Se han tomado su tiempo. Casi una década es el tiempo que han tardado Deathstars en publicar “Everything Destroys You”. Pero la espera ha merecido la pena. Pese al tiempo transcurrido ni la personalidad sonora ni su personal puesta en escena han cambiado, combinando elementos del gótico, industrial, siniestro y esos rotundos guitarrazos de esencia metalera. Ante semejante perspectiva estaba claro que sus seguidores no iban a retirar su apoyo a un combo de Estocolmo que en su retorno a los escenarios de la capital catalana optó por la sala pequeña de la céntrica Apolo.
Para caldear el ambiente antes de su descarga tendríamos ocasión de volver a disfrutar del poderoso directo de Liv Sin quien durante su escueto tiempo sobre el escenario dio buena cuenta de lo que hasta el momento ha sido su más reciente entrega discográfica “Kali Yuga”. Mientras que el toque ecléctico para esta tarde/noche de sábado corrió por cuenta de los misteriosos Priest, que sorprendieron a más de uno con una propuesta en la que no hubo espacio para las guitarras y si para los sintetizadores y los ritmos bailables.
Con el personal todavía accediendo al recinto saltaban a escena los encargados de abrir la velada: Liv Sin. He de reconocer que un servidor es de los que sigue a su incombustible frontwoman: Liv Jagrell desde los tiempos de Sister Sin. Quizás por ello he de admitir que aunque su actual propuesta tiene algunos puntos en común con lo que hacia con sus ex-compañeros, ese rollo algo más moderno y con alguna pincelada industrial no acaba de convencerme del todo.
En cualquier caso, no puedo dejar de admitir que la banda que le acompaña se mostró de lo más solida y convincente. Salieron todos perfectamente uniformados, luciendo unas elegantes camisas, mientras Liv aparecía embutida en un ceñido corpiño de cuero y luciendo generoso escote. Ya desde la inicial “The Process”, el combo sueco dejó claro que venía dispuesto a no dejar indiferente a nadie, y que su principal objetivo era hacernos participar de unas composiciones llenas de ritmo y buenos estribillos coreables.
Además, una vez más, el carisma de Liv fue el arma que hizo que las primeras filas se vieran inmersas rápidamente en un show que fue claramente de menos a más. Y es que trallazos certeros y abrumadores como “Forget My Name”, con la vocalista luciendo gorra de plato, fueron la excusa perfecta para que todos saltáramos con el puño al aire. Aunque como era previsible el grueso del repertorio que interpretaron estuvo centrado en las composiciones de “Kali Yuga”, no faltó un fugaz recuerdo a lo que fue su ópera prima “Burning Sermons”, del que nos brindaron el más metalero “old school” , “Chapter Of The Witch”, que servía para reivindicar las raíces más clásicas del quinteto.
Con el escenario teñido en unas tonalidades rojizas que se encargaron de ofrecernos una ambientación más demoníaca arrancaba “I Am The Storm”, que sonó como toda una declaración de intenciones, dejándonos a una banda absolutamente desatada. Los ritmos más vanguardistas y me atrevería a decir que hasta bailables se encargarían de dar un golpe de timón al show dando buena cuenta del cambiante “Antihero”. Mientras que para echar el cierre a su escasa media hora de show optaron por la guitarrera “King Of Fools”, que sirvió para que la propia Liv se bajara del escenario y se diera un paseo entre las primeras filas cediendo el micro a algunos de los que copaban las primeras filas.
Los encargados de recoger el testigo tras la humeante y divertida descarga de Liv Sin fueron Priest. Este trío sueco ha conseguido en poco tiempo llamar la atención de todos los seguidores de las corrientes más vanguardistas, y sin duda el que sus miembros hayan tenido relación con los archipopulares Ghost ha tenido mucho que ver. Sin embargo, he de reconocer que su propuesta dista mucho de los parámetros más netamente roqueros o metaleros. Y es que las guitarras parecen estar totalmente desterradas de un sonido que se basa en las bases pregrabadas, los sonidos de sintetizador y en el buen hacer de su frotman.
Eso si lo que nos les falta a Priest es una cuidada puesta en escena. Salieron, por supuesto, enmascarados, envueltos en cuero, y contando además con un buen juego de luces y diferentes lasers que se encargaron de ambientar el local como si fuera un club británico o alemán de finales de la década de los ochenta. Musicalmente hablando, sin ser conocedor de su estilo, me recordaron en algunos momentos a bandas como Depeche Mode o Falco, y es que ya desde el mismo arranque con temas como “The Pit” y “Neuromancer”, se encargaron de dejar claro que su descarga no iba a ser del agrado de los gustamos de las guitarras potentes.
En cualquier caso, no puede decirse que los suecos no supieran conectar con el público. Ya que una vez superada la sorpresa inicial muchos decidieron dejarse imbuir por su propuesta y acabaron abandonándose al baile mientras sonaban temas como “A Signal In The Noise” o “Blacklisted”, para cuyo tramo final uno de los teclista dejo su puesto para tomar la primera linea y empuñar un keytar.
La transición entre ese ambiente más frívolo, propio de los clubs de baile, y el más oscuro e introspectivo de los lugares de culto llegaría con “The Cross”. Mientras que las esencias más netamente poppies se encargarían de tiznar la interpretación del que hasta el momento ha sido su último single, el pegadizo “Burning Love”. Para rematar la descarga el combo sueco nos propuso una doble mirada a lo que fue su ópera prima de 2017 “New Flesh”. La primera en sonar fue el medio tiempo “History In Black”, para acto seguido darnos nuevos argumentos para bailar al son de “Vaudeville”.
Sinceramente, no puedo decir que me agradara la descarga de Priest. No entraré en valorar sus composiciones ya que no tengo argumentos para hacerlo al considerarme un lego en estilos como el synthwave. Sin embargo, he de admitir que me sorprendió la expectación que había despertado su presencia y la reacción de un público que se animó a danzar al son de sus composiciones.
Finiquitados los actos previos era el momento de sumergirnos de lleno en el particular universo sonoro de Deathstars. Envueltos en ese atractivo halo de oscuridad y misterio que siempre les ha acompañado los miembros de la banda fueron tomando el escenario uno a uno, de forma parsimoniosa, para colocarse de espaldas al respetable. Su montaje escénico fue bastante sobrio, limitándose a la proyección de su clásico logo en la parte trasera, un efectivo juego de luces y unas columnas de humo que se encargaron de dar pegada a momentos puntuales del show. Viendo el ambiente que se respiraba en la sala era obvio que había muchas ganas de disfrutar de la descarga del combo sueco. Así que su forma de darnos la bienvenida fue castigarnos inmisercórdemente con una vieja favorita como “Night Eternal Night”, desplegando de forma rotunda esa combinación de metal y gothic rock que tanto gusta a sus incondicionales.
Ataviado con un llamativo sombrero Whiplasher volvió a ser ese frontman distante, pero efectivo: que supo conectar con sus seguidores sin alargarse excesivamente a la hora de los parlamentos. Pero sin duda quien acaparó gran parte de las miradas fue el bajista Skinny, quien luciendo un ceñido vestido y un moño alto no dejó de contornearse y aporrear las cuerdas de su bajo mientras atacaba piezas como “Between Volumes And Voids”, que combinaba algunas partes pregrabadas con la rotundidad habitual del quinteto mientras el personal levantaba los puños al aire. Las ambientaciones más melancólicas e introspectivas se adueñarían de “All The Devil´s Toys”, que sostenida sobre su abrumadora sección rítmica nos permitía recuperar mínimamente el aliento tras un arranque explosivo.
Si de algo pueden presumir Deathstars es que a lo largo de su longeva carrera han sabido moverse con soltura por diferentes estilo sin perder nunca su personalidad. De modo que para los que gustan de los ritmos más netamente bailables el quinteto nos propuso “Ghost Reviver”, volviendo a incidir en lo que fue su anterior entrega de estudio “The Perfect Cult”. Estaba claro, la descarga había empezado de la mejor forma posible, mezclando presente y pasado. El ambiente estaba ya muy caldeado, así que el entusiasmo de las primeras filas se desató cuando Whiplasher nos preguntó si estábamos preparados para la fiesta justo antes de atacar otra de las de nuevo cuño “Midnight Party”, que fue coreada como si de un clásico más se tratase.
A estas alturas del show Deathstars tenían al respetable comiendo de su mano, y la mejor prueba fue ver a una sala completamente rendida aclamando insistentemente a sus héroes. Pero estaba claro que la banda no se iba a dejar seducir por los cánticos de sus incondicionales. De modo que tan irreverentes como siempre no tardaron en anunciarnos que la siguiente en sonar sería nada más y nada menos que el tema que abría lo que fue su segundo largo “Tongues”, que lograba que todos los presentes alzaran los puños para corear su pegadizo estribillo. No abandonarían el material de “Termination Bliss”, ya que una inquietante introducción nos advertiría de que había llegado el momento de someternos al ritmo reptante y cadencioso de “Greatest Fight On Earth”, que acompañado de unas luces verdosas se acabó convirtiendo en uno de los momentos más intensos del show, con el personal elevando sus cuernos al aire antes de tributar a la banda una cerrada ovación.
El viaje por su catálogo prosiguió con un radical golpe de timón, ya que tras sumergirnos de lleno en la oscuridad tocaba darnos argumentos para volver a mover las caderas, y para ello que mejor que visitar “Night Electric Night”, y dar buena cuenta de “Death Dies Hard”, que nos dejaba a Skinny volviendo a apoderarse del centro del escenario para vacilar al personal con sus poses y movimientos provocativos. La potencia guitarrera volvería a marcar el retorno sobre su material más reciente con un “This Is”, que sonó directo, machacón e implacable, dejando claro que pese al tiempo que la banda se ha pasado en el dique seco, -en cuanto a lanzamientos se refiere-, no ha perdido el olfato a la hora de escribir esos estribillos altamente adictivos, que en esta ocasión llegaron acompañados de unas estridentes sirenas policiales.
El contraste entre lo que es la más candente actualidad del combo sueco y su pasado quedaría plasmado durante la interpretación del primerizo “New Dead Nation”; que fue efusivamente celebrado por sus acérrimos más veteranos. Tras demandar que gritáramos con fuerza, Whiplasher nos anunció que había llegado el momento de “Fire Galore”, que fue acompañada por la enésima aparición de las columnas de humo mientras la tripleta de cuerda tomaba la parte central del escenario. Tampoco faltó esta noche ese puñetazo sonoro que lleva por descriptivo título “Metal”, que sonó crudo y despiadado, con el personal agitando la cabeza mientras su frontman cerraba el puño cada vez que repetía el título de la canción.
A medida que fue avanzando el show, el ambiente y el desmadre fue en aumento, tanto encima como abajo del escenario. De modo que con un público cada vez más entregado y con una banda cada vez más alocada tocaba encarar la recta final del show, volviendo para ello a mirar nuevamente al pasado, a sus primeros tiempos, para conseguir complacer a los más veteranos con la pieza que daba título a su debut de 2003: “Synthetic Generation”. La combinación perfecta entre metal industrial y las sonoridades góticas con tintes siniestros quedaría plasmada en “Everything Destroys You”, ralentizando el tempo de la descarga antes de abocarnos de lleno en un imparable sprint final que arrancó con otra de las nuevas: “Blood For Miles”.
Las sirenas volverían a activarse para junto con el sonoro estruendo de un desfile marcial anunciarnos que había llegado el momento de “Blitzkrieg”, desatando la locura entre unas primeras filas que volvieron a levantar los puños al aire. Pero no fue este el final. Los suecos todavía se guardaron una última bala en la recamara. De modo que la elegida para cerrar por todo lo alto un show vibrante, intenso y avasallador fue “Cyanide”, tras la que la banda se dio un merecido baño de masas.
Con más de un cuarto de siglo de andadura a sus espaldas Deathstars demostraron que siguen siendo una banda con ganas de innovar y de ofrecer cosas nuevas a sus incondicionales, amén de dejar patente sobre el escenario que siguen teniendo ese hambre que hace que sus descargas se acaben convirtiendo en una orgía de diversión, actitud, macarrería y buena música.
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