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miércoles, 5 de abril de 2023

W.A.S.P.-RAZZMATAZZ-BCN-1-ABR-2023


Hay bandas míticas, irrepetibles, que marcaron una época dentro del universo del heavy metal..., que han dejado algo más que un puñado de excelente composiciones a lo largo de su carrera. Desde que se dieran a conocer en la década de los ochenta el nombre de W.A.S.P., siempre ha estado ligado a la polémica. Sus extravagantes vestimentas, sus llamativas puestas en escena, su actitud salvaje y descarada, la personalidad y los excesos de algunos de sus miembros, sus controvertidas letras, sus video-clips, los problemas con la censura ..., en definitiva todo esto y mucho más es lo que han dado de si más de cuatro décadas en la brecha, -que se dice pronto-, y eso precisamente es lo que íbamos a celebrar esta noche de sábado en la sala grande del Razzmatazz junto a el líder y la persona que ha dado continuidad a la carrera del combo californiano: Mr. Blackie Lawless. Evidentemente, la presente gira había levantado bastantes suspicacias, -y más teniendo en cuenta anteriores visitas en las que los americanos tiraron de bastantes elementos pregrabados-. Además, gracias a la inmediatez de las nuevas tecnologías, todos sabíamos de antemano en que iba a consistir el show de esta noche, y siendo justos podría decirse que el setlist se centró exclusivamente en lo que fueron sus primeros diez años de andadura, y lo que fueron sus 5 primeros lanzamientos de estudio, borrando de un plumazo todo lo publicado tras su aclamado “The Crimson Idol”. El otro aspecto que había hecho torcer el gesto a más de un seguidor de la banda era la duración de un show que consistía en apenas una decena de composiciones, siendo una de ellas un popurrí de varios temas, en total poco más de 75 minutos.

En cualquier caso, como comenté anteriormente, W.A.S.P., son un nombre mítico e imprescindible para varias generaciones de metaleros. Así que la sala grande del Razzmatazz acabó registrando una fantástica entrada para ser testigos directos de este “40 Years Live World Tour 2023” . En esta ocasión no contaríamos con el concurso de banda invitada, con lo que todo el peso de la descarga recayó sobre unos W.A.S.P., que instrumentalmente se mostraron en un buen momento de forma. Muchos son los músicos que han acompañado Mr. Lawless a lo largo de estas cuatro décadas, pero sin duda los más mitómanos echamos en falta la figura del que fuera lugar teniente de Blackie durante los que fueron los mejores años de la banda: el guitarrista Chris Holmes. Pese a ello, cabe remarcar que la actual encarnación del combo americano lleva ya tiempo perfectamente cohesionada contando con la presencia de guitarrista Doug Blair,  el bajista Mike Duda,- que desde mediados de los noventa se ha convertido en la mano derecha de Lawless-, y el polifacético batería Aquiles Priester.


Ante una sala expectante y prácticamente llena, la espera se alargó más de lo que nos hubiera gustado, pero haciendo honor a la verdad, cabe remarcar que sirvió para aumentar la expectación y las ganas de ver a la banda. Durante la espera pudimos ver el montaje escénico compuesto por unas larguísimas lonas divididas en viñetas en las que podíamos ver diferentes mensajes e ilustraciones que evocaban a un macabro espectáculo circense de tintes gore. Todo ello aderezado por un par de pantallas en las que posteriormente se fueron proyectando imágenes de los video-clips de los temas que fue interpretando el cuarteto, o diferentes fragmentos de la película que se grabó en su momento para el ya citado “The Crimson Idol”, y que ya tuvimos ocasión de ver íntegramente en la gira conmemorativa de hace unos años. Pero, sin duda, si hay algo que llamaba la atención al mirar al escenario era el espectacular pie de micro que se alzaba imponente en el centro del mismo. Altísimo, con forma de columna vertebral, coronado por una calavera, y a un nivel todavía superior por dos mangos a modo de manillar de moto para configurar el balancín sobre el que Mr. Lawless se meció en más de una ocasión a lo largo del show.

En cuanto al sonido, sin ser excesivamente brillante, si que me pareció que no fue un obstáculo para que pudiéramos disfrutar del show, ya que todo sonó correcto en líneas generales, aunque en algunos momentos faltó algo de nitidez. Sí, seguramente, estaréis esperando el comentario sobre si hubo, o no, elementos pregrabados. Sí, efectivamente, los hubo, especialmente en algunos coros que estuvieron disparados, y varias líneas vocales que apuntalaron los registros de Blackie. En definitiva, nada que nos sorprendiera a los que hemos venido siguiendo a W.A.S.P., en los últimos tiempos.En cualquier caso, también me gustaría puntualizar que las tonalidades rojizas de las luces y los focos a contraluz ayudaron a enmascarar mínimamente esas “ayuditas”, aunque en más de una ocasión resultaron más que evidentes.


Como decía anteriormente el repertorio me pareció corto, y más si tenemos en cuenta que había que repasar 40 años de historia. Pero donde si que no creo que se pueda poner ninguna objeción es en la actitud de una banda que salió dispuesta a matar, a volarle la cabeza al personal, que no paró de moverse y, lo que es más importante, que supo conectar con un público que en ningún momento dejó de menear la cabeza, animar y corear esa ristra de himnos atemporales de auténtico heavy metal que conforman el catálogo de W.A.S.P. Tampoco hubo excesivos parones entre tema y tema, ni largos discursos, con lo que el ritmo del show fue bastante dinámico.

Su bagaje, la fama, y la devoción de sus seguidores resultaron clave para que la banda contara con el favor de la sala desde que irrumpieron en escena precedidos del clásico de The Doors “The End” y unas estridentes sirenas para dar el pistoletazo de salida con ese medley que llevan ya bastantes años interpretando y que sirvió para que todos empezáramos a cantar. Como no, me gustó mucho ver a Blackie un poco más delgado, con esa pose altiva, y luciendo sus rodilleras junto a las botas blancas de flecos, que no dejaron de agitarse mientras el cuarteto nos propiciaba el primer mandoble de la noche en forma del primerizo “On Your Knees”, con la sala convertida en un clamor mientras el personal levantaba los puños al aire. Tocaba cambiar de dirección y ritmo para proponernos un fugaz paso por otra de las que formaba parte de su primer largo “The Flame”. La parte más salvaje, macarra y, por que no decirlo, lasciva de aquellos primeros tiempos del combo americano quedó plasmada en “The Torture Never Stops”. Mientras que para poner el broche a este espectacular medley de apertura, que sirvió para calentar los ánimos de un personal a que estas alturas estaba ya completamente entregado, fue el corte que prestaba título a lo que fue su tercera entrega de estudio que vio la luz en 1986: “Inside The Electric Circus”.

No creo que a estas alturas nadie pueda concebir un show de W.A.S.P., -ya sea en sala o en un gran festival-, sin que la banda ataque un tema mítico e imprescindible dentro de su discografía como es “L.O.V.E. Machine”; cuyo legendario video pudimos ver en las pantallas traseras mientras la banda la interpretaba con el mismo feeling y la misma intensidad que en su versión de estudio provocando el delirio de una audiencia que no vaciló a la hora de cantar su estribillo haciendo que la voz de Blackie quedara prácticamente sepultada ante el fervor y la entrega de sus incondicionales. No creo equivocarme al decir que los que habían acudido al show no venían dispuestos a ponerle pegas a Blackie y sus muchachos, sino más bien a disfrutar y pasárselo en grande. Y eso se notó en la actitud de un público que mostró una comunión total con los músicos en temas como “Wild Child”, que fue uno de los momentos estelares de la noche, con el frontman abalanzándose sobre su imponente pie de micro para agitarlo frenéticamente.

He de reconocer que siempre he sido muy fan de los primeros discos de W.A.S:P. Pero eso no implica que no piense que el momento cumbre de su carrera llegó con “The Crimson Idol”, un trabajo ambicioso, que en su momento recibió más de una crítica, pero que la perspectiva del tiempo ha puesto en su lugar: como una obra conceptual, madura, y en la que Blackie, -ya en ese momento más que W.A.S.P.-, se vació artísticamente. Quizás por eso no me extrañó que su obra de 1992 tuviera un protagonismo preponderante en el repertorio de esta noche. Así que tras habernos hecho macarrear de lo lindo con un arranque verdaderamente arrollador tocaba contemporizar un poco los ánimos del personal dando buena cuenta de la elegancia melódica de un emocionante “The Idol”.

No dejarían de lado la historia que narra el auge y la caída de Jonathan Aaron Steel, ya que acto seguido le llegaría el turno a “The Great Misconceptions Of Me”, que nos dejaba la impecable pegada de una banda que tiró del carro para hacer que todo sonase dramático e intenso hasta alcanzar el clímax total. La elegida para cerrar esta fantástica trilogía fue ni más ni menos que “Chainsaw Charlie (Murders In The New Morgue)”, que volvía a poner la sala literalmente patas arriba, dejándonos la estampa de toda la audiencia entonando su melodía central como si fuera un cántico futbolero.

Evidentemente, no podía faltar uno de los himnos más macarras y desenfadados de aquella loca y ajetreada década de los ochenta “Blind In Texas”, aunque la actual forma de moverse en escena de Blackie dista mucho de cómo lo hacía en el propio vídeo, lo cierto es que volvió a emocionarnos haciéndonos esbozar una maligna sonrisa de complicidad para poner el punto y seguido a un show que, pese a resultar algo corto, hasta ese momento había sido impecable.

Para el retorno sobre las tablas que mejor que el tema que hizo que se hablara de ellos hasta la saciedad: “Animal (Fuck Like a Beast),” con banda y público en perfecta sintonía nuevamente mientras a través de las pantallas podíamos ver imágenes de las sesiones en las que el PRMC, con Tipper Gore al frente, quiso criminalizar y hundir el heavy metal. El cambio de tercio hacia ese hard rock más sobrio y maduro llegaría con “The Real Me”, su versión de los míticos The Who que incluyeron en lo que fue su último redondo de la década de los ochenta “The Headless Children”. El broche definitivo para el triunfal retorno a la Ciudad Condal de Blackie y sus compinches estuvo reservado, como no podía ser de otra forma, para el hímnico “I Wanna Be Somebody”, tras el que se marcharon dejando una sensación de triunfalismo total entre una audiencia que vibró intensamente con la descarga del combo americano.

En definitiva, fue una noche divertida en la que disfrutamos rememorando un montón de clásicos atemporales para cualquier seguidores del heavy metal que precie. En cuanto a la puesta en escena, pese a no tener la vistosidad de antaño, fue correcta: sobria, pero resultona al mismo tiempo. Pero donde no hay excusas es en el uso recurrente y abusivo de pistas vocales pregrabadas. Y, en segundo lugar: la elección de un repertorio, y sobre todo en la duración de un show que no hizo justicia a lo que ha sido la trayectoria de una banda irrepetible.



TEXTO:ALFONSO DIAZ

FOTOS:ALFREDO RODRIGUEZ ESPADA

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