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miércoles, 4 de marzo de 2020

TESTAMENT+EXODUS+DEATH ANGEL-RAZZMATAZZ-BCN-27-FEB-2020


El cartel que tuvimos ocasión de presenciar el pasado jueves en la sala Razzmatazz de la Ciudad Condal  bien podríamos haberlo visto a mediados de  los ochenta en el mítico The Stone de San Francisco. Mientras la escena americana se cardaba el pelo y se pintaba la sombra de ojos, los más rebeldes, salvajes, e inadaptados optaban por endurecer su imagen y su sonido, apostando por una música más ruda, crítica y oscura, en la que se fundían las raíces de la N.W.O.B.H.M., con la velocidad y actitud propia del punk para crear un nuevo estilo que se llamó thrash metal. Por todos es conocido que el thrash metal americano tiene a sus cuatro grandes, pero dejándolos a un lado, lo cierto es que en la Ciudad de San Francisco hubo una gran hornada de bandas, tal y como tuvimos ocasión de comprobar esta noche con tres de sus máximos referentes.

Vivimos una velada especial, mágica. Pero que nadie piense que presenciamos tres  actuaciones cargadas de nostalgia, en las que las bandas participantes tiraron del recuerdo y de himnos clásicos del pasado, nada mas lejos de la realidad. Ya que pese a que ninguna de las tres formaciones había publicado disco en los últimos meses, en sus repertorios hubo espacio para mucho material facturado en sus últimas entregas. Otro detalle a destacar fue la afluencia y la  entrega de un público que supo dar a la cita el ambiente que se merecía, ya que esta noche pudimos ver mucho headbanging, circle-pits, e incluso cuerpos navegando por encima de nuestras cabezas intentando  ganar el escenario para posteriormente saltar desde allí.

Pero indudablemente si hablamos de un concierto lo más importante es la música. Así que hablemos de los auténticos protagonistas de una velada que bajo la denominación de “The Bay Strikes Back 2020”, quedara en el recuerdo de todos los que asistimos. Los encargados de abrir fuego a primera hora de la tarde fueron la formación  que capitanean el incombustible guitarrista Rob Cavestany y el inimitable vocalista Mark Osegueda, quienes aprovecharon la ocasión para presentarnos algunas de las composiciones del álbum que publicaron en mayo del pasado año “Humanicide”. Los elegidos para tomar el testigo fueron una de las bandas más clásicas y legendarias de la Bay Arena, Exodus quienes con su guitarrista Gary Holt de vuelta, -tras su paso por Slayer-, llegaban dispuestos a destrozar el local. Mientras que los indiscutibles protagonistas de la noche fueron los insuperables Testament, una leyenda viva que regresaba a Europa poco antes de poner en circulación lo que será su decimotercera entrega de estudio “Titans Of Creation”· 

Como suele ser habitual siempre que una gira de estas características aterriza en la ciudad el inicio de las actuaciones estaba programado a primera hora de la tarde. De modo que al acceder al recinto me sorprendió que hubiera ya una buena afluencia de público. Con el escenario presidido por un inmenso telón de fondo, y con dos paredes de Marshall´s flanqueando la batería de Will Carroll, Death Angel  aparecían como un torbellino dispuestos a sacudir los cimientos del local, … y vaya si lo consiguieron. Y es que desde que la banda se posicionó sobre las tablas para azotarnos despiadadamente con el tema que presta título a su última entrega “Humanicide”, los aledaños del escenario se convirtieron en un hervidero, con la gente saltando completamente enloquecida siguiendo las indicaciones de un Mark Osegueda que rápidamente se erigió como  el perfecto maestro de ceremonias, moviéndose incansablemente por el escenario mientras alentaba al personal para que se sumara a la fiesta.

Lejos de la actitud contemplativa que muchas veces podemos ver en los conciertos, esta noche el respetable quiso ser parte imprescindible del show, con lo que la conexión con las tres bandas fue absoluta. Así que tras haber abierto la descarga  con un trallazo directo y humeante de nueva hornada tocaba mirar por primera vez al pasado para volver a disfrutar del afilado “Voracious Souls”, que a la postre fue  el único recuerdo  que se permitieron a su debut de 1987 “The Ultra-Violence”. Con Mark con el pie apoyado sobre uno de los monitores mirándonos desafiante se abría “Claws In So Deep”, que propiciaba que el ambiente siguiera caldeándose mientras los primeros surfers empezaban a navegar sobre nuestras cabezas. 

Otro detalle a destacar fue el trepidante ritmo de la descarga de Death Angel, sin apenas parones ni charlas. La banda no dispuso de mucho tiempo, pero lo cierto es que supieron aprovecharlo al máximo. A la largo de su incendiaria presentación tuvimos velocidad, potencia, riffs cortantes, bases sólidas, e incluso atmósferas más hipnóticas e intrigantes durante los compases iniciales de la camaleónica “Aggressor”, que se acabaría convirtiendo en uno de los momentos  más épicos  de la noche, con todo el personal  gritando su estribillo con el puño en alto. La comunión entre banda y público fue absoluta, así que ese sentimiento de hermandad quedaría plasmado  a lo largo de la despiadada “The Dream Calls For Blood”.

Evidentemente Mark no quiso dejar pasar la ocasión de felicitarse por formar parte de este tour y de estar girando con sus amigos para dejar constancia que en pleno siglo XXI el thrash metal sigue contando con el favor del público. Y si alguien albergaba alguna duda al respeto la constatación definitiva fue ver la reacción del personal cuando reconoció los compases iniciales de “The Moth”. Pero sin duda si hubo un corte que puso literalmente el recinto patas arriba ese fue “Seemingly Endless Time”,  con la que nos hacían viajar a principios de la década de los noventa para visitar “Act III”, que fue  lo último que editaron hasta su retorno discográfico en 2004. Precisamente el quinteto se reservó “Thrown To The Wolves”,- un tema de “The Art Of Dying”-, para cerrar por todo lo alto este primer asalto de la noche, con un final espectacular con Mark saltando desde la tarima de batería para dejar  claro  antes de abandonar el escenario, - y por si había algún despistado-, que eran Death Angel, que venían de San Francisco, y que tocaban thrash metal. 

La noche había empezado de la mejor forma posible, con una banda en estado de gracia y con la entusiasta respuesta  de  un público desatado. Así que los siguientes en hacer acto de presencia no lo iban a tener nada fácil. Aunque quizás nunca llegaron a jugar en la división de honor junto a los cuatro grandes, hay que reconocerles a Exodus que probablemente fueron ellos los primeros en tocar  thrash metal dentro del circuito de la  Bay Arena, ya que el batería Tom Hunting y el guitarrista Kirk Hammett formaron la banda a finales de la década de los setenta. 

Aunque en los últimos años nos han visitado en un par de ocasiones, he de reconocer que tenía muchas ganas de verles de nuevo con Gary Holt, y lo cierto es que no me defraudaron. Me gustó mucho la conexión y la complicidad que exhibieron Holt y su socio a las seis cuerdas, Lee Altus, proponiéndonos esos vibrantes duelos de guitarra mientras Steve “Zetro” Souza se posicionaba en la parte trasera del escenario para hacer headbanging. Tal vez la única pega que se puede poner al impecable show de Exodus fue un sonido mejorable, ya que en algunos momentos la batería de Hunting se llevaba por delante al resto de instrumentos.

Al igual que sucediera con los encargados de abrir la velada, Exodus dejaron claro desde que aparecieron sobre el escenario  acompañados de la cachonda introducción “Alcohol” para rápidamente atacar el avasallador “Body Harvest”, que no venían dispuestos  a vivir de su glorioso pasado. Y es que el quinteto nos pasó por encima como si fuera un tren de mercancías, dejándonos a  una banda absolutamente desatada junto a  un Zetro Souza que no paró de pedirnos que alzáramos nuestros cuernos al aire. Por si los más reticentes aún no habían entrado en calor con el primer trallazo que nos ofrecieron, la locura se apoderó del personal cuando “Blood In, Blood Out” hizo acto de presencia provocando que los pogos y los circle-pits no se detuvieran en los aledaños del escenario.

Únicamente bastaron un par de temas para que toda la sala  coreara enfervorecida el nombre de la banda mientras Tom Hunting se subía sobre su kit de batería para divisar a sus seguidores con una socarrona sonrisa dibujada en el rostro. Pero la carnicería no había hecho más que comenzar. Así que tras tomarnos un pequeño respiro, -durante el que Zetro aprovechó para darnos las buenas noches-, el quinteto siguió ofreciéndonos argumentos de peso para castigar nuestras cervicales con “Deliver Us To Evil”. Para los más puristas tener a Holt de vuelta era una de los grandes alicientes de la noche, de modo que Zetro se encargó de recalcarlo justo antes de invitarnos a  volar a finales de la década de los ochenta para dar buena cuenta de un clásico imprescindible como es “Fabulous Disaster”, que convertía el recinto en un mar de cuernos que se alzaban al aire.

Sí, evidentemente, las humeantes guitarras del tándem que conformaron Holt y Altus fueron las indiscutibles protagonistas de la descarga de Exodus, proponiéndonos una sucesión de duelos e intercambios que nos volaron literalmente la cabeza. Pero es que además la sección rítmica que conformaron Hunting y el bajista Jack Gibson fue absolutamente demoledora, marcando inexorablemente el paso durante los compases iniciales  de “Deathamphetamine”, que fue la escogida para recordar  la etapa con el vocalista Rob Dukes al frente. Como era previsible tampoco faltaron las carreras de los músicos,  y la locura generalizada del personal, durante la demoledora  “Blacklist”, con la que hacían escala en su álbum de 2004 “Tempo Of The Damned”.

Para el final Exodus se reservaron la artillería pesada. Para cualquiera que se considere seguidor del thrash metal hay un puñado de himnos que nunca pueden faltar, y Exodus grabaron unos cuantos durante la década de los ochenta. Así que la encargada de abrir la caja de Pandora fue la inevitable “Bonded By Blood”, que nos traía al recuerdo al siempre añorado Paul Baloff. La entrega de la banda y la locura del personal acabaron propiciando que  durante “The Toxic Waltz” los aledaños del escenario se convirtieran en un auténtico infierno. Mientras que el broche definitivo corrió  por cuenta del primerizo “Strike Of The Beast”, tras el  que el quinteto se marchó dejando al personal completamente extasiado y coreando el nombre de la banda.

Fieles a su personalidad, su imagen,  y  su sonido Testament se han convertido  a lo largo de su longeva carrera en  una de las bandas imprescindibles para comprender la evolución del thrash metal, siendo para un servidor una de las pocas que consiguieron enarbolar la bandera del estilo durante la dura travesía que supuso la segunda mitad de la década de los noventa. Aunque aún tendremos que esperar unas semanas  para escuchar el material contenido en lo que será su nueva entrega “Titans Of Creation” la banda que capitanean  el guitarrista Eric Peterson y el gigantón Chuck Billy se ha embarcado en esta gira junto a sus vecinos de la Bay Arena.

Desde el mismo montaje escénico Testament quisieron dejar claro que ellos eran el plato fuerte de la noche. De modo  que no faltaron el imprescindible telón de fondo, pancartas laterales,  unas altísimas columnas de humo que aparecieron en repetidas ocasiones a lo largo del show, unas pequeñas tarimas, y, como no, un espectacular juego de luces que ayudó a potenciar al máximo los momentos culminantes de la velada. En cuanto a los miembros de la banda  se  mostraron en un excelente estado de forma. Me gustó mucho la contundencia y la rotundidad con la que sonó la base rítmica que conformaron dos leyendas como son el batería Gene Hoglan y el bajista Steve DiGiorgio. 

Pero si hablamos de parejas que decir de ese fulgurante tándem  a las guitarras que forman   Alex Skolnick, -todo elegancia y sofisticación-, y Eric Peterson que es quien aporta esa  vertiente más salvaje y metalera. Tampoco podemos olvidar al indiscutible motor del combo americano en directo, Chuck Billy, que se mostró tan salvaje, persuasivo,  e intimidador como de costumbre, haciéndose amo y señor del escenario mientras tocaba su  medio pie de micro como si fuera una guitarra desde que atacaran la inicial  “Eerie Inhabitants”. Quizás lo único que no me acabó de convencer, especialmente durante los primeros compases del show, fue un sonido que resultó demasiado embarullado en algunos momentos, aunque la cosa se fue arreglando a medida que avanzó la descarga. Pero afortunadamente ese contratiempo se vio compensado por la respuesta  de un público que se entregó al máximo para acompañar un trallazo imprescindible dentro de la discografía del quinteto como es “The New Order”, la pieza que daba título a su segundo redondo publicado en 1988. 

Absolutamente incontestables. Con tan sólo un par de zarpazos Testament habían conseguido noquear al personal, pero esto no había hecho más que empezar. De modo que tras ofrecer un par de perlas a sus fans más veteranos tocaba centrarse en su producción del presente milenio, y para ello que mejor que adentrarnos de lleno en los cortantes riffs de “The Persecuted Won´t Forget”. Acto seguido llegaría el turno de la primera charla de la noche, así que tras los obligados saludos y agradecimientos, la banda  nos propuso otro vertiginoso salto en el tiempo haciéndonos tocar el cielo  al mostrarnos  su instinto aniquilador durante el primerizo “The Haunting”.

Uno de los pocos momentos en los que Chuck Billy no utilizó su habitual medio pie de micro, optando por el soporte clásico,  fue durante “Dark Roots Of Earth”, que fue la excusa perfecta  para que el quinteto sacase a relucir su vertiente más compacta y sus melodías más musculosas, con Steve DiGiorgio encargándose  de dotar de una crudeza descomunal a sus arrolladores coros. No dejarían de lado el material de su obra de 2012, ya que la siguiente en sonar fue “Last Stand For Independence”, que una vez más  volvía  a convertir los aledaños del escenario en un auténtico campo de batalla, con todo el personal danzando como si estuviera poseído ante la cara de satisfacción de un Chuck Billy que contemplaba impasible la escena. 

El cambio de registro llegó acompañado de las sonoridades más envolventes e intrigantes que marcaron el arranque  de “Throne Of Thorns”, con  las guitarras de Skolnick y Peterson dejando  claro que la melodía siempre fue fundamental en las composiciones de Testament. Tras reforzar los lazos de unión con el respetable, -con Chuck llamándonos familia-, era un buen momento para  invitarnos a acompañarle a la hora de entonar  los apabullantes estribillos de ese vendaval metalero que lleva por título  “Brotherhood Of The Snake”. No tardarían  mucho en volver a pisar el acelerador a fondo, ya que la rotunda pegada  de Gene Hoglan se encargó de liderar el ataque de sus compañeros durante “The Pale King”.

Pese a que en el repertorio de esta noche no hubo mucha representación de su producción noventera, Testament no quisieron obviar por completo ese periodo de tiempo, así que como representante de esa década optaron por recuperar “Fall Of Sipledome”. Tampoco quisieron dejar pasar la ocasión de presentar en directo “Night Of The Witch”, el tema que ha servido como  adelanto de lo que será su próxima entrega “Titans Of Creation”. Aunque, evidentemente, la respuesta del personal fue completamente demencial cuando Peterson y Skolnick se posicionaron sobre las tarimas laterales para desde allí atacar un descomunal “Into The Pit”, que era la elegida para volver a centrar  nuestro objetivo sobre sus primeros lanzamientos.

Con el personal  absolutamente entregado coreando el nombre de la banda  llegaba el momento de proponernos un primer guiño a su tercera referencia de manos del inevitable “Practice What You Preach”, que nos anticipaba que el recital estaba llegando a su fin. Pero antes de que Chuck Billy y sus muchachos se despidieran definitivamente todavía tendríamos ocasión de abandonarnos al headbanging con el que probablemente  sea el tema que más veces han tocado en directo a lo largo de toda su carrera, “Over The Wall”. Mientras que la elegida para poner el broche definitivo para una velada inolvidable para cualquier seguidor del thrash metal fue “Disciples Of The Watch”.

Sí, lo se. Es un tópico mil veces manido y repetido, pero la unión hace la fuerza. Este irrepetible trío lleva más de 35 años destrozando escenarios a su paso, y este The Bay Strikes Back 2020 está ratificando que tienen cuerda para rato. En definitiva, gran noche de metal en un Razzmatazz que registró una magnífica entrada, dejando claro  que los nombres clásicos del thrash siguen estando  en un excelente estado de forma.



TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER

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