Cuando
un jovencísimo e imberbe Jeff Waters decidió reunir a un grupo de colegas para tocar bajo el nombre
de Annihilator poco podía imaginarse que su banda acabaría convirtiéndose en
una de las más grandes de Canadá en lo que a heavy metal se refiere. Siguiendo
la estela de sus vecinos del sur Annihilator consiguieron hacerse un nombre
dentro de la escena thrasher y dar continuidad a una carrera que se ha
prolongado ininterrumpidamente hasta nuestros días, aunque de aquella primera
encarnación únicamente permanezca el mencionado Waters. La formación oriunda de
Ottawa tenía una deuda pendiente con sus seguidores catalanes tras la cancelación de la gira que tenía que haber aterrizado en nuestro
país hace justamente un año a consecuencia del fallecimiento
en Agosto de 2018 del que fuera su vocalista Randy Rampage, con quien tenían
previsto realizar unos conciertos conmemorativos del trigésimo aniversario de
su exitoso debut “Alice In Hell”. Así que tras reponerse del impacto, y con un
nuevo trabajo en la recámara que llevará por título “Ballistic, Sadistic”, que
verá la luz a principios del próximo año, las huestes del incombustible
frontman regresaban a la sala mediana del Razzmatazz para rubricar ante sus
seguidores que todavía tienen cuerda para rato.
Aunque gran parte de los asistentes no conocían
a los encargados de abrir fuego en esta tarde-noche de domingo, los thrashers
californianos Archer Nation, fue su propio líder Dylan Rosenberg quien se
encargó de recordarnos de que la banda ya había estado por aquí hace cuatro años. El
motivo de la visita del trío americano era presentar en sociedad el material de
su tercera entrega discográfica “Beneath
The Dream”, un trabajo en el que se nota muy positivamente la mano de Mike Clink
(Guns n’ Roses, Mötley Crüe, Megadeth...). Eso si que nadie piense que la banda
son unos jovenzuelos a los que les ha sonreído la fortuna y han tenido ocasión
de trabajar con el mítico productor, ya que los de Santa Cruz tienen un amplio
bagaje como banda a sus espaldas.
Respaldados por un sonido nítido y muy potente Archer Nation irrumpieron sobre el escenario dispuestos a desplegar su heavy metal melódico salpicado de zarpazos thrasheros y algunos giros de corte progresivo dando buena cuenta de la novedosa “Not My Own”. Sin duda uno de los grandes activos de la formación americana es el registro vocal de Dylan, que a mi personalmente me recordó al Dave Mustaine de trabajos como “Youthanasia” o “Cryptic Writings”. Pese a ello, muchos de los presentes no acabaron de comulgar con la propuesta del trío californiano, argumentando que sus temas resultaban demasiado previsibles, y que en algunos momentos faltó una segunda guitarra que sin duda hubiera dotado a su sonido de un poco más de empaque.
Aunque Archer Nation han publicado tres largos y dos Ep’s desde que iniciaron su andadura allá por 2004, lo cierto es que su repertorio estuvo centrado en las composiciones del mencionado “Beneath The Dream”, del que desglosaron hasta seis cortes, concediendo un protagonismo destacado a las intrincados cambios de ritmo y a los alardes solistas de Dylan que marcaron temas como “Acedia”. El contraste a esos temas más complejos corrió por cuenta de las estructuras más clásicas y los estribillos más coreables de “Hell In A Handbag”, que era el escogido para realizar una primera escala en su EP de 2016, “Who´s Gonna Save You Now?”.
Más atrás en el tiempo, concretamente hasta su segundo lardo de 2015, “Culling The Weak”, nos transportó “Day That Never Came”, para acto seguido volver a incidir en sus nuevas composiciones con el arrollador “División”. De entre las nuevas una de las que mejor funcionó, llegando a conectar con los miembros de las primeras filas, fue “Severed”, para dejar que el desenlace definitivo corriera por cuenta de “I Am The Dawn”. Aunque personalmente he de reconocer que me gustó, y mucho, la descarga de Archer Nation, lo cierto es que tras acabar su concierto pude escuchar varios comentarios críticos refiriéndose a que el trío de Santa Cruz no había estado a la altura de la cita. Ya se sabe…, para gustos los colores.
Si
la memoria no me falla la última vez que tuvimos ocasión de ver a Annihilator en tierras catalanas fue en 2018 como parte del
Rock Fest Barcelona, una cita en la que por cierto Waters y sus acólitos se
salieron. Así que he de reconocer que me
sorprendió cuando al acceder al recinto vi que la sala estaba acotada a la mitad de su aforo. Aunque
conociendo la entrega y la actitud que siempre ha mostrado Waters en directo
todos sabíamos que ese pequeño detalle no iba a lastrar su presentación de esta
noche en la Ciudad Condal. Además cabe destacar que sus acompañantes también lo
dieron todo sobre el escenario, se movieron como auténticos posesos e incluso
le ayudaron a lo hora de sacar adelante los coros de los temas, demostrando una
complicidad y un buen rollo que para si quisieran muchos músicos que llevan
toda la vida tocando juntos. Otro detalle que me gustaría destacar fue el
repertorio escogido, ya que aunque cubrió gran parte de su prolífica
discografía, lo cierto es que el grueso del setlist se centró en sus primeras entregas y en las obras que
han facturado a lo largo de la última década.
Al
igual que ya sucediera en sus últimas visitas el cuarteto irrumpió en escena
con las baterías bien cargadas, vestidos de riguroso negro, y capitaneados por
un Waters que no tardó en apoderarse del centro del escenario para armado con
una de sus clásicas flechas hacer retumbar los cimientos del local al son de la
inaugural “Betrayed”. Habiendo recibido las primeras muestras de cariño de una
audiencia que pese a no ser muy numerosa si que se mostró de lo más entregada y
participativa, llegaba el momento de atacar una de las piezas que se ha
convertido en imprescindible en cualquiera de sus directos “King Of The Kill”,
con la que ratificaban, por si alguien albergaba alguna duda, que la banda
sigue siendo una auténtica apisonadora en
directo.
Como
era previsible el carismático e incombustible Waters se convirtió en el centro de todas las miradas y en el
perfecto maestro de ceremonias para una audiencia que no dudó a la hora de
atender a sus demandas y acompañar con palmas los compases iniciales del
siempre efectivo “No Way Out”. Acto seguido llegaba el momento de proponernos
una primera incursión en la que hasta la fecha ha sido su última entrega
discográfica “For The Damned”, rescatando el vibrante “One To Kill”, un corte que pone
de manifiesto que Waters no ha perdido la pasión de fan por una de las bandas
clásicas para cualquier metal maniac: Judas Priest.
Aunque
en su momento el tercer disco de los canadienses “Set The World On Fire”, el
álbum que grabaron junto al vocalista
Aaron Randall, fue muy criticado por su orientación más melódica con respecto a
sus dos primeras entregas, lo cierto es que actualmente es uno de los más
apreciados por sus seguidores, y la mejor prueba fue comprobar como el público
decidió hacer suyo el estribillo de su tema título ante la sonrisa de satisfacción
de Waters. Los riffs no tardaron en acelerarse para dar ese toque netamente thrashero
a la arrolladora “Ultraparanoia”, que propiciaba que la acción no se detuviera
en los aledaños del escenario mientras Rich Hinks y Aaron
Homma corrían incansablemente para intercambiar una y otra vez sus respectivas
posiciones.
Pese
a que durante su longeva andadura Waters se ha consagrado como un hacha rápido,
técnico y preciso, esto no quiere decir que el guitarrista haya bajado su nivel
de exigencia a la hora de escribir sus canciones. Así que como el mismo nos reconoció
interpretar en directo temas como el que
abría su álbum homónimo “The Trend”, sigue suponiendo un auténtico desafío para
él. Evidentemente, como no podía ser de otra forma si hablamos de aunar virtuosismo
y velocidad thrashera, no podía faltar ese desquiciante ejercicio que es el
primerizo e incontestable “Schizos (Are Never Alone) Parts I & II”, que
volvía a desatar la euforia del personal para poner el recinto literalmente
patas arriba.
Acto
seguido el trío de cuerda abandonó el escenario para dejar solo ante el peligro
al batería Fabio Alessandrini, quien durante unos cinco minutos aproximadamente
se dedicó a mostrarnos algunas de sus habilidades técnicas. No tardaron en
regresar sus compañeros para volver a incidir en el tercer largo de la banda
para dar buena cuenta del corrosivo “Knight Jumps Queen”, que estuvo marcado
por su amenazante riff de bajo y esos demoledores coros marca de la casa. Sin
concedernos ni un segundo de tregua tocaba cambiar radicalmente de registro, de
modo que la banda tuvo que apretar los dientes para acelerar el paso haciendo estallar esa bomba thrasera que lleva por
título “Twisted Lobotomy”.
Tal
y como comentaba anteriormente, el cuarteto ya ha terminado la grabación de su décimo séptima entrega de
estudio que llevará por título “Ballistic, Sadistic”. Así que Waters y sus
muchachos no quisieron dejar pasar la ocasión y aprovecharon para presentarnos
uno de sus nuevos temas, “Psycho
Wards”. Mientras que el siempre devastador
“Tricks And Traps”, acabó convirtiéndose en el único y solitario recuerdo que
se permitieron a su “Remains” de 1997.
Pero
fue justo antes de encarar la recta final del show cuando Waters nos comentó
que el próximo año la banda tiene previsto girar presentando su nueva obra y a
su vez celebrar junto a sus seguidores el trigésimo aniversario de su segundo
trabajo “Never, Neverland”. Así que una vez formalizado el anuncio tocaba
ponernos a todos a botar con una vieja favorita como es “Phantasmagoria”, que
nos dejaba al personal levantando los puños al aire mientras coreaba
incansablemente su siniestro estribillo.
Aunque
a lo largo de los años Waters se ha labrado una fama de “dictador”, el frotnman
canadiense no quiso olvidarse de rendir un sentido homenaje al que fuera su
compañero el vocalista Randy Rampage, para acto seguido abalanzarnos de lleno
sobre una apoteósica tripleta final que
incluyó la voracidad thrashera de “Burns Like A Buzzsaw Blade”, los celebradísimos
coros de una audiencia totalmente entregada durante el apoteósico “W.T.Y.D.”,
para dejar que el colofón definitivo corriera por cuenta del tema que les
sirvió como carta de presentación a nivel internacional a finales de la década de los ochenta, “Alison
Hell”.
En
definitiva gran concierto de unos Annihilator que demostraron estar en un
excelente estado de forma. Un servidor ha tenido ocasión de ver a la banda en
diferentes ocasiones a lo largo de las últimas dos décadas, y sinceramente creo
que la actual encarnación del combo canadiense es una de las mejores que ha
tenido a largo de su carrera. Ahora habrá que esperar que Waters cumpla con su
palabra y tengamos ocasión de verles por aquí el próximo año presentando su nueva obra y celebrando el
trigésimo aniversario de su segunda entrega “Never, Neverland”.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:ALFREDO RODRIGUEZ
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