Dejando a un lado el incuestionable tirón que en los últimos años han conseguido los festivales veraniegos, este año parece que se han confabulado los astros y algunos de los nombres más ilustres, míticos y emblemáticos dentro del mundo del hard rock y el heavy metal están, una vez más, en la carretera. Sí, cada vez más mayores y con las entradas a un precio más elevado, pero un servidor es de los que opina que hay que disfrutar al máximo, -siempre que se pueda-, de esas formaciones que lamentablemente, y por motivos obvios, pronto echaremos tanto de menos. Medio siglo de andadura a sus espaldas contemplan a Judas Priest, historia viva del heavy metal. La banda que para muchos se encargó de definir el estilo y marcar el paso, tanto en lo musical como a nivel estético. La última entrega de estudio de los británicos “Invincible Shield” ha gozado del reconocimiento y el beneplácito tanto de sus seguidores como de los medios especializados que lo han tildado como una de sus mejores obras desde que publicaron el icónico “Painkiller” a inicios de la controvertida década de los noventa.
Salvo las horas más bajas que vivieron durante la etapa de “Demolition”, el combo de Birmingham nunca ha tenido problemas para movilizar a la audiencia metálica en nuestro país. La de esta noche era la primera de las cuatro paradas que el “Invincible Shield Tour” haría por aquí, y el mejor reconocimiento a toda una vida dedicada al heavy metal fue el anuncio de que las entradas en el Sant Jordi Club se habían agotado desde varias semanas antes de que se celebrara la cita. Y es que por si la sola presencia de Halford & Cía no fuera aliciente suficiente para hacer que los metaleros menos habituales salieran de “su cueva”, como acompañantes en esta nueva visita a la Ciudad Condal “Los Defensores De La Fe Metálica ” contarían con el apoyo de otra formación mítica y carismática como son los Saxon del incombustible Byff Byford quienes con su fantástico “Hell, Fire And Damnation”, volverían a darnos argumentos de peso para certificar el porqué son toda una institución dentro del universo del heavy metal, amén de ser una de las formaciones más sólidas e infalibles sobre los escenarios de la vieja guardia metalera. Pero por si semejante elenco de músicos rodados y altamente experimentados no fuera suficiente, los elegidos para dar el pistoletazo de salida a la velada serían unos pioneros dentro del hard rock como son los incombustibles Uriah Heep, quienes aprovecharon la ocasión para repasar algunos de sus himnos inmortales aunque sin olvidarse de ofrecer alguna fugaz destello de lo que ha sido su más reciente “Chaos & Colour”.
Ya durante el ascenso a la Montaña Olímpica de Montjuic podía palparse un fantástico ambiente, y es que aunque en el Palau Sant Jordi tocaba otro artista de fama internacional, los seguidores de Priest se dejaron notar con fuerza dejando claro quienes eran los que se habían acercado a ver los Titanes Del Metal Británico. No podía ser de otra forma, una larga cola aguardaba pacientemente a que se abrieran las puertas del recinto. Pese a que el inicio de las actuaciones estaba previsto a última hora de la tarde, lo cierto es que cuando Uriah Heep aparecieron en escena había ya un buen ambiente en el local. Evidentemente, la media de edad de los presentes era bastante elevada, aunque también pudimos ver varios grupos de chavales que se encargaron de ratificar que, al igual que sucede con las bandas, hay relevo dentro del heavy metal.
Ante un auditorio ya bastante concurrido, y que fue tomando colorido a medida que avanzaba la tarde, aparecían en escena los encargados de dar el pistoletazo de salida al show: Uriah Heep. La formación que capitanea desde finales de la década de los sesenta el guitarrista Mick Box contaba con una buena representación de seguidores entre la audiencia, y eso se notó cuando los londinenses atacaron algunas de sus piezas más conocidas. A pasar de que gozaron de poco tiempo, me sorprendió el colorido que presentó su montaje escénico, con un telón de fondo y sendas pancartas laterales que evocaban la portada de su última entrega de estudio “Chaos & Colour”.
Pese a que el sonido no les acompañó durante los primeros compases de su actuación, la banda supo sobreponerse y acabó completando un buen show, alternando material de nuevo cuño y viejas favoritas. Fue durante los primeros minutos cuando se concentraron en dar cancha a “Chaos & Colour”, eligiendo para romper el hielo “Save Me Tonight”. Además de lo deficiente del sonido en el arranque, si algo llamó la atención fue la colorista vestimenta, -en negro y rojo-, de su frontman Bernie Shaw, y la contundencia con la que sonó el tándem rítmico que conformaron el batería Russell Gilbrook y el bajista zurdo Dave Rimmer.
Habiendo recabado los primeros aplausos de la noche, y sin apenas darnos tiempo para recuperar el aliento, llegaba el momento de “Grazed By Heaven”, representando a lo que fue su anterior “Living The Dream”, brindándonos esas vibrantes combinaciones instrumentales entre la guitarra de Mick Box y los teclados de Phil Lanzon que se han convertido en una de las señas de identidad de los londinenses. No fue una sorpresa, ni mucho menos. Era obvio que gran parte de los presentes eran conocedores del material más clásico de la banda. De modo que el público no vaciló a la hora de acompañar con palmas los compases iniciales de “Rainbow Demon”, que liderada por los teclados se convirtió en la primera concesión que se permitieron a su material setentero.
Pese a ello, Mr. Shaw no quiso dejar de informar a todos los presentes que la banda ha publicado hasta el momento 25 obras de estudio. Así que tras pedir un aplauso para Mick Box llegaba el momento de presentar otra de las nuevas :“Hurricane”. Proponiéndonos otro salto en el tiempo los británicos nos invitaron a viajar hasta la segunda mitad de los 70 para rememorar “Free N’ Easy”, rescatada del álbum “Innocent Victim”, que grabaron junto al vocalista John Lawton, para acto seguido poner el recinto patas arriba con uno de sus himnos inmortales, la pieza que abría su debut “… Very ´Eavy … Very ‘Umble”: “Gypsy”.
Con el escenario teñido en tonalidades rojizas, y con Bernie Shaw sentado sobre uno de los monitores, encarábamos la recta final de su escueta presentación con otra de las que ha trascendido a sus seguidores para convertirse en un un himno reconocible para cualquier seguidor del hard rock que se precie: “July Morning”. Mientras que para poner el broche de oro nos invitaron a todos a cantar la inevitable “Easy Livin’”. Corta, muy corta, se hizo la descarga de Uriah Heep, y es que en 45 minutos resulta imposible resumir una trayectoria de más medio siglo de música. Así que en esta ocasión tuvimos que conformarnos con una pequeña muestra de lo que fue su época dorada y una pincelada de su más reciente actualidad. Esperemos que no tarden mucho en regresar liderando su propio show.
Para muchos la presencia de Mr. Biff Byford y sus acólitos era uno de los grandes alicientes de esta tarde/noche de jueves. Y es que Saxon se han ganado a pulso el estatus que ostentan en la actualidad. Ellos son, sin ningún genero de dudas, heavy metal en estado puro, tal y como han vuelto a ratificar en lo que hasta el momento es su última entrega de estudio “Hell, Fire And Damnation”, que veía la luz en los primeros días de este 2024. Hace poco menos de un año que el combo de Barnsley se dejó caer por la Ciudad Condal. Sin embargo, eso no fue óbice para que sus seguidores acudieran puntualmente a la cita y se dejaran notar con fuerza a la hora de corear algunos de los himnos que han forjado la leyenda de una de las bandas más emblemáticas y auténticas dentro del heavy metal.
Evidentemente cualquiera que haya tenido ocasión de ver a Saxon en vivo habrá podido apreciar que cada una de sus descargas es como una ceremonia en la que se plasma la perfecta sintonía entre los músicos y sus incondicionales. Así que, una vez más, no faltó la habitual lluvia de chalecos, las columnas de humo para otorgar una mayor intensidad a momentos puntuales del show, el telón con el logo de la banda en color rojo presidiendo el escenario, el cuero, y, por supuesto, la pared de amplificadores con el águila de la banda grabada en todos ellos.
Precedidos de la introducción que abre su último redondo la banda irrumpía en escena con Byford alzando el brazo para demandar el apoyo del respetable justo antes de encarar “Hell Fire And Damnation”; que funcionó como si de un clásico se tratase, con todo el personal alzando el puño para corear su imparable estribillo mientras el incansable Nibbs Carter recorría el escenario elevando su bajo para invitar al personal a que acompañara con palmas el tramo central del tema. Un detalle que me llamó la atención fue ver que el veterano frontman se decantó en esta ocasión por una chaqueta algo más corta que el largo “guardapolvos” que acostumbra a lucir en sus apariciones en vivo. Una vez más lo habían conseguido. En apenas cinco minutos los británicos tenían al público comiendo de su mano. De modo que tocaba acelerar el paso, dándonos argumentos para agitar frenéticamente la cabeza siguiendo la estela de ese torbellino sonoro que lleva por título “Motorcycle Man”, que nos dejaba al eufórico público gritando tan fuerte que hacia prácticamente inaudible el característico silbido de Byford.
Dándose un baño de masas, Byford nos daba las buenas noches y nos anunciaba que estaban encantados de estar de vuelta por aquí, antes de espetarnos un atronador “Power And The Glory”, que sirvió para que fueran los guitarristas Doug Scarratt y Brian Tatler quienes se apoderaran del centro del escenario antes de dejar que el veterano vocalista, -firmemente aferrado a su pie de micro-, se encargará de liderar a su tropa de fieles a la hora de entonar el inmortal estribillo del tema que abría y prestaba título a su quinta entrega de estudio. No creo que nadie a estas alturas piense que Saxon son una banda que vive de rentas. Hace años que los británicos vienen demostrando en cada una de sus giras que sus nuevas composiciones son importantes para ellos, y las defienden sin complejos y poniendo toda la carne en el asador. Así que está noche aunque no dispusieron de mucho tiempo, tampoco quisieron dejarse en el tintero temas de nuevo cuño como el oscuro “Madame Guillotine” que al no ser tan directo, la verdad es que bajó un poco el nivel de entrega del respetable.
En cualquier caso, no les costó mucho volver a remontar el vuelo, a reconectar con sus seguidores, y es que la siguiente en hacer retumbar los cimientos de un Sant Jordi Club que a estas horas estaba ya prácticamente lleno fue la hímnica “Heavy Metal Thunder”, con las columnas de humo volviendo a hacer acto de presencia mientras los instrumentistas de la banda se abandonaban al headbanging y Byford levantaba los brazos buscando la complicidad de las primeras filas. Pero, evidentemente, si hablamos de himnos, esta noche tampoco podía faltar un tema que se ha convertido en imprescindible para todos los seguidores de los británicos en nuestro país: “Crussader”, que como no podía ser de otra forma acabó convirtiéndose en uno de los momentos culminantes de la noche con la gente cantando como si no hubiera mañana.
Por supuesto que Byfrod no quiso dejar pasar la ocasión de mostrar su satisfacción por estar de gira con dos bandas como Uriah Heep y Judas Priest, justo antes de invitarnos a viajar hasta principios de la década de los ochenta comandados por la rotunda pegada del veterano Nigel Glocker, que fue quien se encargó de marcar el tempo de una coreadísima “Denim And Leather”. La temperatura del recinto, y el nivel de euforia del personal, continuarían en aumento con el marchoso y hard roquero “Wheels Of Steel”, que en su versión extendida hacia que los más animados movieran las caderas antes de acompañar con palmas cada vez que tocaba entonar su arrollador estribillo.
Como es habitual no faltaron tampoco los vaciles y las poses macarras de Byford, -sonriendo socarronamente mientras miraba el reloj-, durante la presentación de esa declaración de intenciones que lleva por titulo “And the Bands Played On”. Mientras que la rúbrica para una descarga breve, intensa, y que sirvió para que Saxon volvieran a demostrar que siguen en un excelente estado de forma, dejando claro que son una de las bandas más fiables dentro del heavy metal clásico, corrió por cuenta de otra de las que incita al público a cantar una y otra vez su abrumador estribillo, la inevitable “Princess Of The Night”. Una vez más, y ya van..., Saxon volvieron a planear sobre Barcelona dejando caer su artillería pesada en forma de trallazos incontestable de auténtico heavy metal, haciendo gala de una actitud envidiable si tenemos en cuenta que estábamos hablando de unos músicos que se han pasado toda la vida en la carretera.¡Incombustibles!
Hay bandas que cuando su maquinaria se pone en movimiento crean una expectación desmedida entre sus seguidores. Sin duda Judas Priest son una de ellas. Durante décadas han sido referentes indiscutibles del estilo. Así que la edición de su decimonovena entrega de estudio “Invincible Shield”, y su pertinente gira de presentación han sido la mejor noticia para unos incondicionales que han celebrado por todo lo alto la vuelta a la actividad de Halford & Cía. Sí, los años no pasan en balde, el incombustible Ian Hill, -único miembro fundador que persiste en la banda-, y “The Metal God”, superan ya los setenta años. Sin embargo, siguen conservando las ganas y la actitud necesarias para imprimir a las presentaciones de la banda la garra y la entrega que siempre les ha caracterizado. El primero, sigue posicionándose en escena en un estudiado segundo plano, aporreando implacablemente las cuerdas de su bajo mientras no deja de cabecear incansablemente. Mientras que Mr. Halford sigue siendo el perfecto anfitrión, un excelente maestro de ceremonias que sabe conectar en todo momento con el público. Evidentemente, sus prestaciones vocales ya no son tan brillantes como antaño, incluso se pudo apreciar que recurría a más de una ayuda técnica durante el show. Aunque en ningún caso diría que fue algo flagrante o escandaloso, ya que en varios momentos también le vimos pasarlo mal, teniéndose que esforzar al máximo para sacar adelante algunas de las composiciones más exigentes.
En cualquier caso, resumir lo que son a día de hoy Judas Priest en directo centrándonos en sus dos miembros más emblemáticos sería terriblemente injusto, ya que el motor de Priest, el hombre que lleva gran parte del peso de su sonido, es el gigantón Scott Travis: un espectáculo verle mover los brazos mientras aporrea su kit situado al final de esa escalinata que esta situada en el centro del escenario. Las guitarras siempre han sido una de las principales señas de identidad de Priest, el tándem que durante décadas formaron Tipton y Downing acabó rompiéndose. De modo que ahora esa responsabilidad recae sobre Richie Faulkner, que ingresó como sustituto de K. K. Downing para acabar convirtiéndose en un pilar indiscutible en los directos de la banda, -varios fueron los momentos en los que copó el centro del escenario para abrirse de piernas mientras nos acuchillaba con sus hirientes riffs-, aportando una dosis extra de punch y demostrando que parece felizmente recuperado de sus problemas de salud. Su socio a las seis cuerdas,: el productor Andy Sneap, quien se ha afianzado en el puesto tras varias giras y que incluso en esta ocasión se ha tomado la licencia de dar un paso al frente durante algunos temas para encargarse de varios de los solos. En cualquier caso, no todo iban a ser alegrías, ya que esta noche no tuvimos ocasión de disfrutar de la presencia durante los bises del legendario Glenn Tipton, que a la postre fue el gran ausente de esta velada de auténtico heavy metal, aunque tuvimos ocasión de ver su imagen proyectada en las pantallas durante la ejecución de algunos temas como “Sinner” o “Victim Of Changes”.
En cuanto al escenario estuvo a la altura de lo que uno puede esperar de una banda como Judas Priest. Con cuatro pantallas verticales colocadas en la parte trasera y una a cada extremo del escenario por las que se fueron alternando tanto diferentes proyecciones, -que tenían que ver con la temática de las canciones que la banda estaba tocando-, como de lo que estaba sucediendo sobre el escenario. Por supuesto que tampoco faltaron los tridentes. Uno situado a cada lado del escenario que giraron durante varios momentos del show, e incluso cambiaron de color. Y otro de un tamaño superior, suspendido sobre el escenario, que completaba el vistoso montaje lumínico, y que en varios momentos descendió sobre las primeras filas. Por supuesto que también tuvimos las columnas de humo, la aparición de la moto que estuvo presidiendo el escenario durante la parte final de los bises. Y, por supuesto, las indumentarias de cuero y repletas de tachas que lucieron los miembros de la banda.
Haciendo patria. Los momentos previos a la salida de la banda estuvieron marcados por la música de sus paisanos Black Sabbath mientras una cortina se encargaba de ocultar la parte central del escenario. Tras una majestuosa introducción y después de que los acordes iniciales de “Panick Attack” sonaran enlatados la cortina salió succionada hacia arriba dejando ante nuestros ojos la batería de Scott Travis y una escalinata central desde donde los músicos arrancaron el show. Tras la primera estrofa “rompieron filas”, y todos fueron tomando sus respectivas posiciones a excepción de un Halford que salió con abrigo largo y que fue el último en abandonar su posición inicial. La efusiva respuesta del respetable fue la constatación definitiva, -por si alguien albergaba alguna duda-, de que el nuevo material de los británicos ha calado hondo entre sus incondicionales. Sin embargo, vimos pasarlo mal a Halford a la hora de alcanzar las tonalidades más altas contenidas en la segunda mitad del corte. Pese al paso del tiempo Judas Priest nunca han renegado de sus raíces, así que durante el arranque del marchoso y celebradísimo “You´ve Got Another Thing Comin´”, pudimos ver en las pantallas las chimeneas de las fábricas y obreros a la salida de las mismas que nos hacían retrotraernos a su ciudad de origen: la industrial Birmingham. Evidentemente, el tema fue recibido con la euforia que un clásico como este merece, con todo el auditorio acompañando con palmas mientras Halford pasaba revista a sus tropas azuzando una fusta corta.
Sería tras los dos primeros temas cuando Halford se dirigió por primera vez al respetable para espetarnos esa frase que todos estábamos deseando volver a escuchar: “The Priest Is Back!”, que hizo que el recinto se viniera literalmente abajo. Pero es que lo que estaba por llegar fue una dentellada aniquiladora de puro metal como “Rapid Fire”, que nos hacia acelerar el paso de manera rotunda mientras a través de las pantallas podríamos ver las evoluciones de los músicos, haciendo especial hincapié en la figura de un Richie Faulkner que fue quien se mostró más espectacular en sus movimientos escénicos. Sin darnos apenas tiempo para reponernos del impacto llegaba el momento de que todos aunáramos nuestras gargantas para con el puño en alto entonar la letra de un tema que se ha convertido en un himno inmortal para cualquier metalero que se precie “Breaking The Law”, que llegaba acompañado de una nueva ración de proyecciones reivindicativas junto a la aparición de la “Union Jack”, y que se zanjaba con todo el personal entonando su coreable melodía mientras ambos guitarristas y Halford realizaban esos movimientos sincronizados que desde hace lustros son “marca de la casa”.
Con la proyección en las pantallas traseras del emblema de la banda en llamas, y con el escenario teñido de rojo, arrancaba “Gates Of Hell”, otra de las nuevas que servía para que Richie Faulkner tomara el timón de la banda durante su melódico desarrollo intermedio mientras Halford se retiraba entre bambalinas para recuperar el aliento antes de afrontar su aplastante recta final. El cambio de registro sería de lo más sorpresivo y rotundo, ya que la siguiente en hacer acto de presencia fue “Love Bites”, con Halford tirando de efectos en la voz a la vez que a través de las pantallas podíamos leer algunos de los versos de su letra. Lamentablemente, el estado de forma de Halford no es el de antaño, así que esta noche no pudimos deleitarnos con los alocados bailes que solían acompañar a la pieza durante las giras de mediados de los ochenta.
Con ambos “hachas” ocupando el centro del escenario para rematarnos con su demoledor riff inicial arranca el seminal “Devil´s Child”, primero de los recuerdos que se permitieron al clásico “Screaming For Vengeance”, siendo el responsable de convertir el recinto en un karaoke multitudinario, con la entregada audiencia dando la replica a un Halford que tuvo que esforzarse al máximo para sacar el tema adelante. No abandonarían el material del que para muchos es uno de los disco más destacados de su prolífica trayectoria discográfica, ya que el siguiente en sonar fue “Riding On The Wind”, con las pantallas escupiendo imágenes a toda velocidad mientras Faulkner y Sneap unían fuerzas a la hora de atacar sus despiadados solos.
He de admitir que me gustó mucho el ritmo que los británicos imprimieron al show. Por supuesto que hubo algunos parlamentos, pero hubo tramos en los que se dedicaron a empalmar un tema tras otro haciendo que el ambiente se caldeará al máximo. De modo que tras legarnos esa doble ración de su obra de 1982 nos invitaron, a renglón seguido, a viajar aún más atrás en el tiempo, concretamente hasta la segunda mitad de la década de los setenta para hacer escala en “Stained Class” y recuperar el tema que abría la segunda cara del álbum que publicaron a principios de 1978: “Saints In Hell”, que sonó absolutamente demoledor gracias a la pegada del inconmensurable Scott Travis. Una vez más, Mr. Faulkner empuñando su guitarra sería el encargado de flanquearnos el paso hacia la coreable y melódica “Crown Of Horns”, que fue seguida con la misma devoción que cualquier clásico de la banda, con el personal acompañando con palmas antes de corear todos su apabullante estribillo siguiendo las indicaciones de Halford.
Nuevamente las llamas volverían a proyectarse sobre las pantallas que había repartidas por el escenario, y es que una nueva incursión en su material setentero se convertió en la excusa perfecta para volvernos a deleitar con una pieza que desde hace años se ha convertido en imprescindible en todas sus descargas, ni más ni menos que el corte que abría lo que fue su tercer largo “Sin After Sin”:”Sinner”, que a la postre sirvió para que Andy Sneap nos mostrará sus habilidades, ya que fue quien se encargó del solo. El inconfundible sonido del sintetizador nos anunciaba que había llegado el momento de ponernos a bailar y dar palmas acompañando, al controvertido en su momento, “Turbo”, que por supuesto se desarrolló con el escenario bañado en tonalidades azules para acabar recabando una rotunda ovación.
Fue justo después cuando Halford estimó que era un buen momento para darse su particular “baño de masas”. De modo que el veterano vocalista se paseó varias veces por el escenario recibiendo el cariño del personal mientras nos daba las gracias por el apoyo a su banda y al heavy metal durante el último medio siglo, enumerando algunos de sus discos más destacados durante el speech que precedió al tema que presta título a su último lanzamiento “Invincible Shield”. Acto seguido llegaría uno de los momentos culminantes de la noche, y es que “Victim Of Changes”, es una auténtica prueba de fuego para cualquier vocalista. Evidentemente, los registros de Halford estuvieron lejos de los de sus años mozos, pero aunque con el tiempo se ha perdido algo de potencia e intensidad, lo cierto es que el sentimiento y la pasión continuan intactos. Aunque de justicia es apuntar que este fue uno de los temas donde más se notaron “las ayudas vocales”.
Precisamente para que el vocalista pudiera recobrar mínimamente el aliento, de cara a encarar la recta final del show, que mejor que invitar a participar al personal en su particular adaptación del clásico de Fleetwood Mac “The Green Manalishi (With The Two Prong Crown)”. Para posteriormente asestarnos la dentellada definitiva con la descomunal “Painkiller”, un tema que de alguna forma redefinió en su momento las coordenadas del heavy metal tradicional para llevar el estilo un paso más allá, con Travis machacando los parches como si estuviera poseído mientras Ian Hill no dejaba de cabecear y ambos hachas se batían en el centro del escenario ante la atenta mirada de Halford.
No se hicieron de rogar demasiado. Y es en apenas un par de minutos y tras sonar la inevitable “The Hellion”, el quinteto volvía a salir a escena para deleite del personal con otra de las que es historia viva del heavy metal: “Electric Eye”, que fue coreada con devoción cada vez que el veterano frontman levantaba su micrófono al aire. A lomos de la moto y con la fusta entre los dientes, de esta guisa irrumpió Halford en escena para atacar “Hell Bent For Leather”, provocando el delirio colectivo de un personal que a estas alturas del show estaba ya completamente rendido. Pero aún no había acabado la fiesta, ya que los británicos nos tenían reservado para cerrar la velada por todo lo alto otra de las que ya es historia viva de nuestra música: “Living After Midnight”, que se zanjaba con Halford mostrando los parches de su chupa mientras nos daba las buenas noches y nos recordaba que ellos son :“The Fuckin´ Judas Priest”, a la vez que a través de las pantallas podía leerse: “The Priest Will Be Back”... ¡esperemos que así sea!
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