primero en salir a escena fue el batería Christoph Schneider, y con el primer golpe llegó una atronadora explosión. Uno a uno ,y de forma parsimoniosa, los miembros de la banda fueron tomando posiciones en el vistoso escenario a dos alturas mientras la gente les jaleaba. Todo estaba listo. No, faltaba Till Lindemann que emergió desde las profundidades, ataviado con una larga gabardina, para espolear al personal y atenazarnos con su profundo registro durante la inicial “Was Ich Liebe”, mientras el humo caía desde la parte superior del escenario y el intenso olor a pólvora se adueñaba del recinto.
La marcha marcial que nos anunciaba la llegada de “Links 2-3-4” junto al despliegue de seis banderolas rojas con el logo de la banda en negro haría subir el nivel de intensidad del show, dejando que las guitarras se convirtieran en protagonistas mientras la pista del estadio no paraba de saltar antes de dar la réplica a un frontman que a estas alturas ya se había despojado de su larga gabardina. Tras tanto tiempo sin publicar material los alemanas tenían ganas de estrenar algunos de sus nuevos temas, así que la tercera en sonar fue otra de las nuevas “Sex”, que servía para dejar claro que tiene potencial para convertirse en un clásico, ya que acabó poniendo a todo el estadio a dar palmas antes del galáctico solo del hiperactivo Flake Lorenz.
Con ambos guitarristas tomando las riendas, mientras Till aprovechaba para refrescarse, arrancaba el aplastante “Tattoo”, que era la escogida por Paul H. Landers para abandonar por primera vez el piso inferior del escenario para posicionarse junto al bajista Oliver Riedel. La maquinaria de Ramnstein había empezado a carburar y ya no se detendría. Así que tras desalojar a los compañeros gráficos llegaba el momento de la pirotecnia antes de adentrarnos en el tema que daba título al álbum que significó el espaldarazo definitivo a su carrera en 1997, “Sehnsucht”, que hizo retumbar los cimientos del estadio.
Introducido por unas imponentes voces corales, y con un montón de teléfonos grabando el escenario, arrancaba “Zeig dich”, y acompañando a su ganador estribillo llegaban las primeras columnas de fuego. Con la gente completamente rendida tras semejante arranque el escenario quedaba teñido de rojo para que todos cantáramos con ellos “Mein Herz brennt”, convirtiendo la pista en un mar de puños que se alzaban hacia el escenario para acabar conformando uno de los puntos álgidos del show, prescindiendo de fuego y pirotecnia. Todo lo contrario sucedió con la novedosa e intrigante “Puppe”, que arrancaba con el frontman empujando un gigantesco carrito de bebé que acabaría siendo pasto de las llamas mientras una copiosa lluvia de confeti caía sobre la pista.
No, no puede decirse que Till Lindemann se prodigara en exceso a la hora de dirigirse al respetable, pero creo que tampoco fue necesario. Los alemanes convencieron a base de buenos argumentos: un fantástico sonido, unos números escénicos muy cuidados, y con la maestría de saber incluir en su repertorio cortes como el primerizo “Heirate mich”, con la que hacían que hasta el público de las gradas se animara a bailar. Si durante todo el show fueron las luces que salían del escenario las que iluminaron al público, fue a lo largo de la balada “Diamant”, cuando el respetable decidió darle la réplica a los germanos, convirtiendo el estadio en un mar de pequeñas luces que acabaron creando una espectacular estampa.
Nuevamente el humo volvería a cubrir el escenario mientras la iluminación y las bases pregrabadas convertían el recinto en un rave discotequera, con la aparición de cuatro siluetas luminosas durante el remix del novedoso “Deutschland”, proponiéndonos una performance muy alejada musical y visualmente de los parámetros roqueros, pero que resultó de lo más amena y divertida. No tardarían en regresar, -con Richard Zven Kruspe cambiando su gabardina negra por una blanca-, para volver a hacer cantar al respetable con la versión del tema incluida en el álbum. A estas alturas la conexión entre la banda y sus seguidores era ya absoluta. Así que no fue preciso ni presentar el tema, ya que hicieron falta tan sólo unos segundos para que la gente reconociera que la siguiente en sonar sería “Radio”, que nos dejaba con el peculiar jugueteó del vocalista con la letra “R”.
Tras la aplastante introducción que protagonizaron el tándem Zven Kruspe/ Landers, aparecía Till ataviado con gorro de chef empujando un gran caldero en el que estaba Flake Lorenz y que, como no podía ser de otra forma, acabó achicharrado. Primero con un lanzallamas, luego con una metralleta, y finalmente con un cañón, protagonizando un numero casi circense que se saldó con el teclista enarbolando la bandera blanca antes de propinar un traicionero empujón a su verdugo. No tardaría en llegar el momento más trepidante de la velada con un “Du hast” imperial, con el sexteto dando rienda suelta a su faceta más agresiva y visceral mientras las columnas de fuego se alzaban nuevamente hacia el cielo antes de que el frontman disparara una ballesta que provocó varias explosiones en diferentes zonas del recinto.
Pero que nadie piense que con el tema que les puso en el mapa los berlineses habían quemado todas sus naves, ya que el fuego seguiría siendo parte importante durante “Sonne”, que era la elegida para convertir el recinto en un auténtico infierno. El momento de recuperar el aliento llegaría con el dramatismo de “Ohne dich”, que les servía para volver a incidir sobre el material de su cuarta entrega “Reise, Reise”, y tras la que todos formaron en el centro del escenario para ofrecer una primera reverencia que ponía el punto y seguido al show tras 95 minutos de concierto.
Recorriendo un pasillo lateral que habían preparado los miembros del equipo de seguridad la banda accedió rápidamente al escenario donde habían tocado Duo Jatekok, así que junto a ambas pianistas y con la ayuda del público interpretaron “Engel”. Como no podía ser de otra forma para su retorno al escenario principal se fletaron unas barcas que el público condujo con diligencia hasta su destino final. La potencia sonora volvería a alcanzar su máximo nivel cuando el sexteto atacó la última de las nuevas composiciones que tocaron esta noche “Ausländer”. No faltaría ya en los bises el número clásico de Till empuñando el arco de chispas durante el desquiciante “Du riechst so gut”, que nos dejaba el escenario teñido de verde antes de que se encendieran las luces y pudiéramos contemplar la espectacular panorámica de un estadio abarrotado. Todos alineados, a excepción del batería Christoph Schneider, atacarían el irreverente “Pussy”, mientras su equipo de montaje se afanaba en dar los últimos retoques a la plataforma móvil que sostuvo el cañón con el que Till atacó al respetable a la vez que el confeti volvía a volar sobre nuestras cabezas.
No creo que haya muchos seguidores que acusen a Rammstein de renegar de sus raíces. Su trayectoria ha sido una constante evolución, un viaje en el que los germanos han ido forjando su sonido y su personalidad. Pero, en cualquier caso, el sexteto berlinés no quiso dejar pasar la ocasión de obsequiar a sus seguidores más veteranos con el cortante y machacón “Rammstein”, que nos dejaba a ambos hachas lanzando fuego con sus instrumentos. El colofón definitivo para el triunfal regreso de Rammstein a tierras catalanas estuvo reservado para “Ich will”, y un último dispendio de pirotecnia, confeti, humo y llamas, que junto a la cerrada ovación de un público que acabó rendido a sus pies ponía el brillante colofón a 135 minutos de música, espectáculo y diversión.
TEXTO Y FOTOS:ALFONSO DIAZ
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