A lo largo de los años ha habido formaciones dentro del amplio espectro que aglutina el universo del metal que han roto barreras, que han sido transgresoras, y que en definitiva se han encargado de derribar corsés estilísticos y pavimentar los caminos por los que han ido evolucionando las sonoridades más contundentes. Durante décadas Meshuggah se han ido granjeando una excelente reputación, la banda sueca ha sabido ir mutando, evolucionando en su propuesta para marcar el camino de la vanguardia dentro de la escena extrema. Para muchos son un referente indiscutible, de modo que no fue una sorpresa que en su nueva visita a la ciudad Condal, para presentar su última entrega de estudio “Immutable”, la banda convocara a sus incondicionales en la sala grande del Razzmatazz.
Para acompañarles en su retorno a tierras catalanas la formación de Umeå contó con el respaldo de una banda relativamente nueva, pero cuyos músicos atesoran una larga experiencia a sus espaldas en diferentes formaciones: The Halo Effect, quienes repetían por aquí tras su anterior visita abriendo para Amon Amarth. Mientras que para amenizar la tarde e ir calentando el ambiente contaríamos con la presencia del devastador dúo Mantar.
Ellos eran los encargados de abrir esta tarde/noche de lunes, y los que habíamos tenido oportunidad de ver al combo alemán en vivo con anterioridad sabíamos que son una banda peculiar. Su inusual alineación, -guitarra y batería-, y su actitud salvaje, corrosiva y destructora se amolda a la perfección a unas composiciones que rezuman vigor, garra y contundencia. Irrumpieron en escena a pecho descubierto, con ambos músicos posicionados frente a frente y con la clara intención de arrasar con todo a su paso confiando para ello en la impactante pegada de “Pest Crusade”. Otro detalle que me llamó la atención fue lo cuidado del juego de luces que portaban, -algo poco habitual en las bandas elegidas para dar el pistoletazo de salida al show-, y que concedió a la descarga una intensidad brutal, y más cuando durante cortes como “Spit”, el guitarrista y vocalista Hanno Klänhardt supo conectar con un público que acompañó sus desquiciantes alaridos con el puño en alto.
Como decía, ese derroche de rabia, intensidad, mala leche desatada, y agresividad fue la clave perfecta para que Mantar se ganaran rápidamente el favor de quienes todavía no les conocían. Y la mejor prueba fue comprobar como el personal se movía en los aledaños del escenario mientras el dúo atacaba de forma visceral el inmisericorde “Age Of The Absurd”. Quizás a algunos la propuesta de Mantar les pueda parecer por su formato algo minimalista, pero nada más lejos de la realidad ya que ambos músicos son capaces de crear un muro sonoro verdaderamente infranqueable, tal y como dejaron patente en temas como “Egoisto”.
No tendríamos que esperar mucho para tener en escena a los protagonistas del segundo acto de la noche: The Halo Effect. La formación de Göteborg aprovechó al máximo su tiempo sobre las tablas proponiéndonos una brutal mezcolanza entre la sonoridad más clásica del death metal melódico, propio de su ciudad, y unas pinceladas más vanguardistas. No era esta su primera visita por aquí, ni tampoco me sorprendió que para algunos de los presentes su presencia en el cartel fuera el principal reclamo del cartel. Y lo cierto, es que siendo fieles a lo que sucedió, nadie puede decir que se sintiera defraudado con la fantástica descarga que nos brindaron.
Y es que si hay algo que les sobra a los miembros de The Halo Effect son tablas, y eso se notó tanto en la ejecución, como en su saber estar, controlando en todo momento el tempo del show. Para ello fue crucial la labor de su frontman Mikael Stanne, quien apareció en escena luciendo su habitual look, -enfundado en su chupa de cuero-, para ser en todo momento el enlace perfecto entre sus compañeros y una audiencia que vibró intensamente desde que la banda abrió fuego con “Days Of The Lost”, toda una declaración de intenciones y una demostración palpable de lo que fue, y sigue siendo, el denominado sonido Göteborg. Me llamó la atención la sobriedad de su puesta en escena, ya que su montaje de luces fue bastante más modesto que el de Mantar, y es que el quinteto confió su suerte a lo que sin duda es su mejor activo: unas composiciones melódicas, potentes, pero a la vez pegadizas y hasta coreables, tal y como demostraron al atacar “The Needless End”, que fue la responsable de poner a todo el personal a botar por primera vez durante su descarga.
Tras darnos las buenas noches tocaba hacer mención a sus raíces, a la escena noventera que les vio nacer y crecer como músicos, -que no como banda-, ya que de The Halo Effect se formaron en 2019 después de Niclas Engelin abandonará In Flames. La elegida para hacer que el nivel de euforia no decreciera entre unas primeras filas cada vez más entonadas y animadas fue “Feel What I Believe”. Pero si alguien pensaba que The Halo Effect son una formación anclada en el pasado, no podía estar más equivocado, ya que el single “Become Surrender”, sorprendió a más de uno con sus elementos electrónicos, aunque lo cierto es que no sé si fue porque todavía es una pieza poco conocida, pero me dio la sensación de que durante su ejecución bajó un poco el nivel de entrega del respetable.
En cualquier caso, como ya apunté anteriormente, la banda supo manejar a la perfección los tempos del show. Así que para volver a enganchar al personal Mr. Stanne nos anunció que había llegado el momento de un tema rápido. De modo que la entusiasta respuesta del público fue contestada con un trallazo humeante como “Conditional”. He de reconocer que aunque no fue la tónica habitual de su descarga, no me gustó el protagonismo que la banda concedió a la pista “enlatada” de cuerda que sonó durante “Last Of Our Kind”, ya que hizo que el tema acabara sonando algo descafeinado y falto de pegada.
Sin embargo, estaba claro que los suecos no se iban a cortar a la hora de tirar de oficio. Ellos saben lo que su público demanda y lo que les “pone las pilas”. Así que para encarar la recta final del show que mejor que proponernos las envolventes ambientaciones de “Gateways”, para posteriormente rematarnos definitivamente con la pegada implacable de la pieza que abría su ópera prima: “Shadowminds”. Sinónimo de calidad, una apuesta segura de cara al directo, The Halo Effect volvieron a ratificar a su paso por la ciudad Condal que están llamados a ser, sino lo son ya, uno de los grandes animadores de la escena europea.
Tras haber disfrutado de una previa absolutamente descomunal, no lo iban a tener nada fácil los chicos de Meshuggah. Eso si, me dio la sensación de que incluso antes de arrancar su descarga tenían mucho ganado, ya que con el paso del tiempo el combo sueco se ha convertido en toda una institución dentro de la música potente, oscura y técnica. Ha sido un estatus que se han ganado a pulso: disco a disco, gira a gira. Y es que aunque algunos opinemos que son una banda excesivamente fría, -no suelen moverse mucho en escena, ni interactuar en exceso con las primeras filas-, lo cierto es que musicalmente suenan como un rodillo: densos, agresivos e incontestables. Quizás por ello se apoyen, -algo más de lo que suele ser habitual en las bandas del género-, en un cuidado juego de luces que hace que se mantenga la atención visual de lo que se sucede sobre el escenario.
No hubo sorpresas, la banda apareció en escena precedida de una larga introducción y contando con el respaldo del respetable, y desde que abrieran fuego con la pieza que inaugura su más reciente entrega de estudio: “Broken Cog”, pudimos constatar que las guitarras nos iban a volar la cabeza mientras su brutal sección rítmica nos golpeaba cual martillo percutor inmisericordemente. Con el escenario teñido de tonalidades rojizas, pudimos discernir las siluetas de unos músicos que se mantuvieron bastante estáticos, a excepción de su frontman Jens Kidman, quien, sin grandes alardes, sí que aproximó discretamente a saludar a los integrantes de las primeras durante ese ataque frontal que lleva por título “Rational Gaze”.
Un nuevo guiño al material de lo que fue su cuarto largo, y el primero que publicaron en este tercer milenio, “Nothing”, sería la excusa perfecta para que los suecos nos demolieran al son del implacable “Perpetual Black Second”, desplegando, como si fuera un arma de destrucción masiva, la rotundidad implacable de sus hirientes y aplastantes riffs. Tras haber contentado a su parroquia más leal con esa doble mirada al pasado tocaba regresar al presente con “Kaleidoscope” y “God He Sees In Mirrors,”, para dejar constancia de que la contundencia aplastante y la precisión milimétrica no son incompatibles a la hora de tocar música extrema, y es que las cualidades técnicas del combo sueco son absolutamente indiscutibles.
El imparable avance de unos Meshuggah titánicos, que en todo momento se mostraron confiados e implacables, prosiguió con los desarrollos enrevesados, a la par que altamente melódicos, del laberíntico “Born In Dissonance”, que fue el elegido para hacer escala en lo que fue su anterior entrega de estudio: “The Violent Sleep Of Reason”, que publicaron en 2016. Un escueto e inquietante interludio “Mind’s Mirror” serviría para que el escenario se quedara totalmente a oscuras dando una buena pista a sus más devotos incondicionales de que lo que estaba por llegar iba a ser uno de los momentos culminantes de su show. Pocos riffs y estructuras pueden ser tan característicos y reconocibles de la propuesta de Meshuggah como los de “In Death- Is Live”, y eso se notó en la respuesta de unas primeras filas que se entregaron al máximo mientras las luces se encargaban de potenciar la espectacularidad de su puesta en escena. Pero no, no se detuvo aquí el órdago de Mr. Kidman y sus acólitos ya que acto seguido se encargaron de diseminar la mortífera esencia de “In Death-Is Death”, desplegando todas sus habilidades técnicas a lo hora de proponernos esos cambios de tempo tan explosivos e imprevisibles.
Pese a ser una banda con tanta historia, lo cierto es que Meshuggah no son de aquellas formaciones que vertebran sus repertorios apoyándose en exceso en el material que publicaron durante sus primeros años. Ellos siempre han intentado ir a la vanguardia, y eso implica mirar al presente o cuanto menos al pasado más inmediato. En cualquier caso, como detalle para los más veteranos no faltó, -aunque tardó en llegar-, algún guiño a su material noventero dando buena cuenta de la dupla que conformaron “Humiliative” de aquel primerizo “Contradictions Collapse”, con el que nos dejaban apreciar sus raíces más thrasheras, para posteriormente poner el punto y seguido al show con el tema que abría su álbum de 1995, “Destroy, Erase, Improve”: “Future Breed Machine”.
Habiendo noqueando al personal con un corto pero intenso show, estaba claro que Meshuggah no iban a desaprovechar la ocasión de cerrar la velada por todo lo alto. Y para ello que mejor que cimentar la infranqueable pared sonora que levantaron durante “Bleed”. Mientras que para poner el broche de oro a esta apasionante descarga nos brindaron los aniquiladores riffs de la infalible “Demiurge”, que a la postre fue el único recuerdo que se permitieron a su fantástico “Koloss” de 2012.
Seguro que no fui el único. Pero he de reconocer que a la salida del concierto, pese a salir satisfecho, me fui a casa con la sensación de que se quedaron fuera muchos temas que por lo menos, para un servidor, serían innegociables a la hora de confeccionar el repertorio de Meshuggah. En cualquier caso, eso es algo comprensible cuando hablamos de una banda que lleva más de tres décadas innovando y evolucionando dentro de la escena metalera.
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