Leyenda viva de la música, ídolo indiscutible para varias generaciones de rockeros, pionero del shock-rock. Cantante, frontman, animador..., todo eso y mucho más es el sr. Vincent Damon Furnier, más conocido en el mundo del espectáculo como Alice Cooper. Hace más de 20 años que el legendario frontman pisó por primera vez los escenarios de nuestro país, -concretamente fue en Escalarre en verano de 1997-, cumpliendo así el anhelo de un montón de seguidores que no habíamos tenido ocasión todavía de verle en directo. Desde entonces varias han sido las ocasiones en las que nos ha visitado el insigne y carismático frontman de Detroit, siendo la última de ellas, si la memoria no me falla, en el Rock Fest Barcelona de 2017. No va más, el circo, o mejor dicho el castillo de las pesadillas de Alice Cooper había llegado a la ciudad, así que un buen número de incondicionales no dudaron en desafiar la tormenta que estaba cayendo en la Ciudad Condal y dirigieron sus pasos hacia el Sant Jordi Club para presenciar el espectacular y vistoso show que nos tenía preparado.
Para amenizar la espera antes de la llegada del plato fuerte de la velada contaríamos con la presencia de una banda que ya nos había visitado en anteriores ocasiones, Black Stone Cherry, de modo que la formación de Edmonton, Kentucky, supo aprovechar la oportunidad de tocar en un gran escenario como es el del Sant Jordi Club. Con la gente todavía accediendo al recinto el combo americano aparecía en escena para rápidamente captar la atención de los curiosos y hacer las delicias de los que ya les conocíamos, apostando en el arranque por la descomunal garra roquera de “Burnin’”. Pese a que las largas melenas que lucían los miembros de la banda parecen haber quedado atrás, -tanto Chris Robertson como Jon Lawhon, salieron a escena ataviados con sendas gorras-, lo cierto es que la formación parece no haber perdido ese toque de intensidad y feeling que siempre les ha caracterizado, y la mejor prueba la tuvimos en la conexión que fueron capaces de conseguir con el público en temas como “Me And Mary Jane”.
Además su actitud y entrega sobre el escenario fueron intachables, con un Ben Wells completamente desatado, que no paro de correr y animar al personal. Mención especial merece su sección rítmica, con el bajista Jon Lawhon, aporreando incansablemente las cuerdas de su bajo; y el batería John Fred Young, todo un espectáculo verle maltratar su kit de batería mientras se le escurrían varias baquetas de las manos. Otro detalle a destacar de la descarga de los americanos fue el buen sonido del que dispusieron, lo que propició que temas como el uptempo “In My Blood” acabaran calando hondo entre una audiencia que se fue animando a medida que avanzaba la noche. Evidentemente los americanos tampoco se dejaron en el tintero los aromas sureños de la preciosa “Hollywood In Kentucky”.
Pero sin duda los momentos más vibrantes de la actuación llegaron cuando la banda atacó sus temas más marchosos, vacilones, y adictivos, así que todos nos dispusimos a cantar, sin dejar de bailar, las melodías vocales de “Blame It On The Boom Boom”, que se zanjaba con una rotunda ovación. No creo equivocarme al aventurarme a decir que los americanos reclutaron esta noche a más de un nuevo fan de entre los presentes, y es que las potentes guitarras de “Lonely Train”, sirvieron para dejar patente que los americanos saben rockear duro cuando se lo proponen. Antes de abandonar el escenario Black Stone Cherry todavía tuvieron tiempo de ofrecernos los aromas setenteros del tema que presta título a su más reciente entrega discográfica “Family Tree”. En definitiva que Black Stone Cherry cumplieron con lo que se esperaba de ellos, dejando unas buenas sensaciones entre los que ya les conocíamos, y llamando la atención de los que se acercaron curiosos para averiguar cómo se lo montaban en directo Chris Robertson y sus muchachos.
Tras la notable descarga de Black Stone Cherry tocaba armarse mínimamente de paciencia y aguardar a que los “pipas” de Alice Cooper dieran los últimos retoques al vistoso montaje que sirvió como escenario para su descarga. Así que un inmenso telón, con los ojos del artista vigilándonos, protegió el escenario de miradas indiscretas durante los minutos que precedieron al pistoletazo de salida al show. Cuando todo estuvo preparado, y tras un par de introducciones entrelazadas, por fin el telón cayó dejando al descubierto ante nuestros ojos un escenario a dos alturas. Con una parte superior que parecía la parte alta de un castillo, y en cuya zona central había una especie de timón de barco con un par de calaveras. Desde esa parte superior salían un par de escalinatas que conectaban directamente con una parte inferior decorada macabramente, dejando la batería de Glen Sobel situada en un espacio intermedio.
Pero ese era solamente el montaje, el decorado, ya que durante la actuación no faltaron los números que han convertido los conciertos de Alice Cooper en uno de los espectáculos más divertidos de las últimas décadas. Así que durante el show tuvimos chaqués de diferentes colores, sombreros de copa, floretes, muletas, y, como no, camisas de fuerza, guillotina, billetes con el rostro de Alice, confeti, amén de la visita de la novia sangrienta, el bebe gigante…
Pese a que lógicamente Mr. Cooper es el centro de todas las miradas, y el protagonista indiscutible de la velada, me gustaría destacar las tablas, la entrega, y la profesionalidad de los músicos que le acompañan, ya que son capaces de mantener el nivel de intensidad del show cuando el “jefe” se retira entre bambalinas para cambiarse de ropa, o simplemente a recuperar el aliento. Estuvieron pues todos excelsos, me gustaron especialmente Tommy Henriksen y Ryan Roxie, completamente desatados aportando ese toque gamberro, macarra, y netamente roquero. Pero sin duda la que se llevó la palma a la hora de lucirse en cuanto a poses a lo guitar-hero se refiere fue Nita Strauss, que se mostró como un torrente desatado en escena, corriendo incansablemente durante todo el show y sacándose de la manga unos solos de los más potentes y heavy metaleros. El eje en torno al que giró la tripleta de guitarristas fue el imprescindible Chuck Garric, quien luciendo sus largas patillas no paró de aporrear las cuerdas de su bajo moviéndose también incansablemente.
Otro detalle que me gustaría destacar fue el sonido, ya que por lo menos desde mi posición fue bastante bueno. En cuanto al repertorio estuvo plagado de viejas favoritas e himnos coreables para cualquier seguidor medio de Alice Cooper. Seguramente podría haber habido alguna sorpresa más, que sin duda hubiera satisfecho la voracidad de los fans más devotos y acérrimos. Pero digamos que Mr. Cooper nos propuso un set “para todos los públicos”. El único detalle que no me acabó de convencer fue la duración, ya que no llegó a los noventa minutos, con lo que me pareció más un show de festival que un concierto al uso. En cualquier caso, hemos de tener en cuenta que Mr. Furnier tiene ya más de setenta años, por lo que es comprensible que quiera dosificarse ante las exigencias de una gira europea que acaba de arrancar.
Con la gente arremolinándose en los aledaños del escenario, por fin el gran telón caía y la banda salía a por todas, con el cuchillo entre los dientes, dispuesta a rockear y noquear a una audiencia que no paró de saltar desde los primeros compases del show. El inicio fue potente, con una de la piezas imprescindibles del legendario frontman, “Feed My Frankenstein”, que nos dejaba la estampa de Alice vestido de negro, con camisa blanca, sombrero de copa y bastón para hacer cantar al personal una y otra vez el estribillo antes de que un gigantesco Frankenstein hiciera una fugaz incursión en escena. La fiesta había comenzado, así que todos empezamos a saltar cuando reconocimos otra de las imprescindibles “No More Mr. Nice Guy”, con la tripleta de guitarristas haciendo que el tema sonara infinitamente más potente que la versión de estudio, mientras Alice descendía por la escalinata ya desprovisto de su elegante chaqué.
Sorprendentemente no hubo bienvenidas ni saludos entre tema y tema. Así que tras haber hecho que el Sant Jordi Club se rindiera a sus pies con semejante arranque, el escenario quedó sumido en la más absoluta penumbra. No tardaría mucho Nita Strauss en encorvarse sobre el mástil de su guitarra para anunciarnos que había llegado el momento de hacer una primera incursión el material de “Trash”, del que este año se cumple su trigésimo aniversario, de manos de un celebradísimo “Bed Of Nails”. Y es en este punto cuando me gustaría destacar el excelente trabajo que toda la banda realizó a la hora de hacer los coros y las armonías vocales, algo que desgraciadamente es cada vez menos habitual en los conciertos de rock/metal. Una nueva mirada sobre el álbum “Billion Dollar Babies” de 1973 serviría como excusa para la que fue la primera sorpresa de la noche un “Raped And Freezin´” que pasó bastante desapercibido entre una audiencia que no parecía muy familiarizada con ella. En cualquier caso, los vistosos bailes del veterano vocalista, que también empuñó una bandera durante su interpretación, fueron suficientes para que la euforia inicial no se disipara.
Tras haber tirado de la nostalgia durante los primeros compases de la actuación tocaba centrarse en el presente, y para ello que mejor que realizar una primera incursión en el material de su más reciente entrega discográfica “Paranormal”, dando buena cuenta de un “Fallen In Love”, que arrancó con el duelo entre la armónica del propio Alice y la guitarra de Tommy Henriksen en el centro del escenario. Pero no fue ese el único instrumento que tocó el principal actor de la función de esta noche, ya que durante “Muscle Of Love”, Mr. Cooper agitó las maracas mientras la banda mostraba su vertiente más roquera y desenfadada.
Acto seguido llegaría uno de los momentos más esperados de la velada, ya que el contrapunto a toda esa energía y descaro roquero lo pondrían los aromas más dramáticos e introspectivos de “I´m Eighteen”, que fue interpretado con Alice blandiendo su muleta mientras recorría con dificultad el escenario. Otro de los números imprescindibles fue el siguiente en hacer acto de presencia, con un celebradísimo y coreadísimo “Billion Dollar Babies”, que fue acompañado por la habitual lluvia de billetes con la cara del vocalista, mientras este interpretaba el tema florín en mano.
Estábamos muy cerca de alcanzar el clímax, el punto culminante del show, y este llegó definitivamente cuando la gente reconoció los compases iniciales de la pieza que abría su álbum “Trash” de 1989, “Poison”, lo que provocó que el recinto se viniera literalmente abajo. Como comentaba anteriormente Nita Strauss fue la que más miradas acaparó de la tripleta de “hachas”, de modo que pudo disfrutar de su momento de lucimiento personal, ofreciéndonos un solo muy intenso, potente, y metalero, dejando patente cuales son sus raíces y sus gustos personales.
No tardarían mucho en volver a aparecer en escena el resto de sus compañeros y, como no, el “jefe” para ofrecernos otra de las gemas que ha recuperado para la presente gira “Roses On White Lace”, para cuya puesta en escena apareció una novia ensangrentada que acabó lanzando su ramo al respetable. El momento de que Ryan Roxie nos mostrará sus raíces más netamente blueseras llegó durante “My Stars”, que Mr. Cooper interpretó empuñando el timón, antes de abandonar el escenario para dejar que la banda al completo interpretará un medley que incluyó fragmentos de “Devil´s Food” y “Black Widow”, que estuvo marcado por el vibrante duelo que protagonizaron los tres “hachas” de la banda.
Acto seguido sería la sección rítmica la que se encargó de tomar el relevo antes de que Mr. Cooper regresara a escena. Con el escenario inundado de humo y ataviado con su camisa de fuerza Alice interpretó “Steven”. Con tan solo un par de ágiles movimientos el vocalista se despojó de su camisa de fuerza para agarrar un bebe antes de que la enfermera y dos asistentes se encargaran de reducirlo para posteriormente conducirlo hacia la guillotina. Con la enfermera mostrando orgullosa la cabeza decapitada de Cooper, y con un bebe gigante danzando por el escenario, el bajista Chuck Garric se encargó de llevar la voz cantante durante “I Love The Dead”, para dar por concluido el pasaje más tétrico y bizarro de toda la velada.
Para acabar de redondear la primera parte del show Mr. Cooper regresó ataviado con un vistoso chaqué rojo y negro para pasearse entre sus compañeros mientras cantaba “Escape”. Mientras que para “Teenage Frankenstein”, el veterano roquero recupero una de sus chisteras que se quitó saludar la aparición en escena de un gigantesco Frankenstein.
Con el público absolutamente entregado, y acompañado de un ensordecedor estruendo, Mr. Cooper y sus muchachos no tardarían en regresar a escena, con el maestro de ceremonias esta vez ataviado de riguroso luto para hacernos botar a todos con un fantástico “Under My Wheels”. El espectáculo estaba tocando a su fin, así que una familiar señal acústica nos anunció que había llegado el momento de darlo con el imprescindible “School´s Out”, que nos dejaba a Alice luciendo chaqué y sombrero de copa blanco. Como no podía ser de otra forma no faltó durante el número final la presentación de los músicos, un fragmento del clásico “Another Brick In The Wall”, y una generosa lluvia de confeti junto a unos globos gigantes que sirvieron para que la pista se convirtiera en una auténtica fiesta.
Una vez más el mítico Alice Cooper, con más de setenta años a sus espaldas, volvió a convencer a su paso por nuestro país dejando claro el porque es uno de los artistas más longevos, carismáticos y espectaculares, del pasado siglo y lo que llevamos del presente.
TEXTO Y FOTOS:ALFONSO DIAZ
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