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viernes, 21 de octubre de 2022

THE BLACK CROWES+DEWOLFF-SANT JORDI CLUB-BCN-16-OCT-2022


Para muchos The Black Crowes fueron una de las últimas bandas en abrazar los estandartes, tanto musicales como estéticos, del rock que se hacía en la década de los sesenta y los setenta. Nacieron a finales de los 80 cuando la escena americana estaba dominada por el hair metal y se hicieron inmensamente grandes durante los primeros noventa, cuando todo lo que no era Guns N Roses y Metallica estaba copado por el grunge. Pero la mala gestión del éxito, los aires de grandeza y la rivalidad entre los hermanos Robinson, Chris y Rich, -tal y como reconoció quien fuera su batería Steve Gorman en el libro “Hard To Handle: The Life And Death Of The Black Crowes”-, acabaron llevando al traste la carrera de una banda que apuntaba muy alto. Afortunadamente los hermanos han acabado limando asperezas, supongo que ayudados por una suculenta oferta económica para volver a girar. Así que en 2019 se anunció que regresarían a la carretera para conmemorar el trigésimo aniversario de la edición de su exitoso debut “Shake Your Money Maker”.

Lamentablemente la alegría no ha podido ser completa para sus seguidores, ya que he de reconocer que era de los que pensaba que, aunque siendo difícil, tendríamos ocasión de ver a la alineación más emblemática de “Los Cuervos”, otra vez en acción, aunque lamentablemente no ha sido así. En cualquier caso, los hermanos Robinson, como no podía ser de otra forma, se han rodeado de una terna de músicos competentes y solventes, aunque carentes de la magia, la imagen y el carisma de algunos de los miembros que echamos en falta esta noche. Con el repertorio perfectamente decidido estaba claro que los que acudieron a revivir la magia de The Black Crowes en directo fueron en su mayoría gente talludita, que ya vibró con ellos intensamente en los tiempos de “The Southern Harmony And Musical Companion”(92) Y “Amorica”(94), que fueron las primeras veces que se dejaron caer por aquí. Aunque también cabe destacar que hubo una representación de esas nuevas generaciones que, -igual que le sucedió a un servidor en los 90-, se acercaron a disfrutar de la magia del rock más clásico y añejo.

Tarde de domingo, con clásico futbolero de por medio, parecía que iba a ser una cita complicada, pero lo cierto es que el personal respondió a la anhelada visita, ya que el Sant Jordi Club presentó una muy buena entrada. Además seguramente también ayudó que los encargados de abrir la velada fueran los neerlandeses Dewolff, un trío oriundo de la ciudad de Geleen que practica una propuesta muy personal en la que se combinan elementos del blues, el rock y la psicodelia…, y que además cuadra perfectamente con el gusto de los seguidores de The Black Crowes. Con absoluta puntualidad las luces se apagaban para que el gran escenario del Sant Jordi Club se llenara con la presencia y los aires retros de unos Dewolff que aprovecharon la ocasión para sumar nuevos adeptos a su causa.


Ante un recinto todavía muy poco concurrido, y en el que de forma lenta pero constante no dejaba de entrar gente, aparecía en escena el trío neerlandés, elegantemente vestidos, con americanas con bordados y pantalones de campana dispuestos a seducir con su música a los que todavía no les conocían. Y es que su propuesta tenía mucho en común con la de las estrellas de la noche, así que cuando empezaron a sonar los compases iniciales de “Night Train”, la gente centró su atención en lo que sucedía sobre el escenario. Me gustó mucho su sonido, limpio, potente, y sobre todo como sonaron en el aspecto vocal, con los sus tres miembros asumiendo tareas solistas, especialmente relevante me pareció la labor del batería Luka van de Poel .

Supieron aprovechar su tiempo y conectaron con un público que poco a poco se fue animando, haciendo que temas como “Heart Stooping Kinda Show”, y “Satilla No. 3”, con sus aromas a rock clásico y algunas pinceladas psicodélicas sirvieran para que los más animados empezaron a mover las caderas durante sus largos desarrollos instrumentales. Muchos fueron los palos estilísticos que tocó en trío neerlandés, de modo que la elegida para dar cabida a sus influencias más netamente southern fue “Double Crossing Man”.

Con la sala ya presentando un aspecto bastante más poblado y animado nos tocaba encarar la recta final del show. Así que tras el escueto solo de batería de Luka van de Poel le llegaba el momento a los aromas souleros de “Deceit & Woo”, mientras que la elegida para dar por concluida su nueva incursión en los escenarios de la capital catalana fue “Treasure City Moonchild”, pero antes todavía tuvieron tiempo de declarar su amor eterno hacia los cabezas de cartel y de mostrar parte de su merchandising en un tono bastante humorístico. En definitiva, todos sabíamos que esta noche iba a ser la de los hermanos Robinson, pero antes de que ellos se dieran su particular baño de masas, los hermánanos Van de Poel, -Luka y Pablo-, junto a Robin Piso supieron ganarse al público barcelonés con una buena dosis de rock heterogéneo y de estirpe clásica.

Una vez más, la pandemia fue la responsable de que se aplazara una de las giras más esperadas de los últimos años. El periplo que iba a marcar no solo la reconciliación musical de los hermanos Robinson sino que también serviría para conmemorar el trigésimo aniversario de uno de los debuts más laureados e icónicos de las últimas décadas: el de The Black Crowes con su “Shake Your Money Maker”. Normalmente los conciertos que se celebran en el Sant Jordi Club suelen ir acompañados de un buen espectáculo: humo, pirotecnia, proyecciones, fuego.., pero esta noche no fue así. Me gustó mucho la escenografía, con la parte trasera del escenario simulando ser un bar en el que los propios músicos estaban tomando una copa, y en el que había un jukebox en el centro del escenario. Tras unos segundos de calma uno de los miembros de la banda se levantó de la barra e introdujo una moneda en el jukebox, y acto seguido empezó a sonar el “Shake Your Moneymaker” de Elmore James mientras los miembros de la banda iban tomando posiciones.

Como si de una cápsula en el tiempo se tratase la velada se abría con el pequeño de los hermanos Robinson, Rich, ofreciéndonos el riff inicial de “Twice As Hard” a modo de bienvenida. Pero la fiesta no comenzó de verdad hasta que apareció su hermano Chris luciendo una “discreta” americana y portando un paraguas con las mascotas de la banda: pavoneándose, saltando, bailando, moviéndose y lo que es más importante cantando con el desparpajo y la chulería de antaño para meterse a las primeras de cambio al personal en el bolsillo. Al acabar el primer tema de la noche el espigado vocalista se quitó el sombrero para saludar y nos preguntó si estábamos preparados para el rock n´ roll justo antes de que el órgano de Erik Deutsch nos diera la entrada para la deliciosa “Jealous Again” desplegando sus aromas sureños. Mucho se ha hablado de la relación entre ambos hermanos, de su lucha de egos, y aunque nadie puede saber a ciencia cierta como es actualmente, lo cierto es que en escena se mostraron algo distantes, aunque durante los primeros compases del show Chris echó la mano por lo alto de su hermano en una pose que parecía más fingida, y parte del show, que real.

Con semejante dupla de arranque el público tributó a “Los Cuervos” una cerrada ovación. Así que después de que Chris nos diera la bienvenida formalmente tocaba cambiar de registro, de mirar hacia las raíces más bluesy con “Sister Luck”, con un ritmo más relajado e intimista para convertirse en uno de los momentos cumbre de la noche gracias a sus intensos desarrollos instruméntales que nos dejaban con el vocalista convertido en el centro de todas las miradas al deleitarnos con uno de sus peculiares bailes para acabar despidiendo el tema con una pose sexy. Sí, era domingo por la noche, pero la gente tenía ganas de divertirse, de fiesta, en definitiva de rock n´ roll, así que piezas como “Could I´ve Been So Blind”, con su enérgico y desenfadado ritmo nos daban gasolina para mover las caderas mientras las dos coristas, que había en uno de los extremos del escenario no paraban de apoyar a Chris a las voces sin dejar de bailar.

The Black Crowes siempre han tenido muy presentes sus raíces, así que no faltó la mención a su tierra, Georgia, durante el speech que sirvió como presentación a ese despliegue de feeling y elegancia que lleva por título “Seeing Things” que nos dejaba la estampa de Chris empuñando su pie de micro mientras se inclinaba sobre el filo del escenario buscando la reacción del personal de las primeras filas. Pero sin duda si hubo un tema que puso literalmente el recinto patas arriba, con la gente totalmente poseída y sin dejar de bailar, fue cuando la banda atacó el tema con el que muchos les conocimos a principios de la década de los noventa, su revisión del clásico de Otis Redding, “Hard To Handle”.

Las revoluciones y el nivel de intensidad no menguarían, ya que siguiendo al dedillo el tracklist del álbum que esta noche estaban repasando de manera íntegra la siguiente en caer fue una de las piezas más vacilonas y juerguistas “Thick n´ Thin”, que con esa guitarra inicial a lo Stones y su trepidante ritmo fue otra de las que mejor acogida obtuvo. El cambio de registro llegaría precedido de un escenario a media luz, en donde los focos se centraron en los dos principales protagonistas de la velada, y es que los aromas acústicos inundarían el Sant Jordi Club durante la interpretación de la evocadora “She Talks To Angels”, un tema heredado de los tiempos de Mr. Crowe’s Garden y que quedó realmente emotivo, aunque he de reconocer que como veterano seguidor de la banda eché en falta que el recinto se llenara de mecheros como pasaba antaño cada vez que la tocaban.

No tardaría mucho en regresar la fiebre más netamente roquera con el marchoso “Struttin´ Blues”, que estuvo acompañado de unas psicodélicas proyecciones en los laterales del recinto mientras el escenario se inundaba de luz. Como comenté anteriormente, pese al paso de los años los hermanos se mostraron en un buen momento de forma, y los temas sonaron bastante semejantes a lo que fue su versión de estudio, salvo una excepción, el que cerraba el capítulo dedicado a su debut “Stare It Cold”, que sonó más lineal y melódico para que el público pudiera participar. Varios fueron los momentos de la noche en los que el pequeño de los hermanos Robinson acaparó el protagonismo, y uno de los más remarcables fue durante el desarrollo solista que se marcó junto a Isaiah Mitchell durante “Goodbye Daughters Of The Revolution”, que fue la elegida para representar a “Warpaint”,

Con el recorrido por “Shake Your Money Maker” ya finiquitado, llegaba el momento de las sorpresas. De comprobar que nos depararía esta parte final del show. Así que la siguiente escala nos llevaría a lo que fue su quinto trabajo y el último que publicaron el siglo pasado “By Your Side”, del que nos brindaron el tema que le daba título, dejando que los teclados y las guitarras se fundieran para sumergirnos de lleno en esa sonoridad tan clásica y característica, con las chicas volviendo a dejarse notar con fuerza en las voces para darle un rollo de lo más soulero. Los aromas más psicodélicos y relajados, -me atrevería a decir que hasta hipnóticos-, nos harían viajar hasta su “Amorica”, para recordarnos “Wiser Time”, que para un servidor fue una de las sorpresas de la noche gracias a esos extensos desarrollos instrumentales que sirvieron para dejar claro que los hermanos llevan consigo a unos músicos de sobrada solvencia.

Siempre les gustó jugar con sus propias composiciones, alargar los temas con extensos pasajes e improvisaciones, y fue precisamente durante “Thorn In My Pride”, con Chris nuevamente derrochando feeling, cuando Isaiah Mitchell se explayó a su antojo dejando patente su calidad y buen gusto. Lamentablemente la descarga de “Los Cuervos” estaba llegando a su fin, pero antes de que la banda abandonara por primera vez el escenario todavía tendrían ocasión de volver a poner el recinto patas arriba con otra de las prescindibles de su discografía “Remedy”, del venerado “ The Southern Harmony And Musical Companion”.

Aclamados por un público que pidió de forma reiterada y persistente que el combo de Georgia regresara sobre las tablas, los músicos regresarían para empuñar los instrumentos y poner el broche definitivo a la velada con otra versión, en este caso del añorado David Bowie del que nos regalaron un “Moonage Daydream”, que fue muy bien acogido, aunque personalmente hubiera preferido que hubiesen tocado un tema propio, por ejemplo “Sting Me”, que creo que hubiera sido el colofón perfecto para la velada.

En cualquier caso, a la salida la opinión era generalizada: vimos a unos The Black Crowes bastante más mayores, pero también muy profesionales, que hicieron un muy buen show y que cumplieron con las expectativas. Y lo mejor de la noche fue comprobar que pese a las disputas y el mal rollo los hermanos siguen conservando la magia, ya que todavía tienen la capacidad de hacernos viajar a otra época, dándonos la oportunidad de disfrutar con el rock n´roll de raíces más clásicas y añejas.



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