Multiinstrumentista, vocalista, compositor, productor, las inquietudes musicales y el anhelo por innovar y experimentar dentro de la música han sido una constante a lo largo de la dilatada carrera de Devin Townsend. Desde que se diera a conocer entre el público del hard & heavy por ser la voz que acompañó al maestro Vai en aquel ya lejano “Sex & Religion”, la trayectoria del canadiense ha sido imparable e inclasificable estilísticamente hablando. En primer lugar se encargó de plasmar su vertiente más agresiva liderando Strapping Young Lad, dando forma a un explosivo cocktail que combinaba encarnizado metal con aquellas sonoridades industriales que tan en boga estuvieron a mediados de la década de los noventa. Pero su talento, su personalidad inquieta y sus ansias por seguir probando nuevos sonidos mientras continuaba creciendo como músico y compositor le hicieron embarcarse en diferentes proyectos que le permitieran expandir todo su potencial creativo, y en los que siempre su nombre aparecía acompañado por una denominación diferencial: Devin Townsend, The Devin Townsend Band, Devin Townsend Project..., en definitiva diferentes nombres que le permitían expandir su propuesta por diferentes derroteros sin estar sujeto al compromiso que dicta una denominación concreta.
Pero volvamos hacia atrás, al verano de 1997, ya que tan sólo unos meses después de publicar el segundo largo de Strapping Young Lad , “City”, Devin Townsend nos sorprendía a todos con “Ocean Machine: Biomech”, dejando claro con su particular fusión de metal, rock progresivo y música ambient que no estaba dispuesto a encasillarse dentro de un estilo concreto y perfilaba así las líneas maestras en torno a las que iba a girar su propuesta musical. Conociendo el talante y la personalidad de Townsend un servidor tenía claro que su streaming iba a ser diferente a lo que él mismo y otros muchos artistas nos han brindado en estos últimos meses.
Tras una escueta cortinilla a modo de introducción Devin ejercía como el perfecto anfitrión dándonos la bienvenida, dejando claro que la falta de presentaciones en directo no han afectado ni a su don de gente ni a su particular sentido del humor. Mientras el dron nos ofrecía las primeras tomas aéreas de los estudios, los planos más cortos nos permitían ver el pequeño set escénico, conformado por un trípode y una cámara, un montón de guitarras, una colorista escultura de un pájaro en pleno vuelo, y la cabeza de un oso de peluche sobre una mesa. Vestido de forma informal, -con ropa cómoda y un gorro de lana-, y aferrado a su guitarra Devin en ningún momento perdió la sonrisa, dejando patente que estaba disfrutando de la experiencia.
“Seventh Wave”, se encargó de dar el pistoletazo de salida a nuestro viaje musical, dejando que sus atmosféricas melodías se encargaran de mecernos y transportarnos a otra dimensión mientras los registros de Devin, -con una buena dosis de reverb-, se empastaban a la perfección con las impresionantes tomas aéreas. Aunque no contó con una banda de respaldo, lo cierto es que el sonido fue perfecto durante todo el show. Así que al grito de “It´s a beautiful day” arrancaba “Life”, desplegando todo el positivismo con sus resplandecientes melodías para que posteriormente Devin, señalando la cámara que tenía situada en frente, nos invitará a cantar con él.
Tras refrescarse y recuperar el aliento, Devin empuñó la acústica para guiarnos a través de la emotiva y sentimental “Sister”. La intimista interpretación de la escueta “3 A.M.” nos flanquearía el paso hacia “Voices In The Fan”, que desplegó todo su potencial ambient, envolviéndonos con sus melodías mientras nuevamente las imágenes aéreas contribuían a amplificar la sensación de dominar el entorno a vista de pájaro. Tampoco faltaron los aromas futuristas a lo largo de “Greetings”, mientras que la fuerza, la garra y la pasión metalera llegó junto al machachón riff de “Regulator”.
Evidentemente cuando hablamos de una obra tan variada y heterogénea como “Ocean Machine: Biomech”, cada cual tiene sus preferencias. Personalmente, he de reconocer que lo que más me gustó siempre fue su tramo final, esos últimos cortes que hacen que el disco suba de nivel. Así que mi disfrute personal comenzó con esa joya que lleva por título “Funeral”, todo un compendio de emociones que consiguen capturar al oyente y hacerle sentir la angustia y la melancolía que se experimenta al perder un ser querido. Como si fuera una condena la cadencia lenta y repetitiva de la monumental “Bastard” haría subir todavía más el nivel de intensidad, con Devin hipnotizando al personal con su habitual sutileza a la hora de cantar.
Siempre he admirado el aplomo, las tablas y el magnetismo que deben tener los monologuistas a la hora de enfrentarse a un auditorio. Pues bien, eso es precisamente lo que nos ofreció Devin Townsend en este “Ocean Machine: In Its Entirety”, un monologo audio-visual verdaderamente impactante, genuino, y muy diferente a lo que suele ser habitual en estos conciertos en cuarentena. Fueron ochenta minutos de vibrante intensidad musical en los que “el genio canadiense” se dedicó a repasar íntegramente uno de los trabajos más importantes de su carrera.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
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